Ricardo Olivera- Gustavo Martínez Quiroga- Daniel Bosque.
Mining Press
Como marca la estadística cruel de la industria mundial, no solo minera, la mayor parte de los accidentes suceden los fines de semana. Por el relax propio de los operarios y directivos o porque los astros se alinean fatalmente para que las cosas fallen justo cuando la estructura tienden a descansar.
El domingo 13 quedará como una antes y un después, no sólo en la vida de Barrick en Argentina sino también para toda la minería en este país. Porque ya no puede hablar de accidentes con el temido cianuro en términos de hipótesis, sino que paso a integrar el listado de referencias locales y concretas.
Rápidos y prestos, los militantes de la antiminería salieron a hacer su septiembre con una alarma que la minera y la minería optaron por no contrarrestar con todos los datos en su haber. ¿Para qué ensayar tanto las crisis y desasnar al staff si cuando hay accidentes gana la timidez?
El accidente deja un par de lecciones: la excelencia se pone a prueba todos los días y como decía la mujer del Cesar "hay que ser pero también parecer”. Cuando pase el tiempo y se verifique que no hubo daño ambiental severo, Barrick y San Juan deberán hacer un inventario de los damnificados por el cianuro derramado. La lista no debería excluir a funcionarios, directivos y técnicos que minusvalidaron los alcances del hecho.
Radio Nacional
Viven haciendo cursos, seminarios y capacitaciones en comunicación. Incluso simulacros. Tienen protocolos para todo. Pero a la hora de los bifes, terminan mostrando la hilacha. ¿Qué pensaban? ¿Que iban a poder mantener el incidente en secreto? ¿Que no iba a trascender?
Sin duda, los responsables de decidir comunicar un derrame como el de domingo pasado, fallaron. Y la falla les costó pérdida de credibilidad y el tener que desmentir en un segundo comunicado, lo que habían afirmado en el primero. Lamentablemente al costo tendremos que pagarlo todos los sanjuaninos. Porque llevará tiempo y esfuerzo sacar el rótulo de "contaminado” a todo producto agrícola o turístico que se ofrezca desde ésta provincia, por más esfuerzo que se ponga en informar los detalles del " incidente” o la conformación de la cuenca hídrica provincial.
Creo que la empresa debió convocar a una inmediata conferencia de prensa, cubriendo con información oficial la incertidumbre generalizada de la población. Admitiendo con premura y responsabilidad la falla en algún tramo del proceso de producción. Aplacando con la verdad los temores derivados en versiones extraoficiales y hasta pretendidamente apocalípticas de algunos interesados más en dañar la imagen de un gobierno o de una actividad que de cuidar la vida y el medio ambiente.
En ese sentido, el poder político actuó con más sentido común y decidió "despegarse” de la incomunicación empresaria, forzando a la minera con una denuncia penal a admitir lo que hasta ese momento se negaba a admitir. Lo que no tenía que pasar, pasó. Y el silencio de tantas horas sólo empeoró los hechos.
Ricardo Olivera: "Comunicación en crisis”
FM Light
Un proceso de comunicación en crisis, como es el caso que nos ocupa, posee condiciones distintas a la comunicación habitual pero, no obstante, incluye conceptos muy cercanos al sentido común.
1- Así como se acude al médico o al psicólogo cuando se necesita ayuda siendo inconveniente administrar los remedios por uno mismo, en las crisis siempre es conveniente la asistencia externa. Por esa misma razón los abogados contratan a otro abogado cuando están en problemas.
2- Previo a cualquier palabra de la que no se vuelve hay que estudiar detalladamente, el problema en sí y el contexto en que se dará el proceso de comunicación. Por ejemplo, en este caso, el universo a recibir el mensaje está fuertemente contaminado por la circunstancia electoral. Un correcto estudio del contexto ayudará a la forma del mensaje.
3- Elegir el bien a proteger. Si era la población amenazada por un daño que pudiera ser irreparable, lo primero es proteger a la gente a cualquier costo, después se evaluará o se tratará de mantener otro tipo de daños bajo control. No parece que fuera este el caso. Los técnicos sabían que aun produciéndose un derrame gigantesco, la gente no correría peligro aguas abajo por la degradación del cianuro diluido a 150 partes por millón corriendo por centenas de kilómetros expuesto a la radiación y al oxígeno. Es lo que se había venido diciendo y enseñando. Y es la verdad.
