JULIO BLANCK
En esta etapa, parecen ver a Scioli como aglutinador del peronismo que ahora quiere sacarse el tatuaje kirchnerista. Los diputados peronistas están dispuestos a rechazar la orden de reelegir a Juliana Di Tullio como jefa de bloque.
Cristina bajó la orden: Aníbal Fernández debía ser elegido para presidir la Auditoría General de la Nación, puesto que le corresponde al principal partido de oposición. Los gobernadores peronistas, convocados por Daniel Scioli en el Banco Provincia, se conjuraron el miércoles para desobecederla: definieron que diputados y senadores justicialistas voten para ese cargo a Eduardo Fellner, titular formal del PJ y derrotado gobernador saliente de Jujuy. En cuestión de días se verá si pasan de la promesa al hecho.
El mismo miércoles Cristina bajó otra orden: el Senado debía darle ingreso a los pliegos de sus dos candidatos a cubrir vacantes en la Corte Suprema y acelerar todo el proceso previo a su aprobación o rechazo en el recinto. Pero Miguel Pichetto le hizo ver a la Presidenta que ir más allá del ingreso de los pliegos suponía violentar el trámite parlamentario. “Vos fuiste senadora, sabés cómo es esto”, le habría dicho el jefe del bloque oficialista. Sólo se aprobó la entrada de las peticiones.
Los conatos de rebelión siguieron ayer en la Cámara de Diputados. Una larga decena de legisladores del Frente para la Victoria, entre los que había bonaerenses, riojanos, santafesinos, sanjuaninos y santiagueños, se resistió a levantar mansamente la mano para aprobar el centenar de proyectos que el Gobierno buscaba hacer votar, en la agonía de su condición mayoritaria y con el desalojo de Olivos a la vista porque allí debe entrar el nuevo inquilino. El incordio duró varias horas, hasta que se recompuso el quórum perdido.
“No vamos a votar cualquier cosa que nos manden”, dijo un vocero de ese grupo rebelde, entre los que hay muchísimos que todos estos años votaron cualquier cosa que les mandaron. Son las primeras escaramuzas de la guerra peronista que viene. Quizás a esto se le llame cambio de época.
Lo que empezó a desarrollarse, antes de lo esperado, es el proceso de reagrupamiento del peronismo oficialista. Después de doce años deobediencia debida a Néstor y Cristina, este peronismo empuja hacia la redefinición de su liderazgo e intenta transformarse en una oposición a Macri que ya no lleve el sello sectario, y ahora derrotado, del kirchnerismo.
El próximo entrevero puede hacer ruido. Los nuevos diputados peronistas que entrarán el 10 de diciembre, junto a los que permanecen en sus bancas y responden a gobernadores, referentes territoriales o sectores sindicales, están dispuestos a rechazar la orden de reelegir a Juliana Di Tullio como presidenta del bloque, tal como mandó votar Cristina. El candidato que tienen para reemplazarla es José Luis Gioja, que llega al Congreso desde la gobernación de San Juan habiendo asegurado el control de esa provincia en manos de su sucesor peronista.
“A nosotros no nos conduce Wado De Pedro”, estampa un diputado que asumirá en dos semanas y que trae la notoriedad de haber ocupado posiciones relevantes en el gobierno de Cristina. No es una cuestión personal con el secretario de la Presidencia y uno de los jefes de La Cámpora, que además es diputado electo y el cristinista de mejor relación con la estructura peronista. Sólo que De Pedro es el mensajero de las órdenes de Cristina. Y son amplia mayoría en el Congreso quienes parecen decididos a terminar de una vez con ese método cuartelero: subordinación y valor, sin debate ni derecho al pataleo.
La línea vertical de órdenes funcionó durante los largos años dorados de poder kirchnerista. Pero eso se terminó el domingo. Ni escasa diferencia como argumentó Cristina, ni casi un empate como pretendió Aníbal. Uno ganó y fue Macri. Los que perdieron, aún por muy poco, tienen que juntar sus cosas y desocupar hasta el último escritorio. Así es este negocio.
El primer atisbo de rebeldía lo había dado hace dos semanas Cristina Fiore, senadora de Salta alineada con el ascendente gobernador Juan Manuel Urtubey, que anunció que ya no volvería a cumplir órdenes de la Casa Rosada, cuando venía la aprobación de más funcionarios judiciales cercanos al Gobierno.
El segundo escalón fue más robusto: la reunión de gobernadores que Scioli convocó el miércoles y que tuvo asistencia peronista casi perfecta, de los que se van del sillón y de los que están llegando. Estuvieron, en lista incompleta, el salteño Urtubey, el fomoseño Insfrán, el sanjuanino Gioja, el chubutense Buzzi, el chaqueño Peppo, el misionero Closs, el tucumano Manzur, la fueguina Bertone, la catamarqueña Corpacci, el mendocino Pérez y el entrerriano Bordet. Faltó Alicia Kirchner, pero parecieron no extrañarla.
