Texto extraído del libro La exploración de petróleo y gas en la Argentina: el aporte de YPF, YPF S.A., Buenos Aires, 1999.
Está comprobado que el descubrimiento logrado en Comodoro Rivadavia el 13 de diciembre de 1907 fue el resultado de una actividad exploratoria previa con posibilidades muy remotas de encontrar petróleo.
Eran tan pobres esas posibilidades que, en el lugar de los hechos, todos los protagonistas del episodio compartían la esperanza de encontrar sólo agua potable. Para cualquier científico de renombre, lo que sucedió fue inesperado en aquel suelo llano, formado por terrenos terciarios, de considerable potencia, en apariencia no dislocados y completamente desprovistos de indicios superficiales que hubiesen atraído alguna atención.
Muchas crónicas dan por supuesto, además, que el hallazgo fue obra de la casualidad. El suceso, según cuentan esas crónicas, arrancó con un equipo de perforación Fauck, a percusión, comprado en Austria y embarcado hacia la República Argentina en 1906. Pese a que fue volteado por un huracán a inicios del verano, el equipo empezó a trabajar desde el otoño.
El pozo 1 se había perforado en 1903, en el centro del caserío de Comodoro Rivadavia: sólo se pudo llegar a los 170 metros de profundidad, porque la perforación no era adecuada para atravesar la constitución del terreno. Sin embargo, los operarios habían observado manchas aceitosas que se incorporaban al lodo utilizado en el pozo. Como no había un especialista que interpretara los datos, las manchas fueron atribuidas a pérdidas de lubricante en la bomba de inyección. Esto podría haber representado un indicio de la existencia de hidrocarburos en profundidad.
Con el pozo 2 –al que se denominó Chubut y se ubicó a 3 kilómetros al norte del pueblo y a 1000 metros de la costa–, los encargados de la operación siguieron la búsqueda; trabajaban para la División Minas, Geología e Hidrología del Ministerio de Agricultura de la Nación. La nueva máquina se llamaba Wenceslao Escalante y era una de las cinco adquiridas en Europa para renovar el parque de perforación de la flamante división ministerial. El pozo 1 había sido perforado por orden de la Comisión de Estudios de Napas de Agua y Yacimientos Carboníferos.
Esta Comisión fue creada en 1902 por decreto del presidente Julio A. Roca, a propuesta de Wenceslao Escalante, ministro de Agricultura. El objetivo consistía en explorar sistemáticamente el subsuelo del país. Escalante, economista y catedrático de Filosofía, fundamentó su proyecto de exploración sistemática explicando que la Comisión no debía buscar sólo agua, sino también carbón y minerales en general, incluido el petróleo, cuya existencia ya se conocía por manifestaciones de superficie en diversas regiones del país.
Al referirse a los gastos demandados por la actividad minera, que incluían la compra de equipos de perforación y debían ser aportados por el presupuesto de 1903, expresó que semejante inversión sería grandemente compensada por el hallazgo, en una sola región y con una sola de las máquinas, de yacimientos de agua, carbón y petróleo de importancia.
La Comisión de Estudios fue presidida por Enrique Martín Hermitte y, cuando en 1905 se transformó en División, el mismo ingeniero continuó al frente de ella. Hermitte tenía títulos para el cargo.
Había nacido en Buenos Aires, donde terminó sus estudios secundarios –con el título de bachiller– y, a principios de 1891, viajó a Francia para estudiar en L’Ecole Nationale Supérieure de Mines de París. Allí se recibió de Ingeniero Civil de Minas. Volvió al país y, a fines de 1895, comisionado por la “Compañía Mendocina de Petróleo”, preparó un programa para continuar la exploración del yacimiento de Cacheuta. Sin embargo, la falta de recursos financieros y circunstancias diversas hicieron fracasar el proyecto. Fue empleado después por la Comisión de Límites con Chile y, entre 1897 y 1901, por la Dirección General de Vías de Comunicación. Ingresó en el año siguiente a la Comisión de Estudios de Napas de Agua y Yacimientos Carboníferos para reemplazar al Ingeniero Henry Hoskold, fallecido en el ejercicio del cargo.
