Sin un acuerdo amplio, Sergio Massa se prepara para ratificar su candidatura presidencial. El diputado del Frente Renovador reunirá el lunes a su tropa, a quienes animará a seguir en carrera por el premio mayor, novedad que pretende hacer pública un día después, en medio de más negativas de Mauricio Macri de aceptarlo en su espacio.
El tigrense sabe que sólo faltan 13 días para el cierre de listas y que será imposible torcer la postura del jefe de Gobierno porteño. Descarta los otros caminos: competir como candidato a gobernador en lista corta o declinar cualquier postulación este año.
Mira los números y sabe que si baja su candidatura presidencial ayudará a su principal enemigo político, Daniel Scioli, a estar cerca de un triunfo en primera vuelta. Se resiste a ese escenario. Pero para continuar en la pelea por la sucesión de Cristina, deberá convencer a los aliados que le quedan y a su hoy competidor en la interna, José Manuel de la Sota, a quien el martes preferiría presentar como su compañero de fórmula.
Massa no sólo sueña con el cordobés como vicepresidente por los votos que conseguirían juntos, sino también por el financiamiento conjunto de una sola campaña, algo que hoy parece difícil que pueda afrontar solo y sin la colaboración de empresarios que supieron estar en la elección 2013. Incluso, los pocos lugares donde se compran los papeles para las boletas no recibieron aún la reserva de la papeleta por parte del diputado del Frente Renovador.
Pero el tigrense vuelve a resistir. En estos días le dejó claro a empresarios y dirigentes que es Macri quien no quiere vencer al kirchnerismo. En su discurso el martes insistirá con las “actitudes mezquinas” del jefe del PRO y asegurará que, al igual que en 2013, tendrá que ser él quien le gane al Frente para la Victoria.
En estos días de especulación, Massa dejó algo claro: no tiene retorno al oficialismo. “Si hay algún lugar al que no voy a volver es al kirchnerismo”, les dijo a sus intendentes a principio de esta semana, cuando aún José Eseverri (intendente de Olavarría) integraba sus filas. Este alcalde había llegado a la reunión massista después de fotografiarse con el secretario general de la Presidencia, Eduardo “Wado” de Pedro, y llevaba la moción de acordar con los K, propuesta que, por la introducción de Massa, ni siquiera llegó a deslizar. Horas más tarde, Eseverri volvió en soledad a las filas del oficialismo.
“¿Si compite a presidente quién será su candidato en la provincia ahora que Francisco de Narváez se bajó?”, repiten en todos los círculos de poder, desechando la posibilidad de su postulación a la presidencia. No miran que la excusa de De Narváez fue conseguir un acuerdo con Macri. Si esto no sucede, ¿por qué no puede presentarse como candidato?, responden los massistas. El diputado reconoce haber bajado en las encuestas e incluso haber tocado su piso mínimo (16% de intención de voto), pero asegura que de ahí rebotó. Por el resultado de 2013, será el candidato que más tiempo tenga en la TV abierta una vez que se inicie la campaña, minutos con los que confía en volver a posicionarse arriba de los veinte puntos.
(Por Joaquín Morales Sola) Un representante incomparable de Mauricio Macri recorrió en los últimos días parte del famoso "círculo rojo" para explicarle la decisión inmodificable de su jefe: él irá a las elecciones sin SbMassa y sin Francisco de Narváez. Punto final para esa historia. La decisión no incluye a los massistas que quieran integrarse a las listas bona-erenses de Macri. "No hay límites para ellos", dijo un macrista, aunque cierto límite existe, sean massistas o no: el propio Macri le dijo que no a uno que le propuso acercarlo al patético cacique de José C. Paz, Mario Ishii. Aquel rechazo a un acercamiento con Massa es la decisión política más importante que ha tomado Macri en los últimos días, y que lo coloca, solo, frente a la historia.
