Mariano Caucino*
Vive el mundo una etapa de petróleo abundante y barato? El espectacular derrumbe del precio del crudo desde 115 a 30 dólares el barril en los últimos dieciocho meses así parece indicarlo. El fenómeno es el resultado de tres factores combinados en las tres economías más grandes del mundo: los Estados Unidos habrían alcanzado la meta del autoabastecimiento energético, China estaría ingresando en una etapa de reducción de su crecimiento -denominada “nueva normalidad” por el liderazgo de Beijing- y la Unión Europea no logra escapar de su persistente estancamiento económico.
La geopolítica añade un elemento adicional. Arabia Saudita habría decidido confirmar su comportamiento de largo plazo: aumentar la producción a costa de sacrificar precio, con el objeto evidente de conservar una fracción decisiva del mercado global de petróleo. Dicha política no es novedosa sino la reproducción en buena medida del accionar de Riad de hace exactamente treinta años. Entonces, entre 1985 y 1986, una estrategia combinada entre Arabia Saudita y los Estados Unidos logró derrumbar el precio del crudo a través de una fenomenal inyección de oferta en el mercado internacional.
El Reino multiplicó por cuatro la producción de petróleo y llevó el barril de 30 a 10 dólares. La medida, naturalmente, no era inocente: destruyó las finanzas soviéticas, obligó al Kremlin a abandonar sus aventuras imperialistas y provocó el inicio de la caída del comunismo en Europa Oriental. La todopoderosa Unión Soviética de Stalin triunfadora de la Segunda Guerra Mundial se había transformado en una superpotencia del tercer mundo, dependiente por completo de la renta energética.
El precio del petróleo está llamado a jugar un papel fundamental en el curso de los acontecimientos globales. La persistente caída en la cotización del crudo en el último año y medio es tal vez el hilo conductor que explica buena parte de los cambios geopolíticos de nuestro tiempo. Un barril de petróleo de treinta dólares, acercándose al precio de comienzos de la década del 2000, compromete seriamente el equilibrio presupuestario de países cuyas economías mantienen una dependencia de la renta energética. Algunas de esas naciones se encuentran en el eje de los conflictos mundiales: Irán, Irak, Siria, Rusia y Venezuela.
Ayer y hoy, el caso venezolano es evidente: el petróleo elevó a Carlos Andrés Pérez en los 70 y lo hundió en los 90. Actualmente, su economía se encuentra totalmente colapsada en un drama de desabastecimiento e hiperinflación. Pero tal vez el efecto más significativo del fin de la fiesta de la revolución bolivariana haya tenido lugar en Cuba. Conscientes de esta realidad, los hermanos Fidel y Raúl Castro advirtieron de inmediato las consecuencias que tendría una etapa de petróleo barato para la isla. El fin de tres décadas de subsidio soviético y las angustias del “período especial” de los años 90 impusieron decisivas lecciones a los jerarcas cubanos y provocaron el giro geopolítico más impensado: el acuerdo para la normalización de relaciones con los Estados Unidos.
Una era de petróleo barato y abundante, en caso de persistir, podría dejar atrás algunas ensoñaciones. Después de la crisis financiera global de 2008 mentes afiebradas creyeron asistir al derrumbe del sistema internacional derivado del final de la Guerra Fría. Entonces, los BRICS estaban de moda. Las debacles de las guerras de Afganistán e Irak y la erosión del prestigio de Washington en el exterior eran signos de esa declinación aparente.
En 2010, China sobrepasó a Japón en términos del tamaño de su PBI y a pesar de que en términos de ingreso per cápita los japoneses son infinitamente más prósperos que los chinos, Beijing se convirtió en la capital de la segunda superpotencia económica mundial. El declive (relativo) de Occidente en la década del 2000 replicaba lo vivido en los años setenta. Entonces, los sucesivos shocks petroleros de 1973 y 1979 habían disparado el valor del crudo. Las cosas cambiaron en la década siguiente, como parecen estar cambiando hoy.
*Profesor de política exterior de la UCES. Autor de "La Rusia de Putin. Un modelo de liderazgo en la Rusia post-soviética" (Ediciones B)
Ignacio Ostera
El retroceso que vivió el precio del petróleo durante el último año no redujo el interés de los empresarios por las energías renovables. La necesidad de los países de diversificar su matriz energética y el compromiso de los gobiernos de reducir las emisiones contaminantes, plasmado en el acuerdo de París que firmaron en diciembre las principales potencias, son los motivos que explican el crecimiento de las inversiones en para generar electricidad con métodos alternativos.
En la Argentina, la participación de las energías renovables sobre el total de la electricidad es de apenas 0,8% en la generación y del 1,5% en el consumo. Estos números palidecen frente al notable desarrollo que alcanzaron en Europa, en donde llegan a representar el 20%, como en España, Dinamarca, Finlandia, Alemania y Suecia, o incluso dentro de la región: en Chile y Brasil, el 5% de la electricidad proviene de fuentes renovables.
