En lugar de eso, el precio del crudo se ha derrumbado 60% desde su máximo de 2014 y de repente parece que va a permanecer bajo durante meses, tal vez años. La razón: en la batalla global por la cuota de mercado, nadie ha dado un paso atrás. Nadie ha siquiera parpadeado. Ni Arabia Saudita, ni Estados Unidos, ni los productores con problemas como Rusia e Irak. Todos los que están en condiciones de hacerlo, parecen empeñados en bombear la mayor cantidad de petróleo posible.
Lejos de quebrar, las compañías petroleras estadounidenses sorprendieron a sus rivales globales mantenimiento o incluso aumentando su producción a medida que los precios en EE.UU. cayeron en picada de US$100 a US$70¬¬ el barril a finales del año pasado y a US$40,45 el viernes pasado. Aún más sorprendentemente, los saudíes siguieron incrementando su producción a pesar de la caída de precios, en lo que los analistas dicen ha sido un esfuerzo preventivo para evitar que rivales como Irak les roben clientes en Asia.
El resultado ha sido una suerte de guerra de trincheras en la industria petrolera, donde todos los productores tratan de ganar un centímetro de cuota de mercado a cualquier costo. Esto genera ganadores y perdedores en todo el mundo, como en EE.UU., donde los conductores compran más camionetas de alto consumo, mientras la economía venezolana se hunde en el caos.
Aunque para los países o empresas productoras podría tener sentido reducir el bombeo para eliminar el exceso, no hay ni voluntad política ni justificación comercial para hacerlo, dicen analistas, porque todos los participantes necesitan seguir generando ingresos.
“Todo el mundo dice ‘los precios del petróleo han bajado y tengo que producir todo lo que pueda para compensar esa caída’”, dijo Jamie Webster, director sénior de IHS Energy, una consultora de energía. “Eso tiene mucho sentido a nivel micro, pero a nivel macro nos lleva a la situación en la que nos encontramos en este momento”.
Hasta mediados del año pasado, los precios del petróleo se habían mantenido por unos años relativamente estables a un nivel por encima de US$100 el barril.
Pero tras bambalinas, el auge petrolero de EE.UU. estaba transformándolo todo. Gracias a la perforación horizontal y la fracturación hidráulica, los productores encontraron y bombearon millones de barriles adicionales de crudo. Entre 2008 y 2015, la producción estadounidense subió 75%, superando los nueve millones de barriles al día a finales del año pasado.
Mientras tanto, la demanda mundial de petróleo empezó a caer, y los precios a debilitarse. Arabia Saudita tuvo que tomar una decisión: o recortaba la producción para apuntalar los precios mundiales —lo que le habría permitido a Irak y otros países productores ganar cuota de mercado en Asia— o mantenía su producción, incluso si esto significaba exceso de oferta en los mercados globales y precios aún más bajos.
En una dramática reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en noviembre pasado, los saudíes decidieron mantener el rumbo y dejar que los precios cayeran.
Recientemente, el país ha hecho algo aún más inesperado: ha abierto los grifos aún más. En noviembre, cuando se llevó a cabo la reunión, los saudíes producían 9,6 millones de barriles al día. El mes pasado, la producción fue de 10,4 millones de barriles. La OPEP, que ya no dicta las cuotas de producción de sus miembros, tiene una meta de producción de 30 millones de barriles diarios, pero rutinariamente la excede.
Otro miembro de la OPEP, Irak, también intensificó la producción. La pérdida de territorio en el norte del país frente a los avances del Estado Islámico no tuvo un impacto significativo en sus operaciones de exportación de crudo, que están concentradas en el sur. La producción del país pasó de 3,4 millones de barriles diarios en noviembre de 2014 a 4,1 millones de barriles el mes pasado.
A pesar de las predicciones, los productores estadounidenses de esquisto no entraron en pánico, y tampoco lo hicieron sus financistas. En lugar de eso, se concentraron en reducir los costos de producción. Las empresas de servicios bajaron sus precios para mantener a sus equipos trabajando. El ritmo de crecimiento de la explotación petrolera se desaceleró en EE.UU., pero recién en mayo mostró signos de estancamiento.
La cantidad de barriles extraídos en EE.UU. puede estar empezando a declinar, pero muchas empresas continúan aumentando la producción. Algunos siguen cautelosamente negándose a revelar sus planes de perforación, tal vez con la esperanza de que otros recorten primero.
“Es difícil hacer un pronóstico razonable para el próximo año”, dijo a principios de este mes Steve Chazen, presidente ejecutivo deOccidental Petroleum Corp. “Con la volatilidad de los precios, somos reacios a decir exactamente qué vamos a hacer”.
Desde Moscú hasta Ciudad de México, los gobiernos de países exportadores están lidiando con la disminución de los ingresos del petróleo. Venezuela está sufriendo una inflación de tres dígitos y su economía, según el Fondo Monetario Internacional, se contraerá 7% este año. “Estamos batallando una guerra económica contra la caída de los precios del petróleo”, dijo el presidente venezolano, Nicolás Maduro, en un discurso hace una semana. A principios de este mes, el líder izquierdista dijo que estaba haciendo campaña para realizar una reunión de emergencia entre la OPEP y Rusia para rescatar los precios del petróleo.
Otros países productores como Egipto, Angola, Gabón e Indonesia han reducido los subsidios internos a los combustibles debido a la caída de sus ingresos por exportación de crudo.
En las salas de juntas corporativas, los precios del petróleo han llevado a las empresas a reconsiderar algunos de los proyectos complejos y costosos que parecían factibles cuando el barril estaba en US$100.
Según un análisis de Rystad Energy en Oslo, se han suspendido inversiones en proyectos de aguas profundas por un valor de US$52.900 millones y que podrían generar 2.800 millones de barriles. También se han detenido proyectos por otros US$47.000 millones para explotación de arenas bituminosas, que podrían producir otros 8.200 millones de barriles.
La Agencia Internacional de Energía (AIE), un organismo del sector formado por las economías avanzadas, dijo recientemente que espera que el año que viene la demanda mundial de petróleo crezca “más fuerte de lo previsto”.
Pero cuando la AIE dio a conocer su pronóstico, el banco central de China devaluó su moneda en medio de crecientes preocupaciones de que la economía del gigante asiático se esté desacelerando. El creciente apetito chino por petróleo ayudó a impulsar la demanda global y los precios durante los últimos años.
Otro misterio es lo que ocurrirá con Irán. Si bajo el acuerdo nuclear se levantan las sanciones contra el país, se espera que aumente sus exportaciones de petróleo, lo cual podría añadir más complicaciones a un mundo que todavía está tratando de absorber la producción actual.