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DEBATE
China en Argentina: inversiones industriales y Nuclear. La guerra yuan-dólar-euro
08/04/2015

Intereses compartidos

Pagina 12

En materia de inversión industrial tendrán prioridad sectores con potencial de exportación al mercado chino, lo que permitirá corregir el desbalance comercial, mientras que China busca garantizar el aprovisionamiento de productos básicos.

Por Matías Mancini *

Más allá del valor estratégico en términos geopolíticos, el convenio con China recientemente aprobado por el Congreso contribuirá a atemperar los desequilibrios comerciales entre ambos países, a aliviar la escasez de divisas y a otorgar financiamiento para obras de inversión en infraestructura claves para el desarrollo de la economía argentina en el largo plazo. De forma paralela, y sujeto fundamentalmente a las características de los convenios específicos que se acuerden bajo el paraguas del convenio general y a la forma en que se implementen, puede fomentar la transferencia de tecnología y conocimiento y la promoción de la producción local en sectores ciencia-intensivos.

La aprobación del convenio debe ser concebida en un contexto que muestra entre sus principales rasgos: la necesidad creciente de China –hoy la segunda economía más grande a nivel mundial, además del país de mayor población– de garantizarse el suministro necesario de materias primas e insumos ante el fuerte aumento de sus niveles de consumo interno –cuestión que ha llevado a suscribir este tipo de acuerdos con varias naciones–; el fortalecimiento de Argentina en las relaciones y su potencial alineamiento con el bloque Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) ante los cambios en el orden internacional actual; y la manifestación en Argentina de sus problemas estructurales con la agudización de la restricción externa como limitante al crecimiento y que tiene de trasfondo un marcado y progresivo desequilibrio en el comercio bilateral con el país asiático.

Ante algunas críticas que ponen el foco en los riegos de reproducir y consolidar la reprimarización de la estructura de la economía argentina, debe destacarse que en ausencia del convenio la relación comercial bilateral no sólo ha mostrado una fuerte tendencia al desequilibrio (con un déficit creciente desde el 2008), sino que ha reproducido un perfil de inserción externa de Argentina basado en las ventas de productos primarios y sus derivados (básicamente del complejo sojero) y la importación de maquinaria y otros bienes de mayor sofisticación tecnológica (con un desplazamiento de la importancia de Brasil como origen). Es en este contexto que deben ser evaluadas las posibles implicancias del reciente convenio.

El acuerdo permitirá la obtención de financiamiento (de carácter concesional) bajo mejores condiciones (tasas y plazos) que en los mercados de crédito internacionales para la realización de importantes obras de infraestructura con un horizonte de 5 años y sin condicionalidades sobre la política económica. Las áreas prioritarias explicitadas incluyen: energía, telecomunicaciones, transporte terrestre e infraestructura portuaria. En particular, esto se traducirá por lo pronto en mejoras en el transporte ferroviario de cargas, la construcción de dos represas hidroeléctricas en Santa Cruz y de una cuarta central nuclear.

Si bien el convenio abre la posibilidad de otorgar las obras mediante adjudicación directa, cuestión que ha sido criticada por evitar la licitación (aunque el art. 5 aclara en “condiciones ventajosas de calidad y precio”) y atentar así contra proveedores privados domésticos, el hecho de que sea un convenio entre Estados Nacionales (cuya autoridad de aplicación en Argentina es el Ministerio de Economía) permitirá direccionar los proyectos de inversión para garantizar la intervención de actores con mayor propensión a invertir en Investigación y Desarrollo (I&D) y promover proveedores locales de tecnología.

La posibilidad de lograr este avance dependerá de:

1. la existencia de empresas locales con capacidades tecnológicas, como las empresas estatales Invap o Nucleoeléctrica Argentina en los campos nuclear y aeroespacial, y sus articulaciones con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae);

2. la capacidad del Estado nacional de negociar acuerdos de transferencia de tecnología en aquellos sectores que no se cuenta con dichas capacidades después del desmantelamiento de la industria nacional (transporte ferroviario e infraestructura portuaria). De la letra del acuerdo marco surge que el gobierno argentino tiene la potestad de promover la asociación de empresas chinas y argentinas, favoreciendo la transferencia de tecnología y el empleo a nivel local. Para que esto se transforme en realidad son cruciales las formas que tomen la construcción del entramado local empresario y las alianzas entre las empresas de ambos países. Este es el aspecto que está en disputa en el seno de ciertas asociaciones empresarias porque hace a la discusión del poder económico en Argentina: si la articulación con China se hace desde los grandes grupos contratistas del Estado o desde un nuevo entramado de empresas locales a través del Estado y las cámaras representativas del empresariado pyme.

