La industria de alimentos y bebidas viene empequeñeciéndose en los últimos tres años, por una conjunción de desbarajustes internos a los que se sumaron problemas en algunos mercados externos relevantes.
De acuerdo un informe presentado por la Copal (la cámara de cámaras de este sector) el año pasado se exportaron unos U$S 27.000 millones de alimentos y bebidas desde la Argentina, esto es, 10% menos que en el pico de 2011, en un sector que exporta el 40% de lo que produce. Con ello, el país, que es entre el 5º y el 7º productor mundial de alimentos, perdió tres lugares en el ranking global de exportaciones del rubro, hasta quedar en el 14º puesto. Desde abril de 2014 hasta marzo de 2015, los despachos de alimentos y bebidas mostraron variaciones negativas todos los meses, sostiene el informe.
En el caso de las economías regionales, el año pasado cayeron 6,3% respecto de 2013. Y en el primer trimestre de 2015 acumularon otro 4,6% en promedio.
Los rubros más afectados son manzanas (50,7%), aceite de oliva (40,5%), aceitunas (38,4%), lácteos (36,5%), carne aviar (32,9%), peras, (26,2%), golosinas (25,9%), conserva de frutas (21,1%), té y preparados (20,1%) y jugos (18,6%).
“No solo es lo que se pierde de exportar cuantitativamente; se pierden mercados además, con lo mucho que cuesta crearlos y mantenerlos”, dijo Daniel Funes de Rioja, presidente de Copal. Por el contrario, crecieron rubros como alfajores (17,1%), dulces y mermeladas (16,1%), conserva y preparados de tomate (15%) y vino (1,4%).
Entre las situaciones que crean problemas transversales a estas industrias, Funes de Rioja evitó referirse al tipo de cambio y la posibilidad de devaluación, para enfocarse en los problemas que están trabando el agregado de valor en origen, según dijo.
Entre los factores distorsivos que requieren solución, marcó el continuo aumento de los costos internos, entre los que se destacan los fletes (tan gravitantes para las economías alejadas de las grandes urbes y los puertos) que entre 2010 y 2014 aumentaron 183%, e imponen sobre costos por tiempos muertos debidos a las aduanas interiores.
También complican otras cuestiones, como la resolución 1108, que eliminó a Montevideo como puerto de trasbordo. “Se demostró que la medida no incrementó el uso de puertos nacionales”, dijo, y sin embargo se sigue manteniendo, con los sobre costos que provoca.
En el caso de la fruta del Alto Valle y de la pesca, por ejemplo, implicó encarecimiento de costos y problemas logísticos ya que, por un tema de calado, el barco que trasbordaba Montevideo antes de marchar a ultramar podía salir más cargado de San Antonio Oeste, ahorrando tiempos y cantidad de envíos.
La caída generalizada de los precios internacionales del sector y el descenso de la demanda interna y externa son otros dos elementos centrales de este cóctel que le pega a las economías regionales.
La devaluación de Rusia y de Brasil afectaron enormemente a los exportadores a esos destinos (frutas, carnes y otros), a la vez que mejoraron la ya fuerte competitividad brasileña ante los clientes de la Argentina.
Concentración fiscal
Un párrafo aparte le dedicó Copal a la excesiva presión fiscal y tributaria nacional, provincial y municipal. Citando un trabajo del Iaraf, un 41% del precio final de los alimentos y bebidas está conformado por impuestos, incluyendo las cargas sociales de los trabajadores, IVA, Ingresos Brutos, Ganancias, municipal, impuesto al cheque y a los dividendos. Otra mención especial tuvo el tema de Ingresos Brutos, ejemplificado con las galletitas dulces: el peso de este impuesto acumulado en el precio en la etapa de los ingredientes (trigo, harina, aceites, azúcar), que es del 2,98%, se va incrementando en las etapas de venta mayorista y minorista, hasta constituir más del 9% del precio final.
Se sabe que, a partir de cierto umbral, la gente deja de pagar impuestos. Según Funes de Rioja, la evasión promedio en el país es del 37,5%, pero en el Norte alcanza el 50%.
“Debería haber una resolución más inteligente de estos temas en las economías regionales, para que no se vaya todo al negro; por ejemplo, no tocar el salario pero sí la carga social”, dijo.
Según el dirigente, la presidenta de la Nación aceptó este criterio que ya se aplicó a la yerba y el vino, sectores en donde generó un blanqueo que benefició a la industria y al trabajador. “Hay que profundizar en este proceso. Tiene que haber una concertación, por lo menos de tipo fiscal”, sugirió Funes de Rioja, en una industria cuyas importaciones no superan el 5% de sus exportaciones.
Una medida largamente reclamada contra esta crisis que atraviesan las economías regionales sería eliminarles las retenciones. Según Copal, de los $84.000 millones que aportó en 2014 el sector de alimentos y bebidas en concepto de derechos de exportación, solo el 3% provino de economías regionales, unos u$s 308 millones. Poco para el Estado, vital para muchas industrias regionales, como las del aceite de oliva, las aceitunas, los porotos, las conservas de frutas, el vino, el té, la pesca, los jugos, las manzanas, las peras, el azúcar, la carne aviar, la naranja, el limón, la arveja y la mandarina.
