El cierre anticipado del yacimiento Bajo La Alumbrera es una de las peores noticias que podían recibir los catamarqueños en estas vísperas de elecciones, cuando todo indica que el viento de cola que sostuvo la actividad económica cambiará a viento en contra, para colmo tormentoso.
Los candidatos a la Presidencia recurren a eufemismos para no incurrir en la palabra maldita, pero las propuestas de ambos, expuestas por sus equipos hasta que los asesores de campaña ordenaron callar, son matices de un ajuste que parece inevitable.
Al menos en lo inmediato, puede anticiparse que mermará la inversión pública y se reducirá el poder adquisitivo de los salarios, panorama inquietante sobre el que se imprime la segura revisión de la política de retenciones a la exportación de soja, de las cuales las provincias reciben un 30% del que derivan a su vez una porción a los municipios, y el determinante potencial de presión que tiene la provincia de Buenos Aires para disputarle tajadas del presupuesto nacional al resto de los distritos.
La retirada de Minera Alumbrera un año antes de lo previsto no podía ser menos oportuna. A las restricciones generales de la economía, Catamarca sumará la desaparición de los ingresos provenientes de la minería.
Es gravísimo. El Estado y la sociedad catamarqueña son minero-dependientes. En tres lustros han sido incapaces de siquiera comenzar a sentar bases para el desarrollo de actividades productivas que pudieran atenuar la restricción de los ingresos mineros. Por el contrario, y como se lo ha consignado en innumerables oportunidades, la renta minera se derivó irresponsablemente a la exacerbación de los gastos corrientes de la administración pública, que ahora habrá que ver cómo se cubren, cuando no se escurrió en los resumideros de la corrupción.
Como un adicto al que se le retira abruptamente la droga, la Provincia comenzará a padecer el síndrome de abstinencia.
No es inocente la comunidad provinciana que toleró y avaló la política adoptada durante los gobiernos de Eduardo Brizuela del Moral para el uso de los fondos mineros.
Como se informó oportunamente, en base a un informe presentado por los contadores Marcelo Ponzo Florimonte y Juan Cruz Miranda en unas jornadas nacionales del Sector Público, entre 2006 y 2010 el erario catamarqueño embolsó el equivalente hoy a más de 10 mil millones de pesos en concepto de regalías y utilidades de Bajo La Alumbrera.
Al tratarse de fondos provistos por la extracción de recursos no renovables, parecía obvio que por lo menos una parte debía destinarse a inversiones tendientes a fomentar actividades cuyos rendimientos permitieran compensar el impacto de la indefectible desaparición que se produciría una vez que el yacimiento se agotara o clausurara. Recorrer los archivos periodísticos entre 2007, cuando Bajo La Alumbrera se puso en marcha, y la fecha resulta instructivo: pocos asuntos demandaron tanta insistencia como el de la necesidad de instrumentar mecanismos dirigidos a que la fortuna erogada por la minería preparara el terreno para el día en que la minería dejara de ser.
Pues bien, tal día llega y encuentra a Catamarca no sólo significativamente acotada en sus márgenes de maniobra para soportar el ajuste que se avecina, sino también carente de alternativas para financiar su gasto público sin minería.
Es el legado de Brizuela del Moral. Muy lejos de promover el desarrollo genuino, la renta minera fondeó el paroxismo de designaciones y los contratos precarios en la administración pública, obras faraónicas de nula rentabilidad social y corruptelas estructurales, en un esquema que hermanó al Gobierno provincial con los municipales.
Basta cotejar la evolución de la renta minera con la de los planteles de la administración y el gasto público para constatar un correlato que adquiere valor de prueba. En paralelo, se derrumbaron las incipientes agroganadería, agroindustria e industria.
El lamentable papel jugado por la administración Brizuela del Moral durante los años más florecientes de la megaminería encastró a partir de 2011 con las desastrosas políticas asumidas por el Gobierno en curso, que en lugar de revertir la concepción de sus antecesores perfeccionó el método clientelar y corrupto, con el encumbramiento de actores que dedicaron y dedican sus desvelos más empeñosos a la concreción de negocios particulares y la creación de empresas-sello que tanto sirven para fraudulentas maniobras publicitarias como para colocar en puestos bien remunerados a amigos, parientes, entenados y afectos.
Catamarca Minera y Energética Sociedad del Estado (CAMYEN) emerge como el paradigma de este diseño de gestión suicida. A través de ella, el Gobierno de Catamarca colocó las negociaciones con los inversores privados del yacimiento Agua Rica, postulado como el reemplazo de Bajo La Alumbrera, en manos de personajes incompetentes y excesivamente permeables a las tentaciones, que bastardearon todo el proceso.
Con la noticia del cierre de Bajo La Alumbrera confirmada, el peso de la decisión política de consagrar a improvisados en el área minera cae con toda su aplastante contundencia: Yamana Gold y sus socios en Minera Agua Rica obtuvieron en las tratativas el tiempo para tener pisada Agua Rica a cambio de monedas y derechos adquiridos por un contrato firmado con CAMYEN. La multinacional ni siquiera renunció a sus reclamos judiciales por los derechos sobre minas en el área de Cerro Atajo, como habían anunciado con grandes fanfarrias las usinas oficiales.
La provincia de Catamarca y los catamarqueños, en cambio, se quedan sin producción minera y con un enorme agujero en su economía por la evaporación de la millonaria renta proveniente de la actividad.
El sueño minero amasado durante décadas se revela al fin como pesadilla. Puede Catamarca, de todas maneras, envanecerse por la consistencia de sus políticas y la coherencia de sus políticos en cuanto hace a la incompetencia y la venalidad. Dilapidada la renta minera con más tuétano por la última gestión radical, los sucesores se abstuvieron, enfáticamente, diría Borges, de revertir el desatino y dieron continuidad al fraude. Algunas prosperidades particulares habrán alumbrado en el ínterin; a los catamarqueños ayunos de privilegios les queda el saldo de un gigantesco fracaso.