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DEBATE
Bonelli: Zannini no estará solo. Gabetta: orden nuevo a la criolla Olivera: el sueño postergado de una traición
20/06/2015

Zannini no estará solo: Cristina impone el gabinete

Clarin

(Por Marcelo Bonelli) Cristina Kirchner tiene un plan político: mantener el absoluto control del próximo gobierno, en caso de triunfar Daniel Scioli.

La estratégica decisión de ubicar a Carlos Zannini en la formula presidencial fue cerrada en secreto hace dos semanas con el propio Scioli, en negociaciones que incluyen otros compromisos fuertes: si el Frente para la Victoria resulta ganador, se mantendría en el Gobierno a la mayoría de los ministros leales a la Presidenta.

El principal caso es el de Axel Kicillof, quien en un eventual triunfo oficialista se mantendría como jefe del Palacio de Hacienda o muy cerca de ese lugar, pese al cúmulo de traspiés que acumula desde que asumió en el ministerio 

Frente a su tropa, Scioli justificó el acuerdo: “Si vencemos, esto le va a dar previsibilidad a nuestro gobierno.”

También ascenderán a cargos de importancia varios de los actuales jerarcas de La Cámpora. El proyecto apunta, incluso, a poblar la Corte Suprema de jueces leales. En el entorno de Zannini se afirma sin rubor: “Si ganamos, Norberto Oyarbide tendrá su recompensa política por ayudarnos.”

Esta es la información que existe en las cúpulas empresarias. En la Unión Industrial, la Asociación de Bancos y la Asociación Empresaria hubo múltiples reuniones en las últimas 48 horas para evaluar el nuevo escenario político que genera la integración de la fórmula oficialista. En esos encuentros se manifestó inquietud por la “absoluta continuidad” que implica la movida de Cristina y por la posibilidad de que el actual esquema económico persista sin correcciones.

Las primera señal de esas dudas fueron las adversas cotizaciones en los mercados, pero hubo por lo menos cuatro informes internacionales que trasmitieron a los inversores los interrogantes económicos que abre la decisión de Cristina. Uno, secreto, es del Barclays Bank, que esta semana sostuvo: “La sorprendente inclusión de Carlos Zannini en la boleta de Scioli debe ser vista como parte de una arquitectura política de la Presidenta para limitar el poder de Scioli.”

También advierten que, condicionado Scioli, un eventual triunfo oficialista puede derivar en una devaluación. Así lo dice: “Aleja un acuerdo con los holdouts y la apertura al ahorro externo a través de inversiones genuinas, lo cual aumenta la expectativa de depreciación de la moneda en el 2016.”

Esos “papers” volvieron a hablar de devaluación porque –como José Martínez de Hoz y Domingo Cavallo– Kicillof utiliza el atraso cambiario para generar una sensación de transitoria tranquilidad. El actual atraso del dólar oficial es del 30% y provoca fuertes trastornos en la industria y las economías regionales. El desastroso resultado del oficialismo en Río Negro tiene origen en la crisis que generó Kicillof en el Alto Valle.

En igual dirección hablan otros documentos de Wall Street, como los del JP Morgan, el fondo Raymond James y el Citibank. El trabajo confidencial del Citi sostiene que “la noticia reduce la probabilidad de que haya un cambio bajo una eventual administración de Scioli.” Y agrega: “Sin duda, con la designación de Zannini, el kirchnerismo tiene como objetivo mantener tanta influencia como fuera posible.”

Para frenar tan graves comentarios en Manhattan, Zannini envió a los abogados argentinos a tranquilizar a los fondos de inversión. Tiene el control porque es el encargado de abonar los fabulosos honorarios del estudio Cleary & Gottlieb. Pero el mensaje de los letrados causó convulsión: dicen que en caso de ganar la fórmula Scioli-Zannini, Argentina propondría una reprogramación global de todos los bonos, para encubrir el pago a los fondos buitre.

La cuestión generó interconsultas en el Grupo de los 6, los jefes del movimiento empresario local. Ahí las evaluaciones fueron menos drásticas que en Wall Street. Estos hombres de negocios ponderan que –de todos modos– Scioli se impuso en el oficialismo, a pesar de que la propia Cristina no lo quería como candidato del FPV. Adelmo Gabbi esgrime, en privado, la teoría de la lapicera : “En la Casa Rosada, al final, el poder lo tiene el dueño de la firma presidencial.”

También en la Bolsa sostienen que Zannini es mejor candidato que Kicillof, porque, al ser conocido, el ministro es un verdadero piantavotos. Scioli nunca lo quiso en la fórmula.

Kicillof quiere alcanzar la diputación porque eso implica tener fueros y eludir investigaciones judiciales.

