Por Alejandro Bianchi
La petrolera aprobó un aumento para el directorio de la empresa del 62%, a $119 millones en todo 2014, unos $550.000 por mes por director. Axel Kicillof, como representante del Estado en la empresa dio su visto bueno. El beneficio es también para dos miembros de La Cámpora y un amigo de la adolescencia de Máximo Kirchner.
La asamblea de accionistas del 30 de abril de YPF dio buenas noticias para los integrantes de su directorio. Se aprobó una moción para distribuir $119.164.631 en honorarios por el ejercicio contable de 2014, un 62% más que $73,7 millones de 2013, según dice el punto 8 del acta.
Al dividir los $119 millones por los 18 directores titulares (entre ellos el presidente Miguel Galuccio y Axel Kicillof, en representación del Estado, controlante del 51% de la petrolera), le corresponde a cada uno de ellos un estimado bruto (sin el descuento de Ganancias) de $6.611.000 millones al año, unos $550.925 al mes.
Sin embargo, no todos cobran esta suculenta cifra. Todos aquellos que a su vez son funcionarios -entre ellos Kicillof y algunos representantes de las provincias- no cobran el honorario por ser director en YPF. Los directores suplentes sólo perciben un honorario si reemplazan a un titular. En consecuencia, esos $119 millones se distribuyen en menos manos.
Según pudo saber TN.com.ar de fuentes de la empresa, los llamados "directores activos" que a su vez tienen un cargo en la empresa, cobran más. Este es el caso de Galuccio que es presidente y CEO, y dos miembros de La Cámpora como Diego Cuesta, director de Legales y Nicolás Arceo, director de Finanzas, que acompañan a Kicillof desde su inicio en la gestión pública como director de Finanzas en Aerolíneas Argentinas en 2010.
Un vocero de YPF dijo que los $119 millones incluye además salarios y que la petrolera paga de acuerdo al nivel de salarios del sector para retener a sus altos ejecutivos, entre ellos Galuccio, repatriado desde Londres y Daniel González Casartelli, con previo paso por el banco de inversión Merril Lynch. Destacó además que la empresa ganó en 2014 $9.000 millones.
Lo curioso es que el ministro Kicillof, que procura mantener a raya la inflación y no quiere aumentos salariales por encima del 24%, dio su voto para un alza del 62% para los directores de YPF. Por otra parte, desde el segundo semestre del año pasado, las petroleras sufren la caída del barril de petróleo de 110 a menos de 50 dólares, con el impacto en el negocio petrolero.
Además de los mencionados integrantes del directorio YPF, también entre los beneficiados por el incremento de honorarios se destacan Jorge Soloaga, integrante del sindicato petrolero SUPEH, Ignacio Perincioli, representante por Santa Cruz y amigo de la adolescencia de Máximo Kirchner y José Brizuela, sociólogo y presidente de la biblioteca Popular de Paraná.
Por Alcadio Oña
Es quizás un precio de mercado y además un precio asociado a los que se pagan afuera, en una actividad de estrellas y muy competitiva. Pero no deja de ser, acá, un precio envidiable.
Según fuentes del sector, durante la última asamblea de accionistas de YPF se aprobó un aumento a cuenta a los directores titulares y suplentes de la compañía –treinta en total– que, en el promedio, arroja para cada uno una remuneración anual de $ 4,9 millones, equivalente a una mensual de 405.500 pesos.
Poco cambia aunque resulta muy probable, si no seguro, que los directores titulares cobrarán más que los suplentes y que quienes desempeñen funciones ejecutivas ocuparán los lugares superiores de la pirámide salarial. Obviamente, nadie igualará los ingresos de Miguel Galuccio, el presidente de la petrolera.
Aun cuando existen tramos ocultos, la cifra global –$ 146 millones– representa un incremento del 22,5% respecto de la partida final autorizada para 2014 y va en línea, aparentemente, con los ajustes que Axel Kicillof pretende imponer a rajatabla. Lo sería salvo por varios detalles: uno es el monto mismo; otro son los beneficios extra que reciben los ejecutivos y el restante, que se trata de un aumento a cuenta, o sea, que podría validarse una actualización posterior.
Tal cual pasa con las empresas donde la ANSeS es accionista gracias a la estatización de las AFJP, en YPF militan varios directores de La Cámpora. Entre ellos, el propio Kicillof y su amigo Nicolás Arceo, también vicepresidente del Banco Nación.
