La caída de los precios del níquel, el tren de Fenoco y licencias para nuevas minas, los sucesos del año.
Este año el mercado le trajo al sector minero tanto noticias positivas como negativas.
Por un lado, el tren de Fenoco, que transporta la mitad de la producción de carbón del país, estuvo suspendido durante nueve meses del año en el horario nocturno, lo que generó un impacto en las exportaciones y en la producción del sector.
A esto se le suma la caída del precio del carbón, que aunque se ha desplomado a un ritmo menos drástico que el del petróleo, la magnitud del impacto tiene a las principales empresas mineras con fuertes proyectos de recortes de gastos, e incluso proyectos suspendidos.
El valor del níquel también puso en aprietos a Cerro Matoso, donde la disminución de la caja se cruza con conflictos laborales, aún sin resolver.
Por el lado del oro, no obstante, este año hubo dos buenas noticias para la industria. Proyectos que venían desarrollándose desde hace más de ocho años consiguieron licencia de construcción: Gramalote y San Ramón, ambos localizados en Antioquia.
En medio estas noticias, el reto que no se logró cumplir fue el de descongestionar la larga lista de solicitudes de títulos mineros, represada en la Agencia Nacional de Minería, donde hay más de 10.000 requerimientos aún sin respuesta.
El flagelo, hasta ahora incontrolable, de la minería ilegal sigue configurándose no solo en una de las mayores tragedias ambientales del país, sino como un serio problema para la seguridad pública.
El Gobierno ya lanzó un plan de choque para imponer medidas más duras y frenar esta actividad ilícita. Sin embargo, los resultados aún no están por verse.