Francisco Olivera
En su momento se habló públicamente de razones individuales pero, adentro del Gobierno, los últimos tironeos entre los ministros Susana Malcorra (Relaciones Exteriores) y Francisco Cabrera (Producción) tuvieron un trasfondo ideológico. Salieron a la luz con la creación de la Agencia Nacional de Promoción de Inversiones, organismo que fue presentado anteayer y que conducirá Juan Procaccini, un ingeniero industrial del ITBA con posgrado en la Universidad de California, Los Ángeles, y experiencia en desarrollos inmobiliarios y marketing en Moebius Capital, Pegasus, McKinsey y Propter & Gamble.
Pero ése es sólo el final de la historia. Porque ya la canciller, reacia a ceder el nuevo ente pensado inicialmente para la órbita de Cabrera, durante gran parte del verano se encargó de objetar, con éxito, no sólo la cosmovisión del proyecto sino a quien iba a ser su conductor, Marcelo Elizondo, un abogado que venía trabajando hacía dos años con la Fundación Pensar. Malcorra sospechó de la agencia; intuyó que había sido concebida mirando más hacia adentro del país justo en momentos en que éste necesita abrirse al mundo. Y entrevió allí, con prejuicios o no, una excesiva influencia de grupos industriales nacionales. Estas presunciones abonaron un convencimiento más de fondo, ideológico, para quien es crítica de las decisiones que viene tomando el Gobierno en política industrial: Malcorra cree, por ejemplo, que la Argentina no tiene el actual nivel de protección desde la época de José Ber Gelbard, y que ese camino no tendrá otra salida que una mayor inflación.
Son dos los países que se discuten todavía en voz muy baja dentro Cambiemos. Macri no laudó formalmente en favor de ninguno de sus dos ministros, pero su decisión de modificar sobre la marcha la agencia, que estará finalmente integrada por representantes de varias áreas, aguó la propuesta inicial y significó un gesto para la canciller. Habitual acto reflejo del Presidente: cada vez que advierte encontronazos en un área opta por repartir el poder; supone, contra el hábito narcisista local, que los contendientes se verán obligados a trabajar en equipo.
El episodio no pasó de una interna fugaz, pero viene a cuento como anticipo de un contrapunto más abarcador que crece en la medida en que el Gobierno empieza a advertir que no será tan sencillo terminar, como prometió en la campaña, con la escalada de precios. Son dos corrientes bien definidas: quienes prefieren acelerar un ajuste que aporte soluciones y, contra eso, los que optan por un aterrizaje menos turbulento que llevará tiempo.
Es inevitable que estas contradicciones se trasladen a la conversación empresarial. Algunas compañías de consumo masivo están, por ejemplo, bastante molestas con los ministros Alfonso Prat-Gay y Ricardo Buryaile. Susceptibilidades de país inflacionario: se sintieron tocados cuando Prat-Gay y el ministro de Agroindustria cuestionaban precios en góndolas y del asado. ¿Realmente piensan que las empresas generan inflación?, se preguntan en el mundo de los negocios. ¿Volvió entonces la acusación contra los "formadores de precios", esos desalmados que se comportan como patriotas en Colombia, Chile, Perú, Uruguay, Bolivia y Paraguay, pero que vienen a conspirar justo al Río de la Plata? ¿Por qué, mientras les pide apoyo, el Gobierno los expone de ese modo ante la sociedad? "Nos han hecho un flaco favor", se quejó uno de ellos esta semana en el Ministerio de la Producción.
Es cierto que algunos mensajes oficiales resultan ambiguos al oído corporativo. Funcionarios de la cartera de Producción que les reprochan haber subido los precios son los mismos que admiten, en conversaciones más relajadas, que la inflación es una responsabilidad que en realidad incumbe a Prat-Gay y al jefe del Banco Central, Federico Sturzenegger.
