La preocupación por la salud financiera de los bancos europeos ha devuelto una sensación de deja-vu al mercado del oro que, a pesar de subir un 10% en apenas unos días, todavía está intentando entender cómo siete billones de dólares (12 ceros para evitar dudas) de papel moneda impresa por los principales Bancos Centrales del mundo durante los últimos ocho años, apenas han apreciado la cotización del dorado metal.
La principal explicación es la deflación, el enemigo que los Bancos Centrales temen hasta tal punto que -en su opinión- justifica el despliegue de políticas monetarias no convencionales "sin límites", que han distorsionado drásticamente la valoración de muchos activos, en algunos casos al alza, como ha sido el caso en la renta fija, y en otros a la baja, como ha sido el caso en el oro; en mi opinión dos caras de una misma moneda, es este caso monetaria.
La subida del mercado de renta fija ha superado las expectativas de casi todos, ya que los rendimientos negativos actuales han roto el techo teórico del precio de los bonos (un bono cupón cero puede ahora cotizar por encima de par). Un nuevo paradigma para la valoración de activos de renta fija ya que, una vez que el techo se ha roto, el precio del bono en teoría podría seguir subiendo indefinidamente, perpetuando el bull market en renta fija hacia terrenos nunca antes explorados.
Los bajos tipos de interés y los rendimientos negativos en renta fija han incentivado (o más bien forzado) a los inversores a tomar más riesgo: 1) aumentando la duración de sus bonos (en Japón, para recibir una rentabilidad positiva hay que comprar bonos del gobierno de al menos 10 años); 2) aumentando el riesgo de crédito (en la actualidad, créditos BB pagan menor rentabilidad que créditos AA antes de que los empezaran los programas de QE); y 3) aumento el riesgo en bolsa y renta variable, una oportunidad que han aprovechado los prestatarios como refleja el nivel récord de emisiones en el mercado de capitales.
Pero en un mundo en el que las oportunidades de inversión son limitadas, el exceso de riesgo puede dar lugar a la especulación y, por supuesto, a burbujas. Así, es importante entender qué rendimientos negativos no representan los fundamentales o la solvencia de los Gobiernos que están tomando el dinero prestado.
La rentabilidad negativa es fruto de un programa masivo de compras: una burbuja de libro de texto, en mi opinión, con origen en el mercado de renta fija pero cuyos efectos se han expandido a los mercados de crédito y renta variable, entre otros, y cuyos efectos negativos están empezando a aflorar en forma de crisis aparentemente aisladas, pero con un origen común: el abuso de las políticas monetarias.
Una tormenta perfecta para el mercado del oro, que en mi opinión podría caer unos pocos cientos de dólares, pero podría subir unos cuantos miles de dólares, y cuyo escenario alcista probablemente coincidiría con un posible colapso de los mercados de renta fija, crédito, y renta variable, ofreciendo así, en mi opinión, valiosa diversificación y cobertura contra mercados hostiles.
El catalizador inicial más probable para una subida del oro es una crisis de crédito, en la que inversores se preocupan por «el retorno de su capital, en vez de retorno sobre su capital», una crisis que en mi opinión es una cuestión de tiempo.
Otro catalizador podría ser una aceleración de la devaluación competitiva de las divisas fiduciarias, ya que desde el final de Bretton Woods en 1971, el volumen de dólares, euros, yenes o yuanes en circulación ha crecido de manera desproporcionada con relación a la cantidad de oro que poseen los Bancos Centrales para respaldar sus monedas, y que cómo ya avisó en su día Voltaire: "El papel moneda converge tarde o temprano a su valor intrínseco: papel".
En estos momentos estamos en una fase en la que, según la ley de Gresham, "el dinero malo está remplazando al dinero bueno", ya que el papel moneda se acepta sin problemas, pero la siguiente fase, en la que "el dinero bueno remplaza al dinero malo", el papel moneda pierde su valor ya sea por hiperinflación, devaluaciones masivas y/o la pérdida de confianza en los Bancos Centrales y por tanto en sus divisas. Existen muchos motivos por los que quizás el oro re-emerja como eldinero bueno por excelencia, ya que el dólar, actual moneda reserva del mundo, sufre los mismos problemas que muchas otras monedas fiduciarias. Un súper-ciclo monetario en el que el oro podría revaluarse de forma extrema, tanto en términos absolutos como relativos frente a activos financieros y físicos.
