Por Daniel Fernández Canedo.
Una vez más, la economía argentina da muestras de que cuando aparecen los dólares, los ánimos se serenan, los políticos se animan y la ilusión que produce la estabilidad posterga las definiciones categóricas.
El Gobierno consiguió casi US$ 3.000 millones entre la colocación de Bonar 2024 y sacando a YPF a buscar US$ 1.500 millones. Pagó tasas siderales (cercanas al 9% anual en dólares) y recurrió al equivalente a US$ 4.800 millones de los US$ 11.000 millones del acuerdo original con el Banco de China.
Así, después de mucho tiempo, logró que las reservas del Banco Central subieran a US$ 33.900 millones, que fue el dato más contundente para propios y ajenos.Con esos dólares en las reservas y una tasa de interés jugosa de 26% para las letras que ofrece el Banco Central, la serenidad se fue adueñando de los días financieros y corrió el horizonte de las preocupaciones cambiarias y de cualquier posibilidad de devaluación brusca del peso.
El escenario de dólar oficial retrasado ($ 8,95 contra el paralelo de $ 12,6) se consolida con la expectativa de que el oficial subirá a razón de 1% por mes, por lo menos hasta octubre, frente a una inflación del orden del 2% mensual (ayer Axel Kicillof dijo que esa será la “máxima”) y a una tasa de los plazos fijos de 22 o 23% anual.
Es por ese esquema que en los bancos se vive el “boom de los plazos fijos”, como consecuencia de que existe la creencia de que a la hora de ahorrar, la tasa le ganará al dólar y los bancos le pueden prestar al Tesoro para financiar el déficit al 26%. Así, el círculo especulativo cierra casi perfecto mientras haya dólares para pagar el “veranito” financiero.
Nuevamente, como en muchas oportunidades de la historia económica argentina, el atraso cambiario con déficit de las cuentas públicas y emisión fuerte de pesos para empujar el consumo, vuelve a enamorar a los políticos del oficialismo y saca de la discusión la palabra “ajuste”: nadie se atrevería a pronunciarla en plena campaña electoral.
Pero llegará el día en que los argentinos deberán pagar parte de las consecuencias de una posible reactivación de corto plazo de la mano del mencionado dólar atrasado y mucha expansión del gasto del estado.Un informe del estudio Bein y Asociados reciente le pone números a lo que denomina “Anuncio de promoción del consumo”.
Dice que por aplicación de la movilidad de 18,26% en las jubilaciones se destinarán $ 66.354 millones. Y que por la incorporación de 450.000 personas a la moratoria previsional, se destinarán otros $ 22.360 millones a lo que habrá que agregarle $ 11.389 millones por el plan Progresar y un adicional de $ 2.534 millones por la Asignación por Hijo.
Además, hubo una baja de retenciones a pequeños productores de cereales, un subsidio para la compra de garrafas y otro para la instalación eléctrica segura en barrios carenciados.
El conjunto de anuncios de promoción del consumo implicará $ 108.537 millones, una cifra que hay que adicionar al ya abultado monto de subsidios para los servicios públicos.
Lejos de moderarse, en el primer bimestre los subsidios crecieron 44% a pesar de que los destinados a la energía subieron “sólo” 30% favorecidos por la caída internacional del precio del petróleo.
Los subsidios al transporte tuvieron un salto de 80% a los que contribuyó un aumento de 90% en los destinados a la aeronavegación.
Aumentos fuertes en el gasto público y en los subsidios en un contexto simultáneo de atraso del dólar (golpea muy fuerte a las economías regionales) y colocación de bonos para conseguir dólares perfilan un esquema transitorio e insostenible en el mediano plazo a menos que, por algún medio, lluevan dólares sobre el Banco Central.
Suponiendo que el tandem Miguel Bein-Mario Blejer secunde al candidato Daniel Scioli, y también que Rogelio Frigerio- Carlos Melconian hagan los propio con Mauricio Macri, y Roberto Lavagna-Martín Redrado-Miguel Peirano con Sergio Massa,¿habría que esperar cambios rotundos en materia económica?
Los diagnósticos se han ido uniformando entre los economistas (moderados y poco afectos a los saltos bruscos) y la necesidad de mejorar el tipo de cambio y equilibrar las cuentas públicas pasa a ser un objetivo común frente a un esquema que, como el actual, resulta insostenible en el mediano plazo.
Desde ya que las diferencias aparecen a la hora de ponerle números a las correcciones necesarias y más aún cuando se llega a hablar de los tiempos para aplicar los cambios.
Con la aparición de dólares, en un mundo en el que sobran y la tasa de interés es cercana a cero, la posición de los gradualistas gana espacio.
Así, habrá que suponer que un dólar de $ 13,5, que sería hoy el equivalente al tipo de cambio promedio de los 12 años de gobierno kirchnerista, está muy lejos de lo que Gobierno y oposición piensan para el próximo año. Pero los tiempos políticos pueden acelerar los ritmos.
Aunque en público se resisten a hablar del tema, varios de los economistas que asesoran a los candidatos creen que el gradualismo es una estrategia acertada para tratar la baja de subsidios y la suba de tarifas de gas, luz y transporte.
Pero tienen más dudas respecto al método gradual para encarar la recuperación cambiaria debido a que, aunque haya una compensación en los sueldos, toda devaluación termina implicando un golpe al bolsillo de la gente.
Es por eso que el mercado financiero empezó a dividir lo que queda del año en tres.
Desde ahora hasta agosto proyectan un camino aceitado por los dólares de afuera y los de la soja que permitirían, junto a la suba de los salarios, cierta recuperación del consumo.
A partir de agosto, temen el conocido cambio financiero de los ahorristas a los que la tasa de interés en pesos no le resulte tan atractiva y para los que pasar las elecciones con su ahorro en dólares podría ser una opción.
Después de octubre, las señales económicas deberán ser brindadas por el ganador para superar un esquema en el que todas las cartas ya parecen dadas vuelta de antemano.