En las últimas semanas se conocieron las pésimas condiciones que aceptó en el acuerdo con el Club de París. Los primeros documentos públicos de esa transacción confirman un anticipo de Clarín: que Kicillof no negoció y que directamente validó todas las imposiciones que los acreedores le exigieron, e implicaron reconocer una deuda adicional de 3.600 millones de dólares. Las claudicaciones de Kicillof intentaron ser tapadas con un compromiso: el Club de París aceptó no difundir el acuerdo para que el ministro no quedara expuesto políticamente.

Pero los convenios bilaterales que firma la Argentina con los miembros del Club confirman su blandura a la hora de negociar en París.

El decreto 957 que ratifica el convenio con Francia y documentos anexos del Palacio de Hacienda confirman la pésima operación de Kicillof. Incluyó en la negociación deuda que ni Carlos Menem había aceptado incorporar. Tampoco exigió –contra lo que es habitual– una baja en los de intereses vencidos y admitió una aberración financiera: el pago de la totalidad de los punitorios que pidió el Club de París.

A cambio no obtuvo ni un solo crédito para inversión. El texto del acuerdo ratifica una cosa: una inadmisible rendición financiera de la Argentina.

El sueño postergado de una traición

La Nación

(Por Francisco Olivera) Fue un rapto de humor negro empresarial. O el reverso de aquella polémica frase de Eduardo Jozami, socio fundador de Carta Abierta, cuando todavía se especulaba, allá lejos y hace tiempo, con que Máximo Kirchner acompañara a Daniel Scioli en la fórmula presidencial. "Si eso sucediera, tendría la expectativa de que Scioli a lo mejor renuncie algún día", había dicho Jozami. Ayer al mediodía, cuando LA NACION le preguntó por WhatsApp cómo veían él y sus pares la unción de Carlos Zannini en ese lugar, el líder de una cámara empresarial no contestó con palabras: se limitó a enviar la imagen adjunta de Frank Underwood, protagonista de la serie House of Cards, debajo de una leyenda inquietante.

El afiche muestra a Underwood con cara de quien piensa una segunda jugada, preguntando: "¿Y si Scioli sufre un accidente? Asume Zannini, ¿no?" Esa broma pesada que circula entre teléfonos corporativos compendia en realidad el ánimo de todo el establishment.

Lo que para ellos era hasta el martes la esperanza, resignada, pero esperanza al fin, de que un triunfo de Scioli en las elecciones fuera coronado con una emancipación inmediata y definitiva del kirchnerismo en el día uno, llevará más tiempo del que se calculaba. En otras palabras: Zannini, el comisario político que la Presidenta ha decidido adosarle a su ungido, postergó el sueño corporativo de la traición del gobernador. Tomados por sorpresa, algunos foros, como la Unión Industrial Argentina y el Grupo de los Seis, ya acordaron encuentros reservados para discutir el nuevo escenario la semana próxima.

La primera conclusión es elemental: si Cristina Kirchner ubica en la fórmula a su orfebre jurídico, no hay dudas de que, contra lo que algunos venían especulando, apunta a ganar en octubre. En realidad, las grandes corporaciones lo venían intuyendo. Lo explica el esmero con que Daniel Novegil, CEO de Ternium, del grupo Techint, le organiza a Axel Kicillof almuerzos con pequeños grupos de ejecutivos. Uno de esos encuentros, que se hacen con la aprobación de Paolo Rocca, jefe máximo del grupo siderúrgico, fue en el hotel Alvear.

Cuestiones de supervivencia que van más allá de la condición de director de Siderar que mantiene el ministro de Economía: con Zannini en la fórmula, la mayoría le augura un rol decisivo en la eventual administración durante los primeros meses. Después se verá. A fuerza de clases interminables sobre historia económica en Olivos, Kicillof es ya no sólo el funcionario más influyente, sino el enviado de Cristina y Máximo Kirchner en cualquier reunión de este tipo. Así lo entendieron los empresarios que se sorprendieron ayer al verlo en San Petersburgo, en un panel latinoamericano que, hasta último momento, incluía sólo a Miguel Galuccio. ¿Siguen molestando en la Casa Rosada la autonomía y el cartel del presidente de YPF? Especulaciones en la atmósfera soviética.

El anhelo de un Scioli no kirchnerista no tiene otro sustento que la historia del peronismo. Según esta proyección que prolifera en los directorios, el gobernador haría en tiempo y forma lo que Florencio Randazzo acaba de cumplir de manera prematura.

Esa dimisión del ministro a los antojos de Cristina Kirchner, que desencadena desde el miércoles furibundas críticas dentro del PJ, debe ser entendida en el contexto de los últimos cuatro años. En 2011, cuando todavía el kirchnerismo soñaba con reformar la Constitución para que la jefa fuera reelecta, se ensayaron en simultáneo planes de contingencia por si la iniciativa fallaba. "Quiero ser", propuso Randazzo, y la Presidenta no sólo aprobó la idea, sino que emitió gestos que abonaron esa candidatura.

