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DEBATE
PASO en Capital. Escriben: Morales Solá, Pagni, Asís, Muchnik, Van der Kooy y Aulicino
27/04/2015

Un triunfo todo de Macri

La Nación

Por Joaquín Morales Solá.

Sumaban, para hacer esa deducción, la reciente victoria del macrista Miguel del Sel en Santa Fe. El partido de Macri ganó en los últimos siete días en dos de los cuatro grandes distritos nacionales. Macri necesita que esa saga no se interrumpa. Por eso, el líder porteño se acostó anoche con más ansiedad que alegría. Desde que conoció el resultado de las mesas testigo, a las 19.30 de ayer, se impuso el próximo objetivo: construir en la Capital un triunfo en primera vuelta para las elecciones del 5 de julio próximo.

Cierta audacia es innegable en el líder porteño. Corrió el riesgo de que ganara Pro y perdiera Macri. Eso era lo que decían las encuestas que sucedería cuando él decidió apoyar a Horacio Rodríguez Larreta. Aquellas mediciones, que entonces halagaban a Gabriela Michetti, fueron modificándose con el correr de las semanas a favor del delfín de Macri. Rodríguez Larreta es una obra política completa de Macri, porque aquél jamás hubiera podido competir con Michetti (y menos ganarle) sin el apoyo decidido de su jefe. Rodríguez Larreta tiene méritos como hombre de gobierno (su más grande aporte al macrismo), pero no es ése el único atributo que se necesita para ganar elecciones. Ni siquiera es el más importante. La elección de ayer, digan lo que digan, la ganó Macri.

Macri encarna, de algún modo, el eterno péndulo político de la sociedad argentina. A una parte de ésta le gusta entretenerse hurgando en el otro extremo cuando ya se fatigó de un discurso, de una política y de ciertas formas. Le gusta pasar de Menem a Kirchner o de Alfonsín a Menem, presidentes que representaron posiciones distintas, y hasta enfrentadas, en casi todas las cuestiones públicas. Scioli expresa, en cambio, a importantes sectores sociales que simpatizan con algunas políticas del cristinismo. Según las mediciones de opinión pública, esa porción de la sociedad está de acuerdo con una presencia decisiva del Estado en la economía, con una política exterior distante de los Estados Unidos y con los subsidios estatales (que benefician, sobre todo, a la clase media y a la clase media alta). Macri no cree en ninguno de esos postulados y es posible que Scioli tampoco, pero los dos podrían expresar en las elecciones presidenciales de octubre esa opción entre un cambio drástico y una continuidad suave.

El 5 de julio Macri no tendrá un desafío, sino dos. Ese día se votará también en Córdoba, donde el macrismo, el radicalismo, la Coalición Cívica y el juecismo reprodujeron el acuerdo nacional. Pero el contrincante es sólido y experimentado: se trata del peronismo liderado por José Manuel de la Sota, que lleva 16 años gobernando esa provincia. El triunfo opositor es posible, pero no será fácil y mucho menos seguro. Córdoba será el primero entre los grandes distritos nacionales donde se enfrentarán, cara a cara, el acuerdo que labró Macri con la alianza que enhebraron Sergio Massa y De la Sota.

Doce años después, el kirchnerismo está encerrado en los distritos que le dieron el primer triunfo, en 2003: la monumental provincia de Buenos Aires, varias provincias del Norte y la Patagonia. Perdió en la Capital y en Santa Fe, y seguramente perderá en Córdoba. En Mendoza también lo aguarda la derrota. Tanto Scioli como Cristina Kirchner tienen buenas mediciones, en cambio, en Buenos Aires, donde sus competidores no pudieron hacer mucho hasta ahora. Es cierto que en ese decisivo distrito hay una ostensible vacancia de candidatos serios a gobernador. Hay cerca de quince precandidatos entre todas las fuerzas, lo que significa que no hay uno con suficiente estatura. Es probable, por eso, que el próximo gobernador bonaerense termine siendo arrastrado a La Plata por el candidato presidencial triunfante.

La dinámica de la campaña electoral está significando un problema creciente para Massa. En la Capital, que es la vidriera política del país, no pudo hacer casi nada. Viene de un desastre electoral en Santa Fe. En Mendoza peleó, sin suerte, por una foto con el acuerdo radical-macrista que ganó las recientes primarias provinciales. Su esperanza se cifra en Córdoba, donde le será difícil explicar que él ganó en territorios controlados por De la Sota. Sucede lo mismo con la elección de Neuquén, donde Massa apoyó al Movimiento Popular Neuquino. Resulta, sin embargo, que el MPN gobierna esa provincia desde hace más de medio siglo. La novedad hubiera sido su derrota, no su triunfo.

Aunque Massa se niega a reconocer que se separó de los dos principales candidatos, Scioli y Macri, lo cierto es que la mayoría de las encuestas registran ese hecho. El ex alcalde de Tigre no tiene un atril de gobernante, como sí lo tienen los otros dos, ni cuenta con arraigo en los grandes distritos del país, salvo en Buenos Aires. Incluso, Macri es el candidato presidencial con mejor intención de votos en Córdoba, superando al propio De la Sota, según casi todas las encuestas que midieron sólo esa provincia.

