Por Marcelo Cantón
Macri es un tarado”, dijo el secretario de Comercio Augusto Costa días atrás, ante un grupo de empresarios.
“Si gobernara Macri, el dólar estaría a 50 pesos y la gente perdería el trabajo”, añadió ayer el jefe de Gabinete bonaerense, Alberto Pérez.
Son dos expresiones de un mismo fenómeno: la percepción en el Gobierno de que la economía no está empujando sus intenciones electorales como esperaban. El dólar se cruzó en lo que suponían un camino a las elecciones pavimentado con un crecimiento del consumo. Y los nervios crecen.
Costa habló de Macri ante hombres de la COPAL, que reúne a los fabricantes de alimentos. “No se hagan los distraídos, no aumenten los precios. Nosotros somos el equipo de Daniel Scioli, somos el equipo del modelo, vamos a seguir acá después de diciembre”, intentó amedrentarlos. Dato al margen: los privados no le creen, ellos saben que entre los economistas de Scioli bromean que “Aníbal Fernández va a precisar gente en la provincia si es gobernador, que se lleve a todo el equipo de Kicillof”.
Pero más allá de los dichos de Costa, la inflación de agosto -según las primeras mediciones de los analistas- cerrará cercana al 2%, en niveles similares a junio y julio. “Si no aumentamos más los precios es porque se nos caen las ventas”, reconocen los fabricantes. Y ese es el corazón del problema de los funcionarios: en agosto, dicen industriales de la alimentación y supermercadistas, el consumo volvió a caer, luego de haber tenido una recuperación el mes anterior. Y esa era la ficha a la que apostaba el Gobierno para mejorar las chances electorales.
“La brisa de julio. la recuperación del consumo que hubo el mes pasado, murió”, dice Carlos Melconian, desde el PRO. “Hubo dos fantasías instaladas en los últimos meses -añade-. Una era que todo explotaba. No que se deterioraban las reservas o no había crecimiento, sino que habría una explosión, una corrida, una hiper. Nadie pronosticó tal cosa, pero el Gobierno en su fantasía corrió hasta allí el arco para demostrar luego que no pasaba. La otra fantasía, que sí se le escuchó a algún economista, era que estábamos ante un Gobierno que iba a lograr que la economía le entregara otro triunfo, que el consumo crecería mucho. Pero la verdad es que este es un año electoral en el que la economía tiene una fatiga fenomenal, y el Plan Bomba, como llaman algunos a la lista de asuntos pendientes que deja Axel Kicillof, la va a deteriorar más aún, Son normalmente períodos dolarizadores. Pero eso se expresó fuerte en julio, más concretamente en la cuarta semana, cuando el Banco Central se tuvo que poner ultravendedor, las carteras comenzaron a dolarizarse cada vez más. Es un subproducto de que el Gobierno creía que daba más plata a la gene e iría al consumo, y terminó yendo al dólar”.
“El dólar fue el cisne negro de esta elección”, añade Martín Redrado, del equipo de Sergio Massa. La disparada del blue (con un parate a finales de esta semana) fue el factor inesperado, lo que sorprendió. Y que puso tensión a la situación.
“El Gobierno ponía sus fichas a la expansión del consumo, que tuvo un pequeño repunte en junio y julio, con el aguinaldo y las paritarias -continúa Redrado-. Pero cuando aumenta la incertidumbre cambiaria, el consumo se enfría”. Los argentinos tienen un alto entrenamiento en el tema: cuando los billetes verdes empiezan a ser noticia, es señal de que las cosas no están bien. Y arranca lo que los economistas sajonizados llaman “wait and see”. En criollo, “desensillar hasta que aclare”.
No es el único camino donde dólar y consumo se cruzan. Un empresario que pide reserva de nombre lo pone en estos términos: “Costa me dice que pare las importaciones porque no tienen dólares para pagarlas, y yo le respondo que los que inventaron el Ahora 12 y toda la promoción del consumo fueron ellos, y que ahora hay que importar las piezas para armar los teléfonos, los autos, los celulares que se venden. Deberían haberlo pensado antes”. Pero, en tanto, el Banco Central le recortó 30% los dólares que vende a automotrices y fabricantes de electrónica. Así, dicen los privados, la oferta de productos es menor. Y afecta al consumo. El perro vuelve a morderse la cola.