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POLÍTICA
Meta K: limitar poder al próximo. Ajuste y devaluación, según Pagni y Canton
07/09/2015

El Gobierno busca limitar el poder del próximo presidente

La Nación

En línea con su idea de que la política determina la economía, Cristina Kirchner y sus legisladores en el Congreso preparan un plan para limitar el poder del futuro presidente si un opositor llega a la Casa Rosada el 10 de diciembre.

En el proyecto de ley de presupuesto de 2016, que ingresará el 15 del actual al Parlamento, analizan quitar herramientas de gestión con las que contó el Gobierno en los últimos años: reducir subsidios, gastos y fuentes de financiamiento y dejar de prorrogar la ley de emergencia económica o el impuesto al cheque.

Este tributo, según pudo saber LA NACION de altas fuentes del Gobierno, podría ser eliminado o coparticipado por completo a las provincias.

Otra vía para condicionar al sucesor de Cristina Kirchner podría ser la inclusión de topes al endeudamiento, que obstaculizarían una negociación con los holdouts.

También se evalúa la creación de un fondo del conurbano bonaerense (que debilitaría las arcas nacionales) y el bloqueo de otros mecanismos de financiamiento.

Obligaría así al Poder Ejecutivo a reasignar o incrementar el gasto con ingresos adicionales por decreto de necesidad y urgencia (DNU), una práctica criticada por la actual oposición, o a negociar con el Congreso, donde casi con seguridad el kirchnerismo se mantendrá como la fuerza más numerosa.

"Todo esto se examina por si ganan Mauricio Macri o Sergio Massa", confiaron a LA NACION altas fuentes de la Casa Rosada. El proyecto de presupuesto, según se prevé, se votará antes del recambio presidencial, pero cuando ya se haya definido el resultado electoral.

En la Casa Rosada circulan versiones de que un eventual gobierno de Macri intentaría neutralizar el poder del kirchnerismo en el Senado mediante el uso de las herramientas presupuestarias para negociar con los gobernadores peronistas. Por eso Cristina Kirchner analiza cómo dificultarle ese camino. Es el "plan palos en la rueda", como irónicamente lo bautizaron algunos dirigentes del oficialismo.

"Si no tiene impuesto al cheque, la emergencia económica y los superpoderes, tendrá que negociar con el peronismo en el Congreso", señaló otro funcionario.

"Ellos dicen que el impuesto al cheque es distorsivo y que la reasignación de partidas de capital por decisión administrativa (DA), con superpoderes, no es democrática. Bueno, le ahorraremos ese dolor de cabeza", ironizó ante LA NACION otro allegado a Cristina Kirchner.

El dato es novedoso por dos aspectos: por primera vez, el propio Gobierno considera la posibilidad de una derrota del candidato presidencial del Frente para la Victoria, el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, aunque se atajan: "Creemos que no va a pasar".

Por otro lado, en la Casa Rosada confiaron a LA NACION que Cristina observa a Macri concentrado en ganar la elección, pero no en garantizar su propia gobernabilidad. Da por sentado que la coalición Cambiemos no tiene un programa, operadores e instrumentos legales y administrativos para aplicar una vez llegados al gobierno y remover los obstáculos que el peronismo le opondrá.

Por eso Scioli, pese a sus tensiones con la Presidenta, esgrime en su discurso que él es el garante de la gobernabilidad: tiene apoyo de los gobernadores del PJ y de eventuales mayorías en el Congreso.

Scioli dejó trascender que trabaja con el Gobierno en el presupuesto 2016. "La gente de Silvina Batakis (ministra de Economía bonaerense) está trabajando con el ministro de Economía, Axel Kicillof, que nos está ayudando en todo", dijo una influyente fuente sciolista. Incluso estudian alternativas para modificar el impuesto a las ganancias sin perder recaudación fiscal.