El problema central de Massa consiste en que su laberinto no tiene muchas salidas. Podría ser candidato a gobernador de Buenos Aires, elección que estaría en condiciones de ganar, pero carece de candidato presidencial. Cristina Kirchner lo vetaría como aliado de Scioli. Macri cortó los puentes con él cuando decidió acercarse al radicalismo (que debió resolver en una tormentosa convención el acuerdo con Macri o con Massa), con Elisa Carrió (la dirigente más crítica de Massa) y con Carlos Reutemann (que se fue ofendido y maltratado del massismo).

Un grupo de asesores le aconsejó a Massa en los últimos días que hablara directamente con Macri para acordar una interna conjunta de toda la oposición, que debería incluirlos, desde ya, a ellos. Difícilmente Macri esté dispuesto a escuchar tales propuestas, sobre todo después de la victoria de ayer. Lo cierto, también, es que Massa puede hacerle importantes aportes a la oposición, aunque no se sabe cómo ni cuándo; su caudal de votos, un 20 por ciento más o menos, podría volcar la balanza de las elecciones presidenciales de octubre.

El peronismo, tanto en su versión kirchnerista como massista, criticó a Macri por su "falta de liderazgo" cuando debió convocar a las primarias capitalinas, luego de que Michetti se negó a bajarse de la competencia. El peronismo está acostumbrado a una estricta disciplina partidaria, aunque ningún jefe político anterior (ni siquiera Perón) la ejerció de manera tan firme como Cristina Kirchner. El de ayer fue, sin embargo, un día que contribuyó a crear un clima distinto en la vida democrática. Un jefe político se sometió voluntariamente a una elección que podía avalar, o no, su voluntad. Eso es normal en otras democracias, no aquí. El cambio en los mecanismos de conducción y la propia rutina de la campaña electoral irán desplazando a Cristina Kirchner hacia un segundo plano. Justo el plano en el que nunca querrá estar.

Una demostración inusual de poder

La Nación

Por Carlos Pagni.

Se despejó anoche la gran incógnita porteña. La incógnita de Pro. Horacio Rodríguez Larreta triunfó sobre Gabriela Michetti. Con los datos que se conocían a medianoche, Eco, una agrupación sostenida por la Coalición Cívica y la UCR, se ubicó como segunda fuerza. Y su candidato, Martín Lousteau, como la figura más votada detrás de Larreta y, por poco margen, de Michetti. El Frente para la Victoria se ubicaba tercero, con Mariano Recalde. Estas ubicaciones cobijan enigmas interesantes para el próximo tramo de la competencia.

Mauricio Macri puede estar satisfecho. Ganó su partido por amplio margen. Pero también ganó su candidato. Una inusual demostración de poder, ya que Rodríguez Larreta nunca tuvo la victoria asegurada. Son augurios alentadores para quien supervisa la propia sucesión como un capítulo de su carrera presidencial. Macri sigue atravesando un ciclo positivo: puede presentar Mendoza y Santa Fe, y el frente que acaba de presentar en Córdoba, como antecedentes del éxito de ayer. Macri y Larreta trabajarán ahora para que Pro retenga la ciudad sin necesidad de un ballottage que Lousteau anoche dio por seguro. Podría no ser un deseo delirante. Con los datos que se conocían anoche, esa fuerza superó el 47% de los votos. Pero conservar ese capital exigirá una reconciliación con Michetti.

Las primarias obligatorias, uno de los legados decisivos de Néstor Kirchner, son todavía misteriosas. Al eliminar candidatos, dejan electorados vacantes en un país donde la cultura partidaria está muy debilitada. ¿Cómo hará Larreta para anudar los votos de Michetti? Las gestiones comenzaron con la puesta en escena de anoche. "No sabemos qué pasaría si Gabriela se pone a lagrimear", temblaba, durante la tarde, un amigo de Larreta.

Aun cuando superaron ese riesgo, los expertos en recursos humanos de Pro tendrán que saldar el conflicto con la derrotada. El vínculo entre Macri y Michetti quedó roto tras una discusión muy agresiva, a fines de enero, en el hotel Four Seasons. Fue cuando ella comunicó que su lanzamiento era irreversible. Al poco tiempo, Macri le avisó que se pronunciaría por Larreta. Desde entonces no se hablan.

Larreta atravesó con éxito su bautismo electoral. Él, que desde los siete años sueña con ser presidente, debe estar todavía pellizcándose. Larreta es un tecnócrata capaz de gestionar cualquier ministerio de la ciudad sin necesidad de consultar una planilla. Macri se burla de esa obsesividad de "el Pelado". Y hay quienes se burlan del vínculo de Macri con Larreta: "Están hechos el uno para el otro. Son el ingeniero y su robot". Estas peculiaridades, que tienen mucho de apariencia, tuvieron en vilo al laboratorio electoral de Pro.