Fue una concatenación inequívoca: vino la tragedia de Once, se le encomendó al ministro la conducción del sector ferroviario, se le enviaron fondos para comprar vagones que llegaron incluso a insumir 750 millones de dólares de reservas del Banco Central en plena caída de esos activos y se optó por sepultar hace unos meses, pese a la intención inicial, la idea de dividirle la cartera trasladando la Dirección Nacional Electoral -a cargo de Alejandro Tullio- a la Jefatura de Gabinete. Eran tiempos de construcción política. La Cámpora llegó incluso a desatender la desconfianza que suscitó Randazzo el día en que osó plantear una divergencia interna: era febrero de este año, se pensaba que Claudio Bonadio citaría de inmediato a indagatoria a Máximo Kirchner por la causa de Hotesur y se habló de preparar una manifestación en respaldo al hijo presidencial. "No es conveniente", sorprendió Randazzo.

Esos espaldarazos oficiaron al mismo tiempo de señales para la militancia, algunos de cuyos miembros no salen todavía del estupor que les supone tener que encolumnarse detrás de Scioli, el único candidato propio que fustigaban. Las recientes volteretas de Carta Abierta o 6,7,8 son sólo ejemplos de esa corrección de rumbo. Con todo, según las expectativas kirchneristas, el precandidato no cumplió. ¿Cómo venimos?, solían preguntarle a Randazzo en reuniones periódicas, y él contestaba mostrando encuestas que sus interlocutores, al salir, constataban con otras. Cifras fatales: mientras se esperaba que llegara al 30% de intención de voto, sólo crecía en la provincia de Buenos Aires y alcanzaba el 7% en todo el país, mientras Scioli subía.

Es lo que desencadenó la decisión del martes, que Randazzo supo un día antes. "¡Voy a hablar con Cristina!", le gritó el lunes a Eduardo de Pedro, secretario general de la Presidencia, el encargado de transmitirle que se esperaba que se postulara en la provincia de Buenos Aires. La conversación fue breve, y la reacción, tan destemplada que casi termina a los golpes. En el kirchnerismo se temió entonces que ese malestar pudiera causar daño público porque, dicen, Randazzo tiene una inmejorable relación con periodistas de alto perfil. Decidieron, por lo tanto, resignar cualquier efecto sorpresa y adelantar el anuncio de la candidatura de Zannini para el martes: se hizo en un horario extraño, minutos antes de que empezara el partido del seleccionado nacional en la Copa América.

Al día siguiente, el miércoles, Randazzo se reunió con la Presidenta y le pidió tiempo para pensarlo. Se recluyó en su casa todo el día con algunos colaboradores y, cerca de las 20, cuando los medios comunicaban que el ministro estaba "analizando la propuesta", tenía ya redactada la carta de rechazo. "Florencio", firmó de puño y letra, y la envió en papel a Olivos, mientras se guardó una copia para difundir anteayer por correo electrónico al periodismo.

Fue el principio del final. Así lo entendieron funcionarios como Aníbal Fernández y Sergio Berni, que ayer se apresuraron a cuestionarlo, y parte de la militancia más informada, algunos de los cuales ya preparan chistes para hostigar al díscolo y disuadir a quienes pretendan imitarlo: "Randazzo = Cobos".

Es el trance que Scioli pretende evitar con sus últimas sobreactuaciones y que, al mismo tiempo, los hombres de negocios quisieran apurar. Una ironía empresarial de fin de ciclo: esperar, contra toda esperanza, una traición liberadora.

Orden nuevo a la criolla

Perfil

La imposición a Daniel Scioli de llevar a Carlos Zannini como candidato a la vicepresidencia es mucho más que una fórmula electoral. Esencialmente distinto de los patanes de la política que pululan en el kirchnerismo, Zannini es un cuadro de primer nivel, un jurista equipado teóricamente y un orador claro y convincente. “Cerebro gris” del kirchnerismo y redactor de sus propios proyectos y leyes cuando los Kirchner los aprobaban, hoy sale a ocupar el centro de la escena porque la situación lo reclama. La decisión de Cristina Kirchner configura un proyecto de poder hegemónico de largo plazo, que subestima o desprecia el marco republicano, se inscribe en una tendencia hoy generalizada en las democracias occidentales y del lado chino-ruso en la actual reconfiguración geopolítica mundial.


