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DEBATE
Olivera: el capital no tiene ideología, y los políticos tampoco. Scibona: ¿Asiento fumador o no?
27/06/2015

El capital no tiene ideología, y los políticos tampoco

La Nación

El candidato se explaya tal vez como nunca antes. El salón Golden Center de Parque Norte no está repleto, pero sí lo suficientemente ocupado como para celebrar cada exhortación a "la etapa que se abre en nuestra Argentina", como auguran los folletos esparcidos por las mesas. Una gentileza gráfica del grupo de empresarios convocante que los imprimió, encabezado por el bonaerense Osvaldo Rial. Faltan pocos minutos para las 22 y, antes del primer plato, Daniel Scioli arranca un discurso optimista, aglutinador. Aplauden 1500 comensales: además de Rial, el metalúrgico Juan Carlos Lascurain, el fabricante de zapatos Alberto Sellaro, el marroquinero Daniel Donikian, el líder sindical Antonio Caló y una multitud de propietarios pyme.

El gobernador está encendido: agradece la presencia de Lascurain, insta a mirar hacia el futuro y recibe una ovación cuando reclama a la Unión Industrial Argentina "dejar la política de lado y ponerse a trabajar por los intereses del país". Es extraño: Scioli está más locuaz que otras veces y, durante unos 20 minutos, se adentra en temas diversos que va hilvanando con llamativa fluidez. ¿Nace un orador, un Barack Obama autóctono que aguardaba silencioso en territorio bonaerense? No del todo: hay que levantarse de la mesa para advertir que, frente al atril, abajo, una pantalla de teleprompter le va dictando las ideas.

Fue anteanoche, durante el homenaje que la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires le organizó a quien, en los folletos repartidos a cada invitado junto con una lapicera anaranjada y un cupón pidiendo datos, definió como "el dirigente capaz de liderar esta apasionante etapa". Una especie de carnaval pyme pródigo en cotillón pero desprovisto, hasta ahora, de convidados de primera línea dispuestos a exponerse. Es la convocatoria que Scioli se propone completar de aquí a octubre.

La atmósfera del jueves parecía adelantarse al resultado electoral: se lo trató como si ya fuera presidente. Una canción de Axel le daba clima a una recorrida que, mesa por mesa, el candidato emprendió atendiendo urgencias más o menos predecibles. Aspirantes al poder, negocios o ambas apetencias a la vez. ¿Me puedo sacar una foto con vos?, pide un fotógrafo. Scioli acepta y dibuja una sonrisa. Momentos antes, un audiovisual acababa de compendiar, con voz en off y música emotiva, imágenes de su vida: competencias, trofeos, el acarreo de la lancha en el Paraná después del accidente, encuentros con Lula, Michelle Bachelet, el Papa. "Che, a Daniel no le gustó -dice un atribulado Lautaro Mauro, asesor y nexo del gobernador con Marcelo Tinelli-. Tenemos que poner el video después de que él hable, nunca antes."

Es el singular mundo de Scioli. "Muy conmovedor, la verdad es que me gustó bastante más de lo que esperaba -se sinceró un ejecutivo que no piensa votarlo-. Muy menemista todo: faltaban Lanchita Bissio y el Teto Medina."

El discurso había sido cuidado. Scioli casi no aludió al kirchnerismo -nombró dos veces a Néstor Kirchner, una a la Presidenta y otra a Carlos Zannini, su compañero de fórmula-, pero se limitó a hablar de "continuidad".

Esas contradicciones lo acompañarán al menos hasta octubre. Desde que Cristina Kirchner lo ungió como candidato propio, y ya asegurado ese anhelo largamente postergado, en su entorno procuran ahora andar el camino opuesto: que ese kirchnerismo explícito que estará impreso en las boletas que el Frente para la Victoria acaba de encargarle a la papelera de Alberto Pierri no entorpezca la relación con el establishment. Scioli lo insinuó días atrás ante Miguel Bein, su principal asesor, cuando le garantizó que la inoculación de Zannini en la fórmula no le restaría al economista influencia en la próxima administración y le encargó, al mismo tiempo, dar "señales al mercado". La promesa es tan osada que envalentona incluso a los kirchneristas menos revolucionarios. A Julio De Vido, por lo pronto, que viene tranquilizando a empresas eléctricas con un futuro promisorio y a la vez autocrítico: los próximos años, sugiere, no serán hostiles a los intereses del sector. O a Juan Carlos Fábrega, ex presidente del Banco Central, que se ilusiona hasta ante sus compañeros de palco en River con una segunda oportunidad.