Allí los gobernadores comentaron un episodio en común: Aníbal Fernández los había llamado uno por uno recolectando apoyo para ir a la Auditoría, tal como indicaba Cristina. Quién mejor que Aníbal, habrá pensando la todavía Presidenta, para hacer de la revisión de las cuentas del actual Gobierno un trámite sencillo y sumario, y luego transformarse en feroz perro de pelea cuando tocara auscultar la gestión de Macri.
Al parecer los gobernadores, sin otra referencia que esa llamada audaz y hábil de Aníbal, le habían anticipado apoyo. El miércoles, cuando todos se juntaron, cambió la dirección del viento. Les dio un ataque de coraje y se juramentaron en favor del jujeño Fellner. Habrá que ver si a todos les dura la guapeza cuando Cristina apriete de verdad.
La incógnita sobrevoló esa misma noche, entre esos hombres entrenados en la sumisión a la Presidenta. Lo mismo corre para los dirigentes territoriales que participaron del encuentro, entre ellos el santafesino –y cada vez más escuchado– Omar Perotti, el titular de la ANSeS y diputado electo Diego Bossio, y el intendente saliente de La Matanza y titular del PJ bonaerense, Fernando Espinoza. Alguien, entre la concurrencia, trató de calmar la ansiedad: “Muchachos, tranquilos, ella no va a estar más en el sillón”. Le tienen pánico.
Un punto a observar es el papel de Scioli en lo que viene. A la luz de la escasa ventaja que terminó sacándole Macri, el peronismo parece haber revalorizado a su candidato. Le habían cuestionado mucho su capitulación frente al estilo kirchnerista expresado en la campaña del miedo, camino al balotaje. Pero como el resultado fue digno, ese cuestionamiento demostró tener más oportunismo que convicción. Ahora volvieron a quererlo, aunque no tanto como para aceptarle el papel de eje de la reorganización peronista que el propio Scioli ambicionaría. Algún intendente ya le propuso que se postule a presidir el peronismo bonaerense, para hacer base en un territorio propio.
La mayoría parece ver a Scioli en esta etapa como aglutinador del peronismo que ahora quiere sacarse de la piel el tatuaje kirchnerista. No le perdonarán jamás la derrota, lo único que el peronismo no perdona. Pero destacan su abierta postura para el traspaso en la Provincia con su sucesora María Eugenia Vidal, y su llamado a “darle tiempo” a Macriy a tener ante el nuevo presidente “colaboración y prudencia”. Fue un contraste nítido con la actitud miserable de la Presidenta y sus centuriones.
Esa es la tónica de la acción que pretenden llevar gobernadores y jefes legislativos, dirigentes de perfil alto como Florencio Randazzo y organizaciones sociales como el Movimiento Evita, en la relación con el nuevo oficialismo: colaboración indispensable y discurso crítico. Ser ellos, y no Cristina y el kirchnerismo, los interlocutores o contradictores del nuevo gobierno. Esto, al menos, mientras procesen su propia reorganización. Después competirán con ferocidad, como peronistas que son.
Y como hay peronistas que tienen muchos votos por afuera del tinglado oficial, ya empezaron los contactos para tentar una posible reunificación. Van a tener que tejer y destejer mucho para articularse con figuras muy fuertes como Sergio Massa y José Manuel de la Sota, pero se trabaja en esa línea. Están hablando todos con todos.
Que se apure Macri a encontrar la receta de gobierno que le funcione. Esta gente, cuando está fuera del poder, se pone insoportablemente inquieta.
MARCELO BONELLI
Panorama empresarial.Las dos primeras e impactantes medidas económicas del próximo gobierno serán una gran suba del mínimo no imponible y la liberación y unificación del tipo de cambio.
Mauricio Macri tomará una medida para mejorar el salario y hacer digerible el “sinceramiento” de la economía: producirá una fuerte reducción del impuesto a la ganancias que actualmente paga más de un millón de trabajadores.
En los documentos técnicos secretos que evalúa la “mesa chica” se incluye un aumento del mínimo no imponible superior al 100%. Esto haría que la nueva base imponible se ubique en una franja que oscilará entre 30.000 y 40.000 pesos. Así, solo pasarían a abonar el tributo al trabajo los empleados que ganen por encima de esos 30.000 a 40.000 pesos.
El paquete incluye una actualización automática, pero aún no está definido un punto clave: si se ajustarán los valores de las escalas, clavadas injustamente desde hace quince años.
La decisión forma parte de medidas para compensar el sinceramiento de las desequilibradas variables que el presidente electo hereda de Cristina.