Las tensiones parten de una asignatura pendiente de Macri: acaso por las urgencias de marzo, el Presidente ha decidido postergar para más adelante la política antiinflacionaria. Los empresarios sacaron esa conclusión el miércoles luego de escucharlo hablar, durante la inauguración de cinco supermercados Coto en Ciudadela, de la aplicación para seguir los precios en Internet. ¿Era un homenaje en vida a Cristina Kirchner o la revelación de que el camino será más largo de lo que se suponía? Lo contestó el propio Macri: "Tener una inflación como el resto de los países llevará entre dos y tres años", dijo. Periodistas que siguen el sector, como Alfredo Sainz y Fernando Krakowiac, se percataron rápidamente de la ironía: Lucila Colombo, colaboradora de Guillermo Moreno, lanzó en 2012 un portal idéntico. Con tanto entusiasmo como Macri, Colombo aludió ese día a Lita de Lazzari, la recordada presidenta de la Liga de Amas de Casa que instaba a las señoras a caminar. "Buscamos cambiar el camine, camine, por el navegue, navegue".
El líder de Cambiemos cuenta en la jugada con el aporte de fondos que, si arregla el frente externo, vendrán vía endeudamiento, pero esa posibilidad vuelve a complicarse con los problemas del Deutsche Bank en Europa. Por eso la duda vuelven a ser los tiempos en la toma de decisiones. Si fue mejor anteponer la política, lo supuestamente viable, a las soluciones drásticas. Hasta ahora los tiempistas les vienen ganando a los técnicos. Marcos Peña y Rogelio Frigerio, por ejemplo, le aconsejaron a Macri aplicar los cambios en el impuesto a las ganancias en medio de las negociaciones paritarias y no antes, como proponía Prat-Gay. Es probable que esa discusión desempolve otros ardides kirchneristas, como la difusión de porcentajes de aumentos bastante por debajo de las mejoras salariales reales. Algunas cámaras ya están ofreciendo entregar cuantiosas sumas fijas a sus empleados.
He ahí el plan. Está todo estudiado, diría Axel Kicillof. Acaba de explicarlo Jaime Durán Barba al diario español El País. Cuando el corresponsal en Buenos Aires, Carlos Cué, le planteó la disparada de los precios y el tarifazo, el ecuatoriano contestó: "¿Podríamos detener una inflación en un mes y medio? La gente es mucho más sensata que los políticos, entiende que tiene que pagar más por la luz. En los números, Macri sigue subiendo todas las semanas. Lo importante es ser honesto, no mentir. Las alegrías empezarán a llegar".
La estrategia que Macri eligió para administrar la herencia es entonces, como en los grandes incendios, rodear el fuego en lugar de sofocarlo directamente. Los especialistas en catástrofes forestales aconsejan ese método, el indirecto, para cuando las llamas son muy extensas y pueden afectar a los brigadistas: circundar el foco de las llamas, encerrarlo dentro de una línea de control y mantenerse a distancia cortando la vegetación. Ahí, como en política, el gran secreto es la velocidad con que se trabaja en combinación con factores externos como el viento; una demora y una ráfaga pueden arruinarlo todo.
Es cierto que no existen aquí antecedentes exitosos de dosis antiinflacionarias suaves. Eso explica el calibre de la apuesta de Macri: ha decidido pelear contra la historia en un país más dócil a lo abrupto que a lo paulatino, eternamente impredecible y casi siempre en estado de combustión.
Jorge Oviedo
¿Cuántos episodios inflacionarios harán falta en la Argentina para que se aprenda que el fenómeno es puramente monetario? ¿Que se trata de oferta y demanda? ¿Que las cosas se desmadran cuando los operadores, que no son otros que los ciudadanos, los jubilados, los trabajadores, los obreros, comienzan a ser obligados a tener más pesos que la cantidad con la que se sienten cómodos, y entonces los cambian a toda velocidad por otras cosas, bienes, servicios, monedas, sabiendo que pronto esos pesos valdrán menos? No es algo distinto lo que ocurre hoy. Si los controles, las bravuconadas, los operativos policiales sirvieran de algo, la inflación se habría solucionado en el Imperio Romano.