El "círculo rojo", una metáfora para nombrar a los sectores empresarios más influyentes del país, rodeó a Macri en días recientes para empujarlo a un acuerdo opositor. Esos hombres importantes de la economía temen, más que nada, la continuidad del cristinismo con otro nombre. Al revés de Massa o de Daniel Scioli, a Macri no lo atemoriza el "círculo rojo": nació dentro de él, los conoce desde adolescente a casi todos los grandes empresarios y es crítico de lo que éstos han hecho durante el kirchnerismo. Cuestiona, sobre todo, que hayan aceptado hasta lo inaceptable. "Buscan la protección de ustedes, no un país diferente", le dijo a uno de ellos en la cara.
Scioli y Massa creen, en cambio, en el poder infalible y eficiente del establishment. "Ustedes saben cómo vender un producto. Yo sé cómo juntar votos. Hagamos cada uno lo que sabe", le respondió Macri a otro empresario el miércoles pasado. Hasta le está sacando algún rédito electoral a esa confrontación de posiciones: a él no le viene mal, dicen, tomar distancia de los empresarios porque la gente común lo identifica demasiado con ellos. Ningún empresario en su sano juicio, por otro lado, desconfiaría de Macri.
El problema de Massa es que dejó pasar el tiempo o no supo medir el tamaño de su decadencia. Se negó a buscar un acercamiento con Macri cuando todavía ese acercamiento no era una rendición. Los últimos intendentes que le quedan lo empujaron en la semana que pasó a intentar un acuerdo. "Macri tiene problemas en la provincia y Massa tiene problemas en el país. ¿Por qué no hacer una virtud de esas dos necesidades?", incitaron los alcaldes.
Massa buscó el acuerdo con la desesperación de los que tienen las horas contadas. Pésima condición para negociar un pacto político. Llegó a anunciar reuniones con Macri que no se realizaron. Una de ellas debió hacerse, según Massa, en Córdoba, donde los dos estuvieron el jueves. Macri no lo incluyó en su agenda. Pero el propio Massa tenía en esa provincia otro obstáculo. Su aliado José Manuel de la Sota lo quiere como candidato a presidente para poder ser candidato él mismo. "Me presionaste para competir en una interna con vos y ahora te querés bajar. Yo no lo acepto", lo notificó De la Sota. Hay algo que De la Sota no ve o no quiere ver: Massa perdió el entusiasmo para ser candidato presidencial. Sólo necesita un argumento digno (patriótico, si es posible) para declinar esa aspiración.
La caída de Massa le permite a Macri programar una polarización distinta: entre lo que ha sido y lo que podría ser. Según ese pensamiento, lo que ha sido es el peronismo, el kirchnerismo y todo lo que lo entorna y lo entornó (incluido Massa), y lo que podría ser es el cambio de paradigmas institucionales, políticos y económicos que él dice encarnar con el radicalismo y los seguidores de Elisa Carrió. Esa eventual polarización entre él y Scioli será, si es, dura y ardua. A matar o morir, como le gusta a Cristina. Macri se prepara para ese duelo crucial.
Según las mediciones del macrismo, un 60 por ciento de la sociedad quiere ese cambio, aunque no todo ese bloque es extremadamente crítico de Cristina Kirchner o de su gobierno. Se inclina por un cambio de personas, de métodos y de políticas, pero no quiere vivir bajo un poder que disponga giros de vértigo. Por eso, Macri corrió su discurso hacia el centro: promete conservar los subsidios sociales, hacer eficiente a Aerolíneas Argentinas en manos del Estado o confirmar en su cargo al actual CEO de la estatal YPF, Miguel Galuccio.
En el fondo, o en el frente, la decisión de Macri desafía también a la sociedad argentina. ¿Es cierto que son los argentinos (o una decisiva mayoría de ellos) los que necesitan y quieren al peronismo? ¿O todo consiste, acaso, en que la política no pudo elaborar una alternativa sólida y diferente frente a un electorado condenado a votar lo que hay, al peronismo o a las mezclas del peronismo? ¿Por qué no dejar que sea la propia sociedad la que decida si quiere algo distinto de cualquier versión del peronismo? Frente a esa decisión, podrán objetarle a Macri la eventual eficacia de su teoría, pero nadie podrá negarle audacia política y personal.
