Tras encadenar dos trimestres de fuertes retracciones, la economía brasileña entró formalmente en recesión, incluso con más severidad de lo que anticipaban las estimaciones y con nuevos indicadores que ensombrecen aún más el panorama de la mayor economía de América latina.
El PBI brasileño registró una contracción del 1,9% en el segundo trimestre del año, el peor resultado desde 2009. La cifra sorprendió a los analistas, que esperaban un 1,7% de reducción.
Y si la cifra no fue más acentuada se debió a que el Instituto de Geografía y Estadísticas (IBGE), el organismo que ayer formuló el anuncio, revisó también a la baja los números del primer trimestre, que pasó de una caída del 0,2 al 0,7%.
Los números del IBGE fueron más categóricos que los del Banco Central, que hace diez días ya había anticipado la recesión. Otros centros de investigaciones económicas, como la respetada Fundación Getulio Vargas, consideran que Brasil enfrenta un cuadro recesivo desde el segundo trimestre de 2014.
Golpeada no sólo por la recesión, sino también por los escándalos, la presidenta Dilma Rousseff trató ayer de calmar la inquietud económica. "Tenemos la certeza de que Brasil es un país fuerte, que va a crecer y va a superar sus dificultades, que son temporarias", advirtió.
Más allá de cómo o quién lo mida -los consultores privados, el Banco Central o las agencias de estadísticas-, el resultado coincidente es el de una debacle cada vez más inquietante a medida que avanza un 2015 particularmente conflictivo en lo político y social, y recesivo en lo económico.
Lo dijo ayer la coordinadora de cuentas nacionales del IBGE, Rebeca de La Rocque Pales: "El PBI es la síntesis de la economía del país y hay un deterioro en prácticamente todos los indicadores analizados".
Si bien los números en rojo alcanzan todos los rubros abordados en el informe, el renglón más afectado fue el de la industria en general, que abarca sectores clave como el automotriz y la construcción.
La recesión tiene un impacto especial en el empleo, según detalló el IBGE, lo que se confirmó con las noticias que ayer mismo se conocieron desde el sector automotriz.
Debido a la baja en la demanda, la empresa Ford anunció que, a partir del 4 de septiembre, suspenderá la producción en su planta de San Bernardo do Campo, en las afueras de San Pablo, y que dará licencia obligatoria a sus empleados. Esa planta será la sexta que tendrá su actividad reducida en septiembre en todo Brasil, mientras continúan los paros y las asambleas permanentes en los sindicatos de trabajadores metalúrgicos.
El IBGE también registró un descenso pronunciado en la construcción -del 8,4%- debido al congelamiento de proyectos de infraestructura y a que los inversores están temerosos ante la "turbulencia política", según La Rocque Pales.
Las constructoras debieron paralizar proyectos inmobiliarios por la escalada de los tipos de interés, que llegan al 14,25% y tienen ahogadas las líneas de crédito. El sector también se vio afectado, según el informe del IBGE, por la investigación del gigantesco caso de corrupción en Petrobras, que salpicó a las mayores constructoras de Brasil.
Otro rubro clave, el consumo, que solía ser el motor de la economía brasileña, tuvo un descenso del 2,1%, como corolario del alza del desempleo y del desgaste que representó en los bolsillos de las familias la creciente inflación, por encima del 9%, y el encarecimiento del crédito.
El déficit fiscal, en tanto, saltó al 8,81% del PBI en doce meses, lo que también se debe al aumento de los tipos de interés. La delicada situación económica y los escándalos de corrupción han debilitado la imagen del gobierno de Dilma, que comenzó su segundo mandato el 1° de enero y ya enfrentó varias protestas.
Según el economista Alex Agostini, de la calificadora de crédito brasileña Austin Rating, "el PBI apunta lo que Brasil está viviendo en los últimos tiempos, una fuerte recesión, un escenario político bastante turbio, inflación en alza y la necesidad de un ajuste fiscal que no llega. Eso afectó la confianza de los inversores, empresarios y consumidores".
Las cifras que lanzó el IBGE suscitaron voces críticas incluso desde el oficialismo. El diputado Paulo Teixeira, uno de los legisladores más influyentes del Partido de los Trabajadores (PT), cuestionó el ajuste impulsado por el ministro de Hacienda, Joaquim Levy.
"Hubo un error al subir tanto las tasas de interés, ahora lo que hay que hacer es reaccionar con más aliento al crédito para reforzar la economía y salir adelante", señaló.
Quejas de Kicillof
"Si las economías que nos compran no logran revertir su situación, difícilmente nuestros sectores exportadores puedan ser dinámicos", se quejó el ministro de Economía argentino, Axel Kicillof, que esta semana viajó a Brasil
Autos en baja
La exportación de vehículos de la Argentina a Brasil -que sostenía el comercio bilateral- se desplomó un 24% entre enero y julio, mientras que en el sentido contrario cayó un 36%
Mercado de frutas
Las exportaciones del sector frutihortícola argentino registraron en el primer trimestre del año una caída en valores de 10,4% interanual, producto principalmente de las trabas impuestas por Brasil al ingreso de manzanas y peras
Por Gerardo Lissardy
Brasil, la mayor economía latinoamericana, entró oficialmente en una recesión que según analistas puede extenderse dos años e impactar de diversas formas en otros países de la región.