Tantas ensoñaciones no emergen del aire, sino del acuerdo que desde el Gobierno le han propuesto a Scioli: "Las listas son nuestras; el gabinete es tuyo".

El gobernador viene admitiendo entre confidentes que tiene escasas posibilidades de imponerse en octubre en una primera vuelta. Y se propone, como objetivo primordial, que la convivencia con el kirchnerismo no perturbe el clima económico de aquí a las elecciones, como lo insinuó la última escalada del dólar. Será el primer paso para despejar la alarma que su futuro suscita entre empresarios. "Es una lástima que le hayan puesto a Zannini", comentó uno de los comensales en la noche del jueves a un operador del gobierno platense. Respuesta: "Nooo... No sabés lo que es Daniel: él va para adelante, quiere ser presidente".

Hay círculos que no serán tan fáciles de convencer. El miércoles, en la Sociedad Rural Argentina, durante un encuentro del Grupo de los Seis, que reúne a los sectores más poderosos de la economía, el banquero Jorge Brito espantó a varios al plantear que le veía al Frente para la Victoria posibilidades de triunfar en la primera vuelta. Y Juan Chediack, presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, resumió el espíritu ambivalente de su sector: a la larga, expuso, tal vez este modo de gobernar sea perjudicial para todos, pero en este momento las constructoras no están tan mal.

El dilema asalta en realidad a varios segmentos del establishment, y de ahí la precaución general por no arriesgar ni pronósticos ni respaldos. El Grupo de los Seis buscará en los próximos días acordar una reunión con Scioli. Y el miércoles, Axel Kicillof irá al Alvear, al Consejo Interamericano de Comercio y Producción (Cicyp), que conduce Eduardo Eurnekian, con una audiencia superior a la de almuerzos anteriores: unos 400 ejecutivos tienen reserva en las mesas. Pan American Energy, la petrolera de los Bulgheroni, es ya el primer sponsor si se suman ubicaciones, banners y auspicios, superando incluso a Buquebus, de Juan Carlos López Mena, recurrente benefactor del Cicyp.

El capital no tiene ideología, recitan los hombres de negocios. Scioli se empecina en recordarles que los políticos tampoco.

¿Asiento fumador o no?

La Nación

Tanto o más anacrónico e irreal que el título de esta columna (ya que en las líneas aéreas está prohibido fumar desde hace más de 20 años) es el contenido de algunos debates económicos que todavía tienen lugar en la Argentina.

Así como a ningún pasajero se le ocurriría pedir hoy un asiento para fumadores, en el mundo son contados los gobiernos que se atreven a justificar una inflación de dos dígitos anuales durante una década bajo el pretexto de defender a los más pobres. Sin embargo, el ministro Carlos Tomada acaba de confesar que "la inflación es un dato, más que un objetivo de política", en el ciclo de conversaciones en LA NACION. Es una falla grave de concepto: en 2014 sólo 15 de 180 países exhibieron una tasa inflacionaria de más de 10%. Y únicamente Venezuela, Siria y Sudán superaron el inverosímil 23,9% anual dibujado por el Indec.

No menos desubicado apareció Axel Kicillof al atribuir la última escalada del dólar paralelo a la acción conspirativa de aquellos a quienes "les molesta la estabilidad". No puede haber estabilidad cuando el gasto público preelectoral viene subiendo al 40% anual; el déficit fiscal apunta a más del 6% del PBI; la cantidad de dinero crece por encima del 33% anual y el tipo de cambio oficial, ajustado a la mitad de la inflación, se ubica en términos reales por debajo del fin de la convertibilidad, a costa del deterioro de las exportaciones y del superávit comercial.

Con esta previa, es factible que la suba del dólar blue haya sido disparada por el cambio de expectativas políticas tras el cierre de las candidaturas para las PASO. Pero el refugio en el dólar ha sido una constante en los períodos preelectorales y este año no será la excepción, con exceso de pesos, racionamiento de divisas y la reedición de la inestable "bicicleta" tasas-dólar. Máxime cuando, para salir del cepo cambiario, ningún presidenciable se ha atrevido hasta ahora a mencionar instrumentos usuales en la mayoría de los países, como tipo de cambio único y flotante; un presupuesto en serio; el fortalecimiento del mercado de capitales, o estímulos a la inversión para proyectos competitivos a nivel global.