Macri debió convencer a sus aliados. Carrió terminó acordando con él la política general, pero aspira todavía a una competencia en la provincia entre María Eugenia Vidal y De Narváez. Crítica feroz de Massa, ella cree que una interna entre Vidal y De Narváez (sin Massa) haría más seductor a ese acuerdo. Macri da por terminado cualquier acuerdo con De Narváez. La relación personal entre ellos es pésima, sobre todo desde que en 2009 De Narváez se dedicó a captarle dirigentes a Macri luego de aliarse con Macri. "No agrega nada", acota el macrismo.
Digan lo que digan Carrió o Macri, De Narváez está formalmente fuera de las elecciones. Massa podría anunciar el martes que se bajará de la candidatura presidencial para competir por la gobernación bonaerense, aunque esta última parte no está cerrada. Intentará, de un modo u otro, dejarlo a Macri solo frente a la decisión histórica de haber impedido la unidad de los opositores. La culpa, si ésta existiera y si se mira bien lo que pasó, será también de Massa.
El jefe radical, Ernesto Sanz, estaba más seducido por esos potenciales acuerdos electorales. Su formación política y partidaria le impide a veces entender el idioma de Macri. Por ejemplo, cuando éste dice que los acuerdos los debe hacer la sociedad y no los dirigentes. "La política se construye ahora desde abajo hacia arriba y no desde arriba hacia abajo", repite mientras golpea las puertas de argentinos humildes, que ni siquiera saben qué es el "círculo rojo". El establishment lo mira asombrado: no puede entender cómo salió así un hijo dilecto del empresariado. Macri les responde que las comunicaciones han cambiado tanto como la manera de la sociedad de relacionarse con la política. Ésos son los parámetros del macrismo, que prefiere una división clara entre lo nuevo y lo viejo.
Por eso, sueña con un enfrentamiento directo en la provincia entre Vidal y Aníbal Fernández. Lo nuevo y lo conocido en sus mejores expresiones. Pero ¿qué hará Cristina? Podría bajarlo a la provincia a Florencio Randazzo, teme el macrismo. Difícil, porque le allanaría el camino definitivamente a Scioli, que es a quien la Presidenta quiere condicionar. Randazzo aspira, además, a ser candidato a presidente, no a gobernador. Pero Cristina es un animal político, que en última instancia decidirá de acuerdo con sus intereses electorales. La capacidad presidencial para innovar y sorprender también mantiene en vilo a sus opositores. Cristina sabe hacer esas cosas, aunque siempre se equivocó, debe reconocerse, en la elección de candidatos.
El vertiginoso derrumbe de Massa trabó cualquier posibilidad de acuerdo. ¿Qué efecto hubiera tenido, por ejemplo, una candidatura a gobernador de Massa aliado con Macri? ¿No hubiera llegado Massa a esa instancia como un candidato devaluado después de explorar empecinadamente una candidatura propia a presidente? ¿Cómo explicarles ahora a los bonaerenses que puede ser un buen gobernador cuando no pudo ser presidente?
En la desesperación de los últimos días, sólo reclamaba un papel como actor de reparto. La última carrera electoral de Massa no deja de ser una tragedia política y personal. Hace apenas ocho meses era el candidato presidencial con más intención de votos. Cometió errores, hizo promesas políticas que no cumplió, confundió a sus aliados o los agravió (como el caso Reutemann), anunció cosas que nunca sucedieron.
Cansado y debilitado, casi con la lengua afuera, lo buscó a Macri. Macri lo esperaba, pero para decirle que no, cobrando el desplante que él sufrió de parte de Massa en las elecciones de 2013. Ninguna política nueva le quita a la política su eterna dosis (¿necesaria, tal vez?) de dureza y frialdad. La mejor síntesis la hizo un viejo massista: "Ya es tarde para todo".
En una jugada extrema para forzar un acuerdo entre Mauricio Macri y Sergio Massa, Francisco de Narváez anunció ayer por la tarde que declina su precandidatura a gobernador bonaerense por el Frente Renovador. “Hay tiempo hasta el miércoles y depende de Macri y de Massa ponerse de acuerdo para derrotar al kirchnerismo. Para facilitar ese acuerdo retiro mi precandidatura”, expresó De Narváez.