La cadena de obstáculos a la oposición es surtida. El impuesto al cheque se prorroga todos los años. En 2015 recaudaría 92.000 millones de pesos, según las estimaciones. El 70% va a la Nación y sólo 30% se coparticipa a las provincias. Luego de octubre, el kirchnerismo podría eliminarlo o coparticiparlo en un 100%, para darles oxigeno a los gobernadores del PJ y quitárselo a Macri.

"Macri no podrá disciplinarlos con la caja", anticipan en el peronismo.

La ley de emergencia también se prorroga todos los años. Permite reasignar partidas dentro de los gastos de capital (infraestructura y obras) en todos los ministerios. La cartera con más incidencia de estos gastos es Planificación, con un crédito de 153.000 millones de pesos para 2015.

Esta ley, al igual que los llamados "superpoderes", le permiten al Poder Ejecutivo mover partidas de un destino a otro con una decisión administrativa y en forma discrecional. En caso de suprimir estas dos delegaciones extraordinarias del Poder Legislativo al Ejecutivo, el futuro gobierno debería negociar cada modificación presupuestaria con el Congreso: las obras y los gastos ya estarán decididas en la ley de presupuesto de Kicillof.

En la ley de presupuesto de 2016, se estimarían gastos de 1,6 billones de pesos. Cristina aumenta el gasto por simples DNU, sin aval parlamentario, pero el kirchnerismo quiere obligar a Macri a negociar con el Congreso. En 2014, el presupuesto fue de 859.000 millones de pesos; en 2015 aumentó un 45,6%, a 1,251 billones, por efecto de la inflación. En 2016 saltaría un 27,9% y entonces Macri o Massa tendrían menos margen de maniobra.

BASTIONES KIRCHNERISTAS

El kirchnerismo siempre disciplinó a los gobernadores con premios y castigos con esas facultades delegadas. Pero ahora descubrió las ventajas del "parlamentarismo". El Congreso se convertiría en su bastión de resistencia.

El otro sería la provincia de Buenos Aires. Por eso analiza actualizar el fondo del conurbano bonaerense a unos 6000 millones de pesos para darle autonomía a Aníbal Fernández, si es gobernador, para hacer obras.

Sería otro golpe a Scioli, Macri o Massa. Cristina logrará sancionar además en pocas semanas la ley que prohíbe la venta de acciones de la Anses en empresas privadas y bloquearía una eventual caja de financiamiento de 4000 millones de dólares al futuro gobierno. Se reserva poder de negociación futura.

 

Ajuste y devaluación, en el centro de la campaña

La Nación

Por Carlos Pagni

Los candidatos van a la televisión acompañados por economistas. Como si necesitaran guardaespaldas. Hacen bien. La economía se ha convertido en el factor determinante de la competencia electoral. Y no por buenas razones. Las deformaciones de la política oficial se agravan por una escena internacional cada día más adversa.

El panorama desafía en especial a Daniel Scioli. Él debe demostrar que percibe la gravedad de los problemas sin arriar por eso la bandera kirchnerista. El cambio de contexto se expresa en algunas cifras.

El PBI de Brasil se contraerá este año cerca de 2,8%. Y el que viene, 1%. El consumo brasileño descendió 6% en el primer semestre y promete otra caída del 8% para el segundo. Quiere decir que el mayor cliente del país comprará menos. Habrá, entonces, menos dólares. Al mismo tiempo, el peso se vuelve menos competitivo. En los últimos 12 meses la moneda brasileña se depreció 49,9% en términos reales.

El peso colombiano se depreció 55,5%; el mexicano, 25%, y el chileno, 12%. Y lo más relevante: en el último mes China devaluó el yuan 2,3%. El peso argentino, en cambio, se revaluó 11%. Estos movimientos impactan sobre las materias primas. La tonelada de soja, que valía US$ 500 la primera mitad de 2014, hoy cuesta US$ 320. Si se descuentan las retenciones, llegó al precio con el que le tocó gobernar a Fernando de la Rúa. Otra vez: menos dólares.