El Producto Interno Bruto (PIB) brasileño se contrajo 1,9% entre abril y junio respecto al primer trimestre del año, cuando también tuvo un retroceso de 0,7% según los datos oficiales divulgados este viernes.
Las cifras del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) confirman así lo que muchos esperaban o temían: la recesión ya es un hecho en Brasil, que enfrenta el escenario económico más sombrío de los últimos años y quizá décadas.
Se esperan "dos años de caída del PIB, algo nunca visto en este país", dijo a BBC Mundo la economista Margarida Gutierrez, profesora de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Brasil nunca tuvo dos años seguidos de recesión desde 1948, cuando comenzó el IBGE a recopilar sus datos, aunque sí sufrió una contracción en 1930 y 1931 por las consecuencias mundiales de la llamada Gran Depresión.
Ahora el retroceso es atribuido al ajuste fiscal que impulsa el gobierno de Dilma Rousseff y la caída de los precios de las materias primas, pero también a los escándalos de corrupción en Brasil y la crisis política que debilitan a la presidenta.
De esta forma, la economía brasileña que en la década pasada deslumbraba al mundo es vista hoy como un creciente lastre para una Latinoamérica también inquieta por las turbulencias en China.
¿Qué países latinoamericanos sentirán más esta caída de Brasil?
Los especialistas coinciden en que los socios de Brasil en el Mercosur (Argentina,Paraguay, Uruguay y Venezuela) son los más expuestos a la recesión del principal miembro del bloque.
En Argentina, donde también hay un estancamiento económico, el gobierno ya admite abiertamente esa preocupación.
"Lo acuciante que vemos es Brasil, por la caída de la actividad, porque la mejor proyección para 2015 de ese país es 2% de recesión", indicó el viceministro argentino de Economía, Emmanuel Alvarez Agis, el jueves.
Y agregó que esa merma de actividad es más perjudicial que la devaluación del real brasileño, que este año se depreció frente al dólar más que otras monedas latinoamericanas, lo que encarece las exportaciones al gigante sudamericano.
Entre enero y julio las ventas de los socios del Mercosur a Brasil cayeron 23% en dólares respecto al mismo período del año pasado, incluso más que las de toda América Latina al país (21%), según cifras del ministerio brasileño de Desarrollo.
A su vez, las exportaciones de Brasil al resto del Mercosur y a Latinoamérica también cayeron en dólares, aunque menos: 13% en ambos casos.
Pero la crisis brasileña, que incluye un alza del desempleo (7,5%), la inflación (9,56%) y el déficit presupuestario primario, puede afectar mucho más que el comercio en la región, advierten expertos.
El economista Ernesto Talvi, director de la iniciativa Brookings-Ceres para América Latina, advirtió que si la situación fiscal de Brasil sigue empeorando el país perderá el preciado "grado inversor" que le dieron en 2008 las agencias calificadoras de riesgo.
"Si eso ocurre, las reverberaciones van a ser por el lado financiero" y "la región como un todo, siendo Brasil el gigante, se va a percibir como más riesgosa, entonces la retracción que está habiendo en las inversiones se va a agudizar", dijo Talvi a BBC Mundo.
Eso postergaría proyectos de inversión y aumentaría los costos de financiamiento de los países, incluso aquellos cuya situación macroeconómica es percibida como más sólida, como Chile, Perú o Colombia, señaló.
"Va a haber diferenciación, pero todos van a ser golpeados. Chile y Colombia van a serlo: si miras lo que pasó (en ambos) con la retracción de capitales, ha sido muy fuerte y eso lo notas en las depreciaciones de sus monedas", sostuvo.
Los analistas creen que los efectos de la crisis brasileña pueden llegar hastaMéxico, aunque en menor grado debido a la mayor distancia de ese país con Sudamérica y su cercanía con Estados Unidos, cuya economía da señales de recuperación.
México puede aparecer como una opción latinoamericana más atractiva para los inversores, pero tal vez juegue en su contra una mayor percepción de riesgo en los mercados emergentes en general ante los problemas de China y Brasil.
La contracción brasileña ya afecta directamente a empresas multinacionales de México que apostaron al mercado sudamericano.
Por ejemplo, se han reportado caídas de las ventas en Brasil de firmas mexicanas como la franquicia embotelladora de productos Coca-Cola Femsa o la empresa de autopartes Rassini.
Los observadores creen que esta coyuntura pondrá a prueba las palabras del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, quien al recibir a Rousseff en mayo habló de duplicar en una década los US$9.200 millones de comercio bilateral que México y Brasil tuvieron en 2014.