Propuestas
Más allá de la coyuntura, Copal elaboró un documento sobre los problemas transversales que tiene el sector y cómo propone resolverlos. La idea es que sea sometido a discusión pública, tanto de cara al futuro mediato como al inmediato, ya que “de acá a diciembre se pueden hacer muchas cosas”, dijo Funes de Rioja.
En esta línea, el próximo 25 de agosto la entidad llevará adelante la 2º Jornada Nacional de Alimentos y Bebidas, bajo el título La oportunidad de liderar el desarrollo económico de la Argentina, que analizará las oportunidades y desafíos de esta industria, las oportunidades que ofrece el mundo, los ejes de la próxima década y las propuestas de políticas para el sector. Según Funes de Rioja, “la Argentina no sólo tiene una plataforma agroalimentaria fenomenal, sino que tiene posibilidades relevantes si cuenta con el andamiaje de no tener regulaciones innecesarias”. Sin embargo, recalcó que no tiene ninguna esperanza de definiciones antes del 9 de agosto. “Hay una discusión sobre qué es continuidad y qué es cambio, y a nosotros no nos interesa la metafísica”, cerró.
Orlando Ferreres
La industria del vino ha hecho una gran transformación en los últimos 20 años, concentrándose en los vinos de mucha mayor calidad. Esto le permitió a esta industria ser mucho más competitiva en el mundo, pues al mejorar la calidad, al mismo tiempo mejoraron los precios y, por lo tanto, la rentabilidad. Argentina ha pasado a exportar importantes volúmenes en algunas variedades, especialmente en Malbec. Este se está convirtiendo en un sinónimo de vino argentino, lo cual no significa que no se exporten otras variedades, pero el Malbec es el que más se ha desarrollado.
Cuesta mucho posicionar a los vinos de un país en las góndolas de los principales mercados, como por ejemplo, las de Estados Unidos, uno de los principales mercados importadores de vino del mundo.
Es un proceso lento y costoso, que requiere mucho marketing tanto de imagen como de promoción del producto, para ir logrando resultados.
El problema que tenemos en este momento es que los precios en pesos en el mercado local, al cambiarlos al tipo oficial, que es el que se paga al exportar, se han incrementado en moneda doméstica en mucha menor medida que los costos, por el atraso cambiario, al usarse este instrumento del comercio exterior como palanca antiinflacionaria.
Por ese motivo, nuestros costos en moneda internacional han crecido mucho más que los precios del vino en los mercados internacionales. Este proceso se viene notando claramente después de 2010, pero se ha acentuado en los últimos años, después que se decretó el “cepo” cambiario hacia fines de 2011.
El precio promedio en las góndolas de Nueva York ha crecido un 3,9 % anual en los últimos 5 años, pero el costo del vino argentino de calidad para la exportación, ha aumentado un 8,4% anual en los últimos 5 años, una diferencia muy notoria. Este distinto ritmo de aumento ubica ahora al vino argentino en un nivel un 28% más caro que la relación de precios que se registraba en 2010. Esta diferencia se hace difícil de absorber por las bodegas argentinas, por lo que las condiciones macroeconómicas de Argentina van sacando a nuestro producto del mercado internacional, perdiendo el buen posicionamiento que con tanto esfuerzo se había conseguido.
Es fundamental, no solo para las bodegas sino también para los productores de uva de alta calidad, reponer las condiciones de mercado que les permitan moverse con previsibilidad en el mercado internacional. La corrección de enero de 2014 había logrado mejorar en algo la situación, pero esa diferencia se ha perdido completamente a mediados de 2015.
Esto que ocurre con el vino de alta gama también le ocurre a otros productos regionales, como las frutas frescas del Valle de Río Negro, o las frutas secas de San Juan, o la maquinaria agrícola de Reconquista o Rafaela, o los hoteles de turismo receptor internacional, hoy con un grado de ocupación francamente bajo, por lo caro que se están ubicando cada día los bienes y servicios en Argentina con relación a los precios internacionales.
Al tener Argentina una inflación tan alta, el año pasado del 40% anual y este año del 25-30% anual, los desvíos se hacen sentir de una manera inmediata y las empresas no pueden seguir manejándose normalmente en un contexto tan cambiante.
Se requiere un país sin inflación, o a lo sumo del 2-3% anual, que hoy ya es muy alto pues los países desarrollados solo tienen 0-0,5% anual y, en algunos de ellos, la variación es negativa en el nivel general de precios. Hay que establecer las condiciones fiscales para que no se deteriore el valor de la moneda, que principalmente consisten en no incurrir en déficit de las cuentas públicas financiado con emisión espuria de dinero del Banco Central. Este proceso genera inflación y, en ese contexto, es difícil competir.
Una vez más se aprecia que una buena macroeconomía es muy necesaria para el desarrollo económico del país. Y hay que premiar a los empresarios que han hecho bien su trabajo para convertirse en un sector competitivo y poder exportar valor agregado y que se ven ahora sorprendidos por una política general que los desubica sin que puedan hacer nada al respecto.