Debido a que las lluvias registradas en la Sierra Central fueron insuficientes por el fenómeno El Niño, hasta el momento se ha logrado almacenar 280 millones de metros cúbicos de agua en las represas y lagunas de Sedapal, es decir se ha cubierto solo el 85% de la capacidad total de almacenamiento de agua para Lima y Callao.
Así lo informó el gerente comercial de la empresa, Jorge Gómez Reátegui, quien dijo que al finalizar el mes de abril (cuando finalice el período de lluvias) esperan llegar al 90% de la capacidad de almacenamiento de las fuentes de agua ubicadas en la cuenca alta del Rímac.
De diciembre a abril, gracias a las lluvias, represas como Antacoto, Huascacocha y Yuracmayo y las lagunas represadas se llenan con las lluvias, pudiendo almacenar hasta 331 millones de metros cúbicos de agua en buena época. Toda esta agua almacenada permite abastecer a Lima y Callao en época de estiaje, es decir de mayo a noviembre.
“Es necesario ver esta experiencia y los efectos del cambio climático como una oportunidad para que la gente se sensibilice y tome conciencia de que debe usar bien el agua y que no debe contaminar el río Rímac”, comentó Gómez durante una visita guiada por la cuenca del río hablador.
Añadió que las aguas que Sedapal almacena sirven para abastecer Lima y Callao durante dos años, pero, advirtió, si hubiera una sequía prolongada de tres o cuatro años, la empresa tendría graves problemas de distribución para la población de la capital.
La inversión que hace Sedapal para tratar y traer el agua hasta La Atarjea, El Agustino, tras un recorrido de 20 kilómetros, se encuentra con una serie de obstáculos que pueden desaparecer si ciudadanos toman mayor conciencia y las autoridades aplican la ley para evitar la contaminación.
El analista de infraestructura civil de la empresa, Rómulo Carhuas, explicó que después que las aguas salen de los reservorios inician un recorrido hacia Lima por túneles, canales, sifones y cauces naturales de ríos.
A la altura de Santa Eulalia, abastece por túneles las centrales hidroeléctricas que están a su paso, como Huinco, Callahuanca, Moyopampa y Huampaní, luego de lo cual las aguas se unen al río Rímac.
Y aquí empieza otra historia, sostiene Carhuas, porque su contaminación como la mala cultura de su consumo afectan el acceso al agua potable.
Es entonces cuando las aguas del río hablador las ensucian con relaves y los deshechos de basura que arrojan las personas, empresas o instituciones. El agua que bajó de la represa ubicada a más de 5,000 metros sobre el nivel del mar perdió su calidad.
Aunque no dijo qué porcentaje de calidad se pierde, sí mencionó que Sedapal invierte tres veces más recursos económicos para el tratamiento que potabiliza el agua.
“El agua inclusive puede tomarse. Lo malo es la existencia de tuberías con más de 50 años de uso, lo que afecta su calidad. Si a esto se le suma que la población y hasta las autoridades usan inadecuadamente el agua: riegan parques y jardines con agua potable o apagan incendios con ella, la población tiene menos probabilidades de consumir el recurso hídrico que necesitan en cantidad y calidad”.
Según Carhuas, esto no ocurre en otros países porque más bien usan aguas tratadas y realizan campañas permanentes para que la población no gaste indebidamente el agua.
“No hay que olvidar que Lima está asentada en un desierto y las condiciones climáticas vienen variando, y a veces las lluvias se atrasan o llueve menos y por eso las represas que abastecen Lima y Callao no se llenan”, finalizó.