EL PRESIDENTE de Bolivia realizó duras imputaciones en contra del cónsul de Chile en La Paz, acusándolo de estar detrás de actividades conspirativas para desestabilizar al gobierno, insinuando que podría ser declarado “persona no grata” y, por lo tanto, expulsado del país. El Mandatario no entregó ningún antecedente que justificara tan graves cargos, pero sí afirmó que “Chile, por la cuestión del mar, siempre ha buscado nuestra inestabilidad política”.
La reacción del gobierno chileno frente a este nuevo e injustificado ataque fue justa y proporcionada. La Presidenta de la República señaló que dichas actitudes “no son aceptables”, mientras que el canciller cerró acertadamente la polémica: “Qué más se puede decir, nos vemos en La Haya”.
Resulta lamentable que los esfuerzos por retomar un diálogo constructivo y de integración con Bolivia se vean permanentemente entorpecidos por este tipo de actitudes. Hace unos días el gobierno de Evo Morales señaló que evaluaba la posibilidad de hacer una propuesta para retomar las relaciones diplomáticas con Chile. A la luz de este incidente, y de muchos otros exabruptos del presidente boliviano, parece obvio que no existe tal intención, y que lo que se busca es sacar una ventaja mediática en favor de la demanda de mediterraneidad boliviana.
A partir de lo expresado por las máximas autoridades chilenas, es indispensable que este sea el punto de partida de una nueva etapa donde nuestra Cancillería redoble sus esfuerzos por entregar toda la información que funda la posición chilena, y salga al paso de cada una de las infundadas pretensiones de Bolivia, en cada uno de los foros internacionales disponibles. Un primer destino natural de estas gestiones debe ser el Estado Vaticano -al que el gobierno de Morales intenta involucrar en su causa-, de manera que se advierta la inconsistencia de los discursos que se han pronunciado desde La Paz.