En el incesante cambio de rostro del peronismo hay un rasgo que perdura: el retraso cambiario. Fue la táctica kirchnerista para aplacar con un boom de consumo a los que pedían "que se vayan todos". Hoy perdió aquella efectividad y se vuelve recesivo. El salario privado en dólares aumentó un 20% en los últimos 12 meses. Por la escasez de divisas, las importaciones no energéticas cayeron US$ 1200 millones desde el tercer trimestre del año pasado. El 80% se destina a producir bienes.

El síntoma más visible de la falta de dólares es la presión del público sobre las reservas. Según un estudio de Nicolás Dujovne, el Banco Central habrá perdido en el tercer trimestre US$ 1300 millones. Y en el cuarto, 5800. En diciembre las reservas no superarían los US$ 11.900 millones. Se cumpliría lo que muchos pronosticaban: el kirchnerismo dejará la cantidad de divisas que encontró al llegar. Después de mí, el diluvio.

La carencia de dólares hace prever una devaluación para cuando asuma el próximo presidente. Los contratos semestrales que se celebran en Nueva York suponen que será del 80% anual. Y la distancia entre el oficial y el blue tocó el 70%.

Esa diferencia de cotización cobijaría una clave política. Según un análisis de la consultora Isonomía, cada vez que, desde enero de 2011, aumentó la brecha, la imagen del Gobierno comenzó a deteriorarse. Y viceversa. La correlación es muy sugerente desde julio, cuando la distancia se volvió a ampliar.

Hay otras dos variables que exhiben una coordinación fetichista: el índice de confianza en la administración de la Universidad Di Tella y los resultados electorales del kirchnerismo. En octubre de 2007 coincidieron en 46%. En junio de 2009, en 32%. En octubre de 2011, en 54%. Y en octubre de 2013, en 33%. En agosto el índice fue de 38%: lo que sacó Scioli en las primarias.

Última magia: según las encuestas, quienes compraron algún electrodoméstico en los últimos dos meses se inclinan a votar por Scioli. El rubro lo persigue.

Más allá de estas curiosidades, todos los sondeos demuestran que, al percibirse más el deterioro de la economía, aumenta el número de quienes pretenden cambio en vez de continuidad. La tendencia comenzó en agosto, cuando se agotó el efecto del pago del aguinaldo.

Esta influencia de la economía sobre la política puede ser crucial. Es evidente que el cuadro electoral no es muy sensible a las discusiones políticas o institucionales. La sociedad está partida en dos: un sector está indignado y el otro es inmune a los escándalos. El malestar económico puede modificar los alineamientos. Es un problema delicado para Scioli. Él, que no perdió popularidad por la muerte del fiscal Nisman, por la causa Hotesur o por el fraude tucumano, corre el riesgo de alejar a los votantes por su identificación económica con Cristina Kirchner.

Se entiende, entonces, que Scioli haya visitado el programa de Alejandro Fantino con Miguel Bein y no con Axel Kicillof. El perspicaz Bein es lo más heterodoxo que admite el mercado y lo más ortodoxo que tolera la Casa Rosada. Su truco retórico es conocido: describe un ajuste antipático, lo atribuye a la oposición y después se ubica unos metros más acá. Roberto Lavagna es el maestro de ese modo de polemizar. Por ejemplo: Bein explicó: "Cuando voy al supermercado veo que casi todo sale un dólar; pero no se puede llevar a 15 pesos lo que hoy cuesta 10, porque los seres humanos no son piezas de ajedrez". ¿Con qué devaluación seguirían siendo personas? ¿12,50? La pregunta encierra uno de los dilemas más sutiles de la economía: ¿qué tipo de cambio permite evitar la recesión y la inflación al mismo tiempo? Porque la devaluación humanitaria de Bein podría, con el paso de los meses, estimular el desempleo, que es otra forma de transformar a las personas en piezas de ajedrez.

