La hipótesis de una segunda crisis global cuando el mundo aún no se ha recuperado del todo del desastre de 2008 gana terreno por momentos. Este principio de año ha sido el peor en varias décadas para las Bolsas del mundo. Con el 2,4% que perdió ayer, Wall Street suma un retroceso de más de 8% en lo que va de año. En la Bolsa de Shanghai, la pérdida en dos semanas fue mucho mayor, de 18%, y en el mercado de hidrocarburos, el petróleo ha retrocedido un 20% sólo en enero. A los 29,42 dólares que cerró ayer, el barril de Texas está un 52% más barato que en su máximo de 2015.
Las Bolsas bajaron también en América latina. En Buenos Aires, cayó un 6%. San Pablo perdió un 2,36% y México un 1,22%. En Europa, el panorama fue similar: París bajó un 2,38%, Frankfurt, un 2,54% y Londres, un 1,93%.
Los mercados ven en el petróleo barato una señal de alarma. Antes que alegrarse por el ahorro que un combustible a menor precio significa para fábricas, transportistas y consumidores, a los inversores les preocupa el motivo de ese abaratamiento. La debilidad de la demanda mundial de hidrocarburos, y en especial de la demanda china, es uno de los factores que bajan el precio del crudo. Y no hay nada que asuste más a los mercados que el enfriamiento de China, la única gran economía que había seguido creciendo a buen ritmo tras la debacle de 2008.
Pero no se puede crecer siempre a toda velocidad, y menos cuando el resto del mundo no termina de despegar. En cualquier otro país, el crecimiento interanual de 6,9% que registró China en el tercer trimestre de 2015 habría sido una noticia estupenda. Las autoridades en Beijing la recibieron como una confirmación de que, pese a las deudas que no dejaron de tomar estos años para seguir invirtiendo, se acabaron los tiempos en que el PBI mejoraba hasta 10,6% (2010).
La salida que muchos esperan de China para reactivar la economía suena familiar en Argentina: una devaluación. En el caso chino no es sólo para mejorar las exportaciones, sino para frenar la pérdida de reservas: sólo en diciembre cayeron en más de 100 mil millones de dólares.
La decisión de la Reserva Federal de EE.UU. de subir la tasa de referencia en diciembre y el empeoramiento de las perspectivas económicas en China han provocado que muchos capitales en yuanes estén siendo convertidos a dólares en busca de mejores rendimientos fuera del país. Hasta ahora, para evitar la depreciación del yuan, el Banco Central de China mantuvo constante la oferta de divisas, pero dejará de hacerlo si pone en riesgo la credibilidad de sus reservas.
El problema de devaluar es el efecto recesivo sobre el mercado interno. Con una devaluación, los sueldos chinos volverían a perder el poder adquisitivo que ganaron en los últimos años y se debilitaría la demanda interna, el gran pilar del crecimiento que China aún no ha conseguido activar.
La debilidad de la demanda mundial del petróleo no es el único indicador de que las cosas van mal. El resto de commodities también cotizan en baja y las ganancias de las empresas estadounidenses empiezan a tambalearse.
La agencia de noticias financieras Bloomberg reportó esta semana un probable desplome de 7,2% en los beneficios de las compañías que integran el índice Standard & Poor’s. Si esto se confirma, la caída en las ganancias durante el cuarto trimestre de 2015 sería la mayor en 6 años, cuando la crisis financiera puso al mundo contra las cuerdas. Además de indicador del estado de la economía mundial, el petróleo funciona como una genuina fuente de ingresos para los países que lo producen. Entre los que tienen más razones para entristecerse por la baja de su precio figura Arabia Saudita. Con un déficit fiscal del 15% de su PBI, no puede darse el lujo de detener los bombeos y sentarse a esperar que suba el precio.
Por si eso no bastara, el acuerdo entre Washington y Teherán que permitió a Irán regresar al mercado internacional de hidrocarburos le resta peso político a Arabia Saudita y baja aún más el precio del crudo por exceso de oferta.
Hasta ahí, las razones para el pesimismo. Entre los optimistas, el columnista del diario The Wall Street Journal, Justin Lahart, apostaba ayer a que esta no es una crisis como la de 2008 porque los bancos y las familias estadounidenses han reducido en gran medida sus deudas: pasaron de representar el 130% de los ingresos familiares a fines de 2007 a significar un 103% el año pasado. Otro que salió a comparar fue George Soros, aunque menos optimista. El magnate húngaro que hizo una fortuna apostando contra la libra esterlina dijo que el ambiente financiero le recordaba al de 2008. ¿Pronóstico de analista o apuesta de un jugador? En los próximos meses se sabrá.
Asimismo, el Índice General de Precios (IGPA) bajó 1,50% a 17.297,23 puntos, mientras que las acciones negociadas sumaron 49.297 millones de pesos (unos 67 millones de dólares).
La debacle de las bolsas en China y la caída en los precios del petróleo dominaron una jornada marcada por pronunciadas caídas que se replicaron en la bolsa doméstica, que en la semana acumuló una baja de 2,09%.
Las alzas de la jornada estuvieron encabezadas por Ctisa (5,04%), CCU (2,26%) y ArtarChile (1,50%), mientras que las principales bajas fueron las de EWZ (-23,08%), Sonda (-5,81%) y Quinenco (-5,27%).
La Bolsa de Valores de Lima (BVL) presentó indicadores negativos al término de la sesión de hoy, con una baja cotización de las acciones industriales y de construcción, en un día donde las bolsas chinas volvieron a hacer noticias con una nueva caída, al igual que el precio del petróleo que cotizó por debajo de los 30 dólares.
El Índice General de la BVL, el más representativo de la bolsa local, presentó una baja de 0.67 por ciento al presentar 9,048 puntos.
El Índice Selectivo de la plaza bursátil limeña, que está conformado por las 15 acciones más negociadas en el mercado, retrocedió 1.51 por ciento al mostrar 224.61 puntos.
En la sesión de hoy el monto negociado en acciones se situó en 24.35 millones de soles en 286 operaciones de compra y venta.