En materia de inversión industrial, se sostiene expresamente la prioridad de sectores con potencial de exportación al mercado chino. Desde el punto de vista argentino esto permitirá corregir los desbalances comerciales y desde el punto de la economía asiática garantizar el aprovisionamiento de los productos básicos necesarios. De esta manera, la relajación de la restricción externa vendría acompañada de una posible retroalimentación del perfil de inserción internacional de Argentina. No obstante, esto debe ser matizado ya que por una parte esta retroalimentación ha marcado las relaciones comerciales con China en ausencia del convenio. Y por otra parte, la injerencia del Estado nacional (y en particular su autoridad ejecutora) puede priorizar la inversión en I&D y los eslabonamientos con proveedores locales de tecnología, lo cual abre nuevas potencialidades vis a vis el comportamiento de los grandes grupos locales. De hecho, buena parte de las críticas que se han manifestado desde las organizaciones empresariales por los riesgos del acuerdo, pierden solidez ante el comportamiento histórico de los grandes grupos locales. Este comportamiento se ha caracterizado por una baja propensión a invertir en I&D o desarrollar proveedores locales de tecnología, y por no privilegiar el contenido nacional de los equipamientos.

No debe perderse de vista que lo votado por el Congreso Nacional consiste en un acuerdo marco. Por ende, los beneficios del convenio dependerán en buena medida de la naturaleza de los convenios específicos que se lleven a cabo a futuro. Estos deberán: garantizar mecanismos de transferencia y acceso a nuevas tecnologías (como nuclear y espacial), que complementen y no reemplacen nuestras capacidades tecnológicas domésticas, fomentar la participación de empresas nacionales en la provisión de equipamientos e insumos, y aprovechar los efectos de la compra estatal para direccionar las inversiones hacia sectores y actores claves de la trama productiva local.

El desafío para el Estado argentino es articular un sistema nacional de innovación con proveedores de tecnología local a partir de la protección de las pymes metalmecánicas e intensivas en tecnología a partir de ciertos núcleos dinamizadores como lo han sido la CNEA, Invap y Nucleoeléctrica Argentina. Este camino, que cuestiona el comando de los grandes proyectos por los grupos locales asociados a intereses de las potencias dominantes, es el que está en disputa. La continuidad o marcha atrás del mismo dependerá de la posición que asuma el próximo gobierno en los acuerdos específicos en defensa de la tecnología nacional

* Investigador del Ciepyc, Fpycs (UNLP). Becario doctoral CEUR-Conicet

Guerra...

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Por Oscar Ugarteche *

Desde abril del 2014 ha salido un conjunto de declaraciones huecas de parte de la presidenta del Federal Reserve Board, Janet Yellen, orientadas a mover expectativas en el mundo financiero, globalizado y en vías de desdolarización. Con la gran banca norteamericana desprestigiada, con problemas en los mecanismos de determinación de tipos de cambio, tasas de interés y precios de commodities, multas por más de 30.000 millones de dólares de parte del SEC, tasas de interés rayanas en 0 por ciento, y la depreciación de la moneda del orden del 30 por ciento en relación con el euro y con muchas monedas latinoamericanas, el sector financiero norteamericano parecía, a inicios del 2014, en vías de pérdida de relevancia.

Las consecuencias de la inyección de liquidez al sistema financiero norteamericano desde el año 2009 en las llamadas QE I, II y III, del orden de 4,5 billones de dólares o 27 por ciento del PIB de Estados Unidos, pasó a los mercados de commodities y las bolsas de valores de las economías emergentes generando un triple impacto: auge en las exportaciones, crecimiento económico y auge en las bolsas de valores. Esto llevó a mejorías de consumo y acumulación de reservas acompañados de una apreciación cambiaria del orden del 30 por ciento en las economías emergentes y en el euro, no así en el yen ni en el yuan.

Lo interesante es que mientras China ha ido colocándose en estos años de crisis como la segunda economía del mundo, o quizá la primera, y al yuan como la segunda moneda para cartas de crédito internacionales y la quinta de pagos, lentamente los anuncios huecos de Yellen han ido haciendo efecto y los inversionistas, previendo el alza de la tasa en Estados Unidos, comenzaron a nadar en esa dirección. El beneficiado con estos anuncios fue la Bolsa de Nueva York que, por ejemplo, observó que el índice Dow Jones Industrial trepó de 16.000 a 18.000 puntos de marzo a marzo, un aumento de 12,5 por ciento.

