El reemplazo de Manuel Benítez por un tal Francisco Santiago Albarracín en la presidencia de la empresa interstadual Yacimientos Mineros Aguas de Dionisio (YMAD) se suma a la cadena de fracasos que ha sido la política minera de Catamarca. Si el despilfarro de la renta proveniente de la explotación de Bajo La Alumbrera es a esta altura un hecho tan incontrovertible como el atraso en que están sumidos los distritos mineros, y la continuidad de las frustraciones, la incompetencia y los desatinos se anota como el dato más destacable de la gestión en curso, resignar la conducción de YMAD a manos de un sujeto cuya aptitud más difundida, hasta ahora, es la de ser amigo del presidente Mauricio Macri amerita un reconocimiento a la coherencia.
Que Catamarca tenga el 60% de YMAD podría haber servido para acordar la continuidad de Benítez, que tuvo un desempeño más que solvente al frente de la firma, del que Catamarca se benefició directamente con el flujo de utilidades por la participación con el 20% en las ganancias de Minera Alumbrera que casi triplicó lo ingresado en concepto de regalías.
El archivo está a disposición de cualquiera. Cuando Manuel Benítez retomó la conducción de YMAD en 2000, la empresa estaba quebrada, con un rojo multimillonario y dificultades de financiamiento que no solo impedía la liquidación de unas utilidades inexistentes, sino hasta el pago de sueldos. Benítez la reempinó en pocos meses y el Estado catamarqueño comenzó a cobrar la tajada más importante de los beneficios que le correspondían. Que los gobiernos provinciales la hayan dilapidado muestra a las claras las distancias que median entre un competente conocedor de la minería y sus potencialidades y unos políticos tramados por la propensión a la demagogia y las corruptelas.
Sobraban argumentos para sostener la conveniencia de que Benítez siguiera al frente de YMAD, en base a la eficacia probada al sacar a la empresa de su crisis. Sin embargo, el Gobierno envió al improvisado Foro de Desarrollo Minero para que planteara la pretensión de que se designara como presidente a "un catamarqueño", sin mayores especificaciones.
Luego, se tiraron algunos nombres carentes de cualquier antecedente en materia de minería, seleccionados bajo el extendido principio de beneficiar a amigos, parientes, socios y entenados con el otorgamiento de puestos bien remunerados. Resultado: poco impresionados por las propuestas provincianas, y ya que el socio mayoritario de la empresa no se inquietaba por la excelencia, el Gobierno nacional optó por regalarle el puesto a un "tropa propia", este Albarracín que se dedica a la ganadería y es amigo del Presidente. No podía esperarse otra cosa en una grilla de alternativas armada con advenedizos. Pueda ser que el tipo sea un "tapado" y se revele como consumado experto en minería. De lo contrario sumará sus limitaciones a las de los dos representantes que Catamarca tiene en el directorio de YMAD, cuyas intrascendentes gestiones están a la vista.
La torpeza de los operadores provinciales es palmaria. Cegados por la angurria, jugaron en contra de la continuidad de Benítez, que era posible y más auspiciosa para la Provincia; improvisaron una embajada con el desconocido Foro de Desarrollo Minero, de inexistente incidencia; propusieron a continuación nombres inaceptables y, así, abrieron paso al encumbramiento de un personaje ignoto, sin ningún compromiso con Catamarca. Otra evidencia de las cotas que impone al desarrollo la miopía del funcionariato minero local, al que le metieron un sujeto anónimo por la ventana. El fracaso alcanza ya dimensiones colosales, ilevantables.
