Para evitar una gran devaluación del dólar es crucial detener la desenfrenada emisión de pesos, denunció el Instituto para el Desarrollo Social Argentino. Esto sólo es posible reduciendo el gasto público, donde un componente clave son los subsidios económicos. Por eso, los principales desafíos para el próximo gobierno no pasan por replantear la política cambiaria ni por desarticular el cepo sino por actualizar las tarifas de los servicios públicos y reducir el déficit de las empresas del Estado. El tema es muy importante cuando al frente del presidente del Banco Central sigue Alejandro Vanoli, quien tiene un perverso enfoque sobre el tema, a favor de la inflación creciente, y totalmente contraria a formas prudentes de gestión de la política monetaria.
"(...) La principal fuente de emisión de dinero es el déficit fiscal. Como no hay margen para seguir aumentando los impuestos y las posibilidades de acceder a endeudamiento público es limitada, resulta ineludible bajar el gasto público. (...)".
(Idesa). A medida que se aproxima el cambio de gobierno aumenta la ansiedad por dilucidar qué puede llegar a ocurrir con la cotización del dólar. Para un grupo reducido de personas se trata de un interés especulativo, en el sentido de que acertando en los pronósticos pueden obtener ganancias financieras. Pero para la mayoría el tema es relevante porque la cotización del dólar tiene alta incidencia en el resto de los precios de la economía y, por esa vía, en el bienestar de la población. Incluso, como lo demuestran experiencias pasadas, los niveles de pobreza son muy sensibles a lo que ocurra en el mercado cambiario.
El abordaje del tema en la campaña electoral es acorde a la sensibilidad que genera. Procurando generar optimismo se ilusiona con la posibilidad de una importante entrada de divisas cuando, por la reducción de las retenciones a las exportaciones y la desarticulación del cepo cambiario, los productores se decidan a liquidar sus exportaciones retenidas y la mayor confianza induzca un masivo ingreso de capitales desde exterior.
Aunque la atención está en el mercado cambiario es aconsejable mirar también la emisión monetaria. En este sentido, los datos oficiales señalan que:
> En el año 2010 la bas monetaria, es decir la cantidad de pesos emitidos por el Banco Central, ascendía a $160 mil millones.
> A noviembre del 2015, la cantidad de pesos emitidos asciende a $570 mil millones.
> Es decir, en los últimos 5 años se emitió a razón de $230 millones por día.
Estos datos muestran la enorme emisión de pesos que se viene haciendo en los últimos años. Para tener un punto de referencia, mientras que el PBI –es decir, la cantidad total de bienes y servicios que genera el país– creció a razón del 2,5% anual en los últimos cinco años, la expansión de pesos emitidos lo hizo a razón del 29% por año. Es decir, desde el año 2010 la cantidad de dinero emitida creció 10 veces más que la producción.
Semejante exceso monetario impacta sobre todos los precios, incluido el dólar. Ante las crecientes presiones inflacionarias, el principal paliativo al que apela el gobierno son los controles cambiarios. En esta dirección, se limita la venta de dólares a ahorristas, se controlan las importaciones y se prohíbe el envío de utilidades al exterior. Las consecuencias son los procesos productivos trabados por falta de insumos y equipos importados, las reservas del Banco Central cayendo sin freno y las inversiones estancadas afectando la competitividad de toda la economía.
En la campaña electoral pululan las ambigüedades y los planteos oportunistas. Pero a partir del 10 de diciembre no hay otro camino que un cambio de estrategia. La cuestión más importante y compleja no es cómo salir del cepo sino cómo detener la desenfrenada emisión de pesos. Teniendo bajo control la expansión monetaria, la tranquilidad al mercado cambiario es una cuestión relativamente simple de resolver.
La principal fuente de emisión de dinero es el déficit fiscal. Como no hay margen para seguir aumentando los impuestos y las posibilidades de acceder a endeudamiento público es limitada, resulta ineludible bajar el gasto público. Para ello, se puede reducir el empleo público redundante, combatir la corrupción y modernizar la gestión del Estado. Pero un paso clave es reducir los subsidios económicos no estratégicos. Esto requiere regularizar las tarifas de los servicios públicos y achicar el déficit de las empresas públicas.
Prometer que no habrá devaluación ni aumento de tarifas es faltar a la verdad. Para evitar la devaluación es clave que los precios de los servicios y las empresas públicas cubran sus costos para así dejar de emitir dinero a fin de compensar la diferencia. Con profesionalismo se puede minimizar el impacto social a través de tarifas sociales focalizadas en los hogares más pobres. Por el contrario, perseverar con los subsidios económicos es prolongar el descontrol monetario lo que preludia la próxima gran devaluación.
La crisis de las reservas entró en fase terminal. Así lo dejó a la vista el Banco Central (BCRA), al aplicar ayer otro drástico recorte al cupo de divisas autorizado para el pago automático de importaciones, que cayó de 75.000 a 50.000 dólares por operación y por día. El nuevo límite quedó fijado en un mínimo que representa la décima parte del nivel que por mayor cantidad de tiempo tuvo el cepo en sus cuatro años de vida.