En nuestro país la energía eólica es la que tiene mayores posibilidades de crecimiento, de entre todas las opciones renovables, por su menor costo relativo, y por la regularidad y velocidad de los vientos en regiones como la Patagonia o Cuyo. El desarrollo de la energía eólica permitiría diversificar la matriz energética, reduciendo los riesgos del mercado petrolero, sumido en una alta volatilidad y, al mismo tiempo, mejorar el balance de divisas, en donde el sector energético se convirtió en un verdadero lastre para las cuentas externas. Asimismo, abriría la puerta al sector industrial para la fabricación de aerogeneradores y sus componentes.
Analistas consultados por BAE Negocios explicaron que la energía eólica tiene el potencial para convertirse en un imán para inversiones extranjeras, después de haberse pinchado la ilusión de Vaca Muerta, que necesitaba de un petróleo mucho más arriba de los U$S30 actuales para poder explotarse.
“En la Patagonia y La Rioja, el factor, es decir la cantidad de energía que puede generar el parque por el tiempo que sopla el viento, es superior al 40%, frente al 20% que hay en algunos parques de Europa”, evaluaba un experto, en diálogo con este diario.
Estados Unidos está primero en la lista de países interesados en el sector. El ex gobernador de Nueva York, George Patakis, vino al país la semana pasada para encabezar una gira con su firma Chadbourne & Park. Patakis destacó que “es el momento para ingresar” en inversiones de energía renovables, pese a que el crudo se encuentra en su mínimo en diez años. El republicano destacó ante el diario Clarín “los mejores vientos del mundo de la Patagonia”, y la ley sancionada a fines del año pasado que pauta para el 2017 un abastecimiento del 8% en energías renovables, para ir aumentando progresivamente al 20% en el 2025.
La visita de Barack Obama al país, pautada para el 24 de marzo, podría venir acompañada de anuncios de inversión en energías alternativas.
Tampoco es casual que uno de los primeros anuncios de Mauricio Macri haya sido la creación de un parque solar en Salta. En tanto, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, dijo al visitar hace unas semanas el parque eólico Arauco, en La Rioja, que apuesta a que esa provincia sea “una gran productora de energía renovable”.
Parque Arauco
Otra potencia interesada en desarrollar estas inversiones en estas tierras es China, que tiene avanzada una inversión en el rubro por medio de Hydrochina. El banco industrial de ese país financiará el 85% del proyecto, en el marco de los acuerdos bilaterales que firmaron en los últimos dos años la ex presidenta Cristina Kirchner y Xi Jinping.
“Puede haber inversores extranjeros que vengan interesados por las condiciones naturales. Pero también depende de qué tan rápido olviden lo que les pasó a las empresas, como la danesa Vestas, que estuvo esperando cinco años con sus oficinas en Buenos Aires” sin mayor suerte, confiesan fuentes del sector.
Pero pese al panorama incierto, los empresarios miran con buenos ojos al rubro. Como adelantó este medio, el titular de Pampa Energía, Marcelo Mindlin, busca inversores extranjeros para levantar un parque eólico de U$S200 millones.
A diferencia de Uruguay, en la Argentina los empresarios que invierten en energía eólica deben pagar la conexión al sistema eléctrico. En el país vecino, es el propio estado el que se hace cargo de esa operación. Así, esperan llegar al 30% de cobertura de demanda con energía eólica.
Un trabajo elaborado por los economistas Matías Kulfas, Evelin Goldstein y Darío Caresani, de la consultora Idear Desarrollo, advierte que en la Argentina sólo el 0,5% del consumo de energía se cubre con electricidad generada en parques eólicos. Esta subexplotación del recurso puede dar pie a un verdadero boom de inversiones durante los próximos cuatro años.
Actualmente, los parques más importantes se encuentran en Chubut, en donde se ubican El Tordillo, Loma Blanca, Diadema eólico y Rawson I y II. Por su parte, en La Rioja fueron instalados el Arauco Eólico I y II y en Buenos Aires, el “Neochea eólico”, aunque el aporte de este último es marginal e incluso decreció entre 2014 y 2011.
La generación de energía renovable aumentó un 22% en los últimos años, explicada principalmente por el incremento de la producción de los aerogeneradores. “En el último año, la demanda de energía cubierta con este recurso se incrementó un 37%, gracias a la incorporación del nuevo parque eólico Arauco II y a la mayor actividad del Parque Loma Blanca, inaugurado en 2013”, reza el trabajo de Idear Desarrollo.
En el 2014, los recursos eólicos aportaron un tercio de la energía eléctrica generada con fuentes renovables, ubicándose en el segundo lugar detrás de la energía hidroeléctrica de pequeña escala, que produjo más de la mitad. Ese año, según datos de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Cammesa), se generaron 613 gigawatt/hora con recursos eólicos. En el 2011, los parques habían generado solamente 16 gigawatt/hora, lo que representa un incremento de más del 3700% en sólo tres años.
La ley 27.191 es una buena noticia para los inversores, ya que, por un lado, incorpora una serie de beneficios fiscales y otro tipo de incentivos para fomentar las inversiones en el sector de energías renovables; y por el otro, establece un nuevo cronograma de metas de abastecimiento de consumo eléctrico a través de generación de energía mediante recursos alternativos. Los objetivos implican la provisión del 8% del consumo eléctrico provisto a través de energía renovable para 2017 y aumenta progresivamente hasta llegar al 20% para 2025.