Pero todo esto parece olvidado en la Argentina de hoy, que otra vez parece haber cruzado aquel río de la mitología griega, el Leteo, que hacía olvidar todo a quienes avanzaban sobre sus aguas
Mucho más recientemente, un profesor, divulgador y economista nacional nos enseñaba que cuando llega la suba de precios es por culpa de lo que se hizo seis meses o más atrás, no por lo que ocurrió la semana pasada. La avalancha de pesos y el déficit fiscal que dejó el kirchnerismo irresponsable pasa factura, aunque la conducción actual del Banco Central logró sacar bastantes pesos excedentes de circulación, pero no puede seguir, al parecer, con la política de tasas altas que eso implicaba y comenzó a bajarlas.
Como en otras oportunidades, después de años de políticas contra la inversión y de construcción de una de las economías más cerradas del planeta, llena de protecciones, la Argentina probablemente tenga un problema de abastecimiento. Mucha demanda en un contexto de falta de oferta. La perfecta fórmula inflacionaria.
Muchos adictos a los controles, habitualmente de discurso antinorteamericano, hablan ahora de las sanciones y de las normas de defensa de la competencia que existen en ese país. Lástima que no defendieron los mismos principios en tiempos del insólito y bravucón Guillermo Moreno. Los Estados Unidos son, por mucho, el mercado de consumo más grande del planeta y una de las economías más abiertas también.
De la falta de inversión y, más aún, de la desinversión en la década kirchnerista no hay duda. ¿Qué cosa podía esperarse en un clima hostil a la actividad privada?
Ahora, incluso dentro del Gobierno algunos creen haber encontrado la fórmula mágica para controlar los precios rápidamente con la reactivación de la actividad generadora de más bienes, servicios y puestos de trabajo. También era una discusión durante el período K. El ahora director del Banco Nación, Enrique Szewach, recomendaba entonces tener cuidado con esos súbitos enamoramientos. Explicaba con gran razón, como consultor, que en el inicio la inversión está del lado de la demanda y sólo al final aumenta la producción. Por poner un ejemplo: para ampliar la producción de cemento, en principio hay que consumir más cemento para construir la fábrica. No es tan fácil.
Como diagnosticaba a finales de 2015 el gran Ricardo Arriazu, Macri y los suyos no dispondrían de la capacidad de un fuerte ajuste fiscal para bajar déficit e inflación, aunque aclaraba, además, que no era necesario. De todas formas, veía ajustes sectoriales que, por cierto, se están haciendo difíciles.
Encima, ahora el escenario internacional no ayuda, La crisis en Brasil sigue tirando precios abajo. Algunas producciones regionales pueden pasarla mal. Las uvas, las peras y las manzanas, por ejemplo, salieron de políticas horrendas y dañinas para encontrarse ahora con mercados internacionales malos y problemas climáticos que exigen gastos justo en momentos en que el dinero no alcanza.
"Este año no habrá una buena cosecha y el precio lo van a pagar los productores, el exceso de agua llenó las viñas de yuyos, faltan recursos para mano de obra y en este estado van a proliferar los hongos, la producción va a ser pobre por esos hongos por humedad y calor". Lo dicen productores que de todas formas reconocen que si seguía la política K, la situación en Cuyo habría sido "directamente de catástrofe".
La salida veloz del cepo ilusionó a muchos, pero al cepo se llegó por la inflación, producto de la costumbre de gastar más de lo que se recauda. Pero ahora, los que se dicen progresistas defienden el gasto infinanciable y, en consecuencia, no quieren que se solucione la inflación. Dicen así defender a "los pibes" y también a los "jubilados". El relato sigue haciendo de las suyas por ahí. Vistiendo ropajes nuevos.