Editorial: Canon sí, minería no
Las campañas electorales suelen ser el escenario ideal para ventilar los lugares comunes que han calado en sectores de la población durante los últimos años, sean estos verdad o no. Una de las ideas que repiten los candidatos de varias tiendas políticas es que el Perú mantiene una falta de diversificación productiva por su excesiva concentración en las industrias extractivas y que ello ha limitado otras tareas como la educación y, finalmente, el desarrollo del país.
Al respecto, por ejemplo, el candidato de Todos por el Perú, Julio Guzmán, señaló en una reciente entrevista: “La única forma de progresar es con una revolución educativa; en los últimos 30 años nos hemos concentrado en la industria extractiva, creyéndonos que eso nos va a llevar al progreso”. El plan de gobierno del Frente Amplio, de la señora Verónika Mendoza, apunta a la superación del “modelo primario exportador” y la “profunda transformación de la economía peruana hacia una mayor diversificación de su matriz productiva”. Otros candidatos, como Pedro Pablo Kuczynski, hablan también de la necesidad de profundizar la diversificación productiva.
Es verdad que, viendo valores de venta, la canasta exportadora nacional está poco diversificada. Las exportaciones de productos tradicionales, sobre todo minerales, abarcaron poco más de dos tercios del total vendido al mundo durante el 2015 (aunque este ratio es bastante más bajo que el de décadas pasadas). El resto fueron productos textiles, agrícolas, industriales, químicos, entre otros.
Sin embargo, no es cierto que la producción nacional –ya no la exportación– dependa de las industrias extractivas. En efecto, desde 1990, la extracción de petróleo y minerales jamás ha pasado de producir el 16% del PBI, en tanto que en los últimos cinco años esta ha bordeado el 12%. De hecho, durante el 2014 la manufactura contribuyó al PBI en S/25.000 millones más que la minería. Decir que la producción nacional está concentrada principalmente en industrias extractivas es, en el mejor de los casos, tendencioso.
Por otro lado, plantear una suerte de dicotomía entre el desarrollo de la minería e industrias similares y la promoción de la calidad educativa, como parece sugerir el señor Guzmán, es equivocado. Muy por el contrario, la educación pública se ha visto favorecida directamente por los ingresos fiscales que los sectores extractivos han generado. Solo en el caso de Moquegua, la región con el mejor desempeño educativo del país, un cuarto de los S/34 millones de inversión en educación que destinó el gobierno regional durante el 2014 provino del canon.
Aun más importante, del total del presupuesto de la República para inversión en el sector Educación en el mismo año, casi el 40% de los recursos fueron transferidos como parte del canon. Todo ello, por supuesto, sin contar con los ingresos fiscales que no son parte del canon generados por estas industrias extractivas y que fueron a pagar el significativo aumento en el gasto corriente del sector Educación.
Así pues, ni es verdad que “nos hemos concentrado en la industria extractiva”, ni es verdad que la “revolución educativa” necesita que le quitemos espacio a la minería. Lo que sí es verdad es que la mejora en la calidad de la educación dependerá no solo de que se gasten mejor los recursos disponibles sino también de que el gobierno pueda asegurar fuentes de ingresos significativas para pagar por maestros adecuadamente capacitados, aulas equipadas, sistemas de fiscalización educativa eficientes, entre otros varios gastos necesarios. Y en este aspecto, la contribución de la minería no debería ser subestimada.
En el fondo, la minería cumple una función similar para dos de los temas más comunes y atrayentes de la campaña: la inversión en educación y la diversificación productiva. Mientras que en el primer caso ayuda a financiarla, en el segundo contribuye a generar encadenamientos productivos (por ejemplo, la minería consume el 14% de la producción del sector manufactura). Mirada de cerca, entonces, la lógica de la promesa de los candidatos para diversificar la economía y mejorar la educación sin mencionar el aporte de las industrias extractivas no se encuentra muy lejos de la anecdótica frase de protestas sociales: “Canon sí, minería no”.