Por Dante Sica*
La disminución en el valor internacional de los combustibles constituye un contexto propicio para encarar un programa integral que incluya una revisión competitiva del marco regulatorio a fin de viabilizar las inversiones y recuperar la seguridad energética.
En los últimos meses se ha observado una recuperación parcial en los precios de los hidrocarburos a nivel internacional, luego de la sobrerreacción a la baja producida a principios de 2014. Un análisis de las tendencias de demanda, costos y tecnologías de producción hace prever que la recuperación continúe al menos hasta alcanzar valores por encima de u$s 70 el barril. De todas formas, la volatilidad en el precio continuará siendo la norma y los valores se mantendrán muy por debajo de los niveles de la primera mitad de 2014, al menos por los próximos dos años. Este panorama representa un gran desafío para el sector y encuentra a la Argentina en una instancia en la que necesita atraer inversiones para revertir un déficit energético creciente que imprime grandes distorsiones en el mercado.
A las contingencias geológicas y de valores internacionales, en nuestro país se suma un importante riesgo de entorno dado por las distorsiones de precios, la constante modificación de las reglas de juego y los marcos regulatorios que impactan en la rentabilidad de los proyectos. Esto se confirma observando la tendencia declinante que sufrió el nivel de reservas en los últimos años. Y es que cuando la cotización internacional tocó valores récord, el productor local recibió un precio totalmente desacoplado por un esquema de derechos de exportación distorsivo, con costos de producción que siguieron una tendencia creciente.
Hay que tener en cuenta que si se quiere apuntar a lograr la seguridad energética en un horizonte próximo, se necesitará incrementar entre un 30 y un 40% la producción de los hidrocarburos y combustibles. Para ello se requieren de inversiones por más de 11.000 millones de dólares anuales a lo largo de los próximos ocho años sólo en el upstream, lo que implica más de un 10% de la inversión global en la economía.
Las nuevas autoridades tendrán que repensar la política energética de manera integral y generar un marco de inversiones competitivo y estable.
En primer lugar, será necesario reducir las distorsiones de precios a lo largo de toda la cadena y promover la convergencia con los valores de referencia a nivel internacional tanto en petróleo como en gas en el mediano plazo. En este sentido, la coyuntura actual de caída en el precio internacional brinda una oportunidad de encarar este desafío sin mayores presiones al alza.
Pero además, se debe generar un marco regulatorio competitivo que sea consensuado, estable y que permita atraer el capital de riesgo. Entre otras cosas, será fundamental garantizar la libre disponibilidad y acceso a divisas, revisar el esquema de derechos de exportación de modo que se eliminen los precios máximos, consensuar límites a las alícuotas de ingresos brutos y regalías, garantizar la contratación y comercialización de gas y generar un régimen promocional a proyectos cuyas condiciones técnicas así lo requieran.
La disponibilidad de recursos nos permitirá volver a tener seguridad energética, pero sobre todo nos dará la oportunidad de generar un mayor desarrollo en el entramado productivo. Los riesgos geológicos y de precios son claramente exógenos, pero hay mucho por hacer fronteras adentro. Para ello será necesario repensar la política energética de manera integral y coordinada con una política industrial, a fin de generar un marco de inversiones competitivo y estable.
*Director de ABECEB y ex secretario de Industria y Minería de la Nación