Por Ricardo Carpena.
Los tres paros generales anteriores de la era kirchnerista fueron decididos por la CGT Azopardo. El de hoy, en cambio, surgió del bloque sindical del transporte, una veintena de organizaciones enroladas en las tres CGT y que viene manteniendo una iniciativa en el gremialismo que hasta hoy era acaparada por Hugo Moyano.
Para algunos dirigentes, incluso, es una suerte de germen que abrirá el paso a la reunificación cegetista porque allí conviven moyanistas, barrionuevistas y kirchneristas críticos y porque se descuenta que el transporte tendrá un papel decisivo en la futura central obrera.
Moyano cedió su protagonismo en manos de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT) como un gesto de buena voluntad en las negociaciones por la unidad sindical, pero mantiene su influencia a través de uno de sus dirigentes de confianza, Juan Carlos Schmid, del gremio de Dragado y Balizamiento (el gran candidato a conducir la futura CGT unificada), y de Omar Pérez, del Sindicato de Camioneros. Otra prominente figura moyanista de este bloque es Juan Pablo Brey, de aeronavegantes.
El camionero está dando señales de replegarse: dijo a sus íntimos que quiere dedicarle más tiempo a su familia y analiza no presentarse a la reelección en el Sindicato de Camioneros de Buenos Aires, que tendrá comicios en septiembre, para dejar ese puesto en manos de Pablo, su hijo, y retener sólo la poderosa Federación.
Para el moyanismo, el transporte es un objetivo estratégico. Lo demuestra también Facundo Moyano, que sueña con ser ministro del área del próximo gobierno (milita en el massismo, pero tiene buena relación con el sciolismo y con el macrismo) a partir de las propuestas específicas que elabora su Fundación Estrategia Argentina.
La CATT oficializará su creciente poder en el plenario que se hará el 15 de abril, donde se incorporarán formalmente dos gremios K disidentes como la UTA, de Roberto Fernández, y La Fraternidad, de Omar Maturano. Ambos buscan disputarle espacios a Moyano desde la CATT y Maturano tiene ganas de ser el próximo líder de la CGT.
Fernández, sobre todo, y Maturano son mirados con recelo por sus colegas: sus actividades son muy dependientes de los subsidios oficiales y por eso el Gobierno siempre operó para que no pararan.
Fue lo que sucedió en las huelgas generales del 20 de noviembre de 2012 y del 28 de agosto de 2014, a los que la UTA no adhirió pese a que los reclamos eran liderados por el mismo punto que los otros paros que sí respaldaron: el rechazo del Impuesto a las Ganancias.