Los precios del cobre cayeron el jueves ante el nerviosismo en los mercados por la demanda del metal en China, aunque las expectativas de nuevas medidas de estímulo monetario en el país asiático y la firmeza del petróleo y las acciones ayudaban a limitar las pérdidas.
El cobre referencial a tres meses en la Bolsa de Metales de Londres cayó 0.3%, a 4,575 dólares por tonelada.
El petróleo se negociaba en torno a los 35 dólares por barril, luego de que Irán elogió los planes de Rusia y Arabia Saudita de congelar la producción y de un reporte de la industria que mostró una inesperada caída en los inventarios de crudo en Estados Unidos.
La demanda del mayor consumidor mundial, China, se ha ralentizado junto con el crecimiento económico.
Aunque la confianza en la demanda futura sigue siendo reducida, datos de importaciones han mostrado cierta mejora.
El Año Nuevo Lunar en China a menudo paraliza la actividad industrial por un par de semanas en un país que representa casi 50% de la demanda global de cobre, estimada en cerca de 22 millones de toneladas.
Analistas suelen utilizar los datos promedio de enero y febrero para calcular la fortaleza o debilidad de la actividad económica.
Entre otros metales, el aluminio a tres meses cayó 0.1%, a 1,517 dólares por tonelada. Por su parte, el zinc sumó 3%, a 1,697 dólares, y el plomo cedió 0.6%, a 1,725 dólares. En tanto, el estaño retrocedió 0.6%, a 15,605 dólares y el níquel cayó 0.6%, a 8,350 dólares.
El precio del cobre seguirá siendo un dolor de cabeza para sus productores y, por tanto, para Chile. Al menos así lo prevé Morningstar, que proyecta que el valor de largo plazo del metal rojo sea de US$2, por debajo de las expectativas del mercado que lo ubican entre US$2,25 y US$3. Eso sí, el precio objetivo que prevén para 2020 es de US$2,24 (US$4.930 la tonelada métrica). Ayer el metal rojo repuntó 0,33% hasta los US$2,0760, lo que se ubica por sobre el precio promedio que acumula en el año (US$2,040).
La principal presión para el cobre continuará siendo la caída en la demanda desde China, donde incluso la menor necesidad del material, que representa cerca del 50% del consumo mundial, mantendrá afectado el precio llevándolo por debajo de los US$2 durante 2016 y 2017, destaca el reporte elaborado por Jeffery Stanford, analista senior de materiales básicos, y Daniel Rohr, jefe del equipo de estudios de materiales básicos de Morningstar.
“Esperamos que la demanda china por cobre caiga al tiempo que la actividad inmobiliaria se ajuste a niveles más acordes con las tendencias de urbanización subyacentes” y agregan que “la red eléctrica realizará una transición hacia transmisiones que no necesita una alta cantidad de cobre”.
Si entre 2004 y 2014 la solicitud de cobre por parte del gigante asiático creció 12,9% anual, para 2017 estiman que no supere un 5,5%.
Pero no sólo China demandará menos metal rojo. Si entre los años 2004 y 2014 la solicitud mundial se expandió un 3,2% anual, entre 2014 y 2020 este aumento no superaría el 0,7% anual, con lo que proyectan que la demanda por cobre refinado alcance los 23,9 millones de toneladas métricas al término de la década.
Pese a que para ese período los mayores requerimientos continuarán proviniendo desde China, será India el que presente el mayor crecimiento en la demanda, alcanzando un 10,8%, seguida por Estados Unidos (4,1%), muy superior al incremento exhibido en la década previa de 2,7% anual. A nivel global, en tanto, el crecimiento entre 2014 y 2020 será de 1,1% si no se considera China, ya que al incluirlo entonces el crecimiento será menor: 0,7%.
La menor demanda se ha traducido en un exceso de oferta, convirtiéndolo así en otra presión que debe enfrentar el metal, lo que obligará a cerrar a aquellas minas con mayores costos de producción. Sin embargo, para Morningstar esa no será una tarea fácil, lo que podría provocar que la sobre oferta crezca aún más.
