Silvia Naishtat
En el que fue un congreso de la industria del acero desangelado por culpa de una dura crisis, los dueños y altos ejecutivos de las siderúrgicas de América Latina esperaban ayer con ansiedad el discurso de Paolo Rocca. No eran los únicos. En primera fila había varios empresarios locales y entre ellos, los presidentes de la UIA, Adrián Kaufmann y de AEA, Jaime Campos.
Con un sector que de seguir así podría estar condenado a nuevas penurias, el presidente y CEO del grupo Techint, líder global en el negocio del acero y principal grupo económico de la Argentina, llamó a encontrar oportunidades. Su exposición fue sin papeles, con el tono de clase magistral. Fiel a su estilo, Rocca evitó dar rienda suelta a las palabras y apenas mencionó a la Argentina. Sin embargo, todo el tiempo se refirió a la realidad doméstica y regional.
Criticó el tipo de relación que se estableció con China. Y lo dijo en estos términos: “En 15 años China ha revolucionado la estructura de la economía mundial. Su participación en el PBI global aumentó del 3% al 16%, esto es un logro extraordinario. China representa hoy el 18% del comercio de manufacturas. Es un porcentaje enorme. Los países de América Latina se han beneficiado, pero también lo han hecho adoptando un modelo de crecimiento, que defino como un pacto con el diablo, que está basado sobre la exportación de productos primarios y de commodities hacia China, en la importación de productos industriales, en la captura por parte del Estado a través de retenciones y dividendos sobre compañías en distintas áreas y la carga impositiva creciente. Este pacto con el diablo, en definitiva, incrementa el peso del Estado y lo ha incrementado, a cambio de un descenso del rol de la iniciativa privada y de la industria. Para nosotros ha sido muy negativo y desfavorable un modelo de crecimiento que reduce el peso de la industria”.
Aquí otros de sus conceptos:
Los tiempos que vienen van a requerir absoluta competitividad de parte nuestra. Esto nos obliga a tomar un rol protagónico.
Estamos viendo un cambio radical en China. Todas las materias primas cayeron a niveles muy bajos. Nuestra industria está en una situación de dificultad muy grande, los precios del acero están deprimidos. Hubo una destrucción de valor impresionante. Y hubo fuerte desindustrialización como en Brasil. Argentina, con un comercio muy regulado, logró acotar esta desindustrialización, pero no pudo modernizar la estructura industrial.
Esta inserción de la región en las condiciones creadas por el crecimiento de China privilegia el consumo, la redistribución, el rol del Estado, pero lo privilegia a expensas del rol de la iniciativa privada.
En estos años hemos llegado a pensar que quien crea la riqueza es el Estado, pero la verdad es que quien crea la riqueza son los emprendedores, son los industriales, la infraestructura privada, los agricultores, los industriales, la actividad de servicios, que en realidad dan motor a la economía. El motor de la economía no es el Estado.
El gasto público en América Latina ha aumentado del 26% al 34% del PBI. En Argentina, del 22% a más del 40% casi duplicando el peso del Estado. ¿Dónde ha ido esta mayor captura de recursos por parte del Estado? La verdad es que uno no la ve en las inversiones”.