El Gobierno de China, cuya desaceleración económica está preocupando de forma creciente a los mercados de todo el mundo, anunció hoy que modificará a partir de ahora su sistema de medición del PIB nacional, para centrarlo más en las tendencias a corto plazo y menos en las cifras anuales. En paralelo, las autoridades chinas han anunciado una política fiscal más agresiva y un aumento del gasto en infraestructuras.
El cambio llega en plena desaceleración de la economía y con mucha polémica sobre el último dato que publicó del segundo trimestre. Un 7%, más de lo esperado y clavado con el objetivo del Gobierno, a pesar de que otros indicadores económicos apuntaban a un número diferente. No era la primera vez que se sospechaba de una posible manipulación estadística.
Sin embargo, desde la oficina estadística se apunta a que las modificaciones servirán para acercar sus métodos al standard del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de esta forma acercarse más a su objetivo de convertir el yuan en moneda de reserva.
Ahora, a partir del 19 octubre, día en el que China dará la variación interanual del PIB del tercer trimestre de 2015, el Buró Nacional de Estadísticas estatal dejará de ofrecer cifras acumuladas de cambios en ese indicador y sólo aportará el cambio trimestral y el cambio respecto al anterior, en línea con lo que publican las principales economías del mundo.
Según explicó el organismo en un comunicado, ya no se calculará el PIB anual, el semestral o el de los nueve primeros meses del año, indicadores que hasta ahora también habían sido muy tenidos en cuenta por analistas económicos, sobre todo el primero de ellos. Ahora, en base a la actividad trimestral, que hasta ahora no se medía individualmente, se publicarán tanto la variación entre trimestres como la variación interanual.
En concreto, la variación del PIB anual servía para que el Gobierno la comparara con sus objetivos de crecimiento para cada ejercicio (en 2015, por ejemplo, se ha fijado que el indicador aumente un 7% con respecto a 2014), que es la cifra alcanzada durante la primera mitad del año y que generó tantas dudas en los observadores internacionales.
Esta cifra mágica del 7% no ha sido cuestionado solamente desde fuera del gigante asiático. Recientemente, Wang Jianlin, el hombre más rico de China, reconocía que crecer más de ese 7% era "fantasía", y pedía buscar objetivos más asequibles.
Desde la oficina estadística gubernamental se justifica que el nuevo sistema de cálculo "puede medir de forma más exacta el PIB, seguir las fluctuaciones económicas a corto plazo y dar mejores referencias a los analistas y de cara a medidas de control macroeconómico".
El sistema de medición acumulada del PIB que China utilizaba hasta ahora fue introducido por Pekín en 1992. La modificación se produce dos días después de que el Gobierno chino revisara a la baja el crecimiento del PIB en 2014 y lo situara en el 7,3%, una décima menos de lo que se consideraba hasta entonces.
El año 2015 está siendo uno de los de mayor incertidumbre en la segunda economía mundial, afectada por pobres cifras del comercio exterior, en agosto registró una caída del 9,7% y una bajada en la producción industrial, problemas que llevaron a Pekín a ordenar una inesperada devaluación de la moneda nacional.
Esto se ha visto agravado por la crisis bursátil de Shanghái, un mercado que aunque tiene una mínima influencia en la economía real del país asiático ha generado mucho nerviosismo y temor entre los inversores de dentro y fuera de China.