Que Donald Trump se convierta en el próximo presidente de Estados Unidos es considerado uno de los 10 principales riesgos globales, según la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist.
"Trump ha sido muy hostil contra el libre comercio, especialmente con el Tratado de América del Norte (NAFTA), y ha llamado a China varias veces un 'manipulador de divisas'", explica el informe.
"Y su actitud de extrema derecha sobre temas como el yihadismo en Medio Oriente podrían conducir a elevar el sentimiento contra Occidente que pondría en riesgo a varias regiones del planeta", añade.
Sin embargo, para la Unidad de Inteligencia el mayor peligro actual es el proceso de desaceleración económica que está viviendo China, que podría tener un "efecto dominó" en varias regiones del planeta.
"Si la economía china continúa desacelerándose más de lo que en un principio se esperaba, afectará los precios de varios productos como el petróleo y los metales, lo que tendrá un impacto en países de América Latina y África", advierte el reporte.
En la lista de mayores riesgos siguen la amenaza que genera el intervencionismo ruso, la volatilidad de los mercados financieros y las varias crisis internas de la Unión Europea (UE).
La Unidad de Inteligencia es un centro de análisis e investigación creado por The Economist en 1946 para observar los principales factores de la economía y la sociedad a nivel global y entregar pronósticos de tendencias.
Los riesgos que el informe asocia a Trump se basan, según explica, en la feroz campaña que el empresario lleva adelante.
En sus discursos, el precandidato republicano ha abogado por matar a las familias de los militantes yihadistas y ha propuesto invadir Siria para erradicar al autodenominado Estado Islámico y tomar control de su petróleo.
Los 10 mayores riesgos globales, según The Economist 1.La desaceleración de la economía en China
2.La intervención de Rusia en Siria y Ucrania que podrían desencadenar una nueva Guerra Fría
3.La volatilidad de las divisas podrían afectar las empresas de los mercados emergentes
4.Las presiones externas e internas que podrían fracturar a la UE
5.La salida de Grecia significaría el fin de la UE
6.La posibilidad de que Donald Trump sea presidente de EE.UU.
7.La creciente amenaza yihadista que podía desestabilizar la economía global
8.La posible salida de Reino Unido de la UE
9.Las tensiones en el mar de China Meridional
10.La falta de inversiones en el mercado del petróleo
Críticos del actual candidato presidencial han expresado las mismas preocupaciones.
Sin embargo, el magnate continúa aproximándose a la nominación presidencial de su partido después de que ganó las elecciones primarias en 20 de los 31 estados disputados hasta el momento.
De hecho, Trump dijo esta semana que sus seguidores podrían "marchar con violencia" si le niegan la nominación durante la convención republicana, que se celebrarará en julio en Cleveland.
Sin embargo, dado el caso de que el magnate resulte elegido presidente de EE.UU., la Unidad de Inteligencia de The Economist cree que sus políticas podrían ser frenadas en el Congreso.
"La hostilidad innata del establishment del partido Republicano hacia Trump, combinada con la inevitable virulencia del partido Demócrata, podrían bloquear muchas de sus ideas más radicales", concluye.
El riesgo de que el precandidato republicano llegue a la Casa Blanca está calificado por encima de una posible salida de Reino Unido de la Unión Europea o de las tensiones en el mar de China Meridional.
Pero además de los problemas de estancamiento de la economía china, otro asunto que preocupa a la Unidad de Inteligencia y que se considera una amenaza mayor es la intervención de Rusia en distintos planos globales.
"Las constantes acciones de Rusia en Siria y Ucrania podrían terminar en una confrontación directa con las fuerzas de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) u otras potencias, que obligarían a los gobiernos a gastar más dinero en sistemas de defensa y aumentar sus déficits presupuestarios".
Sin embargo, esta semana el gobierno de Vladimir Putin anunció de forma sorpresiva el retiro de sus tropas de Siria.
"Ya hemos cumplido con nuestro deber allí", dijo el presidente ruso.
Sobre la posible salida de Reino Unido de la Unión Europea, que se decidirá en un referendo el 23 de junio, la Unidad de Inteligencia tiene sus reservas.
Si la separación se concreta, "tendrá negativas consecuencias especialmente en la incertidumbre tarifaria para sus exportaciones y su posición actual como un centro financiero en el mundo", explica en el documento.