En la próxima etapa, esos estrategas expondrán a Diego Santilli, el vice de la fórmula ganadora. Es la cuarta figura más conocida del partido, después del jefe de gobierno, Michetti y Larreta. En los sondeos cualitativos de Juan Zapata, el español a quien Macri tiene como consultor inapelable, se lo identifica como cercano y simpático. Por eso lo eligieron: para "humanizar" a Larreta. En los últimos tiempos Santilli representó bien ese papel. Demostró que, como a Terencio, nada de lo humano le es ajeno.

Es imposible vislumbrar la próxima etapa de la disputa metropolitana sin resolver algunos interrogantes. Anoche Lousteau aparecía como el challenger de Larreta. La relación con Lousteau tiene para el macrismo los riesgos de toda ambigüedad. Para quienes investigan el mercado electoral, el ex ministro de Economía parece salido, por su estética, de una computadora de Jaime Durán Barba. Por eso en 2013 Macri quiso llevarlo como candidato en la ciudad. En los focus groups que realiza Zapata, aparece a menudo este comentario: "Ese chico se confundió de partido, tendría que estar en Pro". La competencia de ayer reveló que muchos votantes de Lousteau se superponen con los de Michetti. Larreta debe contemplar ese dato para fidelizar a quienes votaron por su competidora.

La familiaridad con el macrismo puede ser una trampa también para Lousteau. Es una proximidad objetiva: Lousteau encabeza una fuerza que, a escala nacional, tiene como candidatos a Ernesto Sanz, Elisa Carrió y también a Macri. Esta trama impide un proselitismo demasiado agresivo, sobre todo en cuestiones éticas, como la que insinuó anoche en su saludo. Es un nudo a desatar si llega a una segunda vuelta y debe apelar a los simpatizantes de Cristina Kirchner, que lo tuvo como ministro. Para Macri, puede ser un fenómeno atractivo: en julio podría reclamar como propios los votos de Larreta y de Lousteau. Otra dificultad para Sergio Massa, que carece de estructura en la Capital. Anoche ignoraba si el Frente Renovador, con Guillermo Nielsen, alcanzaría el mínimo obligatorio para competir en julio, un escenario inconveniente para su relanzamiento del viernes.

Recalde sería, para Larreta, muchísimo más sencillo de vencer. No sólo porque entre los porteños La Cámpora está demonizada, sino por el entusiasmo con que prodigios de la popularidad, como Aníbal Fernández o Amado Boudou, se colgaban anoche de su cuello. Además, para un idólatra de la gestión, como Larreta, enfrentar al responsable de Aerolíneas es una ventaja inmerecida. Anoche circulaba un chiste fácil: Recalde tiene más empleados que votos. Tal vez a Larreta ni le haga falta humanizarse. Recalde abre la puerta del distrito de Macri para Scioli. La Presidenta podrá calibrar la lealtad del gobernador obligándolo a defender a uno de los líderes de La Cámpora. La pelea del 5 de julio podría ser, entonces, la primera batalla entre los principales candidatos a la presidencia, cara a cara. A Scioli anoche no se lo veía contento. Entre otras cosas, porque la señora de Kirchner, que será decisiva en el armado de las listas oficiales, volvió a demostrar su falta de talento para seleccionar candidatos.

La elección de ayer desnuda otros pliegues de la competencia nacional. Si, como se presume, Pro retiene la Capital, pero Macri no gana la presidencia, Larreta adquiriría un peso inesperado en la escena nacional. En el macrismo no se plantean esa hipótesis. Al revés: el día anterior al debate de TN, Santilli reclamó un ministerio en un eventual gabinete presidencial. El argumento fue que, al abandonar el Senado, arriesga una posición parlamentaria que sería crucial a partir de diciembre. Un visionario, Santilli: todavía Larreta no lo había sorprendido con la invitación a acompañarlo. El "Colo" es más que humano. Ahora la negociación con el peronismo senatorial en una eventual gestión de Macri quedará para Federico Pinedo. Fue el suplente de la lista Michetti-Santilli. Pinedo es otro crack: cualquiera fuera el resultado de anoche, sería senador. Macri deberá pensar si la energía que le viene dedicando a un distrito que, al parecer, ya tendría ganado, no debería aplicarla a la provincia de Buenos Aires. Es su principal problema. Sobre todo por la persistencia de Massa.

Las primarias de ayer ofrecieron más lecciones. Una habla de la vergonzosa imperfección del sistema electoral, que llevó a los candidatos a festejar, cuatro horas después del cierre de los comicios, sin más evidencia que un boca de urna. La otra tiene que ver con el peso del Estado, que vuelve a toda competencia desigual. La utilización de los recursos públicos por parte de Pro no fue menos escandalosa que la de los demás partidos cuando ven amenazado su poder. Urtubey en Salta; Bonfatti, el candidato más votado de Santa Fe; Sapag, en Neuquén, son nombres de esa desviación. Es un mensaje que debería advertir la Presidenta, si es que sueña con seguir manejando el país cuando ya no maneje el presupuesto.

Alivio espiritual en el macriputismo

Infobae

Por Jorge  Asís.

