JORGE OVIEDO
Dice Juan Carlos De Pablo que "la Argentina no es un país cíclico, sino un país ciclónico". La realidad acaba de darle otra vez la razón. Hace apenas un año Vaca Muerta parecía inaugurar una nueva quimera del oro, esta vez del oro negro. Con los precios de entonces, podía generar algo así como siete PBI anuales adicionales. Hoy la situación está más cerca de aquelsketch del gran Juan Carlos Calabró, en el que uno de sus personajes contaba la historia de un carnicero, que haciendo reparaciones en el sótano de su negocio encontró un yacimiento de petróleo. "Y lo tapó, porque la carnicería le dejaba más margen", remataba.
Hoy se reanudarán las reuniones con empresarios del sector petrolero y representantes de Chubut para tratar de encontrar soluciones al daño que causa la fortísima caída del precio internacional. Los que venden en el mercado doméstico reciben un subsidio, pero los que exportan lo hacen al precio internacional, que no cubre los costos locales.
La Argentina produce básicamente dos tipos de petróleo. El Medanito, liviano, que en la destilación produce más naftas. Y el Escalante, más pesado, que genera por ejemplo, más fueloil. Los empresarios dicen que las destilerías argentinas están orientadas a procesar el Medanito, mientras el Escalante, que es el que sale del golfo San Jorge, se envía al exterior casi en su totalidad. Dos reformas en destilerías, una de PAE y otra de YPF, ampliarán la capacidad para procesarlo aquí, cuando entren en funcionamiento. Falta tiempo.
Mientras tanto, las compañías desactivan equipos de perforación para tratar de bajar las pérdidas. Con cada uno se pierden de manera transitoria o permanente unos cien puestos de trabajo.
En el sector hay quienes dicen que el dilema que enfrenta la Argentina es si va a seguir produciendo petróleo o va a ser directamente un importador. Tal el desaguisado que dejó el kirchnerismo que usó la época más favorable en precios para fundir al sector, al que nunca dejó llegar el precio internacional pues llegó a arrancarle la mitad con impuestos a las exportaciones, que llegaron hasta 50%. "¡Nos quitaron a la fuerza no menos de 12.000 millones de dólares!", se indigna un alto ejecutivo de una compañía.
El problema más grande es en la Patagonia, donde los sindicatos son los más temibles. En 2012 PAE sufrió un paro salvaje, con serios daños a las instalaciones de Cerro Dragón, por parte de Los Dragones, del gremio de la construcción pero que quieren ser considerados petroleros, porque construyen para las perforadoras.
El temor ahora es que ocurran cosas parecidas a aquellas protestas de inusitada violencia que dañaron pozos que tardaron un año en volver a producir como antes de los ataques. "Está en peligro la paz social", dicen empresarios del sector. En Comodoro Rivadavia, el secretario general de Petroleros Privados, Jorge Ávila, amenazó hace pocos días: "Vamos a acatar la conciliación, pero que sepan que esperamos respuestas, si no, no sólo tendrán una Patagonia rebelde, sino un país en llamas". La conciliación vence esta semana.
"Hay ventajas, desventajas y oportunidades en cualquiera de los dos caminos, pero la cuestión es si se quiere tener una industria petrolera propia y desarrollarla, o importar todo", razona un ejecutivo.
La herencia K no puede ser más ridícula. Los mismos gasoductos a Chile y Uruguay que se construyeron en los 90 para exportar ahora se usarán para importar de esos países gas licuado traído por barcos y regasificado en plantas en los países vecinos. La decisión de hacer esas carísimas instalaciones se tomó cuando en la Argentina el kirchnerismo no brindaba seguridad jurídica.
Diariamente Neuquén
Rubén Boggi
En la Argentina de la transición entre Carlos Menem y Néstor Kirchner –con el gobierno de la Alianza, presidido por Fernando de la Rúa, en el medio, su caída, y la asunción de Eduardo Duhalde por elección de la Asamblea Legislativa- todavía se exportaba gas a Chile. Jorge Sobisch gobernaba Neuquén y quería ser Presidente.
El gas nos sobraba. La represa Chihuido I, por ejemplo, no se hacía porque era económicamente inviable, teniendo un gas tan barato y en tanta cantidad. Los autos se convertían para funcionar a gas, e incluso se alentó que se utilizara en los colectivos, para reducir los costos de transporte. Exportábamos a Chile. Loma de La Lata parecía inacabable, y ya se decía que “por debajo” del yacimiento había otro, todavía más grande. Era un misterio no revelado, que se charlaba entre entendidos de YPF-Repsol, y que -después nos enteraríamos- se llamaría Vaca Muerta, y aparecería como signo de una nueva utopía todavía por fundarse.
En esos tiempos, Sobisch llegó a convocar a una conferencia de prensa para suscribir un convenio con la cancillería trasandina, con el respaldo de quien era también entonces el secretario general del sindicato petrolero, Guillermo Pereyra, que garantizara el compromiso neuquino de no interrumpir, bajo ninguna circunstancia, el abastecimiento de gas a Chile, amenazado entonces por los primeros amagues políticos de una realidad distinta, que devendría en el pleno kirchnerismo, lo nacional y popular, y otra mega crisis energética que recién ahora, en 2016, se sincera, produciendo una pequeña hecatombe doméstica en los precios, y atacando la víscera más sensible del cuerpo de los argentinos, que como dijo una vez el gran radical Pugliese, es el bolsillo.