Bein, es decir, Scioli, está obligado a la moderación. Aun cuando vaya volviéndose anacrónica con el paso de los días. Porque, con una brecha del 70% y 11.000 millones de reservas, lo que hace dos meses era shock hoy es gradualismo. Pero la discusión es inconducente. Scioli no puede renunciar a la continuidad. Si lo hiciera, admitiría que la política oficial ha fracasado.

ACUERDO CON LOS HOLDOUTS

Además de llevar a Bein a la televisión, Scioli envió a Mario Blejer a hablar con los abogados de Paul Singer, para adelantar un acuerdo con los holdouts. Carlos Zannini debe haber aprobado la gestión, ya que él había sentado al hotelero Gustavo Cinosi, su gestor en el campo de los negocios, en la célebre negociación del hotel Saint Regis. La novedad de la gestión de Blejer circuló la semana pasada por el mundo financiero y produjo una recuperación de los activos argentinos cuando los demás se derrumbaban. Satisfacción entre los inversores, comenzando por Patrick Esteruelas, del fondo EMSO, el más optimista ante un posible triunfo del FPV.

El problema es que no está claro que Bein o Blejer vayan a conducir la economía si triunfa Scioli. Al menos en el primer momento. Y no sólo porque nadie quiere ser Jorge Remes Lenicov, el ministro de Eduardo Duhalde que, con su gran devaluación, permitió a Lavagna ejecutar el gradualismo. Scioli debe levantar un cepo en el área donde la crisis exige más talento: el Banco Central, que establece la tasa de interés y el tipo de cambio. Allí el problema no es tanto Alejandro Vanoli como los directores que deja Kicillof. Ya designó tres, que debutaron entregando el banco Finansur a Cristóbal López. En los próximos días podría nombrar otros dos para sustituir a Waldo Farías y Santiago Carnero, que se negaron a la arbitraria remoción de Gabriel Martino de la conducción del HSBC.

La otra limitación de Scioli para indicar que entiende la complejidad de la escena es el fenomenal déficit fiscal que deja la señora de Kirchner: 6,4% del PBI. Cualquier racionalización implicará un enfrentamiento con Máximo Kirchner: el gasto público es el distrito de La Cámpora.

Fóbico al conflicto, Scioli sueña eludir estas encrucijadas con una designación de compromiso: continuaría con la convencional Silvina Batakis, "una Felisa sin bolsita", como la definió un simpático empresario. Esa estrategia le permitiría devaluar 20% en diciembre, llevar el déficit a 2,5% del PBI a fin del año que viene y reducir los subsidios 1,5% del PBI. Macri, en cambio, seguiría el consejo de Maquiavelo: "Hacer el mal de golpe y el bien de a poco": devaluación del 75%, reducción del déficit a 1% y eliminación de subsidios de 3% del PBI.

Los principales actores de la economía toman posición frente al ajuste. Los productores de hidrocarburos temen que, como analizan los técnicos de Macri, se elimine el precio sostén del petróleo para abaratar los combustibles. Los gobernadores petroleros se pusieron al frente de la resistencia, temerosos de perder regalías. Se reunirán mañana, liderados por Jorge Sapag, quien puja por ser ministro de Energía de Scioli. Debería aceptar la continuidad de su rival Miguel Galuccio en YPF: es un acuerdo de Scioli con Zannini, quien tiene un excelente vínculo con Galuccio gracias a Cinosi.

Los más precavidos son los productores agropecuarios. Los obliga la asfixia. Para tener una idea: un estudio contable que atiende 15 establecimientos descubrió que, a pesar de la gran productividad de la campaña 2014-2015, sólo tres no registraron quebrantos. En Salta hay chacareros que intentan subarrendar los campos gratis, con tal de evitar pérdidas. No lo consiguen. "No estamos ante una crisis, sino ante una situación explosiva", definió un experto. La liquidación de granos, por lo tanto, disminuye, a la espera de la devaluación. El círculo de la falta de dólares se termina de cerrar..