Abunda el alivio espiritual en el macricaputismo.
Mauricio, El Niño Cincuentón, zafó de la interna sustancial. Incomodidad que lo mantenía estancado. Emerge fortalecido.

“Con un sexo político de cuatro metros” explicita la Garganta Pro.
La “decisión estratégica” de apoyar frontalmente a Horacio Rodríguez Larreta, El Carismático, tuvo su final favorable.

Es de esperar que muchos votos independientes, que fueron hacia Gabriela Michetti, La Princesa de Laprida, no se vayan, en julio, imantados hacia Martín Lousteau, El Personaje de Wilde.

En adelante, Mauricio puede estar seguro que va a polarizar nomás con Daniel, el Líder de la Línea Aire y Sol.

Posiblemente ambos. Mauricio y Daniel- tuvieron éxito en la tarea compartida de marginarlo a Sergio, el Titular de la Franja de Massa.

Hoy se lo percibe a Sergio algo alejado de Mauricio y de Daniel. Se les escapan. Pero este juego es el tradicional “sube y baja” del parque de la memoria.

Si por ejemplo el viernes Sergio colma el estadio de Vélez, y consolida aparte su alianza con De la Sota, El Cuarto Hombre, y acaso también con Adolfo Rodríguez Saá, El Alma de la Puntanidad, podrá blindarse otra vez su candidatura. Para que vuelva a ser una disputa de tres. Aunque, al cierre del despacho, parece tratarse de una disputa de dos. Sólo entre Mauricio y Daniel. Si es que Daniel consigue librarse definitivamente de la competencia virtual de Florencio, El Loco. Es el que siempre está pendiente, aunque no produzca ninguna información que estimule una idea de campaña. Para colmo, la esperanza del dedazo se diluyó en Moscú. Para algarabía de Daniel, La Doctora expresó que “no tiene favoritos”.

Parábola geopolítica del país en banda

Pese a haberse agotado el aquí anunciado como “último mes de centralidad”, La Doctora aún conserva la iniciativa. Actúa como si no fuera a irse nunca. Al menos, en materia internacional, donde hace y deshace en soledad, sin siquiera brindar la explicación que tampoco nadie le pide. Ni Mauricio ni Sergio. Por supuesto que tampoco Daniel va a pedirle a La Doctora que le rinda alguna cuenta.

Aunque los tres se postulen para sucederla, no tienen la menor idea de los compromisos que se asumieron.“¿Y qué hacemos si a Daniel, en la presidencia, se le ocurre vendernos de nuevo a los yanquis? –confirma otra Garganta, que trafica el cuento de la Revolución Imaginaria.

De manera unilateral, porque se le antoja, con licencia de corsaria, y en virtud del pragmatismo a la bartola, La Doctora traslada el país a la deriva hacia el inquietante eje China-Rusia. Que por supuesto incluye a Irán. O sea a Siria. Y a través de Venezuela, nuestro máximo aliado en el subcontinente.

Sin siquiera pestañear, La Doctora pasa, sin inconvenientes ni reclamos, de las intenciones fracasadas de reconciliarse con el mercado de capitales –o sea con Occidente-, emprendidas desde el comienzo de 2014 (rendición ante Repsol y rodilla ante el Club de París), para conciliar después de Griessa posiciones favorables con China, primero, y Rusia después.

Parábola geopolítica del país en banda. Un viraje que se dio en menos de quince meses. Queda el balance de un crimen.

Ni Mauricio ni Sergio, en lo personal, ni sus equipos económicos, ni sus asesores en política exterior, tienen la más remota idea, según nuestras fuentes, acerca de qué demonios La Doctora, Timerman y De Vido comprometieron con Rusia y con China.

Si alguno de los dos aspirantes a la sucesión estimula la ilusión de reestructurar las relaciones con Estados Unidos, o con la Unión Europea, debería, al menos, interesarse en la magnitud de los compromisos firmados. Existe la continuidad jurídica del Estado. Aunque los audaces irredimibles del cristinismo suponen que tienen asegurada la continuidad. Para siempre. Con lo que tienen enfrente, crece el derecho de creerlo.

La Doctora, la gran campeona de la defensa de los derechos humanos que humilló, para espanto del ministro De Vido, al pobre “negrito” Obiang -Presidente de Guinea Ecuatorial-, porque no los respetaba, por el repentino pragmatismo a la bartola hoy prefiere callar (o sea convalidar) ante la prisión de los dirigentes opositores al asociado Nicolás Maduro.

Es –Maduro- quien no vacila en degradar, incluso, a las autoridades de España, por la osadía de reclamar por los presos políticos en Venezuela. Y en defenestrar, por si no bastara, a Felipe González, por ofrecerse como abogado de los presos. Y en esta etapa pragmática mejor ni tratar, en materia de derechos humanos, el caso de Putin. Silencio.

Derivaciones humanas del relato

Pero es el tiempo de los posicionamientos, entre los tres postulantes presidenciales que se manejan con consultores que sostienen que no es momento de anunciar cambios bruscos ni rupturas. Debe confiarse entonces en que los tres ya saben cómo plantar el país. Adónde. O dejarlo así, como está. Para cualquier postura. A la bartola.