Mientras no surja ese debate, quedará latente la oportunidad de aprovechar otro fenómeno que diferencia a la Argentina. Según datos oficiales, hay 180.000 millones de dólares "encanutados" como ahorro improductivo de argentinos fuera del circuito económico formal, y movilizar al menos un 10% cambiaría la perspectiva económica del próximo gobierno. Por ahora sólo resulta empobrecedor el planteo de continuidad o cambio, sin mayores contenidos.

Tan preocupante como la herencia de desequilibrios que dejará el kirchnerismo es la ausencia de debate sobre otras cuestiones que hipotecan el futuro económico. Cristina Kirchner se encarga de machacar en cada discurso proselitista por cadena que sin la intervención del Estado no podría prosperar el sector privado, cuando en realidad éste ya no puede financiarlo pese al récord de presión tributaria. No sólo eso: el exceso de intervención sobre precios, dólar y exportaciones frenó inversiones y dio como resultado (con excepción del complejo sojero) un estancamiento o retracción de la oferta en múltiples sectores que podrían aportar más empleo y divisas genuinas.

Según un estudio del ex ministro Juan José Llach para la Fundación Producir Conservando, desde 2003 la Argentina perdió la oportunidad de aumentar la producción de alimentos por el equivalente de US$ 25.000 millones anuales y generar mayores exportaciones por unos 15.000 millones anuales. El argumento de "defender la mesa de los argentinos" también resultó un fracaso: el estudio M&S Consultores calcula que los precios del rubro alimentos y bebidas crecieron 80% más que la inflación acumulada desde 2002 (1000%).

Aunque el ciclo de altos precios internacionales quedó atrás y las economías regionales están en la lona, se mantienen las retenciones del 5% pese a la pérdida de rentabilidad y a que representan apenas 0,5% de la recaudación impositiva total. Otro tanto ocurre con el trigo, cuya producción -ROE mediante- se redujo en 10 años de 17 a 12,5 millones de toneladas (con retenciones de 23% que equivalen a sólo 0,1% de la recaudación) y que para la actual campaña, según CREA, muestra una caída en la intención de siembra.

En la industria pesquera marplatense, con exportaciones por US$ 1500 millones anuales (90% de la producción) que superan a las de carne vacuna (donde la Argentina cayó del 3° al 6° puesto mundial), el panorama es similar. La rentabilidad está afectada por la suba de costos y la demora en reintegros de IVA y otros impuestos, a pesar de que las empresas deben pagar por adelantado retenciones por exportaciones a pérdida. Además, los problemas de dragado impiden embarques al exterior desde Mar del Plata y obligan a enviar la mercadería por camión a Buenos Aires. Este cuadro ya produjo en los últimos años el cierre de una decena de empresas.

La minería también está jaqueada por la caída de precios internacionales, suba de costos en dólares, retenciones de 5/10%, mayores impuestos provinciales y controles cambiarios. Para movilizar proyectos pequeños y medianos por U$S 2000 millones, las empresas piden la plena vigencia de la ley de estabilidad fiscal que impulsó el desarrollo de la actividad, incluso aceptando un menor porcentaje de disponibilidad de divisas para atender pagos externos. Paralelamente, la prohibición por ley de la minería a cielo abierto en siete provincias amenaza exportaciones que vienen cayendo y en 2014 sumaron casi US$ 4000 millones.

A los dólares que dejan de generar estas y otras actividades deben restarse los del déficit comercial energético, que estalló en 2011 tras una década perdida para la producción y reservas de hidrocarburos. La paradoja es que cuando los precios del crudo batían récords, las petroleras subsidiaban el consumo con precios regulados muy bajos; y ahora, cuando el crudo cayó casi 50%, son los consumidores los que pagan los precios de los combustibles más altos de la región (salvo Uruguay), mientras el Estado subsidia a las compañías que aumenten su producción de petróleo y gas. Aun así, sólo YPF y PAE han logrado en los últimos meses revertir parcialmente la caída productiva.

Recuperar el autoabastecimiento llevará años y miles de millones de dólares de inversión, que llegarán con cuentagotas mientras se mantengan los controles cambiarios, el alto costo de financiamiento externo y el freno al giro de utilidades. Incluso en Vaca Muerta, donde los costos en dólares conspiran actualmente contra una explotación rentable de las áreas en operación o desarrollo.


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