RICARDO ALONSO
Los cielos actuales están llenos de objetos voladores no identificados.
Muchos de ellos son de naturaleza luminosa y se les ha dado en llamar OLNIS (objetos luminosos no identificados). Algunos son fenómenos naturales, tal el caso de estrellas fugaces, meteoritos, aerolitos u otros materiales de origen cósmico que entran a la atmósfera terrestre a grandes velocidades, generando fuentes pasajeras de luz, especialmente en los cielos nocturnos.
Luego hay toda clase de fenómenos lumínicos relacionados con la electricidad y el magnetismo atmosféricos, desde las aureolas boreales, pasando por rayos y centellas en sus diversas manifestaciones de forma e intensidad.
También otros fenómenos relacionados con la refracción y la reflexión en distintas capas de la atmósfera. Halos lumínicos solares y lunares, reflexión sobre nubes, nubes lenticulares, hielo y otros.
Formación de luces por eventos sísmicos, faroles, luz mala. Y por supuesto toda clase de ingenios creados por el hombre como satélites, aviones comerciales y de carga, aviones comunes, helicópteros, aviones militares, globos sonda meteorológicos, drones, entre muchos más.
De allí entonces que algo que no tenga una identificación clara y definida pasa a la categoría de OVNI.
Pero basta que se diga esta palabra para que inmediatamente el imaginario colectivo los asocie a naves extraterrestres tripuladas.
No conozco a nadie que no afirme haber visto alguna vez a un OVNI, y por supuesto, en algunos casos, tripulado por vaya a saber qué habitantes y de qué galaxia.
Con formas de platillos o cigarros, con ventanas o sin ellas, plateados o dorados, pequeños o gigantes.
Antes se creía en selenitas, marcianos y venusinos, como habitantes de la Luna, Marte y Venus respectivamente; pero las sondas de la NASA hace rato que los extinguieron al descubrir que esos planetas están vacíos de cualquier vida inteligente.
Entonces hay que salir a buscarlos en la galaxia y allí chocamos de frente con las distancias luz, donde no tiene cabida nuestra mísera ventana de espacio-tiempo.
Dentro de 100 años nadie va a creer en OVNIS, tal como hoy nadie cree en brujas volando sobre escobas. Carl Jung, entre otros, señala que en el siglo XX se dio una metamorfosis en donde se cambió a la escoba por la nave y a la bruja por los extraterrestres tripulantes.
Lo cierto es que la ciencia ha descartado hace largo rato la posibilidad de visitas de seres extraterrestres y de naves intergalácticas.
Cualquier científico que se anime a decir esto corre el riesgo de ser tildado de conspiraciones secretas, ocultamiento de pruebas, cómplice de los poderes mundiales, y otros calificativos por el estilo.
Hay toda clase de fenómenos lumínicos relacionados con la electricidad atmosférica, desde las aureolas boreales. Formación de luces por eventos sísmicos y luz mala. Y toda clase de ingenios creados por el hombre como satélites.
El OVNI autóctono
En esta nota vamos a describir un OVNI de verdad, que fuera observado en los cielos del Noroeste Argentino en 1825, y al cual los viajeros que lo observaron, no le encontraron ningún tipo de explicación. Téngase presente que para aquella época, primera mitad del siglo XIX, no volaba ningún objeto construido por el hombre, a excepción de globos aerostáticos, que aquí no vienen al caso.
Los testigos presenciales fueron el capitán Joseph Andrews y su equipo técnico minero que viajaban por el camino de postas entre Buenos Aires y Potosí.
Andrews era un marino inglés que había navegado los mares del mundo y contaba con una rica experiencia producto de sus estudios y aventuras. Era un hombre con grandes influencias personales y políticas, que tuvo trato deferente con Bolívar, Sucre, Alvear, O'Higgins, Pedro I de Brasil, y era amigo personal del General Miller. Andrews fue el último comandante del barco de la Compañía de las Indias HCS Windham, que fuera vendido al gobierno de Chile en 1818 y el cual, con el nombre de fragata Lautaro, se batió frente a Valparaíso contra la fragata española Venganza y el bergantín Pezuela.
Las memorias de Andrews fueron publicadas en Londres en 1827 y traducidas al español por Carlos Aldao en "La Cultura Argentina" (1920). El valioso relato está en las páginas 73 y 74. Era el 28 de junio de 1825.
Los viajeros llegaron a la posta de Tarija Pampa, cerca del límite de Córdoba y Santiago del Estero y se acostaron a la intemperie, dispuestos a dormir, cuando uno de ellos observó que la Luna salía más temprano.
La noche estaba oscura y según sus relojes faltaban aún tres horas para la salida de la Luna. Por figura y brillo semejaba el disco lunar el que de golpe desapareció y ello los llevó a reflexionar en las posibles causas. Pensaron que se tratase de la luz de algún rancho o de fogones lejanos de arrieros, lo que fue rápidamente descartado. En un descuido, la luz estaba nuevamente allí "pero alterada en figura y dirección".
El maestro de la posta lo atribuía al alma en pena de un muchacho que había sido asesinado por salteadores.
Discutían ahora sobre el fenómeno "cuando súbitamente cambió su forma de media luna en espléndida cruz, con un rápido movimiento lateral y rapidez de meteoro o exhalación". Ahora, dice Andrews, nos confundimos más que nunca.
El "pájaro fosforescente"
En eso estaban cuando llegaron los carteros que llevaban el correo de Salta a Buenos Aires. Interrogados sobre el fenómeno estos lo atribuyeron a un pájaro blanco que vive en esos bosques y que "su calidad luminosa de noche provenía de una cresta o dureza luciente en la corona de la cabeza, que reflejaba luz fosforescente sobre el plumaje blanco del cuerpo".
Con respecto a este supuesto pájaro de la cripto-ornitología se cuenta con el comentario de Elena Perilli de Colombres Garmendia.
En su libro "El cura Miguel Martín Laguna (1762-1828)", Fundación Miguel Lillo, en la página 53, se lee al cura que dice: "A nuestras gentes y a las de Santiago oigo hablar de un ave, que llaman ninagüiro.
Esta dicen que arroja tanta luz, que parecen llamaradas. Nadie la ha visto, y porque de noche ven mudarse estas luces de un lugar a otro, ya aparecerse, ya perderse, han juzgado que es ave que bajo de las alas tiene esta fosfórica materia; este es solamente juicio, que no sale de los términos de posibilidad'.
Andrews analiza y discute la teoría del "Pájaro Blanco", como la más racional para explicar lo que vio él y su grupo.
La descripción es absolutamente compatible con otros fenómenos modernos que han sido atribuidos a OVNIS, esto es el disco luminoso, los cambios de forma, los giros y cambios bruscos en el ángulo de la trayectoria, y la gran velocidad desplegada en forma lateral.
En definitiva es la perfecta descripción de un OVNI, casi un siglo y medio antes de que se comenzara a hablar de este fenómeno.
La pregunta sigue pendiente: ¿Qué fue lo que realmente vio Andrews en 1825?.
*Geológo