Tiempo de dramas electorales.

-”Cómo les pedimos a los que cantan “Cristina corazón aquí tenés los pibes para la Liberación” que ahora griten “¡Daniel, Daniel!”-
Es otra severa introspección de la Garganta Popular.
Lo que opine la señora de Bonafini, según nuestras fuentes, ya casi nada preocupa en materia electoral. Las Madres le dieron al cristinismo todo lo que tenían para dar. Hasta su prestigio. Y en la retribución, pasaron a convertirse en una constructora fraudulenta y quebrantada.
Menos aún interesan las reticencias que puedan presentar los intelectuales buscapinas del colectivo Carta Abierta.
“No mueven quince votos, y no se les entiende un c…”.
Importan, sí, los jóvenes que saltan. Que son los que ponen el aderezo de la épica. Los muchachos que adquirieron auténticamente el cuento de la Revolución Imaginaria.

El dilema reside en las derivaciones humanas del relato.
Apoyar a Daniel, aunque siempre estuvo, implica dejar de lado la consigna “Patria sí Colonia no”. Que algunos hasta se tomaron en serio. Cuesta cambiarla por “con fe y esperanza, siempre para adelante con el Aire y el Sol”. A través de la ideología del vitalismo positivista que representa Daniel. Con la confianza en sí mismo que lo habilita para asegurar que, a partir de su presidencia, se viene “una Argentina que ni te imaginás”. Con la explosión del optimismo que lo instiga a confirmar que “a la Argentina va a venir dinero desde todos los países del mundo”.

Por su superioridad natural, por la visión desproporcionada de sus atributos, Daniel no tiene ningún inconveniente en que “le pongan todos los diputados”. O que le pongan el vice que quieran. Ya que con Scioli, en definitiva, todo va a cambiar.

“Pero que no se le ocurra entregarnos de nuevo a los yanquis” insiste la Garganta.

Recaudación y cuentapropismo

La cuestión que pasaron doce años de Kirchner-cristinismo. Contradictorio, complejo, invertebrado. Siete años, entre 2003 y 2010, fueron de recaudación centralizada. Y debe aceptarse que los últimos cinco sin recaudación. “Sin bolsos en los vuelos de los viernes”. Colmados de altibajos, delirios y bolsones de cuentapropismo. (Ampliaremos en próximo informe).

Lo que El Furia no pudo lograr con el trunco Compromiso K, La Doctora lo logró con La Cámpora.

Un conjunto incondicional de muchachos que atraviesan la treintena. Los que planifican, en los próximos diez años, quedarse con el control total del país. Arrasan con dos generaciones. Las jubilan.

En una década oscilarán los 45 años. A punto. Con experiencia en manejo del poder.

Saben, en la práctica, que Daniel es quien está mejor posicionado para garantizarles la continuidad de lo conquistado.

Sólo tienen que abstenerse, en adelante, de cometer errores. Los que pueden ser aprovechados por Sergio y Mauricio, al acecho. Siempre.

El triunfo del “hacedor”

Infobae

Por: Daniel Muchnik.

Con el 30% de las mesas escrutadas ya estaba clara la ventaja cómoda y aguerrida del PRO, vencedor en estas primeras elecciones del año, rumbo a las presidenciales. ¿Pueden llegar a ser importantes y decisivas las “primarias” como indicadores de tendencia? Sí, en cada ámbito geográfico donde se producen lo son.

Cada región, cada provincia tiene sus impulsos afectivos, de lealtad política o de obediencia a quienes le indicaron, con verticalidad o por proteger su empleo, qué votar. En la Capital, la pugna Rodriguez Larreta-Michetti preocupó a muchos, dentro del partido y fuera de él. A tal punto que la gran mayoría de los votantes, sugestionados o no, convencidos o no, se inclinaron por Rodríguez Larreta, el ” elegido” como una demostración de apoyo definitivo a la figura de Macri. Además pesaron las consignas publicitarias. Rodríguez Larreta fue el “hacedor”, el que trabajaba incansablemente, el que gestionaba mientras otros se dejaban guiar. Michetti, como senadora, no alcanzó a lucirse ni a aparecer tan intensamente en los medios de comunicación.

De todas maneras, Michetti no quedó postergada en el apoyo de la ciudadanía. Ahora tendrá que encontrar su nuevo lugar, un ámbito más calmo, sin confrontaciones. Tiene que hallar su sitio en el mundo de su agrupación, de la cual fue siempre una de sus puntales. No creo que haya “pase de facturas” entre los que apoyaron hasta el último momento a uno o a otra figura. Al PRO no le sobran gestores ni gerentes de todo tipo y color. Como se sabe, Lombardi, Pinedo y Montenegro, responsables de distintas áreas capitalinas, acompañaron a Michetti, que no era la preferida y lo hicieron contra viento y marea y dándoles la espalda las definiciones desafortunadas y agresivas del asesor Jaime Durán Barba.

