Las importaciones chinas de cobre refinado alcanzaron un máximo histórico de 3,68 millones de toneladas el año pasado, lo que representa un alza de un 2,5% respecto al máximo anual anterior anotado en el 2014, pese a la desaceleración del crecimiento en la segunda mayor economía del mundo, mostraron datos de aduanas reportados el martes.
Las importaciones de cobre refinado también aumentaron un 34,4% en diciembre frente al mismo mes del año previo a un máximo histórico de 423.181 toneladas, superando el récord mensual anterior de 406.937 toneladas alcanzando en diciembre del 2011.
Las diferencias de precios entre los mercados nacionales y la Bolsa de Metales de Londres (LME) favorecieron las importaciones en el cuarto trimestre del 2015, lo que llevó a los inversores y comerciantes a aumentar los envíos, dijo He Xiaohui, analista de la firma de investigación respaldada por el Estado Antaike.
Los precios bajos en la LME también llevaron a muchos clientes finales a importar cobre refinado, explicó.
Los precios del cobre en la LME cayeron a mínimos en seis años durante la segunda mitad del 2015, y se han reducido aún más este mes.
El Banco Popular de China (central) anunció este martes que ha inyectado en el sistema financiero un total de 440.000 millones de yuanes (US$67.000 millones), su mayor movimiento diario mediante operaciones en el mercado desde febrero de 2013.
La inyección de hoy llega después de las tres que realizó la semana pasada y que en conjunto buscan garantizar que las entidades de la segunda economía mundial dispongan de liquidez para las vacaciones del Año Nuevo lunar (8 de febrero), en las que se prevé un aumento del consumo.
El banco central chino canalizó el efectivo a través de dos tipos de acuerdo de recompra inversa (también conocidos como "repos"), un instrumento por el que se venden valores condicionados a un acuerdo para recomprarlos en una fecha posterior.
En concreto, el ente emisor concedió 360.000 millones de yuanes (US$55.000 millones) en "repos" a veintiocho días y otros 80.000 millones de yuanes (US$12.200 millones) en "repos" a siete días.
El banco central chino suele dar liquidez al sistema financiero en vísperas de las vacaciones del Año Nuevo lunar, la principal festividad del país.
Sin embargo, las inyecciones que se han producido este año son muy superiores a las de los últimos ejercicios, ya que en 2015 únicamente introdujo 80.000 millones de yuanes, es decir, US$12.200 millones.
China ha pasado de héroe a villano. De salvador de la economía durante la última crisis financiera, a principal fuente de volatilidad. Ajustada a precios de mercado, la economía china representa el 17% del PIB global. Es el principal consumidor mundial de metales, responsable de casi la mitad de la demanda de cobre, aluminio, acero, zinc y aluminio del mundo. También, es el mayor exportador de productos del mundo. Todo eso explica por qué señales de que podría desacelerarse más de lo esperado generan tanto temor en los mercados.
Los analistas aseguran que el pánico reciente es exagerado y que China no está al borde de un colapso. Al menos, no por ahora. Todo depende de cómo el gobierno chino resuelva cinco problemas clave.
Es la principal preocupación de los inversionistas. Los mismos que aplaudieron cuando en 2008-2009 China se convirtió en el motor del crecimiento global, mientras los países desarrollados batallaban contra la recesión. Pero dicho crecimiento, basado en un modelo de crédito barato y millonario gasto fiscal, ha pasado la cuenta. Siete años después, la deuda no financiera de China se ha disparado desde 160% del PIB en 2007 a cerca de 260%. La cifra no es exacta. El monto total depende del tipo de cambio y analistas difieren en algunas fórmulas de cálculo. De hecho, en un reporte publicado en febrero del año pasado, la consultora McKinsey cifraba la deuda china en 28 billones de yuanes (millones de millones), el equivalente al 282% del PIB, mientras Martin Wolf afirma que esta llegó a finales del año pasado a 290%.