Macri asume el jueves 10 de diciembre. El fin de semana del 12 y 13 de diciembre el equipo económico tomará la decisión final de liberar yunificar el mercado de cambios. Las nuevas reglas de juego entrarán en vigencia el lunes 14. El billete saltaría a una paridad similar al actual valor del dólar bolsa: entre 13 y 14 pesos, lo cual implicaría un alza del tipo de cambio del orden del 40 %.
La precisión de los números finales dependerá de una cuestión: la magnitud del zafarrancho que reciba el futuro presidente. Francisco Cabrera coordina –en secreto– la elaboración de un documento que precisará los enormes agujeros que deja Cristina Kirchner.
El equipo económico se lo entregará en breve a Macri. Por eso el paquete esta recién en elaboración y los ministros recibieron la orden de Marcos Peña de evitar las filtraciones. Alfonso Prat Gay ya negocia con las cerealeras y bancos una liquidación anticipada de dólares para fortalecer las reservas.
Tal como anticipó Clarín hace dos viernes, Prat Gay fue designado ministro de Hacienda. También se confirmaron otros adelantos de este diario: Rogelio Frigerio a Interior, Federico Sturzenegger en el BCRA, así como la división de Economía.
Macri fraccionó el Ministerio de Economía para evitar convivir con un “superministro.” También decidió que Frigerio integrará el gabinete económico y Carlos Melconián –desde el BNA– será un consultor permanente de la Casa Rosada. Francisco Cabrera también tendrá línea directa con Macri: será una suerte de coordinador del gabinete económico.
Prat Gay igual será un ministro clave: manejará la macroeconomía, controlará el presupuesto, armará el programa financiero y estará a cargo de la negociación con los fondos buitre.
Después de ganar la elección, Macri mantuvo una serie de reuniones privadas para designar al jefe del Palacio de Hacienda. Primero lo sondeó a Javier González Fraga. El economista era del gusto del nuevo presidente, pero su postulación generó cuestionamientos en la “mesa chica” del Pro. Fue ahí cuando se confirmó el nombramiento de Prat Gay.
Algo similar ocurre con el ministro de Trabajo. Macri habló el martes con José de la Sota y le notificó que iba a convocar a Jorge Lawson. Macri y Lawson desayunaron solos el miércoles.
Quedó claro que su convocatoria era una decisión del presidente electo y que la firma Arcor no había sugerido su nombre. Macri pretendía captarlo por su gestión en Córdoba y además porque daba la imagen que ingresaba al gobierno una figura de UNA.
Sergio Massa objetó la propuesta, pero De la Sota la apoyó de esta manera: “Sergio, es una convocatoria personal y no nos ponemos oponer ”.
En la reunión, Macri lo invitó a Lawson a llevar adelante una acción política clave: avanzar en un acuerdo social entre sindicatos y empresarios que permita darle gobernabilidad al plan económico.
Ayer la CGT de Córdoba avaló la designación de Lawson y contradijo las duras objeciones que hizo Hugo Moyano. El líder sindical estuvo en contacto con Macri. Pero la indefinición llevó a Lawson a la decisión que tomó ayer a la tarde: le trasmitió al futuro jefe de gabinete que se bajaba de la nominación y dejaba con las manos libres a Macri. Después de esto, Macri resolvió privilegiar la alianza con Moyano: anoche designó a Jorge Triaca en la cartera laboral.
El episodio fue seguido de cerca por el movimiento empresario y los inversores del exterior. La cúpula de la UIA se sintió defraudada por esta resolución.
Los informes reservados de Wall Street son coincidentes. Los “memos” del JP Morgan, el Barclays y el Deutsche Bank sostienen:
– El triunfo de Macri genera expectativa positiva y creen que el gabinete es solvente, aunque demasiado técnico.
– Pero aún tienen dudas sobre el armado político y la gobernabilidad.
José Aranguren recibió de esos bancos de inversión una sugerencia: para que haya inversión petrolera, es necesario un replanteo total de la legislación energética.
Aranguren quieren designar a Daniel Montamat como su mano derecha. Ambos no comulgan con Miguel Galuccio.
El jefe de YPF le pidió a Macri permanecer en una transición hasta marzo, cuando se haga la próxima asamblea de la compañía. Galuccio quiere utilizar este plazo para emprolijar contratos y decisiones poco trasparentes que adoptó y le generaron denuncias contra su gestión.
Los socios externos de la petrolera estatal avalan ese interinado porque temen que un cambio político en YPF active demandas de los fondos buitre contra la empresa.
Aranguren habría aceptado esas explicaciones, pero ya tomó una decisión política: hará una auditoría sobre cuestionada la gestión de Galuccio.