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NEGOCIOS M&E
Cómo sobrevivir a un robot
07/02/2016

Manual de supervivencia para convivir con los robots

Ieco

Poco a poco los robots están saliendo de las fábricas donde los habíamos confinado para sentarse en nuestras sillas. Desde ellas, ya son más que capaces de analizar el riesgo del cliente que pide un préstamo en el banco; de diagnosticar los males del anciano que vive a miles de kilómetros; o de manejar el auto que nos lleva al trabajo, mientras aún haya un trabajo al que acudir. Según el ya famoso estudio de los economistas Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, de la Universidad de Oxford, el 47% de las tareas que hoy necesitan a un ser humano para ser desarrolladas podrían ser automatizadas tan pronto como en 2033.

Para evitar la debacle en el empleo, los tecnólogos y políticos más optimistas ponen su fe en una reforma educativa. Si se cambia la educación, dicen, ese ejército de potenciales desocupados encontrará su lugar en el mundo descartando los trabajos rutinarios y desarrollando los creativos y los de cuidado (ligados al contacto humano), las dos áreas en que seguimos ganando a los robots. Pero si la historia se repite, a los escenarios utópicos no se llega sin transiciones dolorosas. En sus primeras etapas, las dos revoluciones industriales tuvieron una cosa en común: el crecimiento gigantesco de las diferencias entre los que fabricaban fortunas millonarias y los que se empobrecían en masa. Si es cierto que estamos en las puertas de la Tercera Revolución Industrial, ¿por qué habría de ser diferente esta vez?

Según el economista británico sir Tony Atkinson, padre de los estudios sobre desigualdad, mentor del francés Thomas Piketty, y eterno candidato al Premio Nobel de Economía, esta vez podría ser diferente si los gobiernos toman las decisiones correctas. Cansado de escuchar charlas sobre la importancia de la desigualdad sin propuestas concretas, Atkinson publicó en julio Inequality: what can be done (Harvard University Press), un libro lleno de consejos para revertir el creciente desequilibrio entre los ingresos de ricos y pobres.

Una de sus principales propuestas es la creación de un “ingreso participativo” disponible para todo aquel que “participe en la sociedad”. Aunque parezca restrictivo, su alcance es prácticamente universal si se tiene en cuenta que dentro del modelo de Atkinson el Estado además está obligado a contratar a todo aquel que desee trabajar. “Creo que eso lo hace más aceptable para los contribuyentes, antes que una renta básica basada sólo en la residencia”, explicó durante una entrevista coniEco.

Después de experimentos en Namibia y en la India, donde la renta básica no fomentó la vagancia sino que mejoró los índices de salud y nutrición, la idea está calando hasta en lugares tan fiscalmente responsables como Suiza, donde este año se vota en referéndum. El fundamento teórico en favor de la medida es su efecto sobre el poder de negociación de los trabajadores: con la subsistencia garantizada gracias al cheque estatal, los demandantes de empleo no estarán dispuestos a aceptar condiciones salariales o laborales abusivas, lo que les permitiría adaptarse a esa tercera revolución industrial sin caer en la miseria.

¿Y cómo se financia? Según Atkinson, no es tan difícil como parece: por un lado, los gobiernos podrían hacer mejor uso de sus activos. En vez de malvenderlos en privatizaciones diseñadas “para ganar elecciones”, Atkinson cree en ponerlos a trabajar para repartir la renta entre los ciudadanos. La otra solución, más evidente y tal vez más difícil, es llevar los gravámenes impositivos hasta niveles superiores al 50% para los contribuyentes de mayores ingresos. Así era en los años 70, justo antes de que los recortes para ricos en EE.UU. y Europa Occidental dieran comienzo a la era de la desigualdad.

–¿Cómo aumentar los impuestos que perjudican a las empresas y personas más poderosas?
Es difícil, sí, por su poder político, pero no todos los ricos piensan igual. Warren Buffet, Bill Gates y muchos detrás de ellos quieren que regrese el impuesto a la herencia en EE.UU., por ejemplo. Por otro lado, no hay que desdeñar el poder de consumidores y activistas. El arreglo entre Google y el Reino Unido por impuestos impagos terminó convirtiéndose en las últimas semanas en una tormenta política: Google pagó sólo el 3% de sus beneficios. Sospecho que el escándalo va a tener consecuencias en la Unión Europea por las ayudas estatales que deberían dejar de recibir. La reacción popular está poniendo un límite a lo que hacen los ricos.

–En su libro también propone que los gobiernos inviertan en las tecnologías que complementan el trabajo humano y no en las que lo sustituyen. ¿Cómo se puede saber por adelantado cuáles son?
Es una buena pregunta. Claramente, la respuesta es que no se puede. Nadie habría pensado que el ADN iba a ser útil para que la policía detectara crímenes, por ejemplo. Pero hay ciertas áreas donde sí es posible identificar las consecuencias. Dentro de la industria médica, dedicar recursos estatales para automatizar la creación de remedios está perfecto, pero fomentar que el cuidado de los ancianos lo hagan robots y permitir que los enfermos se queden en casa en vez de ir al hospital puede tener un efecto negativo tremendo sobre el empleo. Otro ejemplo clásico es el de los gobiernos de Europa y Estados Unidos, que han invertido un montón de dinero en los autos sin conductor, también con un claro efecto negativo sobre el empleo.

–Si para justificar el ingreso participativo el Estado garantiza una ocupación a todo el que lo desee, ¿no hace competencia desleal a las empresas privadas?
Los estadounidenses han experimentado con esto y tenemos mucho para aprender de ellos. Algunos de sus modelos no fueron buenos, porque no crearon empleo productivo real. Pero en otras ocasiones sí lo hicieron bien. Si se diseña el modelo bien, no tiene por qué competir con el empleo privado. Volviendo a mi ejemplo anterior, el cuidado de los ancianos es claramente un área en la que el sector privado no lo hace demasiado bien. Tener una buena dotación de personas capaces de hacer bien ese servicio es algo que el sector público probablemente haga mejor en casi todos los casos.


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