4- De ahí entonces que el bien a proteger pasaba a ser otro, la actividad de la industria, el empleo de las 3.000 personas que no conseguirán reemplazar su trabajo, la facturación de los proveedores muchos de los cuales hicieron inversiones pensando en contratos estables de largo plazo, el prestigio ganado como provincia minera etc.
5- Identificado el bien a proteger, es necesaria una comunicación unívoca y centralizada. Aquí pareciera que no fue una cosa ni la otra. ¿Motivo? El punto 1. Quien está en medio del problema se aturde y no piensa con claridad. Parece fácil, pero le pasó al gobierno nacional con el caso Nisman. En tres días habían afirmado cosas contradictorias los más altos funcionarios. Se entiende que no es porque no conozcan estos procesos. Hay que resistir la tentación de hablar de más.
6- Resueltas estas cuestiones, cabe al comunicador institucional tres opciones que son antiguas, conocidas y se aplican siempre: la verdad, la mentira o el silencio. No es una cuestión de moral porque, como enseñó Maquiavello, quien ocupa el lugar del príncipe tiene responsabilidades que no son equiparables a las de la gente común. No siempre gusta a la gente que le digan la verdad. Lo vemos a diario. Se vive mucho de ilusiones que también son motor de una economía.
7- La verdad os hará libres, la mentira corroe la conciencia y el silencio genera angustia, pero los tres son instrumentos indiscutibles. Ahora bien, cualquiera que se elija debe ser gestionado con coherencia y por todas las partes involucradas. Para eso se requiere el último punto.
8- Liderazgo. El comunicador debe ser creíble y para ello haberse provisto de manera previa y externa de esa credibilidad que no se confiere uno a sí mismo. Esa virtud disciplina hacia abajo y permite que el proceso fluya en el sentido deseado. Queda para los lectores el análisis de qué papel le cupo a cada cual en el problema.
El derrame de cianuro es un espectro que sobrevuela a los pobladores de los departamentos de Iglesia y Jáchal en el norte de San Juan. La única forma que tienen los pobladores de enterarse de lo que pasa es la radio. Y por ese medio algunos dicen que el cianuro no está en el agua, que no existe, que ya se fue. Otros piden que tengan precaución, que se duchen con agua helada, que no tomen de la canilla de sus casas. En el medio, está la gente, que ya no confía en nadie.
El mensaje de WhatsApp que empezó el alerta llegó unas horas después del derrame reconocido por la Barrick Gold. Lo mandó uno de los obreros que trabaja en Veladero, en la mina de oro y plata a cielo abierto, a 4000 metros de altura, en la montaña sanjuanina. Le avisó a su familia: "No tomen agua, hubo un derrame de cianuro". Y pidió que alerten a los vecinos. Así, los mensajes fueron llegando el mismo domingo del incidente y el lunes a la madrugada. Los teléfonos de Jáchal e Iglesia sonaban: a las tres de la mañana, a las cinco, a las diez.
Tres días después, el Concejo Deliberante declaraba la emergencia ambiental, social, sanitaria, educativa y laboral. El mismo día, el Ministerio de Minería anunciaba que "los valores de cianuro obtenidos durante el monitoreo de las cuencas del área de influencia directa e indirecta del Proyecto Veladero tomados el día 16 de septiembre por el método colorímetro resultaron negativos".
Dos días después, el juez Pablo Oritja, junto con dos fiscales, allanaba la mina y secuestraba la válvula del conflicto para peritarla. En ese momento, los vecinos recibían camiones con agua embotellada en sus pueblos.
Miguel Giménez Zapiola habla por teléfono a 1400 km de distancia, desde su oficina de Buenos Aires, y dice: "El cianuro, claro, es una sustancia peligrosa, sólo el nombre despierta escozor". Él es el director de Asuntos Corporativos de Barrick Gold Argentina. Y sigue: "Pero es peligrosa dependiendo de cómo se utilice y de los concentrados. En la solución que usa Veladero la proporción de cianuro es del 0,05%: es como disolver una pizca de sal en un litro de agua".
[Antes del martes pasado, cuando ya todos los valores de presencia de cianuro en los ríos dieron cero], encontramos vestigios en el río Potrerillos, cerca de la mina, y tuvimos tenues lecturas en una traza cercana al río Blanco. Siempre en valores que no ponen en riesgo la vida de las personas", reconoce Giménez Zapiola.