Devaluación, una palabra que cada vez se pone más en el centro del debate

Clarin

Marcelo Canton

Le dicen "funny money". "Funny", sólo, es divertido. Pero sumado a "money", la traducción es "dinero falso". El giro ya no tiene ninguna gracia. Y así llaman en una empresa alimenticia multinacional a los números de los balances que les manda su filial argentina. Por eso, ahora les reclaman que los ajusten con un tipo de cambio "real", no con el oficial.

Inversores extranjeros que vienen asiduamente al país se reunieron días atrás con el alto ejecutivo de un banco nacional que se encarga de atender a quienes quieren poner plata en la entidad. Le dijeron que ya habían hablado con Macri y con Scioli, que conocían a los economistas de ambos. Pero el tema que impactó a este cronista cuando el ejecutivo contaba la reunión fue una versión parecida, pero diferente, a la de la compañía alimenticia. "Cuánto ganó el banco el año pasado", preguntaron los inversores. Ante la respuesta del ejecutivo argentino, la repregunta fue clara: "Y si le sacás la inflación, ¿cuánto queda?". Y luego, la estocada final: "Y si lo tomás al tipo de cambio real, al contado con liqui, ¿cuánto queda?"

Es que en el duro mundo de la City, ya quedan pocos que crean en el dólar oficial. Cuando se les pregunta sobre devaluación, la mayoría de los que recorren la calle San Martín usa un adjetivo: "Inevitable". "Eso lo dicen los que analizan que para cuando Cristina se vaya, en el Banco Central quedarán 25 o 28 mil millones de dólares nominales -dice un economista del equipo de Mauricio Macri que está buscando cómo financiar al próximo gobierno-. Pero si le sacás 11.000 millones del swap chino, más 3 o 4 mil de deuda impaga, más los encajes, quedarán entre 5 y 10 mil millones de reservas reales. Y eso sin contar las importaciones impagas ni las utilidades no giradas".

"Faltan 35 sesiones de la Bolsa de acá a las elecciones, y el Banco Central está vendiendo más de US$ 50 millones por día para controlar el dólar: así no va a quedar nada", añade un banquero.

En base a esa especulación, en la City se preguntan el cuándo y el cuánto de la devaluación. Aunque desde el equipo de Daniel Scioli insisten en que esa es una visión sesgada. "Descartamos una devaluación brusca", dicen textualmente. Y añaden que "un ajuste brusco del tipo de cambio lo único que produce es inflación, que destruye el salario, provocando caída del consumo y la producción, y luego del empleo". Nótese la cuidadosa selección de palabras, la reiteración de brusca.

Sean macristas o sciolistas, los economistas que se imaginan sentándose en el ministerio de Economía hoy están buscando cómo encarar la situación de las reservas. En voz alta los candidatos dicen que serán "las inversiones" las que solucionen ese punto. "Pero ¿quién traerá dólares para liquidarlos a $ 9,30 cuando se habla de una devaluación?", dicen en la City. Esa vía podría tener que esperar. ¿Deuda? Los funcionarios de Scioli y Macri ya están recorriendo las oficinas del Banco Mundial, la CAF, el BID buscando líneas de auxilio. Al FMI lo dejan para más adelante: sería demasiado "revulsivo" hacerlo este año, dicen. Queda el camino de los bancos privados. "Pero para no pagar 11 o 12% tendríamos que acordar primero con los buitres", añaden esos funcionarios. Uno de ellos habló días atrás con la cabeza de uno de los principales fondos de hold outs, y se volvió sorprendido por la dureza que encontró. "Hoy se niegan a hablar de quitas", informó al volver a Buenos Aires. "El tema es bien complejo, será necesario un cirujano muy capaz", añade otro técnico, pero del bando contrario.

De todo esto ni Scioli ni Macri hablan en público. Aunque sepan que el 11 de diciembre, uno de ellos tendrá que encontrar las palabras para explicar lo que hasta ese momento no explicó.


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