El País
El republicano Donald Trump, una de las figuras más estrambóticas de la política estadounidense en las últimas décadas, y la demócrata Hillary Clinton, ex primera dama y ex secretaria de Estado, están más cerca de ser los candidatos a las presidenciales de noviembre. La victoria de ambos en el Supermartes, la jornada con más elecciones primarias del proceso de nominación, les distancia de sus rivales y complica la tarea de frenar su coronación.
Pero no es un triunfo completo. Nadie está dispuesto a abandonar.
Los senadores Marco Rubio, de Florida, y Ted Cruz, de Texas, donde se ha impuesto, seguirán en la campaña, igual que el senador por Vermont Bernie Sanders, rival de Clinton. Creen que pueden alargar la pelea hasta las convenciones republicana y demócrata de julio, que deben coronar a los candidatos de ambos partidos.
Clinton y Trump están lejos de sumar la mayoría de delegados necesarios para la nominación. Mientras no lo logren, no podrán proclamarse oficialmente candidatos.
Este martes se votaba en una docena de estados. Trump ganó en la mayoría. Cruz ganó en Texas, su estado, y en Oklahoma, lo que le permite reivindicarse como la alternativa a Trump.
Rubio, esperanza del aparato republicano, ganó en Minnesota, un premio de consolación. Sin una victoria en la primaria de su estado, Florida, el 15 de marzo, la presión para abandonar aumentará.
En el campo demócrata, Clinton gana la mayoría de estados menos el de Sanders, Vermont, Oklahoma, Minnesota y Colorado. No es un mal resultado para Sanders, pero es insuficiente ante el impulso de Clinton.
Trump, un multimillonario neoyorquino con una retórica contraria a las élites económicas y políticas, envía una señal al establishment republicano y al país: es capaz de ganar por estados de todo el país. En el norte y el sur, el este y el oeste, entre cristianos fundamentalistas y urbanitas laicos. En la batalla por la identidad del Partido Republicano –entre un partido conservador en sus valores, favorable al libre mercado y a una política exterior agresiva; y un partido nacionalista y populista liderado por un empresario y showman que proyecta una imagen de hombre fuerte–, el trumpismo avanza.
El Supermartes era el primer examen a la nueva estrategia de los adversarios de Trump. Hasta la semana pasada, habían evitado los ataques frontales. En los últimos días sus máximos rivales, Rubio y Cruz han cuestionado su integridad moral y su competencia empresarial. Han insinuado que ha cometido delitos fiscales e incluso que ha mantenido vínculos con la mafia. La prensa ha empezado a aplicar la lupa sobre sus manejos empresariales. Sus coqueteos con la ultraderecha racista han merecido el repudio de dirigentes del partido.
La calma demócrata contrasta con la agitación republicana. El dominio de Clinton encarrila la nominación. Sus planes se cumplen. Tras ganar con dificultad en los caucus (asambleas electivas) de Iowa, que el 1 de febrero abrieron el proceso, y perder en el segundo estado, New Hampshire, los estados más diversos del sur y el oeste han sido el cortafuegos, el muro en el que Sanders se ha estrellado. Pero su socialismo democrático, que apela al voto de la generaciónmillenial, ya ha forzado un giro a la izquierda del discurso demócrata, incluido el de Clinton.
Clinton y Trump se perfilan como los candidatos para noviembre. Ambos son neoyorquinos y multimillonarios. Ambos pertenecen al círculo social en el que se cruza el mundo del dinero y la política. Aquí terminan las semejanzas.
Trump es un novato de la política, un hombre sin experiencia, con posiciones erráticas, de extrema derecha en asuntos como la inmigración y próximas a la izquierda sindical en su defensa del proteccionismo comercial, un nacionalpopulista que con frecuencia exhibe un conocimiento precario de los temas de los que habla.
Clinton —demócrata desde sus años universitarios, a finales de los sesenta— es lo opuesto. Seguramente es una de las candidatas presidenciales con más experiencia en la historia reciente: colaboró con su marido, Bill Clinton, cuando este era presidente en los años noventa, fue senadora por Nueva York, buscó sin éxito la nominación de su partido en 2008 y fue secretaria de Estado con el presidente Barack Obama, que le había derrotado en las primarias.
Si las alarmas ya llevaban días sonando en el Partido Republicano, que ve en Trump un infiltrado que amenaza con destruirlo por dentro, ahora es el momento del pánico, de buscar estrategias a la desesperada. En la hora del descontento con las élites y del malestar por las desigualdades y la erosión de las clases medias, los demócratas optan por un apellido conocido, el de los Clinton, representante del establishment y progresista pragmática.
Los demócratas son hoy el partido del orden; los republicanos, el de la revolución.