Es necesario recordar que en 1919, Antonio Gramsci –junto a otros dirigentes que en 1921 fundarían el Partido Comunista Italiano (PCI)– creó la revista de izquierda Ordine nuovo (Orden nuevo). Años después, Adolf Hitler afirmaría: “El año 1941 será, estoy convencido, el año histórico de un nuevo orden europeo” (Berlín Sportspalatz, 30-1-41). Se trataba de dos proyectos revolucionarios; el primero de raíz marxista y el segundo de extrema derecha; nazi-fascista.


Pero aunque los objetivos políticos fuesen diferentes, la coincidencia respecto a la necesidad de un orden distinto al republicano era completa. El orden liberal-republicano no atinaba con la crisis del sistema –en gestación en 1919, estalló en 1929– y el planeta entero se convulsionaba, perdía el rumbo. Henry Ford apoyaba al nazismo. Luego, y a pesar de Gramsci y Rosa Luxemburgo, el “socialismo real” acabó con la democracia en la URSS, del mismo modo que el nazismo y el fascismo en media Europa. Al cabo de una guerra atroz, volvió a imponerse el proyecto liberal-republicano occidental, que entró en “guerra fría” con la URSS hasta que ésta se derrumbó en 1991.


Este escenario de persistente crisis internacional y convulsiones republicanas se repite hoy. Pero después de 1945 el sistema capitalista, con los “treinta gloriosos” años posteriores en las democracias desarrolladas y algunos países del Tercer Mundo, demostró que aún tenía resto. Ahora domina el planeta, pero parece exhausto: conservadores, liberales y socialdemócratas llevan décadas fracasando ante las crisis del sistema, que se acortan en el tiempo y se agravan en magnitud. Si la misma situación se resolvió entonces con una guerra mundial, hoy esa alternativa acarrearía daños incalculables. 

 Vamos por todo. Vuelven pues a darse las condiciones para propuestas de un nuevo orden, o un orden nuevo, económico, político y social. La desorientación republicana genera mesías y profetas sin inhibiciones democráticas. En Francia, el 85% de los ciudadanos considera que el país “necesita un verdadero jefe, que ponga orden” y así por el estilo en la mayoría de las democracias capitalistas  En España, la dirigencia tradicional es merecidamente apelada “la casta” por sectores con propuestas de un orden nuevo aún sin precisar. En América Latina, pululan diversos populismos. Tanto las situaciones como las perspectivas de evolución de estos fenómenos son distintas, pero el marco es el mismo: un desorden que se impone y la consecuente necesidad de un nuevo orden. También la política le tiene horror al vacío.


Es por eso que Carlos Zannini ha decidido encabezar el intento de ocupar el hueco. Tiene con qué: su militancia y formación marxista-maoísta. Y dónde apoyarse: el peronismo, que en sus diversas variantes lo viene intentando desde 1945. Hasta hoy no logró perpetuarse a causa de un marco económico nacional e internacional manejables y por tanto de una oposición económica, política e institucional que aún resistía. Hoy esas condiciones económicas globales no existen; el desorden político e institucional es cada vez mayor y la oposición es lo que es; un puro ejercicio electoral sin propuestas. Por no haber, no hay, al menos por ahora, ni fuerzas armadas dispuestas a violar la ley, del lado que fuere.


El desorden argentino viene de lejos, pero la crisis, el vacío político y la ausencia de propuestas nunca habían sido tan grandes. Ese es el hueco al que apuntan Carlos Zannini y Cristina Kirchner. La mitología montonera es al kirchnerismo lo que fue el Ordine nuovo de Gramsci al PCI; la ideología y los métodos peronistas, al nuevo orden mussoliniano. Cristina ha reemplazado las exhibiciones de torso de Don Benito por el más femenino y moderno contoneo de la cumbia. Su violencia metodológica no ha llegado a los extremos del fascio, pero hay síntomas, como el camporismo y sus “Vatayones militantes”, una suerte de mazorca light y juvenil con resabios de la Revolución Cultural maoísta. Un tanteo, al menos por ahora.


Por último, Argentina puede asegurarse el financiamiento de la endémica crisis económica populista inclinándose hacia China y/o Rusia en la disputa geopolítica que éstas mantienen con Estados Unidos y la Unión Europea. Ya lo está haciendo, lo mismo que otros países de la región. Pero el dato es que ni China ni Rusia son precisamente democráticos. Y la democracia corre serios peligros en Europa y Estados Unidos.


Mientras no aparezca un nuevo proyecto económico, político y social de raíz republicana, el proyecto que expresa Zannini seguirá ejerciendo y desarrollando poder, incluso perdiendo las próximas elecciones. Es por eso que el cerebro tiene ahora una cara y un cuerpo.


Queda por ver si les dará el cuero. Media sociedad se opone y medio peronismo sigue expectante, a la espera de señales claras de un poder consolidado. El portazo de Florencio Randazzo es una primera señal de que no “todo está atado y bien atado”, como decía Francisco Franco.


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