(POR MARCELO BONELLI)
La investigación judicial por corrupción en las multimillonarias importaciones de energía en la Argentina desató, esta semana, una colosal pelea interna de poder entre Julio De Vido y Miguel Galuccio. Hubo acusaciones cruzadas y ambos, en la intimidad de la Casa Rosada, se culparon mutuamente de ser los responsables de los negocios que investiga el juez Claudio Bonadío.
Galuccio utilizó a Doris Capurro para llevar a Cristina la arremetida contra el ministro y emitió un comunicado donde virtualmente responsabiliza a De Vido de las denuncias e irregularidades. En el texto se sugiere, claramente, que Galuccio fue transparente desde 2012 y que antes de esa fecha De Vido gastaba innecesarias divisas en transacciones poco claras.
El titular de YPF acusa a De Vido por sus desprolijidades y al Ministerio de Planificación de ser responsable por este escándalo que afecta a la Casa Rosada. Pero De Vido contragolpeó y sostuvo que es Galuccio el padre de las anomalías. Denuncia al jefe de la petrolera estatal de concentrar durante los últimos tres años, en forma hermética y sesgada, la caja de la compra de la energía en el exterior.
El ataque interno lo realizó a través del viceministro Roberto Baratta y de Walter Fagyas a cargo de Enarsa. La propia empresa sacó otro comunicado embarrando a Galuccio.
Ambos, subalternos de De Vido, argumentan en la Casa Rosada que hasta la llegada de Galuccio las licitaciones tenían la cobertura de la SIGEN “cristinista” y que a partir del 2012 el multimillonario negocio lo manejó YPF con una fórmula encriptada, sin controles y sin trasparencia.
Galuccio se escuda en el formato legal de YPF para no rendir cuentas e instrumentó un novedoso sistema de compras: nadie conoce los precios de las ofertas y la decisiones las toma él mismo a través del correo electrónico. El funcionario petrolero hace todo un culto de los secretos en el manejo de la compañía semiestatal: ocultó y mantiene en reserva el leonino contrato que firmó con Chevron, que incluye cláusulas que vulneran la soberanía de la Argentina.
La pelea entre ambos bandos es por la friolera de 4.000 millones de dólares en importaciones. Bonadío investiga presuntos sobreprecios y sobornos. Este negocio surgió por el propia fracaso del gobierno: la perdida de autoabastecimiento de petróleo y gas durante la gestión de Cristina Kirchner.
La mala política de la Presidenta provocó el déficit energético enorme y eso abrió las puertas al millonario negocio de las importaciones que aprovecharon “multis” y traders desconocidos.
Axel Kicillof prometió solucionar el desequilibrio con la estatización de YPF. Su estrategia no funcionó. Miguel Galuccio deslumbró a la Presidenta con sus promesas, pero ninguno de sus planes tuvo éxito y el país sigue perdiendo divisas en traer energía del exterior.
Este cúmulo de desaciertos generó un negocio multimillonario que controlaron siempre funcionarios -De Vido, Galuccio y Kicillof- que responden directamente a Cristina. De Vido aprovechó la turbulencia para atacar fuerte y acusó a Galuccio de traicionar a la Casa Rosada por intentar negociar su permanencia en el cargo -después de diciembre- incluso con Mauricio Macri. El viceministro Baratta dijo en varias reuniones con petroleros que Galuccio llegó a ofrecerle aportes de campañas a Macri, para asegurarse su propia continuidad en YPF. De Vido decidió trasmitir sus quejas a Daniel Scioli.
Fue ahí cuando Galuccio respondió y contragolpeó, porque el petrolero juega a dos puntas. Pero ambos ven la mano negra de Axel Kicillof : en privado el ministro califica de al menos poco clara la gestión de De Vido y descalifica por falta de éxitos a Galuccio.
Kicillof paladea la desdicha de sus dos enemigos, pero no tiene tiempo para disfrutarla: la subida del dólar lo tiene como máximo responsable, junto a la impericia de Alejandro Vanoli.
Los jefes de campaña lo han puesto en el foco: según sus encuestas en la ciudad de Buenos Aires Kicillof mide menos que el propio Recalde, aún en una boleta con Scioli. El salto cambiario fue fruto, en parte, de la falta de capacidad de Economía y del Central y de sus continuas peleas. Ahora debieron usar dinero de los jubilados del ANSeS para calmar la crecida y dejar el billete cerca del valor teórico de convertibilidad, que alcanza 15 pesos. En dos días gastaron 500 millones de dólares de los propios jubilados.
Galuccio no es el único que juega fuerte políticamente. Hace unas semanas los poderosos inversores del fondo chileno Moneda tuvieron la confirmación: en Santiago, Eduardo Levy Yeyatti sugirió a sus dueños que podría ser jefe del Palacio de Hacienda de Scioli o de Macri.
El economista preside la organización del establishment Cippec y trabaja con Mario Blejer. Ambos compartieron el BCRA durante la crisis del 2001 y Yeyatti renunció después de que fracasó su idea de dolarizar la economía. El movimiento de los economistas también está al rojo vivo. Scioli -después de las PASO- piensa convocar y sumar a su equipo a un ex ministro de Nestor Kirchner.
Eso es para el futuro, porque la verdad es que los candidatos solo están metidos en sus campañas. La falta de propuestas y debates también le mete ruido al dólar. Andan preocupados por la inestabilidad del blue. También por los traspiés de Aerolíneas en vacaciones, que espantan el voto moderado para el oficialismo.
El próximo informe de la Auditoria General de la Nación incluirá un dato impactante: el Tesoro acumula, hasta marzo pasado, giros a Aerolíneas por la la friolera de 23.198 millones de pesos, para tapar la mala administración de Mariano Recalde.