En el marco de una oferta excedente y con un futuro próximo en el que se espera que sigan los precios bajos, las empresas del petróleo modifican sus estructuras para encarar meses de incertidumbre
Adaptarse a las circunstancias. Esa es la máxima entre las petroleras en medio de una caída del precio del crudo que está siendo más prolongada de lo previsto. Hace poco más de un año, en junio de 2014, iniciaba un descenso desde los 115 dólares por barril y tocaba fondo en 42,69 dólares hacia finales de este agosto. Estas últimas semanas ronda los 48 dólares de media. Unos valores que han impactado de lleno en el conjunto de las grandes petroleras.
El llamado grupo de las Big Oil, que engloba a Chevron, Exxon Mobil, Total, BP y Shell, es todo un termómetro de los vaivenes que encara el sector. En las últimas presentaciones de resultados, que recogen los datos del primer semestre del año, todas sufrieron caídas tanto en beneficios como en ingresos. Las cifras negativas se suceden: el resultado de Shell disminuyó un 33%, Total redujo facturación en un 29%, las ganancias de Chevron bajaron el 69,2% –y son las menores en una década–, sus ventas un 89,9%... Y BP coronó esta particular tendencia, al cerrar la mitad del año con pérdidas de 2.900 millones de euros, lastrada por los costes de la indemnización por el derrame en el Golfo de México, ocurrido en 2010. Sí, la mayoría ganan, pero mucho menos.
En los últimos doce meses la variación en las cotizaciones de las grandes está marcada por una línea descendente, sin excepción. El índice Global Oil, elaborado por Standard & Poor’s y que mide el rendimiento de las 120 empresas más importantes del petróleo y gas, se ha contraído por encima del 35% respecto al septiembre anterior y se acerca a una reducción del 20% desde enero. Analizando a fondo algunas firmas, la acción de Shell en Londres está a su precio más bajo desde hace unos cinco años, mientras que Chevron ha perdido en torno al 25% de su valor en Nueva York desde inicios de año. ¿Buena oportunidad para el inversor?
La pregunta es de complicada respuesta. "Depende del perfil de riesgo y del horizonte del inversor: si uno confía en que a medio plazo el mercado volverá a términos normalizados, entonces puede serlo, pero depende del perfil de riesgo y horizonte propio", dice Natalia Aguirre, directora de análisis de Renta 4. Mariano Marzo, catedrático de recursos energéticos de la UB, cree que "el gran inversor puede comprar, pero el pequeño y mediano quiere un retorno más inmediato", algo muy difícil en la industria petrolera, marcada por proyectos de exploración que pueden durar hasta diez años, apunta. Además, recuerda que en los meses venideros el contexto del sector dependerá de la modificación de los tipos por parte de la Fed; las negociaciones en el descongelamiento de relaciones con Irán, productor que puede inundar el mercado con su oferta; y los acuerdos que puedan surgir de la cumbre sobre cambio climático de París.
Así, la precaución al invertir responde a dos claves: el riesgo de volatilidad, sobre todo si la economía china no mejora, y por otro lado está la simple y llana incertidumbre. La situación actual va para largo. Las empresas no tienen más opción que adaptarse. "A lo largo de 2015 los precios se mantendrán similares, incluso bien entrado el 2016", vaticina Marzo, si bien pide cautela, teniendo en cuenta que es muy difícil conocer la evolución de los precios del barril ante tantos factores que le pueden afectar. Lo único claro es que las compañías tienen que actuar. "Me asustaría que no cambiasen su estrategia, pero están reaccionando bien", dice Aguirre.
La oportunidad quizás escape del terreno del inversor y sea algo más propio de las mismas compañías: los expertos apuntan que es tiempo de fusiones y adquisiciones. "El contexto ha abierto la posibilidad de movimientos a nivel corporativo", sostiene Aguirre. Desde la prensa americana incluso se especula con movimientos que supondrían un auténtico hito en la economía reciente. Se apunta que Exxon Mobil tiene el músculo suficiente para hacerse con Chevron, por ejemplo. Un simple recordatorio, que se dé o no ya es otra cuestión. En la memoria está el surgimiento de la misma Exxon Mobil, fundada en noviembre de 1999 tras una fusión entre ambas compañías, en el contexto de un desplome del precio del barril.
