El Gobierno chileno presentará esta semana su presupuesto más austero de los últimos años, marcado por la pronunciada desaceleración de la economía y una fuerte presión en las arcas fiscales, un escenario que podría perjudicar el alcance de las reformas que impulsa el Ejecutivo.
A contrarreloj, el Gobierno afina los detalles del plan que entregará el miércoles al Congreso y que contendría una expansión del gasto público de entre 3,5 y 5,0 por ciento en 2016, según analistas y parlamentarios, cerca de la mitad del alza de 9,8 por ciento que fue aprobada para este año.
"Independiente de la cifra final, es evidente que será inferior a lo proyectado para este año. El espacio para el estímulo de la política fiscal se ha ido reduciendo muy significativamente", dijo Benjamín Sierra, economista de Scotiabank Chile.
El estímulo fiscal ha sido clave para impulsar la débil economía ante el enfriamiento de las inversiones y el consumo, con un crecimiento previsto de la actividad en un rango de 2,0 a 2,5 por ciento este año. De no ser por el gasto público, el crecimiento económico sería de 1,0 por ciento, dicen analistas.
Sin embargo, un prolongado desplome en el precio internacional del cobre - principal envío del país - y los efectos de la desaceleración han golpeado la billetera del fisco, lo que encendió las alarmas en el Ministerio de Hacienda ante la serie de "números en rojo" en los últimos años.
Chile culminó el 2014 con un saldo fiscal negativo del 1,6 por ciento y en el primer semestre de este año acumula un déficit del 0,3 por ciento, una situación que se vería exacerbada por los gastos extraordinarios tras varias catástrofes.
Este año, el país ha sido impactado por aluviones, incendios, erupciones volcánicas y recientemente por un terremoto y un tsunami que han implicado millonarios desembolsos.
REALISMO SIN RENUNCIA
Para afrontar el difícil panorama, el ministro de Hacienda chileno, Rodrigo Valdés, instaló la postura en el oficialismo de que hay que apretarse el cinturón por los menores ingresos del cobre y el flojo crecimiento económico, aunque sin comprometer la credibilidad y el programa de Gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
Valdés quiere imponer su sello de austeridad para enfrentar la desaceleración sin deteriorar más las cuentas fiscales y el balance estructural, cuya meta de llegar a un equilibrio hacia el 2018 se ve cada vez más lejana.
"Sostener este gran impulso fiscal (9,8 pct) no era lo correcto (...) Tampoco pensar en una restricción más alta pensando en un Banco Central que subirá próximamente sus tasas y el sector privado que no tiene atisbos de reaccionar", dijo Felipe Alarcón, economista de la correduría Euroamérica.
La esperada menor expansión del gasto en el proyecto de Presupuesto del 2016 no llega en el mejor momento para Bachelet, quien enfrenta un rechazo histórico en sus niveles de aprobación, en medio de dificultades en el avance de sus reformas en educación, laboral y salud.
La propia mandataria acuñó en las últimas semanas la consigna "realismo sin renuncia" para afrontar con una mayor gradualidad el desarrollo de sus reformas comprometidas.
"Aunque no renunciaremos a avanzar hacia el horizonte de las reformas, la gradualidad caracterizará nuestros próximos pasos. Vamos a priorizar nuestras acciones y adaptarlas a las factibilidades financieras y técnicas", explicó Bachelet en un foro durante su visita que realiza en Estados Unidos.
Así, los ejes del mayor gasto del 2016 se centrarían en financiar algunas de las reformas "políticamente prioritarias", junto con potenciar la inversión en infraestructura y vivienda, que es intensiva en mano de obra y apunta a abordar las emergencias por recientes catástrofes.