La explotación minera de asteroides ya no es ciencia ficción, sino una realidad que se concreta por momentos y que está desatando ya toda una «fiebre del oro» espacial entre países y empresas de todo el mundo. La idea, en principio, es sencilla. En el cinturón de asteroides, entre las órbitas de Marte y Júpiter, millones de rocas de todos los tamaños (desde los 1.000 km. de diámetro hasta unos pocos metros) forman un anillo alrededor del Sol. Son restos de los lejanos tiempos de la formación del Sistema Solar y constituyen, en conjunto, una reserva prácticamente inagotable de minerales y elementos que en nuestro planeta escasean o empiezan a estar sobreexplotados. El oro, el platino, el hierro o el agua son solo unos pocos ejemplos. Muchas de esas rocas, además, abandonan el cinturón debido a las colisiones que se producen entre ellas, y sus trayectorias las hacen viajar a toda velocidad a través de nuestro sistema planetario. Y un buen número de ellas terminan dirigiéndose, o aproximándose, a la Tierra. Estos serían, en principio, los asteroides más fáciles de alcanzar.
Su denominación genérica es NEAs (Near Earth Asteroids o Asteroides Cercanos a la Tierra), y son asteroides que, en algún momento de sus órbitas, pasan a menos de de 0,3 Unidades Astronómicas de nosotros, o lo que es lo mismo, a menos de unos 40 millones de km. Su número no deja de crecer a medida que los astrónomos disponen de mejores instrumentos para detectarlos. Hasta junio de 2015 se se conocían 12.745 NEAs con tamaños de entre un metro y 32 km. Se cree que no más de 981 asteroides mayores de un kilómetro pasan alguna vez cerca de la Tierra, y de ellos ya conocemos más del 90%. Pero las mismas estimaciones indican que podrían estar zumbando a nuestro alrededor más de un millón de asteroides con tamaños inferiores a los 50 metros, cifra de la que apenas si conocemos un 1% Los nuevos descubrimientos se producen a razón de 100 asteroides cercanos cada año, pero lo cierto es que la inmensa mayoría de estas pequeñas rocas espaciales permanecen aún en el anonimato.
Por eso, en abril de 2013 la NASA, haciendo suya una idea lanzada en 2012 por el Instituto Keck de Estudios Espaciales, entidad adscrita al Instituto de Tecnología de California (Caltech) anunció su intención de desarrollar la tecnología necesaria para potenciar la minería espacial, y puso en marcha una misión de prueba que consistirá, nada menos, que encapturar un asteroide y traerlo después hasta la órbita lunar para, una vez allí, enviar astronautas para que aterricen en él. Un paso fundamental para el futuro desarrollo del que será, sin duda, uno de los negocios más lucrativos de la segunda mitad de este siglo.
El paso siguiente de la Administración norteamericana fue la firma, el pasado 25 de noviembre, por parte del presidente Barack Obama, de la llamada «Ley del espacio», cuyo objetivo es incentivar la exploración privada del espacio y uno de cuyos títulos, precisamente, permite la futura apropiación de asteroides y «otros recursos espaciales» tanto a las personas como a las empresas que dispongan de la tecnología necesaria para llegar hasta ellos. El gobierno norteamericano no se interpondrá en estas actividades y garantiza a quien sea capaz de extraer materiales de un asteroide, el derecho a «poseerlo, transportarlo, usarlo y venderlo», renunciando además a cualquier pretensión de soberanía.
Así las cosas, empresas como Planetary Resources o Deep SpaceIndustries están, en estos momentos, poniendo a punto sus ambiciosos planes de minería espacial. Planes que no solo se centran en la explotación directa de recursos, sino en conseguir jugosos contratos de aprovisionamiento y apoyo logístico (agua, combustible, etc...) para las futuras colonias lunares o marcianas. Solo el aprovisionamiento de agua, que los asteroides poseen en abundancia, podría llegar a ser, según Planetary Resources, un «negocio trillonario».
En cuanto a la obtención de metales, baste con decir que un solo asteroide de 500 metros podría contener el equivalente atodo el platino conseguido en las minas de la Tierra durante toda la Historia. Algunos cálculos llevados a cabo en el sector privado cifran el beneficio potencial de la explotación de un pequeño asteroide de apenas 50 metros en más de 500.000 millones de dólares.
Para garantizar el éxito de esta nueva industria extraterrestre, empresas e instituciones se dedican desde hace unos años a averiguar cuáles son los mejores objetivos. No se trata de llegar o capturar el primer asteroide que pase cerca, sino de seleccionarlo cuidadosamente y saber de antemano qué materiales lo componen. En función de eso, de su composición, se han establecido tres grandes categorías de asteroides:
Tipo C: Son los más numerosos, cerca del 75% de todos los que se conocen. Su composición sería la misma que la del Sol si le quitáramos el Hidrógeno, el Helio y otros volátiles.
Tipo S: Constituyen un 17% de todos los asteroides conocidos. Contienen grandes depósitos de niquel, hierro y magnesio.
Tipo M: Son los más raros, pero contienen, entre otors materiales, grandes cantidades de hierro y niquel.
Los tres tipos de asteroides poseen, además, cantidades variables de otros elementos, como por ejemplo platino o agua. En total, una riqueza inmensa. Un informe de la NASA, por ejemplo, estima que la riqueza mineral del cinturón de asteroides podría superar los 100.000 millones de dólares ¡para cada uno de los siete mil habitantes de la Tierra!. De un solo asteroide de un km. de diámetro y una masa estimada de de 2.000 millones de toneladas se podrían extraer hasta 30 millones de toleladas de niquel, una y media de cobalto y 7.500 toneladas de platino.
Planetary Resources ya está probando en el espacio una serie de satélites de observación, llamados Arkyd, cuya misión es precisamente la de localizar los asteroides más idóneos para su explotación.