Pero más que absorciones y operaciones entre las cinco grandes, se está dando una implicación de terceros. La idea es diversificar cartera. A mediados de 2016 Shell completará la absorción de BG, con el negocio del gas natural licuado como referente, por la que pagará unos 63.000 millones de euros. También Schlumberger, de servicios petrolíferos, abonará más de 13.000 millones por Cameron International, de equipamiento para exploración, transporte y producción. Halliburton, en el negocio de servicios a la industria, pondrá otros 31.200 millones para quedarse con Baker Hughes, que da soluciones en toda la cadena de producción.
En el fondo, se trata de ganar peso para negociar contratos que supongan ahorros considerables, en medio de unos ingresos menores, y tener fuerza en el mercado para competir mejor. La otra solución, a parte de salir de compras, pasa por desprenderse de negocios y reducir costes propios. "Los precios son insostenibles, el barril debería estar en torno a los 70 u 80 dólares para que las empresas consigan un rendimiento aceptable", analiza Marzo. Así, los despidos y cancelar proyectos son la tónica general. Y afecta a ambos lados del charco.
En la industria petrolera del Mar del Norte se han destruido 65.000 puestos desde principio de 2014, Shell recortará 6.500 empleos en vista de sus últimos resultados, ConocoPhillips –la sexta grande– anunció recientemente que despedirá a 1.810 personas, el 10% de su plantilla… Son noticias que se van repitiendo a lo largo de todo el año, igual que las desinversiones. La pasada semana Total se deshacía de su negocio minorista en Turquía por 325 millones, a la que suma la detención de proyectos de shale gas. En este sentido, el Ártico parece ser un mercado por explorar ya relegado en medio del ahorro, hecho común para todas las compañías. Los costes frenan posibles descubrimientos.
Repsol no escapa: se está concentrando en generar valor más que en crecer en volumen, reduciendo gastos a través de un programa estratégico más ajustado. "Pretende llegar a reducciones de hasta el 20% en los contratos a negociar, además de aumentar sinergias recurrentes con Talisman", explica Aguirre. Según argumenta, la generación de flujo de caja libre y la eficiencia son objetivos clave. "Como último recurso puede reducir su participación –del 30%– en Gas Natural". Las maniobras que se emprenden tienen un fin último: garantizar el pago de dividendos para mantener la confianza del accionista, hoy desorientado sobre el modelo de futuro. Porque en la industria petrolera actual se trata de capear el temporal, pues lo que viene es imprevisible: "Las empresas van un poco a remolque de los acontecimientos", cree Marzo. Alguna voz desde Estados Unidos es más negativa.
"A olvidarse del crecimiento, ahora están en modo supervivencia", decía esta semana Fadel Gheit, analista de Oppenhaimer & Co., en referencia a lo que depara a corto plazo a las empresas. ¿Quién es el gran ganador en todo este panorama? Por un lado, están los países importadores, que con precios más bajos pueden equilibrar sus balanzas comerciales, España entre ellos. El consumidor final también, ya que acaba con más dinero en su bolsillo. En definitiva, el presente de las petroleras pasa por la toma de decisiones y la espera. Quedan lejos los días en los que el barril sobrepasaba los 100 dólares, cantidades que moldearon las estructuras actuales de las compañías. Precios que hace rato no se ven y que por el momento tampoco se repetirán si se hace caso al grueso de los análisis.
Goldman Sachs espera que las cotizaciones internacionales del crudo continúen cayendo este año como consecuencia del aumento de la producción de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y la recuperación de la oferta de los países que no son miembros de este grupo de países.
El analista de Goldman Sachs, Damien Courvalin, señala en el informe que "el excedente de petróleo es aún mayor de lo que esperábamos y creemos que esta situación continuará en 2016".
"Seguimos creyendo que en el corto plazo el mayor ajuste por el lado de la oferta se producirá en el gas esquisto estadounidense", aseguró.
El banco de inversión estadounidense Goldman Sachs aseguró que el aumento de la producción de la OPEP y las preocupaciones sobre la evolución económica de China son los principales motivos que han desencadenado la revisión a la baja de sus previsiones de precios.
Así recortó su previsión para el West Texas Intermediate para 2016 hasta los 45 dólares el barril frente a los 52 dólares que había pronosticado anteriormente. Además, espera que este año promedie en los 53,7 dólares el barril frente a los 58,2 dólares que esperaba en su informe anterior.
Por su parte, para el Brent, Goldman Sachs pronostica un precio para este año de 53,7 dólares el barril y para 2016 de 49,5 dólares el barril.