Éste es el segundo ajuste que se aplica a ese tope en menos de un mes. El 27 de octubre, el BCRA lo había podado de US$ 150.000 (el valor que regía desde septiembre de 2014) a US$ 75.000. Pero como las cuentas no cierran, el presidente del organismo, Alejandro Vanoli, se vio forzado a rebajarlo más ayer y se lo comunicó a los importadores por mensaje de WhatsApp.
La cuotificación extrema es un intento desesperado de dosificar una sangría que, sólo en las últimas dos semanas, le hizo perder al BCRA US$ 1200 millones de las reservas por sus intervenciones en el mercado.
Vanoli procura acotar así el riesgo de que ese faltante llegue a un punto tal que obligue al Gobierno a hacer lo único que últimamente buscó evitar: ser quien aplique una nueva devaluación del peso.
La administración de Cristina Kirchner lleva 22 meses (tras el ajuste del dólar convalidado a fines de enero de 2014) esforzándose por dejarle esa tarea a quien la suceda, al punto de que no dudó en lanzar un nuevo ajuste en la economía, con tal de lograrlo.
El nuevo recorte al cupo tomó estatus oficial poco antes del mediodía, cuando el mercado ya era un hervidero porque quienes habían concurrido a primera hora a los bancos con declaraciones juradas de importación (DJAI) ya aprobadas, y por hasta US$ 75.000, se encontraron con que no les vendían los dólares para hacer el pago sin esgrimir siquiera motivo alguno y sin que, como fue común otras veces. les sugirieran fechas alternativas para cursar la operación.
Finalmente apareció la explicación oficial que, como ya se hizo norma últimamente, llegó a la mesa de operaciones de los bancos por WhatsApp.
Un rato más tarde la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA) se encargó de divulgar un nuevo alerta sobre la determinación oficial entre sus afiliados. "Esto no hace más que sumar más y más empresas a la legión de las que tienen problemas para girar divisas aunque cumplan con toda la normativa", dijo, casi resignado, su presidente, Diego Pérez Santisteban.
Para Miguel Ponce, director de la Fundación para el Comercio Exterior Siglo XXI, el nuevo mínimo coloca "técnicamente a muchas empresas en riesgo de caer en default comercial. Lo único que van a lograr con esto es que se generalicen aun más los amparos o que sean cada vez más las compañías que hagan contado con liqui", apuntó, en relación a las medidas judiciales que fuerzan al BCRA a entregarles los dólares a las empresas con DJAI ya validadas.
La mirada de Ponce es convalidada por varias empresas que operan comercio exterior. "Ya con el recorte de fines de octubre empezamos con dificultades. Ahora, el miedo es que nuestro proveedores decidan no mandar mercadería", cuenta Matías, que tiene una empresa mediana del rubro alimenticio y ahora teme que sus proveedores ya no le carguen más mercadería por la deuda que acumula. "Con US$ 150.000 por día nos venían bancando. Con US$ 75.000 llegamos a un límite y con US$ 50.000 estamos al borde del corte, porque ellos miran la tendencia y una empresa como la nuestra no tiene espaldas para aguantar la falta de producto", se queja.
Norberto Delfino, vicepresidente de la Cámara de Comercio Exterior de Córdoba, contó que las empresas más chicas, que demandan entre 5000 y 10.000 dólares diarios, no tuvieron aún inconvenientes. "Pero cuando las DJAI tienen un monto mayor comienzan las dificultades", señaló, lo que lo lleva a suponer que si esto se mantiene "habrá problemas en las líneas de producción".
Delfino es presidente de Servelec, una firma de 30 empleados que fabrica aparatos eléctricos y distribuidores de energía, y cuenta que su empresa tuvo "dificultades para hacerse de insumos importados en tiempo y forma. Aunque las DJAI se resuelvan, no es lo mismo que te lleguen dentro de tu programa de producción que dos meses después, porque eso impacta en tu rentabilidad", explica.
Los testimonios muestran que el cepo importador supone limitaciones concretas para la actividad, dado que el grueso de los insumos que ingresan forman parte del proceso productivo del campo y la industria o se usan para obras de infraestructura. Al agrandarse esas limitaciones, no debiera sorprender que se multipliquen los problemas. "Pero como la producción del mes ya está, será problema para otro", juzga Camilo Tiscornia, socio de C&T Asesores.
La poda, que afectará además a las agencias de turismo por paquetes de vuelos y hoteles en el extranjero, le permitió al BCRA reducir de US$ 140 millones a US$ 120 millones su pérdida por intervenciones de mercado respecto de hace una semana. Pero no detuvo la sangría de reservas contables, que anoche cerraron en US$ 26.103 millones tras otra merma de 88 millones aunque, mejor medidas (quitando los dólares prestados o de terceros) se acercan cada vez más a cero.