Un dato si se quiere circunstancial, aunque a la vez significativo, fue que al mismo tiempo el Ministerio de Trabajo dio marcha atrás con un aumento del 8% para los empleados de las estaciones de servicio; incluidos, desde luego, los de YPF. Previsto para julio, era el segundo tramo de un 28% anual que había empezado con el 20% en abril.
Y pese a que el 8% ya tenía la venia oficial del ministro Carlos Tomada, la nueva resolución justifica semejante voltereta en planteos empresariales y en “razones de interés público”.
Excusas de ocasión, la verdad es que Tomada ha debido ceñirse, nuevamente, al corset en el que Cristina Kirchner ha resuelto meter los salarios por consejo de su ministro de Economía. Aunque esta es otra película con final abierto: además de reclamar ante la Justicia, los estacioneros analizan medidas de fuerza.
Habrá que ver, ahora, qué hace el Gobierno con los petroleros, un gremio fuerte no tanto por la cantidad de trabajadores sino porque su poder de fuego ancla en la posibilidad de bloquear las bocas que bombean gas y petróleo. Antecedentes y temores abundan.
Los sindicatos han conseguido un aumento de 21.000 pesos prorrateado entre abril, mayo y junio, más un anticipo del aguinaldo de 3.000 pesos. Todos libres del Impuesto a las Ganancias y como una fórmula puente hasta las negociaciones paritarias que arrancarán el mes próximo.
De momento, eso significa un incremento a cuenta del 13%. Pregunta de cajón: ¿se conformarán con un 11 o 12% adicional para mantenerse dentro del cepo de Kicillof? “Conociendo el paño, yo no me quedaría tranquilo”, dice un especialista que de ese paño conoce de sobra.
El panorama gremial luce complicado por donde se lo mire. Pero con el invierno a la vista y los apurones energéticos siempre presentes, un conflicto petrolero podría tener otro costo para el Gobierno y agregarse a ciertas complicaciones, rigurosamente estructurales, que algunos especialistas advierten a corto plazo.La mezcla de estancamiento económico y caída del precio internacional del crudo ha achicado la factura de las importaciones energéticas, casi una bendición en el momento de los dólares escasos.
Hasta ahí, todo marcha viento en popa. Solo que en abril se encendió una luz de alerta, cuando la falta de agua en las represas redujo considerablemente el aporte del sistema hidroeléctrico y empinó el uso de la energía generada por las usinas térmicas hasta cubrir el 74% del consumo total.
Y el riesgo de seguir exprimiendo esa fuente se llama aumento de importaciones de gas y combustibles que venían en pendiente. También, divisas imprescindibles para sostener el parque térmico.
Es lo que hay, al fin y al cabo. En abril, la energía nuclear abasteció apenas el 5,4% del consumo, enfrentada, además, a una situación sin precedentes: por razones diversas, durante algunos días del mes las tres centrales debieron ser paradas; incluida Atucha II, la joya del kirchnerismo que tras una segunda inauguración oficial todavía sigue sometida a ensayos.
Con la incorporación de algunas empresas, YPF ha aumentado su producción de petróleo y gas y quizás ese sea el argumento que la compañía use para justificar los sueldos que cobran sus ejecutivos.
El verdadero problema de fondo es que la cuenta total da que en petróleo seguimos para abajo: un 4% menos contra comienzos de 2012, el año de “la recuperación de la soberanía hidrocarburífera de la República Argentina”, según el nombre que el kirchnerismo le puso a la estatización parcial de la compañía.Tampoco sirve de mucho la leve mejora en la producción de gas, que aún es inferior en 4,2% a la del mismo 2012.
Está claro que las importaciones energéticas son parientes directas de un desacople ya estructural y de la pérdida del autoabastecimiento gestados durante la era kirchnerista.
A propósito: hace pocos días, el propio Galuccio terminó por admitir que recuperar el autoabastecimiento “demandará unos 5 a 10 años”. Ya es un pronóstico desalentador, pero viniendo de un ingeniero podría esperarse algo más preciso que una diferencia del doble.
Queda claro, en cambio, que cuando hay en juego otros números el hombre al que los K llamaron el mago no anda con trucos: va derecho a los papeles. Por fuera de sus cualidades técnicas, con los ingresos que cosecha y el manejo de ciertas operaciones internas se entiende mejor por qué Galuccio aspira a seguir donde está, cualquiera sea el color del próximo gobierno.