Según cifras de Deutsche Bank, el principal componente de la deuda es de las empresas (con créditos baratos de los bancos públicos), con vencimientos entre 2017 y 2019. El temor del mercado no es solo a una ola de defaults, sino que no hay señales de desaceleración en el ritmo de crecimiento de la deuda.
Cuando en 2008, el gobierno comunista chino anunció un programa de estímulo fiscal por 4 billones de yuanes (millones de millones), o en ese entonces US$ 590.000 millones, no fueron pocos quienes aplaudieron. Economistas alabaron el coraje del gobierno chino por salir al rescate con un masivo programa de inversiones públicas. Pero, seis años después, cuando las deudas se apilaron y la economía china comenzó a desacelerarse, las críticas no se hicieron esperar.
Los economistas Xu Ce y Wang Yuan, vinculados a la Comisión para las Reformas y Desarrollo, denunciaron a finales de 2014 que, desde 2009, el gobierno había malgastado el equivalente a US$ 6,8 billones (millones de millones) en inversiones inútiles. En ellos se incluían los famosos puentes que no conducían a ningún lado, fábricas que producían acero o bienes que son almacenados, y obras públicas monumentales sin uso. Lista a la que observadores internacionales añadieron el gasto en corrupción. En los últimos dos años, el gobierno ha seguido apostando por programas de estímulo fiscal y créditos baratos para intentar mantener el ritmo de crecimiento de la economía en torno a 7%. El último fue anunciado en mayo del año pasado, por unos US$ 180.000 millones. Sin embargo, China creció en 2015 por debajo de la meta del gobierno y a su menor ritmo en 25 años.
Las cifras oficiales aseguran que China crece aún a un ritmo de 7% anual. El año pasado habría cerrado con una expansión de 6,9%, por debajo, pero todavía en el rango de la meta fijada por el gobierno. Sin embargo, los analistas no están convencidos de la veracidad de las cifras oficiales. La caída de las exportaciones, la desaceleración de las importaciones, el aumento de los créditos impagos, y el alto endeudamiento de la economía hacen creer que las verdaderas cifras son mucho menores. Blackstone cree que el crecimiento de China este año estará por debajo de 5%; otros, como Capital Economics, creen que el país ya crece en torno a 4%.
George Magnus, consejero senior de UBS, advirtió que, medida en dólares, la economía china no creció casi nada en el cuarto trimestre. Las cifras de los analistas privados hablan de un “aterrizaje forzoso”. El FMI defiende al gobierno chino y asegura que la duda en torno a las cifras se debe a “problemas comunicacionales”, pero prevé que la economía crecerá más en torno a 6%, al menos hasta 2020. ABN Amro y BBVA Research descartan la teoría del “aterrizaje” y apuestan por nuevos programas de estímulo.
En noviembre pasado, Bank of America Merril Lynch proyectó que China buscaría depreciar su moneda un 10% frente al dólar. La medida sería un intento por reimpulsar sus alicaídas exportaciones y defender su meta de crecimiento. El renminbi ya se ha depreciado 6% desde agosto 2015, cuando el banco central chino sorprendió por primera vez al mercado con una devaluación. Al igual que entonces, una segunda devaluación causó pánico en los mercados. Una devaluación masiva pondría en aprietos a otras economías exportadoras, incluyendo la estadounidense. La divisa china ha caído de 6,49 yuanes por dólar a 6,58 en lo que va del año. El gobierno chino ha prometido en el Foro Económico Mundial que no pretende una devaluación masiva y que buscará un tipo de cambio “estable”.
De hecho, el año pasado utilizó US$ 512 mil millones de sus reservas para defender su moneda. Pero analistas apuestan a que buscará la forma de continuar con la depreciación, con modos más sutiles, para evitar nuevas olas de pánico.
Según un análisis de Bloomberg, el renminbi debería llegar a 7,7 yuanes por dólar para generar el impulso exportador deseado. Pero más que la depreciación en sí misma, es la incertidumbre respecto de la política que seguirá el banco central chino lo que mantiene en vilo a los inversionistas.