En un comunicado emitido ayer, Barrick Gold dijo: "La compañía confirma que desde el martes 15 de septiembre del corriente todas las mediciones ratifican que no existe presencia de solución cianurada en ninguno de los cursos de agua de las cuencas hídricas desde la mina Veladero hasta la localidad de Jáchal. No hay motivo alguno que haga suponer que puedan registrarse variaciones de estos resultados, a pesar de lo cual se seguirá de manera preventiva monitoreando exhaustivamente toda el área de influencia".
Anteayer, cuando el pueblo de Jáchal se preparaba para manifestarse otra vez, los voceros de Barrick Gold aún no podían confirmar cuántos litros de solución cianurada se habían derramado desde la válvula que falló en Veladero. Primero se había hablado de 15.000 litros. El jueves, la minera dijo que fueron 224.000 litros. "Confirmo que hubo un accidente, el cual por supuesto lamentamos muchísimo", dice Giménez Zapiola. Y explica que fue una falla en una válvula de la cañería que transporta solución cianurada en el valle de lixiviación. Las razones todavía no las puede saber.
El mismo día que lo dice, María Inés y Estela van a buscar agua a la Unión Vecinal de Villa Mercedes, pueblo de 800 habitantes en el departamento de Jáchal. Esperan en la fila que, a cada minuto, se hace más larga. Una fila donde todo es incertidumbre. "Si el agua está bien y se puede tomar, ¿entonces por qué nos traen estas botellas?", dice María Inés Pérez. Tiene 52 años, vive con tres de sus hijos y sufre de hipertensión. Su nuera, Estela Páez, tiene 28 años, dos hijos chicos y trabaja limpiando casas.
A ellas, como a la mayoría de los habitantes de su pueblo, les llegó el mensaje. Ese que decía que el agua podía tener cianuro. Ese que se hizo viral en todos los teléfonos con Internet de los departamentos de Jáchal e Iglesia. Y esta fila que espera el agua, y muchas filas más en los pueblos cercanos, se preguntan lo mismo: ¿Qué habría pasado si nadie mandaba ese mensaje? ¿Nunca se iban a enterar de que tienen cianuro en el agua?
Cuando se instaló la mina, en 2005, hubo un grupo que se opuso, que creyó que no era una buena idea que una empresa extranjera explotara su tierra, que podía traer consecuencias. Pero no tuvieron la fuerza suficiente. Además, Barrick les daba seguridades laborales que hasta ese momento no tenía la gente de un pueblo que vivía del cultivo de la cebolla.
El primer día de la repartición de agua también hubo una marcha. El objetivo: pedir que se deje de explotar en Veladero, pero que la empresa no se vaya, que se quede a remediar lo que hizo. "La sed de oro nos dejó sin agua", dice el cartel que sostiene una mujer. Suena el himno nacional y la gente lo canta con entusiasmo. Se saben solos en una lucha contra un gigante, pero se tienen fe.
Entre la multitud está Enrique Marín. Su nombre apareció el lunes pasado en el despacho del juez Pablo Oritja. Después de enterarse del derrame por WhatsApp, Marín decidió presentar una acción de amparo individual para que el magistrado actuara rápido. A las tres horas, Oritja ya le había respondido: iba a hacer lugar a su reclamo por considerar que podía llegar a estar en riesgo la salud humana.
Anteayer, el juez Pablo Oritja, dos fiscales, un veterinario y un ingeniero en Minas de la Universidad Nacional de Cuyo recorrieron la mina. A cada paso que daban, a su lado estaban los directivos y abogados de la mina.
"Se ha citado a 15 personas a declarar a partir del martes para determinar la responsabilidad en el accidente, que al principio parecería que sí la hubo; habría una negligencia en el manejo de la seguridad en el valle de lixiviación", explicó el juez a LA NACION, ya debajo de la montaña. Según el Diario de Cuyo, el ambiente estaba tranquilo. El juez no sintió lo mismo: "Había mucha tensión, de los directivos y de los empleados", dijo.
En el camino, el jefe de la policía minera tomó agua de un río frente al juez para demostrarle que no hay contaminación. Con los análisis que le proveyeron, Oritja ya considera que el agua es potable, pero piensa seguir con un monitoreo de toda la cuenca al menos por 30 días más "para agotar todos los medios de seguridad y dar tranquilidad a la gente".
