La primera dama Nadine Heredia reapareció la semana pasada en un intento deliberado de mostrar nuevos bríos en el mitin humalista por los 15 años del ‘locumbazo’, y su alocución pretendió ser –como en los viejos tiempos– enérgica e inspiradora. Esta actitud se contrapone con sus decaídas apariciones de la semana antepasada, cuando afirmó no tener nada que ver con la destitución de la exprocuradora Julia Príncipe y criticó en tono autovictimizante al Tribunal Constitucional por desestimar su habeas corpus. ¿Podemos esperar, entonces, un renovado activismo/protagonismo de la señora Heredia en los próximos meses? Y si es así, ¿qué impacto tendrá en la gobernabilidad?
En las semanas anteriores se había vivido cierta calma chicha, en mi opinión derivada de que el presidente Ollanta Humala y su esposa estaban demasiado concentrados en la defensa de esta última para gobernar, y habían delegado esa función (explícita o implícitamente) al premier Pedro Cateriano, de quien se puede ciertamente discrepar, pero a quien no se puede dejar de reconocer que tiene más decisión y claridad de objetivos que el primer mandatario (y al parecer, también que su esposa). Cuando los Humala vuelven al ruedo se vuelve a desatar la tormenta política, en parte porque desde hace tiempo –por ejemplo, con la crisis del exministro Daniel Figallo (SE 1450)– mezclan sus funciones de gobierno con su defensa personal. Y en esta ocasión ello generó un riesgo (es verdad que moderado) de censura al premier –y por consiguiente al gabinete– en una coyuntura en la que el Ejecutivo ya no cuenta con contrapesos (disolución constitucional del Parlamento) para enfrentarla.
En una situación como ésta, pues –y para responder la pregunta del primer párrafo–, el activismo de la primera dama es contraproducente para el gobierno. Su impopularidad es mayor que la del presidente. Los flancos que tiene abiertos son muchos y muy sensibles, políticamente hablando. Su habilidad política –incluso siendo superior a la de su marido– ha demostrado ser limitada. En un sesudo balance de la actividad de Heredia durante este gobierno en el semanario Hildebrandt en sus trece, Carlos León concluye que sus simpatizantes claramente la sobreestimaron. Se refiere, aunque no tan explícitamente, a sus simpatizantes de izquierda. Lo mismo es válido al otro lado, en la derecha y el empresariado: la sobreestimaron.
Es verdad que Nadine ha sido clave en desalentar toda clase de iniciativas imprudentes en el gobierno –no sólo económicas, sino también políticas–, pero eso no la hace infalible, ni mucho menos. Desaciertos como el despilfarro de la modernización de la refinería de Talara, o la maraña burocrática de regulaciones impuestas en los primeros tres años del gobierno (que después se han intentado desmantelar, es cierto) son la prueba. Y en lo político nada menos que la actual sensación general de desconcierto y desconfianza (con suspicacias como las derivadas de los ascensos militares que favorecen a la ‘promo’ del presidente).
Ese desgaste demuestra también algo que era previsible casi desde el comienzo (marzo 2012): “todo lo que ahora capitaliza la señora Heredia en popularidad lo absorberá en desgaste conforme avance el gobierno y caiga –como parece inevitable en el Perú– su aprobación”
¨Gonzalo Zegarra, director periodístico de Semana Económica y Perú Económico
