(Por Rómulo Mucho*) La cancelación del proyecto Tía María y el retiro de la inversión en la Región Arequipa por parte de Southern Copper es, bajo todo punto de vista, negativa para el Perú. En la provincia arequipeña de Islay, en los distritos de Cocachacra, Dean Valdivia y Punta de Bombón, hay pobladores que se oponen al proyecto más por un tema de rencor que de temor. Los pobladores saben que la tecnología actual hace posible que los impactos ambientales de las operaciones mineras sean mínimos. Saben que en este proyecto no se va a coger agua del subsuelo sino agua de mar que será desalinizada. Saben que no habrá problemas de contaminación para las aguas del río Tambo. Por otro lado, saben también que la economía de la provincia de Islay se va a dinamizar, que se generará crecimiento económico local (crecimiento que esperamos, se traduzca en desarrollo humano). Saben que los ingresos por concepto de canon minero pueden ayudar en gran medida a mejorar sustancialmente la productividad del agro mediante la ampliación de la frontera agrícola, el uso del riego tecnificado, el impulso de nuevos cultivos y el incremento de la producción agrícola por hectárea mediante el asesoramiento técnico especializado. Saben también que la minería les puede ayudar a mejorar el servicio de educación y salud. Saben todo lo expuesto; no obstante, existe una minoría que se opone al desarrollo del proyecto minero.
En algunos de los opositores al desarrollo del proyecto puede haber un justificado temor a la contaminación ambiental que suponen (sin ninguna justificación técnica), se producirá de todas maneras. En el resto de los cada vez menos opositores, percibo un sentimiento de rencor. A este pequeño grupo no le basta los esfuerzos desplegados por la empresa, que comunica a toda la población los aspectos técnicos de cuidado ambiental, ni le basta los compromisos asumidos ya en materia de ayuda en proyectos sociales. Este pequeño grupo aún tiene en sus mentes las operaciones de la empresa de hace más de 30 o 35 años, cuando la actividad de la refinería de Ilo afectaban al valle del Tambo (aspecto que hace muchos años se ha superado). Considero que ése es el rencor que aún les queda y que por eso se oponen.
La tecnología para la mitigación de los impactos ambientales ha avanzado mucho. La actividad minera es quizá la más regulada en el mundo. La minería actual es una minería moderna y muy cuidadosa del ambiente. La minería actual es también un agente de cambio social positivo. La cancelación de Tía María debe llevar a los pobladores de Islay a una profunda reflexión sobre el futuro de sus jóvenes y niños. Es lamentable que se pueda perder una gran oportunidad de desarrollo por el rencor que aún queda en alguno de nuestros hermanos que se oponen al proyecto. Esperemos que el paso del tiempo demuestre que al rencor se le vence con la razón. Los opositores al proyecto (que son una minoría) deberán ahora brindar una posibilidad de desarrollo a Islay, coherente con sus principios y a la altura de los beneficios que genera la minería moderna. Los opositores al proyecto se están embarcando en una enorme deuda con el futuro de la niñez y la juventud islaínas, con los trabajadores, con los estudiantes universitarios, con las amas de casa y, sobre todo, con los más pobres. Esperemos que esta deuda no sea incobrable.
Por otro lado, es una pena que el Estado no haya sabido apoyar al proyecto. ¿Se podrá reinvindicar el Estado peruano ante la población de Islay creando los puestos de trabajo que el proyecto iba a generar y con las remuneraciones que la minería brinda?, ¿de dónde va a obtener los fondos para hacer las obras que se necesitan en Islay ahora que se aleja la posibilidad de un importante monto de canon minero para la provincia?, ¿cómo va a hacer el Estado para superar el status quo de la pobreza local sin el rápido crecimiento económico que genera la minería? Cuesta creer que el actual gobierno pueda dar respuestas coherentes a las interrogantes planteadas. Veamos la cancelación del proyecto como una oportunidad para reflexionar sobre la importancia de la inversión privada. Se trata de apostar por un futuro mejor para las próximas generaciones. Se trata de lograr el desarrollo sostenible del valle del Tambo mediante la convivencia del agro con la minería. El Perú es un país agrario y un país minero. Necesitamos un Estado que acompañe al sector privado. Un estado que sea “amigo” de la empresa y de la población. Esperemos que en el menor tiempo posible, la razón de la mayoría supere al rencor de la minoría.
*Ingeniero de Minas.