Entre los candidatos a las PASO de este domingo 26 de abril hubo, sin duda, un grupo signado por la meritocracia. A Rodriguez Larreta le bastó mostrar lo que trabajó estos años. Pero Martín Lousteau es una promesa de alto valor práctico y académico y al mismo tiempo un hombre que conoce los problemas cotidianos y sabe cuáles son las soluciones, con un arrastre muy especial con la juventud. Y Guillermo Nielsen, ex- gestor en la negociación de la deuda externa en 2005, quien representó con esquiva fortuna al Frente Renovador de Massa, un técnico que entró tarde en la lucha por conquistar votos, es un profesional reconocido por el mundo empresario y en ámbitos internacionales

Lo que no pude entender fue la euforia en el búnker del Frente para la Victoria, donde se festejaba mientras los números mostraban que sólo arañaban el cuarto lugar. Sus candidatos, Mariano Recalde a la cabeza, repitieron hasta el cansancio un argumento gastado. Si ellos ganaban y obtenían el apoyo popular podían demostrar que los seguidores de este Gobierno podían arrinconar a la “derecha”. ¿De qué derecha hablan? ¿Ellos se consideran de “izquierda”? Con algunos funcionarios y con algunos respaldos hacia este Gobierno es imposible señalar al oficialismo como de “izquierda”. No es necesario convocar a Jorge Altamira o a Vilma Rippol para que los ubiquen en otros casilleros. Son, se sabe, los representantes de una administración oportunista que está dejando un legado peligrosísimo.

Veamos como asoma el 5 de julio cuando llegue el ballotage. ¿Podrán cambiar los sitiales y adhesiones? Yo tengo mis grandes dudas. Por los fenómenos que estuvieron presente este domingo 26, no habría grandes cambios en los pocos meses que restan para llegar a la mitad del año.

Macri completó una semana redonda

Clarín

Por Eduardo van der Kooy.

Mauricio Macri cerró, sin dudas, una buena semana para su perfil presidencial. Hilvanó la victoria aún parcial en las primarias de Santa Fe –el recuento definitivo de votos continúa– de su candidato Miguel del Sel, con la consagración de Horacio Rodríguez Larreta en el PRO como posible heredero en la jefatura porteña. Siete días redondos aunque también muy fraccionados, en comparación con lo que falta recorrer: hay por delante todavía 26 semanas para llegar al último domingo de octubre, primera fecha fijada en el cronograma de la elección presidencial. Una extensión enorme para un país imprevisible y una política de extrema labilidad.

Podría decirse que entre el domingo anterior y ayer existió un puente. A partir de aquella postal triunfal que Macri compartió junto a Del Sel y Carlos Reutemann se afianzó la impresión, que registraron la mayoría de las encuestas, de una clara ventaja de Rodríguez Larreta sobre Gabriela Michetti, la desafiante. Los cómputos provisorios, que demoraron de manera inexplicable, le daban casi diez puntos de diferencia al jefe de Gabinete de la Ciudad sobre la senadora. Y casi el 48% del total de los sufragios emitidos para el PRO.

Pese a los enojos iniciales que desató la rebelión interna de la senadora, Macri debería estarle ahora agradecido. Colocó al PRO en el centro de la escena porteña, que domina hace años, con la promesa de un competencia picante. Se fue en aprontes porque, a través del propio ingeniero, los contrincantes se cuidaron hasta el extremo de no dañar con algún desborde su figura. Tanto fue así que la única nota disonante corrió por cuenta del asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba. El francotirador se llamó a silencio después de la severa reprimenda de su jefe.

La fiesta de anoche del PRO, para celebrar la victoria, tuvo que ver con aquel pacto de concordia. Apenas concluida la votación aparecieron juntos en público los jefes de campaña, Fernando de Andreis y Federico Pinedo. Luego Michetti le agradeció “con el corazón” a Rodríguez Larreta. Este le devolvió los halagos con generosidad casi melosa. Los funcionarios bailaron y cantaron en una tarima. Con besos y abrazos entre todos, para dar quizá por clausuradas las tensiones –sólo eso en la campaña– que genera cualquier competencia.

El equilibrio se terminó logrando con el aporte de los dos bandos. Macri había tenido un acierto cuando habilitó la interna del PRO en lugar de tentarse con un posible dedazo. Buscó diferenciarse así de las prácticas más comunes. Pero pareció arriesgar demasiado al pronunciarse en favor de Rodríguez Larreta. Michetti arrancó la campaña haciendo diferencia con la necesidad de modificar las políticas sociales, de salud y educación de la Ciudad. Aunque fue declinando de a poco esas banderas. Insinuó además una crítica al problema del juego pero nunca se prestó a profundizar en el conflicto.

Las mujeres, aunque no muchas, han sido siempre herramientas políticas importantes para el jefe porteño. Michetti resultó por mucho tiempo la cara blanda de un PRO integrado en su primera plana por dirigentes de poco ángel. Elisa Carrió ahora permitió al ingeniero ampliar las comarcas de un partido que parecía demasiado circunscripto al plano gerencial. Facilitó hacer flamear la bandera verde para un acuerdo con un sector del radicalismo liderado por Ernesto Sanz, que logró sellar alianzas en el interior del país donde el PRO carece de estructura. Michetti y Carrió juntas, por otra parte, serían una buena pantalla protectora contra los puntos oscuros que se le endilgan al macrismo en la gestión. No fue una casualidad que en la derrota Carrió dispensara a Michetti y a Hernán Lombardi tantas alabanzas. Aunque nunca se conoce, en ese aspecto, hasta donde llegaría la tolerancia de la diputada.