A Hoskold le debe el país una serie de singulares aportes científicos y técnicos para el desarrollo de la actividad minera; fue también el autor de una fórmula para el avalúo de minas que se utilizó en muchos países, pero no en Argentina.
La Comisión que pasó a dirigir Hermitte estaba integrada entonces por cuatro secciones: Geología, Minas, Hidrología e Hidrogeología. El objetivo principal de esta organización estatal era el fomento de la industria minera, para lo que se suponía imprescindible disponer del mapa geológico económico del país. Simultáneamente había que perforar la mayor cantidad de pozos profundos en las regiones cubiertas de sedimentos. En aquellos años los pozos llegaban a profundidades de entre 100 y 500 metros, aunque ya en 1885, en la provincia de San Luis, entre las prolongaciones de la sierra homónima y la sierra del Gigante, se había perforado hasta 600 metros el pozo El Balde para encontrar una napa de agua. La Comisión tenía a su cargo investigar la geología del subsuelo, ubicar aguas artesianas y encontrar combustibles fósiles: carbón y petróleo.
La exploración de napas de agua daba fundamento económico al principal objetivo de las perforaciones, aportando información para el descubrimiento de valiosos yacimientos de mantos de carbón o capas petrolíferas. Pero los gobiernos provinciales, los municipios y los propietarios de campos tenían interés inmediato en los pozos de agua, particularmente en áreas alejadas de cursos fluviales y con pocas lluvias.
También los ferrocarriles se mostraban interesados por las perforaciones: al principio, como fue el caso del pozo El Balde, porque necesitaban el agua para las locomotoras a vapor, y luego, como ocurriría en Comodoro Rivadavia a partir del descubrimiento, o en Jujuy en la década del 20, porque podían usar el petróleo como sustituto del carbón importado. Así se establecía una relación contractual según la cual la División de Minas, Geología e Hidrología aportaba la máquina perforadora equipada con todas sus herramientas, el material tubular de sondeo y el de revestimientos, y el personal de operaciones.
El interesado en la perforación pagaba la leña que se usaba como combustible en la caldera (los motores del equipo perforador funcionaban a vapor), los gastos por desplazamientos locales de los equipos y, una vez terminada la obra, la cañería de revestimientos, los filtros y las válvulas que quedaban en el pozo. Los perforadores tomaban muestras de los estratos y de los fluidos contenidos.
Las muestras se examinaban en laboratorios de Buenos Aires. También se llevaba un registro gráfico del perfil de cada pozo e información completa, que se imprimía y era puesta a disposición del público. Después los geólogos completaban y correlacionaban los relevamientos de superficie con los datos que daban los pozos, incrementando así paulatinamente el conocimiento del subsuelo.
Cuando se perforaba el pozo 2 de Comodoro Rivadavia, la Sección Hidrología disponía ya de un parque de 14 máquinas en todo el país. Dos de estas máquinas podían perforar hasta 1000 metros de profundidad, una llegaba a 750 metros, seis a 500 metros y las cinco restantes perforaban respectivamente 300, 240, 200, 150 y 120 metros. Uno de los primeros objetivos que se propuso Hermitte cuando se hizo cargo de la Comisión de Estudios de Napas de Agua y Yacimientos Carboníferos fue potenciar este parque de perforación, más que importante para la época, con todo el material necesario para su funcionamiento, en el que deben contarse los almacenes y el taller de reparaciones.