El tiempo dirá si las acciones de los Bancos Centrales y los gobiernos serán unasolución genial a una serie de crisis sin precedentes, o si será peor el remedio que la enfermedad y las políticas monetarias sin límites nos llevarán a una crisis mayor que la estábamos intentando solucionar: una tormenta perfecta para el oro.
El desplome de los precios del petróleo ha sacudido los mercados financieros en todo el mundo y debilitado la relación entre el crudo y el oro.
Mientras que los precios del petróleo comenzaron el año con el pie izquierdo, cayendo el mes pasado por debajo de los US$30 el barril luego de superar los US$100 en 2014, el oro ha sido una de las pocas inversiones que han brillado. Tras alcanzar en diciembre un mínimo de seis años, la cotización del metal dorado acumula un alza en torno a 12% este año.
Históricamente, las cotizaciones del petróleo y el oro han marchado al unísono. El alza del crudo desata temores inflacionarios, elevando la demanda por el oro debido a su atractivo como depósito de valor. La caída de los precios del petróleo y de la inflación se traduce habitualmente en mayores ganancias para el sector manufacturero, lo que aumenta la demanda de acciones a expensas del oro.
“El oro y el crudo han estado excepcionalmente desacoplados en los últimos tres meses”, dice Gnanasekar Thiagarajan, director de Commtrendz Risk Management. “De otra forma, el oro y el crudo habrían tenido una correlación positiva durante los últimos cinco años, con la salvedad de algunos períodos breves”.
Lo que puede haber cambiado en esta ocasión es que los precios del crudo han caído lo suficiente para alterar la percepción de riesgo de los inversionistas: las petroleras que cotizan en bolsa y los bancos que las han financiado parecen en riesgo de colapsar.
“El descenso en los precios del petróleo tiene un impacto de corto plazo negativo en los mercados bursátiles mediante varios canales”, dice John Davies, director de estudios de commodities de BMI Research. El declive de la liquidez global a medida que caen las reservas en moneda extranjera de los países exportadores de petróleo ha golpeado los activos de riesgo global, añade, propagando el contagio más allá de las acciones, a los bonos chatarra de empresas estadounidenses.
En otras palabras, la turbulencia en los mercados. Cuando arrecia la tormenta, los inversionistas corren a refugiarse en el oro. La incertidumbre económica ha provisto un beneficio adicional para el oro al aumentar la cautela de la Reserva Federal de Estados Unidos sobre nuevas alzas en las tasas de interés. La Fed elevó las tasas de corto plazo en diciembre después de tenerlas en cero durante siete años, lo que ayudó a provocar un retroceso del oro, que llegó a su menor nivel en seis años.
“Hay una creciente creencia de que la Reserva Federal puede sentir la obligación de revertir el curso y reanudar la flexibilización cuantitativa”, señala Eddie Perkin, director de inversión en renta variable de Eaton Vance. En las últimas jornadas, los precios del crudo han repuntado ante la esperanza de que se alcance un acuerdo sobre límites de producción. Esta semana, los mercados asiáticos mostraron una semblanza de estabilidad.
Los inversionistas parecieron reconfortados por el fortalecimiento del yuan frente al dólar, además de un incremento de los préstamos en yuanes. El oro, en tanto, cayó de US$1.260 la onza, su mayor nivel en un año, a menos de US$1.200 la onza, pero la semana pasada se recuperó ligeramente. Ayer, cerró a US$1.210 la onza troy en la Bolsa Mercantil de Nueva York. Como un calco del comportamiento de esos activos, las bolsas reaccionaron positivamente a los últimos datos sobre las perspectivas económicas de EE.UU., incluidos signos de la elusiva inflación y un alza del gasto del consumidor. Esos datos impulsaron los precios de las materias primas y de las acciones. El Promedio Industrial Dow Jones y el Nasdaq ganaron 1,4% cada uno. Las empresas de materias primas lideraron el repunte.