Santa Fe y Capital le han permitido a Macri consolidar su imagen y hasta esbozar una capacidad de conducción, en situaciones políticas complejas, sobre la cual existían muchas dudas. Su mensaje incluso suena menos titubeante, como se vio al cierre de la fiesta en Costa Salguero. Esa consolidación no sería una inquietud para el kirchnerismo y Daniel Scioli. Figura en la estrategia del gobernador de Buenos Aires la posibilidad de polarizar con Macri. Todo lo contrario para Sergio Massa: el diputado del Frente Renovador, después de aquella victoria en las legislativas de 2013, pugna por no quedar afuera de un eventual balotaje.

Massa estuvo ausente en Capital. Su candidato Guillermo Nielsen, ungido a las apuradas y con pocos recursos, no alcanzó el piso para participar en la votación decisiva. Pero después de los últimos sacudones –incluido Santa Fe– decidió resetear sus planes. Un aspecto de ese reseteo fue su acuerdo con José Manuel de la Sota. Al cual nadie sabe si se incorporará el puntano Adolfo Rodríguez Saa. Otro, el acto que hará en Vélez el viernes que viene. Lo repetirá, con la anuencia del gobernador cordobés, el domingo 10, en el estadio Chateaux Carreras de aquella provincia. La intención sería recuperar parte del terreno perdido y rivalizar con Macri. Córdoba se presentaría como un campo de batalla propicio: Massa convino el respaldo a Juan Schiaretti, el delfín de De la Sota; Macri cerró allí con la UCR y lleva de postulante a Oscar Aguad.

La quinta elección realizada desde que comenzó este larguísimo proceso permitiría sacar varias conclusiones. Una de ellas es la declinación objetiva del kirchnerismo. Sólo pudo imponerse en las primarias de Salta, con Juan Manuel Urtubey. Aunque el mandatario se declaró con presteza de identidad peronista. La derrota en Mendoza era previsible, por la convergencia entre los radicales, Macri y Massa. La caída en Santa Fe también, a raíz de que el PJ está en aquella provincia desguazado, desde que los K lo condujeron.

En Neuquén anoche el FPV quedó muy lejos del triunfante MPN, que consagró gobernador a Omar Gutiérrez, discípulo de Jorge Sapag. Quizás haya sido esa elección en la provincia patagónica la única nube del domingo claro de Macri: su candidato, en unión con la UCR, quedó tercero y relegado.

Aquella percepción declinante, sin embargo, pareció ser desconocida por el kirchnerismo. Desató una celebración, con Scioli presente, por el tercer y cuarto puesto obtenido en Capital. La interna del ECO, entre el ex ministro Martín Lousteau y Graciela Ocaña, superó en votos individuales y en conjunto al FPV. Pero en el búnker K se vieron militantes alborozados, ministros que se abrazaron y hasta aquellos que viven clandestinamente, como Amado Boudou. El discurso de Mariano Recalde estuvo a tono. Pareció de ficción. Salvo cuando aseguró que el kirchnerismo no reconoce otros líderes que no sean Cristina.

La candidatura de Recalde fue una decisión de Máximo Kirchner que avaló su madre. El titular de Aerolíneas Argentinas como oferta electoral para una ciudad que necesita, entre tantas cosas, buenos subtes. Una ironía que, en plena campaña, supo desgranar el legislador Juan Cabandié.

Recalde parecería una figura de poca popularidad. Incluso en ámbitos cerrados. Hace pocos días padeció en la empresa que dirige. La lista del gremio de pilotos que respaldaba recibió una paliza en la elección. No pudo ungir un solo delegado de los tres puestos en juego. Nadie supo informar si aquel día, como anoche, también estallaron los festejos.

Los K, mal en matemáticas y política

Clarín

Por Eduardo Aulicino.

Es sabido: no hay que gritar los goles antes de que la pelota esté adentro. Algo de eso ocurrió anoche con la primera línea del cristinismo celebrando no un triunfo, sino un pretendido segundo lugar en las primarias porteñas. Fue un error matemático, si se quiere en base a encuestas, pero peor aún fue su pésimo cálculo político: exhibió que su objetivo era subir apenas un escalón y, en espejo, haber quedado tercero reflejó o potenció la dimensión de su resultado definitivo, una derrota. Esa cuenta final tiene que ver con el lugar de ayer en la tabla general del voto porteño y, al mismo tiempo, con el desmoronamiento de la idea de una recuperación en la Ciudad. Todo, claro, con los cuidados que requiere la lectura de una elección interna que debería ser proyectada sin apresuramientos a la primera vuelta electoral, el 5 de julio, más allá de que esas especulaciones pueden agravar y no alivianar el panorama del kirchnerismo en la Capital.

