Caserones fue el yacimiento privado de la gran minería más afectado con los aluviones que asolaron las regiones Segunda, Tercera y Cuarta y que, entre otros varios desastres, provocaron el desborde del río Copiapó la madrugada del miércoles 25 de marzo, destruyendo a su paso buena parte de la ciudad. Hoy, el panorama en esa ciudad y en las zonas afectadas por la catástrofe natural es devastador. De hecho, todas las comunidades emplazadas en el valle alto de Copiapó, antes de llegar a la zona donde está la faena minera, ubicada en la comuna de Tierra Amarilla, a 4.300 metros de altura, están cubiertas de barro y lodo.
A poco más de un mes de la tragedia, el presidente ejecutivo de Lumina Copper, sociedad que controla Caserones, Ricardo López, sigue sorprendido por el daño patrimonial, económico y, principalmente, humano que dejó el fenómeno climático.
Sin embargo, pese al deterioro en las operaciones de la empresa, estima que eso podría haber sido mayor si antes de los aluviones la minera no hubiese tomado algunas precauciones tras las primeras lluvias de esa trágica semana.
La primera medida fue construir una canalización provisoria de la quebrada que desemboca en el área del poblado de Los Loros, ubicado en el valle del río Copiapó, a petición de los vecinos y de la Dirección de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas (MOP). La segunda, destrabar el paso de un puente que une Los Loros con el sector del fundo El Fuerte, debido al material arrastrado por el cauce del río.
López llegó a la faena el viernes 27 de marzo y en helicóptero, debido al corte en las rutas. Impresionado por el desastre, dispuso adelantar el plan de trabajo denominado Operación Invierno -que activa los equipos de emergencia y una serie de medidas preventivas- e iniciar un catastro del daño en el personal que residía en la zona afectada. Luego, se resolvió paralizar por más de una semana las operaciones del yacimiento.
El 12 de abril pasado reiniciaron las faenas, pero el avance ha sido irregular, reconoce. El alcance de la catástrofe afectó la puesta en marcha del yacimiento -inaugurado a fines de junio de 2014, con la presencia del primer ministro de Japón, Shinzo Abe-, pero el ejecutivo espera que la minera logre alcanzar la capacidad de diseño -150 mil toneladas de cobre al año- recién a mediano plazo.
Usted dice que se impresionó mucho al llegar a la zona afectada...
Lo impactante fue ver cómo quedó el valle. Pasó de ser un entorno en desarrollo, con una agroindustria tecnificada y con un gran potencial turístico, a una zona altamente dañada, tanto por el patrimonio de las familias afectadas como por el impacto en las infraestructuras pública y privada. Por eso, creo que costará mucho poner en marcha las actividades económicas del sector alto del valle de Copiapó.
¿Cuáles fueron las primeras medidas que tomó la empresa?
En el inicio, nuestros esfuerzos se enfocaron en liberar las rutas públicas y proporcionar la primera ayuda en víveres y agua potable a los poblados y localidades rurales de la comuna de Tierra Amarilla, así como también facilitarles atención médica. Ahora, estamos apoyando la recuperación del valle, continuando con los trabajos en las vías terrestres y otras acciones como la reparación de infraestructura y espacios comunitarios. También en la reparación, aún en marcha, de la red de agua potable y alcantarillado de la localidad de Los Loros y la restitución del cauce del río Copiapó, que quedó embancado en varios tramos.
¿Evalúan medidas adicionales?
Estamos realizando las gestiones para facilitar terrenos seguros para cooperar en la situación de viviendas de emergencia. Además, estamos diseñando alternativas para el otorgamiento de ayuda financiera para reparación, la que será de carácter excepcional y exclusiva. También se puso en marcha una campaña de voluntarios de la oficina central de la compañía para tareas de apoyo, limpieza y reparación.
¿Cómo vivieron los trabajadores de la empresa la emergencia? ¿Estaban realmente bien abastecidos?
Los 2.300 trabajadores en turno estaban en el Campamento Carrizalillo Grande, 100% operativo y bien abastecido para enfrentar el aislamiento. El principal impacto para nuestra organización fue administrar adecuadamente la inquietud y preocupación de los trabajadores en campamento, la mayoría de los cuales tuvo que permanecer por casi una semana más allá de su turno por la condición de aislamiento.
¿Qué medidas tomó la empresa?
Durante esos días se organizó su tiempo en jornadas de capacitación. Se dispuso, por ejemplo, de alimentación, alojamiento y comunicación con sus hogares, tanto para los trabajadores como también para los 44 vecinos y particulares que fueron rescatados en el inicio de la emergencia desde sectores cercanos. En la faena, los trabajos se redujeron a labores de continuidad operacional, orientadas al resguardo de equipos e instalaciones, cuya detención o daño pudieran perjudicar el reinicio posterior de las actividades. Para eso, tuvimos personal específico en los refugios de la mina y la planta.
¿Cuándo comenzó a operar el yacimiento con normalidad?
Nuestra principal preocupación estuvo en el personal propio y de colaboradores que no pudo tomar su descanso ante los cortes de caminos. Dicho turno debía bajar entre el martes 24 y miércoles 25 de marzo, pero lo pudo hacer recién la semana siguiente, cuando ya correspondía su subida. Por eso, decidimos suspender las actividades para comenzar a normalizarlas, muy lentamente, a partir de la segunda semana de abril, con el turno que no estuvo en faena durante el temporal. Recién el 12 de abril reiniciamos las operaciones y hemos tenido un avance irregular propio de lo que significa salir de la contingencia, poniendo el acento en la seguridad y resguardo de las personas, el medioambiente y nuestros equipos.