BMI Research no anticipa un nuevo colapso del mercado y prevé que el precio del oro oscile entre US$1.300 y US$1.400 la onza.
Aunque el beneficiario más obvio de la divergencia en los precios de los activos ha sido el oro, otros metales como el cobre y el aluminio también parecen haberse desacoplado de las bolsas. Una baja en las acciones chinas ha sido considerada como un preludio de un descenso en los metales industriales, puesto que las restricciones sobre el corretaje especulativo de acciones ha llevado a los operadores a apostar contra los metales. En las últimas semanas, no obstante, estos han subido aunque las acciones han seguido perdiendo terreno. Los precios a tres meses del aluminio, el zinc y el cobre han aumentado 6,2%, 15% y 5,7%, respectivamente, frente a sus niveles mínimos de varios años.
“Estamos alcanzando el punto en el que los mercados podrían experimentar una recuperación”, señaló Daniel Hynes, analista de ANZ Bank. “Eso quiere decir que los metales base están mejor posicionados y el fondo no está tan distante”. La Oficina Estatal de Reservas de China, la agencia que mantiene los inventarios de metales esenciales para la economía, adquirió 150.000 toneladas de cobre que estaban en manos de fundiciones a comienzos de enero, señala Helen Lau, analista de Argonaut Securities. La medida se produjo después de que los productores chinos de metales solicitaran a fines del año pasado que la entidad comprara excesos de metales como cobre, aluminio y níquel.
Las suspensiones de producción de los gigantes mineros Freeport y Glencore, que empezaron durante el cuarto trimestre y se extenderán por 18 meses, podrían eliminar unas 400.000 toneladas de suministro de concentrado de cobre en 2016, añade la analista.
El cobre es el metal base más importante sujeto a apuestas a favor de una caída en el precio de parte de los inversionistas. “Los metales industriales han empezado a caer de cara a un declive de los mercados de acciones y parecen haber tocado fondo, al menos en forma transitoria”, aseveró Robin Bhar, director de investigación de metales de Société Générale CIB, quien agregó que es probable que una recuperación más sostenida sólo se produzca hacia finales de año.
El oro cerró con una fuerte baja en la primera sesión de la semana debido a la fortaleza del dólar y un mayor del interés de los inversores por instrumentos de mayor riesgo, pero el metal permaneció sobre los mil 200 dólares la onza tras una racha alcista que llevó los precios a máximos en un año.
Este día, el índice dólar se apreciaba casi uno por ciento frente a la canasta de las principales divisas, respaldado por datos alentadores de Estados Unidos publicados el pasado viernes, mientras que las acciones europeas subieron a máximos en varios meses.
Esto influyó para que las operaciones del oro al contado, perdió 1.6 por ciento, para quedar en mil 208.60 dólares la onza, en tanto que en elmercado de futuros Comex, el contrato del oro para entrega en abril cayó 1.7 por ciento a mil 201.63 dólares la onza.
De acuerdo con operadores del mercado, esta baja fue una ligera toma de ganancias asociada con el avance de los mercados bursátiles, por lo que se descarta que sea un cambio de tendencia de corto plazo.
La preocupación por la estabilidad financiera y los cambios en las expectativas respecto a las tasas de interés en Estados Unidos han ayudado al metal a tener uno de los mejores desempeños de los activos financieros en lo que va del año, al registrar el metal dorado un alza de 15 por ciento.
Algunos analistas dijeron que los precios del oro son vulnerables a correcciones si caen los temores sobre la economía mundial y el alza de las tasas de interés de la Reserva Federal vuelve a estar sobre la mesa.
Entre otros metales preciosos, la plata cayó 1.2 por ciento a 15.15 dólares la onza; el platino al contado retrocedió 1.5 por ciento a 925.67 dólares la onza, y el paladio bajó 0.4 por ciento a 497.80 dólares la onza.