Pero no sólo el precio complicará a aquellas minas con mayores costos de producción, ya que en Morningstar aseguran que la reutilización del metal se incrementará durante los próximos años, poniendo aún más presión para estos productores. En este sentido, detallan que incluso la disponibilidad de cobre de segundo uso crecerá más que la demanda.
La fuerte solicitud de cobre proveniente desde China provocó que el almacenamiento de éste se convirtiera en un negocio para muchos. “Creemos que las ofertas de financiamiento del cobre serán menos rentables, debido a una menor demanda del cobre físico, menores tasas de interés en China, mayores tasas de interés fuera del país y un yuan depreciado”, señala el informe.
Las valoraciones de las acciones consideran una recuperación del cobre por sobre los US$2,2; sin embargo, a las menores perspectivas se suman las estimaciones de que las utilidades no se recuperarán hasta los niveles necesarios para justificar las valoraciones.
En esta línea, la recomendación de Morningstar es evitar por completo aquellas compañías que estén expuestas al metal entre las que se encuentran Freeport-McMoRan, First Quantum y Southern Copper, que en el año muestran rendimientos de +4,65%, -18,98% y -5,28%, respectivamente.
Después de casi cinco años de tendencia a la baja, el precio del cobre ha acelerado su descenso en los últimos meses, acercándose a los límites de costo de producción que históricamente han demostrado ser la barrera de contención en crisis similares a la que hoy experimentamos.
Pero a pesar de ello, la mayor probabilidad es que aún no hayamos visto el precio más bajo del actual ciclo. La primera razón es que a pesar de la crisis que afecta a una porción significativa de la industria del cobre, aún no ha habido suficientes recortes de producción que permitan estabilizar los balances de oferta/demanda y con ello cambiar el sentimiento de los actores del mercado.
Acudiendo a la historia, es posible que un nivel de precio en torno a los US$ 1,8 por libra (US$ 4 mil por tonelada), active un proceso de ajuste de la oferta que sí permita equilibrar el mercado.
Más allá de este factor, otros aspectos de la economía mundial apuntan a un panorama complejo en los próximos meses, lo que ciertamente impactaría al cobre, que es una de las materias primas más relevantes y transadas del mundo.
La caída en el precio del petróleo está teniendo consecuencias mucho más profundas que las anticipadas. El efecto deflacionario que conlleva hace muy difícil pensar en cualquier recuperación de los precios de otras materias primas como el cobre mientras persista el espiral bajista del petróleo. Además, su gravitación en los mercados financieros asociados a las materias primas es gigantesco, por lo que su destino genera un efecto de arrastre para las demás. Y precisamente es el impacto financiero global de la caída del petróleo lo que más daño está produciendo, ya que la desestabilización de economías adictas a ingresos extraordinarios provenientes del oro negro, amenaza con gatillar una creciente ola de default, con el riesgo de generar contagios relevantes en el mundo financiero internacional.
Las dudas sobre la economía china juegan un papel central en las negativas perspectivas de la economía global. La desconfianza sobre las cifras oficiales está creando una crisis de credibilidad que alimenta a su vez movimientos especulativos que derrumban sus principales indicadores cada cierto tiempo. Hoy la expectativa está puesta en una forzada devaluación del yuan, lo que de producirse generaría un gran impacto en la economía mundial.
Detrás de todas estas variables está la ausencia de motores para el crecimiento económico mundial, la cual ha sido bautizada con diferentes nombres, como “la nueva mediocridad” en palabras de la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde. En efecto, después de la gran crisis financiera internacional del año 2008-2009, el mundo se ha quedado sin países impulsando el crecimiento, ya que China, que acudió en ese momento como salvavidas global, no puede jugar más ese rol y se encuentra hoy intentando reformar su economía. Pero tan o más importante que ello es que comienzan a existir dudas respecto a la sustentabilidad del crecimiento de EE.UU., ya que el bombeo de dinero barato que permitió la recuperación puede haber generado estructuras artificiales que no se sostendrán fácilmente en la actual fase de la economía estadounidense y global.
Mientras no se reactive alguno o algunos de los motores de crecimiento global, o al menos no se despejen las dudas de su correcto funcionamiento, la incertidumbre seguirá instalada y los riesgos a la baja en los precios de los activos seguirán latentes.