La fuerte movida se dio unas horas después de que Macri hiciera declaraciones de tono muy duro, en las que pareció enterrar definitivamente todas las negociaciones de operadores, intendentes y dirigentes –que en muchos casos juegan también sus propios intereses y futuro político a una eventual alianza–: “Si (Massa) me llama para ser gobernador, le digo que no”, sostuvo el líder de PRO y ratificó a su candidata para la Provincia, María Eugenia Vidal.
Aunque la decisión de De Narváez fue presentada como autónoma y desde el círculo más cercano a Massa se la calificó de “actitud heroica”, habría sido acordada con “el Colorado”, a quien Massa recibió en su casa de Tigre el miércoles en la noche. Desde hace por lo menos dos semanas el tigrense –para el que todas son malas noticias con las deserciones cotidianas a su alrededor–, cree que la negativa de Macri a acordar le abrió una grieta ante la sociedad, que lo obliga a dar explicaciones. Por eso ayer en Tigre tras elogiar a De Narváez por dejar “el camino libre” insistieron en pasar la pelota al terreno del alcalde: “Si no quiere acordar, significa que no quiere ganar las elecciones”, sostenían.
Pero al mismo tiempo, desdramatizaron el “renunciamiento” de De Narváez: “Fue un gesto de grandeza, que en estas circuntancias genera una posibilidad más. Pero si no, Massa lo inscribirá al ‘Colorado’ el 20 de junio cuando cierren las listas”, dijeron dejando abiertas todas las puertas.
De Narváez abonó esta línea discursiva cuando por la tarde eligió radio Mitre para anunciar su retiro de competencia. Dijo ser “optimista”, pero si no se daba el acuerdo Macri-Massa, “cada uno tendrá que irse con sus responsabilidades”. “Mi parte activa es despejar el camino para que estas dos personas que han confrontado pero que en 2013 supieron unirse, acuerden”, dijo recordando el pacto que unió a ambos en las últimas legislativas.
¿Y Massa? El tigrense sigue en la cuenta regresiva hacia el miércoles 10, que vence el plazo de inscripción de alianzas. Y en las menguadas fuerzas del Frente Renovador, los dirigentes esperan saber cuál será su decisión, si no hay acuerdo con PRO. Alternativas: jugar como sea sosteniendo la candidatura presidencial, siguiendo adelante en la sociedad con el gobernador José Manuel de la Sota para las PASO del 9 de agosto; bajar a pelear por la Provincia, que sin acuerdo con Macri plantearía el problema de la “boleta corta” (sin candidato presidencial) que podría quedar triturada por una polarización presidencial. Massa sabe que cualquier decisión tendrá impacto en sus filas y difícilmente pueda satisfacer las necesidades de todos los que todavía lo acompañan. Otro problema que enfrenta es el financiamiento de su campaña, aunque se jacta de ser quien más segundos tendrá en televisión por haber sido el ganador en las legislativas de 2013.
El tigrense con ese triunfo en la Provincia aplastó el sueño de “Cristina eterna”, de reforma constitucional y re-reelección de la Presidenta. Esa vez decidió ir a la competencia después de llevar el suspenso hasta el final. Pero ahora rema desde atrás, con caída sostenida en intención de voto y una sangría en su espacio de los caciques bonaerenses, que han llevado al paroxismo la política de la garrocha y quieren seguir siéndolo desde la boleta que se lo permita.
Massa “madura una decisión”, dicen en su entorno. Ayer almorzó en su casa con una decena personas de su confianza. Postergó para el lunes la cumbre que iba a tener ayer en Bella Vista con toda la dirigencia del FR. Pasará el fin de semana en familia, hoy con el cumpleaños de su hijo, mañana de almuerzo con sus padres. Y el lunes comunicará su decisión, en un cónclave que se extendería hasta la madrugada. Si en las próximas horas no hay señales desde la carpa amarilla, los pronósticos se inclinan a que mantendrá su candidatura presidencial.