Por Jorge Castro.
Pese a la caída del precio del crudo en casi 60% desde junio del año pasado, 68 de las principales petroleras del mundo se han presentado en la licitación desatada por la desregulación del petróleo mexicano, que ha terminado con el monopolio de la empresa estatal PEMEX establecido por Lázaro Cárdenas en 1938.
Lo propio de los campos petrolíferos mexicanos –que se estiman comparables a Kuwait y Emiratos Arabes sumados – es que los costos de extracción no superan un promedio de US$20 por barril y disponen de una tasa de recuperación de 17% en los ya perforados.
La inversión trasnacional ascendería este año a US$12.000 millones y se duplicaría a partir de 2020, teniendo como referencia la inversión en yacimientos similares de EE.UU., que el año pasado alcanzó a US$275.000 millones en los campos de Eagle Ford en Texas, sin contar una cifra similar en los depósitos de Bakken en Dakota del Norte y Utah.
La explosión del shale en EE.UU., sumada a la desregulación mexicana, implica que Norteamérica sustituirá a Medio Oriente en el liderazgo de la producción energética mundial en la próxima década.
En ese período, el costo de la energía caería 84% en México, hasta alcanzar los actuales niveles estadounidenses. La consecuencia sería que la competitividad de la industria mexicana aumentaría tres o cuatro veces, y afirmaría en forma más que proporcional su capacidad exportadora, que ya la ha convertido en una de las cuatro principales del mundo, junto con la de EE.UU., Alemania y China.
Toda estrategia de desarrollo efectivo tiene un punto crucial en que se fusionan lo político –que es esencialmente temporalidad– y lo económico, y que impulsa a los sectores de mayor potencial.
Ese sector en México es inequívocamente el petrolero. En él reside el núcleo del Estado fundado por el PRI (Partido Revolucionario Institucional) en 1928; y origina el 40% de los ingresos fiscales.
México posee el menor nivel de presión tributaria de América Latina (11% del PBI). Por eso su Estado es estructuralmente débil, y de ahí el alto nivel de corrupción y la fragilidad frente al narcotráfico.
México licita este año 169 bloques petrolíferos; y el precio del producto alcanzaría en 2015 a US$ 58/barril, para trepar a US$78 en 2016, orientándose hacia 2024 a un valor de US$110/barril, (Agencia Internacional de Energía/AIE).
British Petroleum ( BP Energy Outlook 2015 ) prevé que el PBI global aumentaría 115% en 2035 (60% del alza provendría de China/India); y que la República Popular –eje de la demanda mundial de petróleo– importaría entonces 13 millones de barriles por día.
Lo que está en juego con la desregulación mexicana es lo siguiente: del lado mexicano del Golfo de México hoy hay 57 pozos perforados, y en las aguas estadounidenses son 1.600, y en ellos se ha extraído 26.000 millones de barriles de petróleo en los últimos 5 años.
La integración entre EE.UU. y México se funda en la naturaleza de su comercio bilateral, que alcanzó a US$ 840.000 millones en 2014; es el primero del mundo, por encima del vínculo chino-norteamericano, y está centrado en el carácter compartido de la producción manufacturera.
Más de 40% de las exportaciones estadounidenses son partes y componentes; y 80% de las ventas mexicanas a EE.UU. están constituidas por manufacturas fabricadas con ellas. Este porcentaje compartido es sólo 4% en las transacciones EE.UU.-China.
Por eso la caída del precio del petróleo en más de 60% no ha frenado la ola de inversiones en México de las grandes compañías petroleras.
México ha vendido bonos internacionales a 100 años en cinco ocasiones desde 2010. Con denominación en tres monedas diferentes, las operaciones produjeron casi US$6.000 millones en total.
El resto de los gobiernos del mundo no ha vendido ninguno.
¿Qué ven los gobiernos mexicanos que nadie más ve? La respuesta, dicen los analistas, es una combinación de décadas de esfuerzos del Estado por extender los vencimientos de deuda a fin de que no se repita la crisis del peso de 1994, y una tradición de tecnócratas que crean estrategias financieras exóticas. Dado que los valores a 100 años implican costos crediticios más elevados, y que las tasas de interés en los países desarrollados son de cerca de cero o hasta negativas, otros países no se han mostrado dispuestos a pagar más por dinero que vencerá dentro de tres generaciones. Tampoco por el derecho a vanagloriarse.
“Hay un ingrediente de relaciones públicas”, dijo Joe Kogan, jefe de estrategia de mercados emergentes de Bank of Nova Scotia. “Pero desde el punto de vista de México, el contexto global de las tasas de interés es el más bajo de la historia, y no seguirá siéndolo durante mucho tiempo más”.
Países y empresas desde Bulgaria hasta China han aprovechado la caída de los costos crediticios en Europa y han emitido US$21.700 millones en el primer trimestre del año, período que se convirtió en el segundo trimestre más activo en una década para las ventas de bonos de mercados emergentes. Aparte de México, nadie ha vendido bonos en euros a más de 17 años.
México vendió 1.000 millones de libras de deuda a 100 años en moneda británica en 2014. Desde 2010, el país ha vendido US$2.680 millones de bonos a un siglo denominados en dólares.
México lanzó el jueves una emisión de bonos de deuda externa por 2.500 millones de euros en dos tramos iguales con vencimientos en 2024 y en 2045. “Es una gran noticia”, dijo David Spegel, jefe de análisis de estrategia empresarial y soberana de BNP Paribas.
Antes de que México hiciera lo propio en esta década, China era el último gobierno que había vendido bonos a 100 años en los mercados internacionales en 1996.
Los bonos mexicanos a un siglo en euros se vendieron con un rendimiento de 4,2%, una prima de alrededor de 1,4 puntos por sobre los pagarés en euros del país con vencimiento en 2045. La iniciativa forma parte de un esfuerzo por proteger la economía de una reedición del llamado Efecto Tequila de mediados de la década de 1990, cuando la demanda de deuda mexicana de corto plazo se agotó y contribuyó a desencadenar una devaluación del peso de 35%.