¿Hoy está todo el personal trabajando en la faena?
Tenemos casi regularizados los turnos, con las excepciones obvias de los trabajadores damnificados. A ellos se les han brindado las facilidades para ocuparse de su situación personal y familiar. Además, se les brindó apoyo en víveres, atención médica y en algunos casos más críticos les proporcionamos viviendas en Caldera o apoyamos su traslado para vivir en regiones cercanas.
¿Cuántas personas trabajan ahí?
Nuestra dotación propia está en torno a las 600 personas y la compañía continúa con el apoyo a sus 112 trabajadores afectados, de un total de 200 que residen en Atacama. El apoyo se ha focalizado en quienes residen con sus familias en Copiapó, Paipote, Tierra Amarilla, Los Loros, San Antonio, Amolanas, Diego de Almagro y El Salvador, con la provisión de víveres, agua, artículos de aseo y limpieza. También apoyamos el alojamiento de cuatro trabajadores y sus familias en Caldera, en los casos más graves, debido a la inhabitabilidad de sus casas.
Caserones inició su operación en julio de 2014, ¿qué pasó con la inversión que habían realizado en la zona como forma de mitigación?
Es un tema en evaluación. Muchas obras en beneficio de la comunidad ya se habían entregado para su uso. En la mayoría de los casos, el aporte fue en sectores aislados, por lo que debemos revisar cada obra para recién dimensionar ese daño. En otros casos, por ejemplo, teníamos sectores destinados a proyectos de forestación que hoy están ocupados con desechos y materiales sacados de los cursos de agua tras la tragedia. Posiblemente, habrá demoras en algunos de estos planes.
El presidente ejecutivo del Consejo Minero dijo que las faenas afectadas operarán a máxima capacidad sólo cuando las ciudades recuperen la normalidad, ¿cuándo será eso?
Coincido con esa evaluación, porque el nivel de daño que presenta la Región de Atacama afecta la actividad de todas las empresas. En nuestro caso, Atacama es el lugar de residencia de un tercio de nuestro personal y es desde donde operan nuestros proveedores locales. Si vemos sólo a Copiapó, la capital regional, es donde se ubican los servicios públicos. En la medida en que ellos estén afectados, sin funcionar o haciéndolo parcialmente, también impacta en muchas de nuestras gestiones. Por eso, nos interesa a todos, desde los vecinos hasta las empresas, que la recuperación se logre en el menor tiempo posible, pero también es cierto que no será de un día para otro. Esta tarea debe ser sin pausa.
¿Cuánto tiempo tomaría eso?
Será un intenso proceso de recuperación de la actividad productiva y comercial en el valle, que se debe traducir en una recuperación en el empleo. Nosotros apoyaremos esto desde nuestro ámbito de responsabilidad y de acuerdo a nuestras posibilidades. En los poblados del valle alto de Copiapó lo más crítico es la situación de vivienda y la recuperación de los servicios sanitarios, de agua y alcantarillado.
¿Qué pasa con el uso de caminos y puertos para embarcar el mineral?
El transporte terrestre sigue bastante impactado, con rutas aún en condiciones de habilitación y restricciones que alteran los tiempos. Hemos tomado las medidas de tránsito para ser responsables con el contexto que se vive. El embarque de nuestros productos se hace por el puerto de Antofagasta en el caso de los cátodos y por Coquimbo para los concentrados.
¿Esto afecta las metas de producción contempladas?
La emergencia, ciertamente, afectó nuestro plan de avance de puesta en marcha. Se ha impactado la puesta en marcha de la línea de tratamiento de sulfuros y también la producción de cátodos, cuya línea de óxidos estaba en plena operación desde 2014. Ahora la tarea es lograr que se traduzca en el menor retraso posible y alcanzar nuestra capacidad de diseño en el mediano plazo.
¿Cuál es su evaluación de lo que significó la catástrofe y lo que faltó para enfrentarla de mejor manera?
La evaluación general de lo vivido y qué cosas deben ser corregidas corresponde a las autoridades. Como compañía hemos tomado nota de lo que nos ocurrió como operación, cómo se actuó y qué aspectos deben ser reforzados. Lo mismo en nuestra actuación ante la emergencia en los trabajos de apoyo a la comunidad. Nos contenta los agradecimientos que hemos recibido de los vecinos, pero nuestro objetivo nunca estuvo en recibir esos aplausos, sino que actuar como uno esperaría de un vecino más en una catástrofe, con toda la ayuda posible de entregar.
¿Todo esto puede abrir una ventana para mejorar la relación entre la industria minera y la comunidad?
Lamentaría mucho si algunos ven un fin utilitario en las acciones realizadas por las mineras durante la emergencia.
Pero puede ser una buena oportunidad para mejorar el diálogo...
Cuando se inicia la construcción de un proyecto minero hay detrás, al menos, 10 años de estudios, ingenierías y evaluaciones ambientales, porque la intención es instalarse de manera definitiva y ser partícipe del desarrollo de la región. El relacionamiento responsable se traduce en un trabajo permanente por establecer instancias de confianza para trabajar temas de interés mutuo y, por tanto, no podríamos esperar eventos como los vividos para concretarlos. Nosotros tenemos una buena relación, muy colaborativa con el entorno, y siempre buscando alternativas para fortalecer el diálogo y el trabajo compartido. Pero las diferencias seguirán existiendo y todos debemos encontrar las vías y las instancias para un diálogo que apunte a un desarrollo sustentable del país y de las regiones.