Jorge Millón, subsecretario de Recursos Hídricos y Energéticos de San Juan, dice que ya comunicó a las juntas de riego de Jáchal e Iglesia que las muestras que tomaron no marcan presencia de cianuro en el agua que se utiliza para regar los cultivos. Aclara que él habla sólo por el agua para el sistema de riego, no de la que la gente puede llegar a tomar.
De esa agua se encarga Cristian Andino, presidente de OSSE (Obras Sanitarias Sociedad del Estado). A él, el jueves, la asamblea de Jáchal le hizo firmar un acta en la que constaba que se comprometía a llevar adelante un plan de monitoreo permanente que incluyera, además de cianuro, mercurio, manganeso y plomo. El gobierno provincial le pidió a la ONU que también hiciera análisis en Veladero. El organismo, que ya monitorea tres minas sanjuaninas, sumará sus estudios a la investigación judicial.
Ahora se terminan los cinco días en los que el juez ordenó que se suspendiera la actividad en el valle de lixiviación, se termina la orden de mandar agua embotellada a los pueblos de Iglesia y Jáchal, pero lo que no se termina es la incertidumbre tras tantas idas y vueltas en los comunicados del gobierno y de la empresa: que no tomen agua por precaución, aunque igual no hay cianuro, que en realidad hay muy poco pero no es perjudicial para la salud. Las autoridades provinciales y Barrick Gold no dudan de que el agua ya es apta para el consumo, pero los pobladores están más encendidos que nunca. Muchos temen que la mina contamine a largo plazo, que lo esté haciendo ahora y ellos no se puedan dar cuenta, y que sólo lo lleguen a saber sus hijos o nietos, que se empiecen a enfermar y tengan que escaparse de un pueblo fantasma.
Ya pasó una semana desde que se conoció la noticia a través de un mensaje de WhatsApp de un obrero de la mina sanjuanina
El derrame. A las 10 de la mañana, en la mina de Veladero descubrieron que había una fuga de solución cianurada. El mensaje de un obrero habló de 15.000 litros.
No tomar agua. El gobierno de San Juan impulsó una denuncia penal para investigar el incidente. Solicitó, además, limitar el consumo de agua en la zona.
Miércoles
Suspensión. El juez provincial Pablo Oritja ordenó suspender la actividad en la mina por cinco días, y ordenó la entrega de agua envasada a los pobladores.
Muchos más litros. Barrick Gold informó que, en el derrame ocurrido el domingo, se vertieron 224.000 litros de solución cianurada durante 1 hora, 45 minutos.
Por la radio, Marcelo Lequitai se enteró el domingo 13, bien entrada la noche, que en la mina que está detrás de las montañas que ve desde su casa, hubo un derrame de cianuro y dejó de darle agua a sus siete hijos. Al otro día, fue al pueblo a comprar botellas de agua mineral y siguió las noticias. “Que hay contaminación, que no”, decía el viernes pasado
Cinco días después, en esta zona de San Juan, a doscientos kilómetros de la capital, poco se sabía sobre lo que realmente había ocurrido. “Es un lugar hermoso”, decía Lequitai frente a su rancho de adobe, bajo, con un árbol achaparrado de buena sombra, unos fardos de pasto entre las flores y la huerta. “Pero no sé qué hacer. Tengo plantada una hectárea y media de cebollas que es mi fuente de ingreso, y si el agua está contaminada, ¿qué hago? ¿qué hago con mis animales? ¿Con los tomates que están creciendo bien?”.
Marcelo Lequitai tiene 38 años y vive a veinte kilómetros de Jáchal, la ciudad que el domingo se enteró del derrame de agua cianurada por una cadena de Whatsapp.
Un operario de la mina de oro -explotada desde hace diez años por la empresa canadiense Barrick Gold-, envió un mensaje a su familia desde el complejo a 4.200 metros de altura para contarles que había una perdida de cianuro y les pidió que no usaran el agua. A las diez y media de la noche de ese día, la plaza central se empezó a llenar de gente. Los negocios no paraban de vender agua. A las cuatro de la madrugada el agua se agotó. “Se llevaron hasta la soda”, contó la dueña del supermercado en diagonal a la municipalidad. Un grupo de vecinos fue a buscar al intendente. El funcionario hizo un par de llamadas y confirmó la noticia. Se habían derramado 15.000 litros de agua con cianuro. Decidió formar un comité de crisis con algunos vecinos.
