Con la vista puesta en 2022, cuando está programado el apagón nuclear total de Alemania por decisión de las autoridades, la central atómica de Grafenrheinfeld, la más antigua en funcionamiento del país, cesó ayer definitivamente su actividad.
Grafenrheinfeld, gestionada por E.ON y que estaba en funcionamiento desde 1981, es la primera central que cierra en la segunda fase de esta estrategia energética, aprobada en 2011 por la canciller alemana, Angela Merkel, cuando ratificó el compromiso adquirido una década antes por su antecesor, el socialdemócrata Gerhard Schröder.
Tras la catástrofe de la planta nuclear japonesa de Fukushima, en Japón, a consecuencia del terremoto y tsunami de marzo de 2011, ocho plantas atómicas fueron clausuradas provisionalmente, pero nunca volvieron a ser conectadas a la red.
La de Grafenrheinfeld, que suministraba en torno al 1,6% de la energía consumida en Alemania y el 11,5 % de la energía consumida en Baviera, estado federado del sur del país, es así la novena instalación que cesó su actividad. Incluso cerró seis meses antes de la fecha establecida, pero, según E.ON, esto se debe a la falta de rentabilidad económica por los impuestos a su actividad.
Las ocho plantas restantes deben ser desconectadas para el año 2022. El próximo en la lista es uno de los dos reactores de la planta de Gundremmingen en Baviera, que debe cerrar a finales de 2017.
“Fuera. Se acabó. La central de Grafenrheinfeld se desconecta de la red. Un motivo de felicidad, aunque todavía deben apagarse ocho centrales”, recordaron los diputados de Los Verdes en su cuenta de Twitter. Por su parte, la organización ecologista Greenpeace calificó en un comunicado que el cierre de la planta es un “gran éxito” del movimiento antinuclear y un “hito para la transición energética”. Para esa ONG el reto ahora son las toneladas de residuos nucleares que deja en herencia la central y que deben ser almacenadas de manera segura durante miles de años.
Para compensar el cierre de sus 17 centrales nucleares, la política energética alemana se centra en el fomento de las energías renovables. De hecho, aspira a producir el 80% de su electricidad de fuentes renovables para 2050.
La estrategia energética alemana sufrió un vuelco tras Fukushima. De hecho, Merkel había ordenado suspender los planes de su predecesor de avanzar hacia un apagón nuclear. Pero tras el desastre japonés, la canciller alemana llamó a “repensar” el modelo energético nacional para lograr abandonar rápidamente la energía atómica.
“Siempre fui una defensora de la energía atómica”, dijo entonces Merkel, pero reconoció que su opinión al respecto había “cambiado mucho” tras ver que los planes de seguridad de una central nuclear en un país muy desarrollado como Japón “no han sido suficientes”. Merkel resaltó que ese “apagón” nuclear alemán no se haría a costa de importar energía atómica de otros países: “De ser así, no habríamos hecho nada por la seguridad”.