“Si la tasa media de expansión del consumo de energía eléctrica fuera del 2%, el cumplimiento de las metas implicará la necesidad de generación de aproximadamente 11.000 GWh a partir de recursos renovables para 2017, que equivale a 6 veces el nivel de generación de 2014, y 32.600 GWh para 2025, que es 17 veces el nivel registrado actualmente”, precisan Kulfas, Goldstein y Caresani.
De acuerdo a los economistas, “la inversión estimada para la generación de energía eléctrica a través de biogás, biomasa o solar es generalmente superior a la que se requiere para la puesta en marcha de parques eólicos. No obstante, en algunos casos, la productividad es mayor, por lo que es factible producir más energía por MW instalado. Tal es el caso, por ejemplo, de la biomasa o del biogás, donde es posible alcanzar un nivel cercano al 80%, por lo cual el costo de inversión por energía generada puede terminar siendo inferior incluso al de la generación eólica”. “Sin embargo, las plantas de biogás como las de biomasa pueden presentar inconvenientes asociados a la disponibilidad de los insumos, debiendo incurrir en costos adicionales de traslado de residuos”, aclara el informe.
“La energía eólica, en cambio, no debe afrontar este tipo de obstáculos, aunque sí tiene la desventaja de la intermitencia de los vientos, por lo que se erige como alternativa complementaria y no única para la generación de energía eléctrica”, plantean los autores.
En la consultora estiman que el proyecto de inversión para un parque eólico de 50 Megawatts es de unos 118 millones de dólares, de los cuales U$S75 millones(64%) corresponden a equipos aerogeneradores y otros U$S42 millones(36% restante) a obras complementarias.
“El grado de participación de la industria nacional en la fabricación de equipos aerogeneradores, partes y componentes, junto a las obras complementarias, es muy elevado y se aproxima actualmente al 81%, siendo el 19% de los componentes de procedencia extranjera, considerando el costo total de la instalación de un parque eólico”, sostienen los autores.
En cuanto a los aerogeneradores, el 70% de sus componentes tienen origen local y el 30% restante son de origen importado, como las palas. En Idear Desarrollo creen que “es posible fabricar en el país las torres, los transformadores, las góndolas, anillos de fundaciones, parte de los generadores y carenados”.
Los empresarios que apuesten a la energía eólica deberán sortear algunos escollos. Uno de ellos es el complejo mecanismo por el que los parques venden la electricidad a las provincias: una compleja trama en donde intervienen fideicomisos públicos y Cammesa, la administradora del mercado eléctrico, que mantiene un fuerte déficit operativo.
La experiencia del plan GenRen, que ideó el ex ministro de Planificación Julio De Vido para impulsar las energías renovables, tampoco es un antecedente auspicioso para el sector. En el 2010, el ex funcionario le garantizó a los oferentes en la licitación que le pagaría los precios en dólares que quisieran cobrar durante 15 años. Pero de los proyectos adjudicados, sólo se concretó una ínfima parte.
El caso Impsa también genera ciertos nubarrones en cuanto al desarrollo del sector. Si bien la empresa de Enrique Pescarmona entró en crisis tras la falta de pago de Venezuela y Brasil, el rumor que corría en el sector era que sus molinos no estaban funcionando correctamente. “Decían que las palas eran inestables”, comentaron las fuentes consultadas.
Los datos oficiales del Parque Arauco I son ilustrativos. Sus molinos pasaron de generar 6,8 Gigawatt/hora en el 2011 a 38,4 en el 2012. En 2013, la producción llegó a su pico con 57,8 Gwh. Al año siguiente, se desplomó a 36,8 Gwh, por debajo de la del 2012.
Al final de las operaciones a viva voz en la Bolsa Mercantil de Nueva York (Nymex), los contratos futuros del petróleo WTI para entrega en abril, los de más próximo vencimiento, bajaron 29 centavos de dólar.
A pesar del descenso del viernes, el WTI, de referencia para Bolivia, acumula un avance superior al 3% durante esta semana, tomando como referencia el valor de los futuros de abril del cierre de la semana pasada.
La jornada había comenzado con una subida en el precio del crudo, pero que fue amortiguado posteriormente, hasta terminar en terreno negativo. Parte del descenso fue atribuido a la toma de beneficios tras los avances de las últimas jornadas.
El descenso coincidió con el dato facilitado por la firma privada Baker Hugues sobre la bajada semanal de 13 plataformas petrolíferas que están operando en EEUU, hasta 400, menos de la mitad de las que había hace un año por estas fechas, que eran 986.
Se trata del décimo descenso semanal consecutivo en el número de plataformas que operan en Estados Unidos.
El cierre de los 32,78 que registró este viernes refleja que la cotización del oro negro aún no supere la barrera de los 35 dólares el barril, registrado desde agosto de 2015.
El Gobierno presupuestó para este año ingresos para el país por la ventas de gas natural en base a un precio de 45,01 dólares el barril.