“No sabíamos qué hacer. Yo no bañé a mis hijas. Apenas le limpiaba las manos”, contaba la empleada de un hotel. Desde el comité salieron a tomar muestras. Habían llamado al laboratorio de la Universidad de Cuyo, porque no confiaban en los locales. Sacaron pruebas en el río Jáchal y sus afluentes y en agua que consume la gente.
Saúl Zeballos recorrió la cuenca del río Jáchal con los peritos del laboratorio. Las primeras muestras, dice, dieron negativas al cianuro. “Pero falta analizar qué pasó en caso de que el cianuro se haya volcado en la tierra y desencadenado el proceso de separación de los metales pesados y estos se filtraron a las napas”, explicaba.
Zeballos es uno de los pioneros de la lucha contra la minera a cielo abierto. Comenzó en 2004 cuando unos 350 vecinos firmaron un petitorio para el gobernador José Luis Gioja, preocupados por el uso del agua como principal insumo de esta actividad. Gioja, que gobierna la provincia desde hace 12 años, les escribió una carta a cada uno de los que habían firmado el petitorio. Les dijo que se quedaran tranquilos; ningún curso de agua se iba a contaminar, y menos se quedarían sin agua.
“Parece que no fue así. Muchos pensábamos que el problema lo íbamos a tener cuando la Barrick se vaya y deje los residuos en lo alto de la montaña, en una zona con vientos y grandes tormentas, y sin control. Creíamos que los derrames y la contaminación se iban a producir en el futuro. No ahora”, dice Zeballos.
El lunes 14, en un comunicado de veinte líneas, Barrick Gold informó que “ante una serie de versiones infundadas” no hubo contaminación en los ríos que corren en la cuenca del río Jáchal. En el mismo texto confirmó que hubo una “rotura de una cañería que conduce solución cianurada, desde la planta de procesos hacia el valle de lixiviación”; que la mina seguía funcionando y no había peligro para los trabajadores y la comunidad. Esa mañana, la misma empresa había repartido botellas de agua mineral entre los pobladores que viven en la precordillera cercana a la mina. La acción despertó aún más temor entre los habitante de Jáchal, unas 22.000 personas entre el casco urbano y la zona rural.
El gobernador Gioja les habló a través de los medios de la capital provincial. “La gente tenga absoluta tranquilidad porque fue una contingencia que está totalmente controlada”, dijo en su declaración. Al otro día, su gobierno demandó penalmente a la empresa minera.
La Asamblea “Jáchal no se toca” ya se había declarado en estado de emergencia: se reunía en la plaza, organizaba a los vecinos, las noticias se comentaban en las radios, en las calles. Enrique Marín cuenta que a esa altura “no podía más de la calentura, por eso busqué a un abogado para presentar un amparo contra la Barrick Gold, para que detenga sus operaciones. "El gobernador Gioja nos vendió por un par de monedas de oro”.
Ante la ausencia de información científica, la gravedad del peligro, y por principio precautorio cuando está en posible riesgo la salud, el juez Pablo Oritja dio lugar a la medida pedida por Marín y ordenó suspender la actividad de la mina Veladero. El jueves 17 recorrió los casi doscientos kilómetros que separan al pueblo de la mina junto a un equipo de peritos y la Gendarmería. Se instaló en el complejo durante los días siguientes. Secuestró la válvula que falló y ordenó más medidas.
Según declaró ayer al diario de Cuyo, investiga un error de procedimiento, una supuesta falta de mantenimiento y error en el plan de contingencia de Barrick. La “rotura de la válvula es el hecho objetivo que genera el derrame” pero sostuvo que “el tema es por qué falló el plan de contingencia para que el cianuro no llegara al río. Ahí está donde ha habido, en principio, una negligencia humana” y apuntó a que una compuerta que debía estar cerrada aparentemente estaba abierta.
Ese jueves también hubo una presentación de la empresa minera al gobierno provincial. En ella admitía que se había derramado 224.000 litros de agua cianurada, casi 15 veces más de lo que se había informado cuatro días antes y que, en realidad, podrían ser más, porque la última revisión de la válvula había sido el sábado a las 18 y el problema se detectó a las diez de la mañana del domingo. La cantidad precisada en el informe fue desde que se descubrió la falla hasta las doce menos cuarto cuando se logró dominar la pérdida, es decir durante 1 hora y 45 minutos. Pero cuándo comenzó a fallar, no se podía determinar.
