Los ministros de Economía y Finanzas de la Eurozona han decidido retrasar hasta esta tarde la reunión por teleconferencia del Eurogrupo prevista esta mañana.
Ayer, el presidente, Jeroen Dijsselbloem, comunicó que el encuentro sería a las 11.30, pero "debido a la petición de numerosos ministros" se ha decidido posponer hasta la tarde, con el mercado ya cerrado, ha explicado hoy su portavoz.
El Eurogrupo ha recibido una nueva carta desde Atenas y que los técnicos están trabajando ahora mismo analizando el contenido de las nuevas propuestas. El diario británico Financial Times ha tenido acceso a dicha carta en la que el Gobierno heleno acepta lascondiciones de la última propuesta de las Instituciones solicitando a cambio apenas unas modificaciones.
"La República Helénica está preparada para aceptar el acuerdo a nivel técnico su jeto a las siguientes enmiendas, añadidos o clarificaciones, como parte de la extensión del programa de rescate que ha expirado y como parte del nuevo préstamo que fue solicitado ayer, martes 30 de junio", indica el documento.
¿Qué cambios? Que los acreedores acepten el descuento del IVA del 30% para algunas islas remotas; que el retraso de la edad de jubilación, que deberá estar en 67 años a partir de 2022 (o 62 años si hay 40 años cotizados) no entre en vigor ahora mismo, según pide Bruselas, sino en octubre.
Y que el EKAS, el complemento para las pensiones más bajas, que la Troika quiere que desaparezca en diciembre de 2019, se extienda un poco más, tal y como proponía antes Atenas.
Además, propone reducir el gasto militar en 200 millones de euros en 2016 y en 400 millones en 2017, aunque la Troika quería 400 desde el próximo enero.
Si esas condiciones se cumplieran, Tsipras aceptaría el acuerdo.
El domingo, la Comisión colgó en su página web el documento que se le había ofrecido a Tsipras antes de la convocatoria delreferéndum, y que como explicó el lunes Juncker, no sería "un estúpido paquete de austeridad".
En ese sentido, "el retraso del Eurogrupo es una buena señal" porque mostraría que hay algo muy concreto sobre lo que trabajar y, esta vez sí, obtener avances, según fuentes europeas. Pero eso no quiere decir que el acuerdo vaya a ser fácil o incluso posible. La reacción de las capitales europeas, y en especial Berlín, no se espera que sea optimista, puedes las condiciones sobre la mesa les parecen suficientes tal y como están. Y como no hay firma incondicional, pondrán pegas.
A medianoche expiró el programa de rescate griego, y se consumó también el impago al FMI de 1.507 millones de euros. Ahora mismo, y por primera vez en cinco años, Grecia no está bajo el paraguas de un programa de rescate, y tampoco bajo su amparo.
Con el acceso a los mercados cerrado, los bancos cerrados, un control de capitales y la línea de liquidez del BCE cerrada, su capacidad para hacer frente a los 9.000 millones de euros en vencimientos que tiene en los dos próximos meses es nula.
Por eso ayer Tsipras pidió un préstamos de 29.125 el Mede, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, opción que fue barajada en el Eurogrupo y descartada. Si quiere un nuevo programa, le dijeron, deberá empezar los trámites habituales, prácticamente desde cero.
En la carta de Tsipras, dirigida al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker; al del BCE, Mario Draghi. Y a la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, pero con copia a Dijsselbloem y el director del Mede, Klaus Regling, no hay una sola referencia a la situación de la deuda pública helena.
El Gobierno de Syriza ha pedido desde el primer día que se actúe sobre una deuda que estará en el 180% del PIB a finales del año. Quieren una reestructuración, con una quita importante. Las instituciones, salo el FMI, se oponen a la quita. Pero la opción de retrasar los vencimientos, bajar los tipos de interés o aumentar el periodo de carencia hasta que empiecen a pagar ha estado sobre la mesa desde al menos 2012.
Según explicó hace dos días el propio Juncker, las Instituciones propusieron a Tsipras, si firmaba el acuerdo, que tan pronto como octubre se sentarían en la mesa para renegociar los términos de la deuda del ESM, que ha prestado 131.000 millones a Atenas y que tiene el 38% de los bonos griegos. Y tenían el visto bueno de Klaus Regling para ello.