Ahora, Juan José Aranguren quita los subsidios, incrementa las tarifas, y negocia con el gobierno de Omar Gutiérrez, y con el mismo Pereyra de aquellos tiempos, (un poco más veterano y dueño de una banca en el Senado nacional) un precio al gas neuquino que oscile en el promedio de los 5,80 dólares. El gobierno provincial simula escenarios y hace proyecciones de cuánto implicaría para su economía en problemas financieros ese precio, ese insumo dolarizado que inyecta posibilidades a la frágil caja del Tesoro. Está a punto de salir este tema, porque lo que hace poco más de una década sobraba, ahora falta. A tal punto que se necesitan importar 25 millones de metros cúbicos de gas por día en épocas invernales. Por eso, se pretende incrementar la producción neuquina, otra vez. Acudir a eso que estaba “debajo” de Loma de La Lata. Es decir, Vaca Muerta, el tight, el shale, la roca madre, lo que duerme unos miles de metros más profundos que aquel gas que parecía interminable, y se terminó esfumando entre la desidia y la soberbia.
Ahora, no exportamos gas a Chile. Al revés, tenemos que comprar gas a los chilenos. En Chile, como se sabe, no hay. Pero el país que gobierna Bachelet sí tiene plantas de gasificación para el gas líquido que llega en barcos por el Pacífico. Increíblemente, inyectando ese gas que llega a Chile desde el sudeste asiático, por los mismos gasoductos que se usaban para allá, ahora para aquí, el país pagará un poco menos. El gas “chileno” llegará desde las terminales de GNL Mejillones y Quintero, se usará para consumo industrial y residencial en Buenos Aires, y se transportará a través de los gasoductos NorAndino, y GasAndes, ubicado a la altura de la región Metropolitana chilena.
Así, seguiremos comprando gas afuera, a Bolivia también, y algo de electricidad porque tampoco nos alcanza, a Chile, y a Uruguay, y a Brasil un poco. Y todos pagaremos el gas más caro. Todos subvencionaremos al Estado, para la gesta patriótica de recuperar la soberanía energética, perdida a manos de ignotos enemigos presuntamente dueños de una ideología vendepatria, cipaya, gorila. La ideología no nos soluciona los problemas, pero al menos nos suministra excusas.
Es una realidad, y también una demostración del disparate energético argentino, perpetrado por distintos gobiernos, con distintos argumentos, y con la misma insaciable voracidad por el presente, y la misma desatención por el futuro.
Neuquén, con su pragmatismo a cuestas, negocia ahora el mejor precio, y piensa en sustituir con el gas lo que pierde con el petróleo, sumido en la crisis del precio internacional bajo, que el precio sostén nacional no soluciona. Omar Gutiérrez y Guillermo Pereyra están en la misma sintonía, y ambos coinciden con Aranguren, a quien consideran simplemente como un hombre que sabe del tema, y que no es político, y por lo tanto no se anda con vueltas y dice la verdad energética, que es dolorosa.
Gutiérrez y Pereyra apuntan obsesivamente a que no se caigan las fuentes de trabajo del sector, a que no se incendie la mecha que produciría una brusca aceleración del desempleo. Las empresas advierten que serán entre 5.000 y 10.000 los suspendidos. El gobierno se banca esto, siempre y cuando sean suspendidos y no despedidos. Y si son despedidos por empresas a las que le sobra personal, que sean contratadas por otras a las que les falta. Así lo dijo, casi textualmente, el mismo Pereyra, después de asegurar que no estaba en su ánimo andar provocando incendios ni mucho menos protagonizar una segunda Patagonia Rebelde, recordando aquella película basada en el libro de Bayer, que llevó el título de Patagonia Trágica, más fuerte, más definitivo.
A 51 días de gestión de los nuevos gobiernos, la conciencia acerca del gran disparate nacional se hace más y más grande. No puede usarse contra estos juveniles planteles, pero es cierto que será Mauricio Macri el que pague el costo de los aumentos que vienen, y su repercusión en una inflación que será alta en estos primeros meses del 2016. Un reaseguro para él es compartir los problemas y las eventuales soluciones con los gobernadores. En Neuquén, Omar Gutiérrez es, por ahora, un aliado imprescindible. Por eso le mandó 500 millones de anticipo en coparticipación. Por eso destrabó obras públicas que estaban congeladas para la Provincia.
No han pasado dos meses, pero los cambios se precipitan a un ritmo intenso. Como en el fútbol, la pregunta es si se aguantará el ritmo todo el partido. En este caso, no son 90 minutos, sino cuatro años, que en la Argentina suelen multiplicarse por ocho si se logra no fracasar en el intento.
El partido, señores, recién empieza.