El domingo a las tres de la tarde, el gobernador y sus ministros sabían del incidente, pero no lo informaron a la población. Permitieron que el miedo creciera en Jáchal, cuando a la noche se supo la noticia. Recién el lunes 14 hablaron del incidente y dejaron claro que no había riesgos para la salud. La sucesión de contradicciones, no hizo más que aumentar más sospechas entre la gente. En la noche del jueves 17, en la plaza central de Jáchal, la gente pedía que fuera a Gioja. El terremoto en Chile provocó que el pueblo, con muchas casas de adobe, temblara por más de un minuto “como nunca”.
La mayoría pensó si el movimiento pudo haber causado otro derrame en la mina. La empresa informó que nada había sido afectado. El gobernador ofreció recibir a un grupo de vecinos. Esto despertó más el enojo. El viernes la marcha nocturna fue histórica: se calculaba que más de la mitad del pueblo estaba en la calle. Nunca antes la oposición a la mina había tenido tanta convocatoria.
“Perdimos tantas cosas, la dignidad también. Pero la podemos rescatar”, decía Adriana Palacio. “En la puerta de mi casa puse un cartel que dice: ‘El agua vale más que el oro’. Aquí se han vendido la gente por poco. Los políticos pensaron en su futuro al aceptar la minería a cielo abierto, pero no en el futuro de nosotros, de nuestros niños”.
“Lo que es importante aclarar contundentemente es que en ningún momento estuvo en riesgo las personas: ni los trabajadores ni la gente de las comunidades cercanas a Veladero. Las mediciones nunca fueron elevadas al punto de poner en riesgo su salud. En el caso del dique Cuesta del Viento y del Río Jáchal, las mediciones de cianuro siempre dieron cero. La pérdida no llegó a ellos. Las mediciones positivas las tuvimos en Potrerillos, arriba, cerca de la mina y nunca fueron índices que pudieran poner en riesgo a las personas. De todas formas, las mediciones de cianuro desde el martes hasta la fecha han dado negativas”, explicó a Clarín Miguel Giménez Zapiola, director de Asuntos Corporativos de Barrick Argentina (Ver No hubo riesgo...). Este diario también pidió una entrevista con el gobernador Gioja, quien se excusó por problemas de agenda.
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Viernes a las 10 de la mañana, del galpón municipal sale una chata celeste y blanca cargada con 218 packs de seis botellas de agua mineral de dos litros. Después de cinco días, es el primero que va a repartir agua. Se detiene en el barrio Malvinas, de 435 habitantes, a diez minutos del centro de Jáchal. Los vecinos lo ven venir y se acercan al Centro Vecinal. María de Figueiras lleva a su hijo de tres años alzado. “Nadie sabe qué pasa.
En el tiempo en que llegó la mina, en 2007, estábamos entre la espada y la pared porque no había trabajo. La empresa nos aseguraba que no iban a ocurrir este tipo de cosas. Era una oportunidad. Pero lo que no tenía que pasar pasó y tampoco hubo trabajo.Acá la mayoría vive de planes sociales o de la chacra que usa el agua, que puede estar contaminada. En la mina trabajan unas 30 personas del pueblo, nada más”, dice María.“Barrick paga en San Juan sólo US$ 1,7 por cada US$ 100 de minerales que extrae, lo que significa en conceptos de regalías un aporte de menos del 1% del presupuesto provincial.
El mito de la “prosperidad minera”, que esgrimen sus defensores, se ve desmentido por la propia realidad: en San Juan, la minería metalífera actualmente emplea solamente unas 2.500 personas en forma directa, menos del 1% del total del empleo de la provincia,”, explicó a Clarín Enrique Viale, de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.
María y sus vecinos tuvieron que volver a las dos de la tarde para buscar el agua. María Paz llegó con una carretilla, una bicicleta y sus tres nueras para acarrearla hasta su casa a tres cuadras. Le dieron dos litros por cada integrante de la familia y para tres días. “Si están seguros de que el agua no está contaminada no entiendo porqué nos reparten botellas. No quiero agua así, sino de la canilla, en mis acequias”