El efecto triple de los anuncios del alza inexistente de la tasa de interés en América latina es como sigue: entre el 5 de mayo del 2014 y el 25 de marzo del 2015, la relación euro/dólar cayó 22 por ciento, de 1,3619 a 1,0647; el índice de materias primas de marzo a marzo cayó 33,8 por ciento y el de petróleo 43,6 por ciento. El crecimiento económico del mundo se desaceleró en el 2014, el de América latina sufrió un revés al caer tanto los precios de las materias primas y con eso el dinamismo exportador se atrancó, incluso en Chile, reabriéndose la interrogante de hace veinte años de si el crecimiento iba a ser más estable después de las reformas económicas, o no. O si los TLC traerían prosperidad. Lo único más estable parece ser la desigualdad (Indice Gini regional peor del mundo, en 0,52) y la concentración del ingreso, si bien la pobreza se redujo.

El año 2015 comenzó con las revisiones de crecimiento del PIB de América latina hacia abajo de las proyecciones de crecimiento de diciembre y ahora se puede prever que nadie crecerá significativamente, salvo quizá Colombia y Perú, donde será más de 3 por ciento en un entorno como el de 2014, de 1,5 por ciento. Mientras en Europa se debaten entre inflación cero y deflación, en América latina tendremos el efecto de la inflación derivada de la depreciación de nuestras monedas que empujarán las tasas de interés al alza, contrayendo el consumo. Si el gasto público bajara por menores ingresos fiscales derivados de exportaciones, entonces claramente Estados Unidos estaría exportando otra vez, como en 1980, su crisis. Además estaría recolocando su moneda como una moneda fuerte y deseable y su mercado financiero como uno apetecible. Esto lo estaría logrando sin mover sus tasas de interés del 0,25 por ciento anual, lo que le permitirá relanzar su economía a costo casi cero, con materias primas y energía muy baratas.

Baste recordar que Estados Unidos casi no exportan en relación con su PIB (13 por ciento) y crecen primero por consumo personal (68,5 por ciento) para entender que la apreciación de su moneda no les molesta. Con el tipo de cambio apreciado, pueden tener déficit externos crecientes y darle más liquidez al sistema internacional, que pueden contrapesar con programas de retiro de los 4,5 billones de dólares inyectados. Hasta la fecha, el movimiento económico internacional ha sido por expectativas y por la terminación de la inyección monetaria. Ahora la FED debe comenzar a hacer la inversa y retirar liquidez dentro de Estados Unidos, que pueden contrapesar con mayores déficit externos si el mundo está dispuesto a recibir dólares que se aprecian.

El efecto de estos anuncios se ve únicamente en los precios. La demanda real de commodities sigue creciendo en China y la oferta mundial de materias primas también. De otro lado, los tipos de cambio de América latina se deprecian, pero el nivel de reservas internacionales permanece intacto o en algunos casos ha crecido, constatándose que es un fenómeno puramente financiero y que está ocurriendo más en Londres y Nueva York que en las economías emergentes. El peso mexicano se cayó en un año de 13 a 15,31 pesos por dólar (15 por ciento), mientras las reservas internacionales de México aumentaron en ese período de 190.594 a 195.539 millones de dólares. Es decir el tipo de cambio no cayó por un movimiento negativo de reservas. Lo mismo con el real brasileño, que cayó 32 por ciento en un año, de 2,20 a 3,25 y las reservas bajaron levemente de 378.463 a 371.197 millones de dólares entre el 2 de mayo del 2014 y el 20 de marzo del 2015.

Si se lee exactamente lo que dijo Yellen, básicamente no dijo nada excepto anunciar las expectativas de que en el futuro, algún día, quién sabe, subirán las tasas de interés y ese discurso vacío ha generado estos cambios sísmicos para Europa y América latina.

El juego político detrás podría ser sacar a Europa del juego, como desea Victoria Nuland, del Departamento de Estado, ex embajadora en la OTAN y esposa del neoconservador fundador del proyecto del nuevo siglo norteamericano Robert Kagan. Esto lo está logrando al quitarle a Alemania –y a Europa– el suministro de gas ruso que pasa por Ucrania. Si encima le generan más deflación que la ya generada por la contracción del consumo recomendado por el FMI y transmitido por la Comisión Europea, entonces puede verse un escenario de largo plazo reduciéndose la multipolaridad creciente a una bipolaridad de Estados Unidos y China en el tablero; lo que sería una reedición de cuando sacaron al Imperio Británico del juego en 1945, para quedar solos la Unión Soviética y ellos en el tablero del poder mundial, bipolaridad deseada entonces y ahora por ambos jugadores.

* Coordinador del Observatorio Económico Latinoaméricano. www.obela.org.

Instituto de Investigaciones Económicas - Universidad Nacional Autónoma de México.


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