La consultora internacional KPMG dio a conocer el informe especial "Petróleo y Gas. Balance de la década 2005-2015, perspectivas y desafíos" en el cual repasa el desempeño general de la industria en los últimos diez años y brinda un panorama de las perspectivas inmediatas. Entre las principales preocupaciones del sector figuran el necesario aumento de la producción, las fuentes de financiamiento, la inversión, los precios y el desarrollo de los recursos no convencionales.
"Un shock de inversiones productivas para revertir el cuadro de estancamiento del sector es el consenso que hay entre los actores de la industria y, por ello, las medidas que se tomen desde el gobierno, en especial aquellas orientadas a alcanzar un acuerdo de precios que permitan mejorar la rentabilidad del sector, lo cual impactará sobre las inversiones del mismo, serán determinantes para recuperar la confianza perdida y la previsibilidad en un negocio cuyos resultados se ven siempre en el mediano y largo plazo", afirma el estudio.
Y asegura que "la explotación de recursos no convencionales aparece como una solución a los problemas de abastecimiento energético de un país que pasó, en el lapso de dos décadas, del autoabastecimiento logrado en los 90 a la dependencia actual de las importaciones energéticas".
No obstante, indica que "las inversiones y costos que deben afrontarse para su extracción son significativamente mayores a las necesarias para la producción de convencionales, por lo que resulta prioritario articular políticas que busquen mejorar el clima de negocios, fomentar las inversiones y contrarrestar los efectos negativos de la reciente caída en los niveles actuales y esperados de los precios internacionales".
Precios
Según el informe, el período 2005-2015 estuvo marcado por un patrón de aceleración y desaceleración de los precios internacionales y sostiene que luego de experimentar importantes incrementos durante 2005-2011 (el precio del petróleo creció un 94% promedio tomando como referencia el precio promedio de Brendt, WTI y Dubai; y del gas el de EE.UU. y UE), la evolución del precio del P&G comenzó a estancarse y a mostrar importantes caídas en 2014 y 2015.
Si bien el precio tuvo, respecto de 2011 caídas exiguas, en 2015 se registraron desplomes del 51% y 30%, respectivamente. En cifras, el precio promedio del petróleo y el gas natural registrados en 2011 habían alcanzado los u$s 104 (u$s 95 para el WTI) el barril y los u$s 7,2 por MMbtu, respectivamente.
Pero para principios de 2015 esas cifras habían caído a u$s 47,11 el barril (u$s 47,27 para el WTI) y a u$s 6,11 el MMbtu, y hacia fines de octubre a u$s 46,9 (u$s 46.20 para el WTI) el barril y a u$s 4,37 el MMbtu. En enero de 2016 perforó la barrera de los u$s 30 (el WTI llegó a los u$s 29 el barril).
Los valores en el mercado internacional muestran una tendencia en declive, que difícilmente pueda revertirse en el corto plazo, y que se encuentra explicada por múltiples factores geopolíticos y de mercado, entre los cuales se destaca un exceso de oferta global. No obstante, otros especialistas del mercado (como la Agencia Internacional de Energía) estiman que podría existir una recuperación en los valores hacia fin de año.
Cambio de estatus
El trabajo señala que desde 2011 Argentina pasó de ser de un país exportador a un importador neto (principalmente de gas). Si bien los primeros signos de disminución productiva en los últimos veinte años pueden ubicarse a fines de los 90, la baja en el desempeño del sector quedó recién en evidencia en 2004 cuando el Gobierno se vio obligado a elaborar el denominado Plan Energético Nacional.
Para entonces, el desfasaje que generaban las políticas aplicadas a la oferta, con precios no rentables y una retracción de las inversiones, y a la demanda, a partir de tarifas subsidiadas que promovieron el consumo, llevaron al país a aminorar la producción de hidrocarburos y sus niveles exportados. Esa política apuntaló el crecimiento económico que tuvo el país durante la década. Al contrario de lo que ocurrió en los 90, cuando sobraba petróleo y gas en el mercado doméstico y se exportaba, con tarifas internas dolarizadas y una economía nacional que se caía a pedazos.
En 2011, el país comenzó a importar gas y energía eléctrica de países de la región como Bolivia, Uruguay, Paraguay y Brasil, y extrarregionales como Qatar o Trinidad y Tobago. El resultado directo fue el deterioro progresivo de la balanza comercial del sector, un fuerte impacto en las cuentas fiscales y la retracción de gran parte del colchón de divisas que se alimentaba de las exportaciones de soja y otros granos, las que luego del 2013 se han visto severamente afectadas por la significativa disminución de los montos en dólares exportados debido a la reciente caída de los precios externos.
Mientras la producción de petróleo pasó de 800.000 barriles al día en 2005 a un estimado de 700.000 para fines de 2015 (es decir, una caída cercana al 12%), la producción de gas natural cayó un 26% al pasar de 51.000 millones de m3 en 2005 a un estimado de 38.000 millones de m3 para fines del 2015.
En lo que respecta al consumo doméstico es a partir de 2011, en el caso del gas, y de 2012, en el del petróleo, que Argentina comienza a observar un déficit en la oferta.
El ejemplo del gas es el más emblemático. En 2011 el consumo doméstico de gas natural superó a su producción en alrededor de 600 millones de M3, cifra que iría incrementándose en 2012, 2013 y 2014 hasta llegar a 2015 a un déficit productivo que rondaría los 8.000 millones de M3.
El consumo de gas expresado en dólares ha venido superando desde 2012 de manera creciente a la producción hasta llegar a 2015 a registrar un déficit de entre los u$s 2000 y los u$s 3000 millones.
Cuando el país comenzó a revertir la declinación de la producción, el contexto internacional comenzó a jugar en contra y a afectar a los proyectos petroleros.
El más importante de ellos, el desarrollo de Vaca Muerta, hoy debe lidiar con el derrumbe internacional del crudo, principalmente porque el acuerdo YPF-Chevron, el convenio más grande dentro de la industria y que implicaría una inversión que alcanzaría los u$s 15.000 millones para producir gas y petróleo no convencional, efectuó sus flujos de caja y proyecciones estimando un precio promedio de u$s 80 a u$s 100 el barril de petróleo.
KPMG indica que, si bien el precio en Argentina ronda los u$s 67 y u$s 55 (según éste sea liviano o pesado), resulta lógico que tanto este como otros proyectos (Los Molles, Golfo de San Jorge, entre otros) queden hoy demorados en su desarrollo, lo que complica en el futuro inmediato el crecimiento de la industria e impacta negativamente en las perspectivas de autoabastecimiento y en la esperada morigeración en la compra externa de energía.
La consultora destaca que luego de la nacionalización de YPF en 2012, se comenzaron a aplicar políticas que buscan fomentar la inversión y la producción de hidrocarburos en un contexto menos propicio.
En 2010 se invirtieron el sector de producción y exploración unos u$s 3700 millones. Tras la recuperación estatal del control de YPF, los desembolsos se dispararon hasta llegar a los u$s 10.000 millones en 2014. El 2015 se estima que cerró con un monto similar.
Si bien pondera la eliminación de los subsidios que encaró el gobierno de Mauricio Macri, la consultora no hizo observación alguna sobre el impacto que tendrá sobre la inflación y sobre la economía en general, algo que fue advertido por sectores que incluso que respaldan esas políticas pero que advertían la necesidad de un gradualismo.