Ignacio Sabbatella *
Pocos meses atrás, el actual coordinador administrativo del Ministerio de Energía y Minería, Sebastián Scheimberg, anticipaba la política salarial del gobierno de Mauricio Macri en el sector petrolero: “Si bien puede sonar políticamente incorrecto, es un secreto a voces la preocupación que tiene la industria, en estos momentos de bajos precios internacionales, para hacer atractivo el negocio. Sobre todo los cañones apuntan a problemas de índole gremial, y en particular a los efectos sobre la productividad del trabajo (...) En términos generales lo que se nota es una mayor radicalización de los reclamos y posiciones poco transigentes de los gremios, que a pesar de la inflación mantienen salarios en dólares que en promedio superan hasta el costo salarial de un trabajador del sector en los EE.UU.” (El Cronista, 23/9/2015).
En otras palabras, en épocas de vacas flacas la variable de ajuste debe ser el ingreso de los trabajadores. Al mismo tiempo que el precio internacional del barril cae por debajo de los 30 dólares, el jefe de Scheimberg y ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, está dando pasos en esta dirección. Ante la posibilidad de que los sindicatos petroleros realicen paros en contra de las suspensiones y despidos, el ex CEO de Shell dobla la apuesta: dejó trascender que no está dispuesto a ofrecer mayores compensaciones a las petroleras y que importará combustibles en caso de que los gremios lleven adelante medidas de fuerza.
En otras notas de este Observatorio se han analizado comparativamente las medidas tomadas por el gobierno anterior y el actual para enfrentar la crisis petrolera mundial producto de la abrupta caída de la cotización del barril. En lo que respecta al precio interno del crudo, el gobierno de Cristina Fernández y las empresas habían acordado a fines de 2014 un barril en torno a los 77 dólares para la variante Medanito y 63 dólares para la variante Escalante. A su vez, en febrero de 2015, la disuelta Comisión de Planificación y Coordinación Estratégica del Plan Nacional de Inversiones Hidrocarburíferas aplicó medidas de estímulo que ayudaran a atenuar el impacto de la disminución del precio internacional sobre el nivel de actividad y empleo local y a mantener las pautas de inversión previstas por el sector productor, tendientes al logro del autoabastecimiento de hidrocarburos. La resolución planteaba la Creación de un “Programa de Estímulo a la Producción de Crudo” por el plazo de un año, cuya financiación era solventada por el Tesoro de la Nación y que se compensaba con la menor erogación de divisas que supone la compra de combustibles importados.
Entre otras medidas, se establecía una compensación económica de hasta 2 dólares por barril –pagadera en pesos– para aquellas empresas que destinaran parte de su producción de crudo al mercado externo que por sus características técnicas no puede ser procesado internamente. Es el caso del crudo Escalante, predominante en la cuenca del Golfo San Jorge, en las provincias de Chubut y Santa Cruz. A su vez, aquellas empresas que incrementaran su promedio de exportación trimestral, el monto del estímulo era de hasta 3 dólares por barril de crudo exportado, monto no acumulable con la compensación anterior.
Recientemente, el CEO de Energía Aranguren alcanzó un nuevo acuerdo con las empresas del sector para disminuir el precio del barril interno: 67,4 dólares en el caso del Medanito y 54,9 en del Escalante. Pero tomó la decisión de no renovar la compensación dirigida al crudo exportable, generando fuertes controversias fundamentalmente en la provincia de Chubut. La empresa Tecpetrol, perteneciente al grupo Techint, que opera en esa provincia y exporta parte de su producción amenazó con despidos, poniendo en guardia al Sindicato de Petróleo y Gas Privado del Chubut. El secretario general del mismo, Jorge Avila, advirtió que peligran 5000 puestos de trabajo y cuestionó a los ministros de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, y a Aranguren, afirmando que son CEO que fueron preparados para defender los intereses de las empresas. En este marco, Avila planteó entre las medidas de fuerza un acampe en Buenos Aires si es que no hay respuestas concretas del gobierno nacional sobre el precio del crudo para la zona.
La respuesta del CEO de Energía implica una doble amenaza para la política petrolera sostenida por el gobierno anterior. La importación de combustibles –que podría ir unida a la gestión que el macrismo viene realizando para importar gas desde Chile– supone, como advierten los gremios, la pérdida de miles de puestos de trabajo con consecuencias inestimables a nivel social y económico en la región. Pero también supone el repentino abandono del camino que conduce al autoabastecimiento, tal como establece la Ley 26.741 de Soberanía Hidrocarburífera, en función del cual el Estado argentino ha procurado incrementar la producción con el fin de sustituir la importación de gas y combustibles. Desde el punto de vista del neoliberalismo energético que sostienen Aranguren y su equipo, el petróleo es un mero commodity por lo cual es indistinto si proviene de afuera o es fruto del trabajo nacional.
De cualquier manera, cabe hacer una última observación. Si bien atraviesa una situación externa particular, el sector petrolero no es ajeno a la ola de despidos que el gobierno de Macri puso en marcha. La creación de un ejército de desocupados es condición sine qua non del ajuste del salario real que se quiere imponer en las próximas paritarias con el fin supremo de recomponer la tasa de ganancia del capital, en este caso las petroleras privadas.
* Investigador del Observatorio Oetec.