Hermitte propuso el envío de un ingeniero a Europa y Estados Unidos a comprar, directamente en las casas constructoras, todo lo necesario para completar el material de perforación existente y contratar personal técnico especializado. La designación recayó en el ingeniero Pablo Nogués, egresado de la Facultad de Ingeniería de Buenos Aires con las mejores calificaciones – Medalla de Oro y Premio Guillermo White – de la promoción de 1901. Este recibió, por decreto que firmaron el presidente Roca y el ministro Escalante, $200 oro mensuales en sueldo y viáticos, mientras durara esta comisión. En septiembre de 1903, ya de regreso en Buenos Aires, Nogués presentó a Hermitte un extenso informe sobre máquinas perforadoras que pasaba revista a las tecnologías de perforación más avanzadas de principios de siglo, en Estados Unidos y Alemania, y explicaba las decisiones de compra adoptadas.
El jefe de la Sección Hidrología, y a cargo de la gestión de perforación, era Julio Krause, un ingeniero. La investigación geológica correspondía a la Sección Geología, donde inicialmente trabajó Guillermo Bodenbender; desde 1906 pasó a ser dirigida por Juan Keidel, con quien trabajaban, además de Bodenbender, Walter Schiller y Kurtz – en el país –, los doctores Weinschenk Steinmann, Chelius, Pompejki y Clark –en el extranjero–, así como los reputados cartógrafos de la casa Justus Perth en Alemania. La investigación minera estaba a cargo de la Sección Minas, que fue dirigida por el propio Hermitte hasta enero de 1907, cuando designó para este cargo al ingeniero Pedro Leopoldo Sol.
La Sección Hidrogeología, integrada por tres geólogos, un geólogo ayudante y un ingeniero ayudante, debía ocuparse de confeccionar el Mapa Hidrogeológico de la República Argentina. Su jefe, Ricardo Stappenbek, ya había completado el mapa hidrogeológico de los alrededores de Mendoza cuando debió realizar el primer informe del yacimiento de Comodoro Rivadavia. Desde entonces, hubo de compartir su interés por la hidrogeología con sucesivos estudios sobre la geología y el petróleo. El fantasma de la casualidad como uno de los factores del descubrimiento en Comodoro Rivadavia acompañó a Enrique Hermitte con más persistencia que la buena suerte. Insistió contra esa teoría ante el Congreso Científico Interamericano (1910):
“El hecho de que a priori se pueda afirmar que en cualquier parte de la tierra donde se perfora (siempre que se trata de ciertas rocas primitivas o determinadas rocas eruptivas) se debe encontrar agua, no basta para deducir que el único fin de los trabajos era buscar agua. Se perfora porque cualquier metro de perforación que se haga es un beneficio que recibe la República, porque es necesario perforar para conocer en sus detalles la estructura de las capas internas como base del conocimiento del suelo y porque, sea agua u otro mineral, siempre hay probabilidades de conseguir algún resultado práctico.
De ahí que, lamentablemente, algunas veces hayan confundido los hechos atribuyendo, por ejemplo, a una casualidad el descubrimiento de Comodoro Rivadavia, cuando en realidad ha sido tan sólo una buena suerte para aquellos que implantaron el estudio del subsuelo profundamente convencidos de que algún día esto contribuiría al descubrimiento de riquezas de proporciones comparables a la agricultura y a la ganadería que, por otra parte, le deberán un singular impulso”. Hermitte afirmaba además que los dos grandes resultados obtenidos por estos trabajos habían sido:
1. Haber implantado en el país definitivamente el empleo de perforaciones como medio práctico de alumbrar aguas subterráneas.
2. Demostrar la extensión enorme que tienen en la República las formaciones petrolíferas, abriendo horizontes insospechados al porvenir económico del país por la constatación de la ventajosa situación de grandes zonas desde el punto de vista de la explotación.
Y tan poco extraño resultó el descubrimiento de petróleo que, al día siguiente del anuncio, el 14 de diciembre, el Presidente de la Nación, Figueroa Alcorta, firmó un decreto que prohibía la denuncia de pertenencias mineras y la concesión de permisos de cateo en un radio de 5 leguas alrededor de Comodoro Rivadavia.