La trascendencia que Olivos otorgó a las PASO porteñas estuvo dada por el cambio en cuanto la cantidad y la jerarquía de los dirigentes nacionales del kirchnerismo que terminaron marchando al comando electoral del Frente para la Victoria: iban a ser pocos y al final fueron todos. En los últimos días, y hasta después de cerradas las urnas, había dudas sobre la delegación. Al parecer, una señal de Cristina Fernández de Kirchner alcanzó para armar el desfile de funcionarios y candidatos que acompañaron, con tono triunfalista, a Mariano Recalde, el candidato elegido por la Presidenta.

Pasaron por allí Aníbal Fernández, Daniel Scioli, Florencio Randazzo, Sergio Urribarri, Agustín Rossi y hasta Amado Boudou, entre muchos otros. Y algunos de ellos dejaron frases contundentes. “Recalde hizo una elección fenomenal”, dijo el jefe de Gabinete, a pesar de que el titular de Aerolíneas estuvo por debajo de lo que decían muchas encuestas. “Somos la única fuerza que se opone al PRO”, declaró Juan Cabandié, dejando en claro que, en rigor, una mayoría muy amplia del electorado porteño sigue lejos del kirchnerismo, en la perspectiva de las competencias electorales que vienen.

Hasta ya avanzada la noche, y cuando aún no se conocían datos oficiales –los primeros aparecieron casi a las 22–, parecía una modesta táctica para instalar mediáticamente un clima de cierto éxito cristinista. Más soprendente fueron las declaraciones de Recalde, cuando ya se perfilaba que su elección personal y la del Frente para la Victoria no daban para descorchar. “La gran mayoría se está pronunciando por un cambio en la Ciudad”, dijo, en un discurso que buscaba ser encendido, y después dejó un saludo de Cristina Fernández de Kirchner. Es de suponer que contó con autorización presidencial para decirlo en público.

¿Qué ocurrió en realidad? Vale en primer lugar despejar incógnitas en comparación con los anteriores rendimientos del kirchnerismo en la Ciudad. No se puede tomar ese análisis de manera lineal, pero da una dimensión aproximada para sopesar lo que ocurrió ayer en las urnas.

El kirchnerismo estuvo por debajo de los resultados de las últimas elecciones. En las primarias para las legislativas de 2013, el Frente para la Victoria anotó 19 puntos en el rubro de diputados y casi 20, para senadores. Y en la elección general, registró casi 22 y poco más de 23 en los mismos renglones. Fueron los comicios que colocaron al kircnerismo en el tercer escalón porteño, ya por debajo de la elección de 2011 para jefe de gobierno de la Ciudad: en aquel turno, Daniel Fimus –que después perdió la banca en el Senado– anotó 27,7 por ciento en la primera vuelta y 35,7 en la segunda, lejos de Mauricio Macri (64,2%).

Recalde hizo una mala elección si se la compara además, individualmente, con la cosecha de Martín Lousteau, con un registro mejor al que pronosticaba la mayoría de las encuestas. La cuenta que hacía el oficialismo buscaba prescindir de ese dato personal y centrarse en el acumulado de sus siete precandidatos. No funcionó como esperaban, pero vale centrarse además en lo que viene.

El punto, en la pelea por entrar en un eventual balotaje y tal como se encargaban de señalar ayer desde las filas de Lousteau, es si el resultado redondeado por el kirchnerismo es su piso o su techo en la Ciudad. Dicho de otra forma: la cuestión es si el cristinismo puede mejorar significativamente sus números en la primera vuelta.
En contraposición, la pelea por crecer en el próximo turno electoral merecía cuentas más optimistas en las cercanías de Lousteau, aunque en cualquier caso los interrogantes eran grandes frente al volumen de votos reunidos por el macrismo en conjunto, que se acercó al 50 por ciento.

En las primeras especulaciones, un dato significativo era no sólo la distancia final entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti, sino además el número modesto registrado por la senadora. Hay quienes sostenían que alguna franja del voto de Michetti, fuera de la carrera por la jefatura de la Ciudad, podría emigrar luego hacia Lousteau. El interrogante es si algo de eso ocurrió ayer mismo en las urnas.

La cuestión, para el kirchnerismo, es el mayor grado de competitividad demostrado por Lousteau, pero sobre todo lo que aparece como sus propias debilidades, expresadas además en el discurso unificado que expresaron anoche sus dirigentes.

La idea de que sólo el kirchnerismo es lo diferente al macrismo muestra –exhibe otra vez– que no puede asimilar diferencias si no es como una confrontación absoluta. En esa mirada, no existe la franja que expresó Lousteau y menos aún otras fuerzas, menores en votos pero ricas como expresiones políticas y, en algunos casos, ideológicas.

Seguramente, eso no es inquietante en la lógica cristinista. Más preocupante parece cierta alteración del olfato político para recrear la idea de que, sin despeinarse, puede imponer climas en la política. El error, visto así, no fue hacer mal las cuentas, sino imaginar que con un festejo efímero podía cambiar la lectura política de las urnas.

 

 


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