Por Carlos Pagni
Hay una sola incógnita que Cristina Kirchner pretende, en serio, despejar. ¿Cuál será el destino del kirchnerismo? Al ser una corriente ultrapersonalista, la pregunta es más sencilla: ¿cuánto poder conservará cuando se haya alejado del gobierno? Para resolver el enigma hay que descifrar su ingeniería electoral.
La Presidenta considera que su supervivencia está atada a dos factores: un discurso y un distrito. Su objetivo es monopolizar la oferta populista y controlar la provincia de Buenos Aires. En esas dos coordenadas se ha inscripto el oficialismo en todos estos años. Frente a estas preocupaciones, la identidad del sucesor es accesoria. Cristina Kirchner no está interesada en que gane el candidato presidencial del Frente para la Victoria. Tampoco en que pierda. Su propósito es consolidar una base que le garantice seguir siendo una figura ineludible en el mapa del poder.
Si en la persecución de esa finalidad termina, por añadidura, consagrando un heredero, es probable que celebre el desenlace. Pero si para conseguir ese resultado debe desdibujarse en homenaje a las encuestas, se resignará a un triunfo opositor. Quiere decir que la vulgar pregunta acerca de si "trabaja para Macri o para Scioli" está mal formulada. Trabaja para ella. Para el común de los mortales, esa predilección es un rasgo de mezquindad. Pero la Presidenta cree que sólo si preserva su influencia podrán estar tranquilos los beneficiarios de la década ganada. ¿Se puede exigir más altruismo?
Estas prioridades se proyectan sobre el montaje electoral. Relevantes dirigentes del oficialismo -entre ellos, Scioli- están convencidos de que Cristina Kirchner encabezará la lista de diputados nacionales de la provincia de Buenos Aires para presidir la bancada del Frente para la Victoria.
La seguridad con que exponen ese dato es misteriosa. No se conoce a nadie a quien la Presidenta se lo haya revelado. Por otra parte, ella sólo se confiesa con su hijo. Sin embargo, hoy la principal hipótesis del oficialismo es que la señora de Kirchner se pondrá al frente de una única nómina de legisladores, que saldrá de su lapicera.
Predecir qué nivel de cohesión tendrá ese bloque que Cristina Kirchner se propone conducir es imposible, porque es imposible saber si el peronismo someterá a una revisión crítica la experiencia kirchnerista. Por eso tampoco se puede aventurar qué viabilidad tendrá el programa legislativo del próximo gobierno. Las designaciones parlamentarias en el Consejo de la Magistratura y en la Auditoría, la estabilidad del presidente del Banco Central, la opción de pagar a los holdouts, y la prórroga de la ley de emergencia serán, entre muchas otras, decisiones subordinadas al comportamiento del kirchnerismo. En su último mensaje ante el Congreso, la señora de Kirchner aseguró que quien la suceda tendrá "un país complicado". No fue un pronóstico. Fue un proyecto. Los mercados prefieren ignorarlo.
La postulación de la Presidenta podría duplicarse: dos jueces electorales fueron consultados sobre la posibilidad de que sea también candidata al Parlamento del Mercosur (Parlasur). No hubo objeción a que compita por los dos cargos, pero podría ejercer sólo uno. Esa asamblea regional prohíbe a sus integrantes desempeñar otra posición en sus Estados de origen. Si la Presidenta se postula para el Parlasur, ¿qué lugar ocuparía en la boleta? Ella pretenderá aparecer en el primer tramo, en todos los distritos. Tal vez por eso acaba de prohibir a varios gobernadores adelantar las elecciones provinciales. Cristina Kirchner quiere ratificar que es la principal figura de su grupo, en detrimento de la fórmula presidencial.
Hay una información que alimenta esa expectativa: el equipo de Mauricio Macri recibió hace dos viernes una encuesta en la que Cristina Kirchner registra una imagen positiva cercana al 50%. Los encuestadores quedaron sorprendidos de ese atractivo cuando recorrieron el conurbano bonaerense. La peculiaridad del sondeo, realizado por la consultora favorita de Scioli, es que fue presencial, no telefónico. Por lo tanto, incluyó a personas de escasos recursos, que carecen de línea en su domicilio. De todos modos, hasta el 22 de junio, que es cuando deben inscribirse las candidaturas, habrá suspenso.
La lista de la Presidenta sería compartida por los dos candidatos del Frente para la Victoria que compiten por sucederla: Scioli y Florencio Randazzo. Ella pretende adjetivar a cada uno asignándole como vice a un fundamentalista: a Scioli le tocaría Axel Kicillof, y a Randazzo el más pragmático Eduardo "Wado" De Pedro. Aunque hay quienes lo suponen interesado en la causa que tramita Rodolfo Canicoba Corral por la presunta responsabilidad de Kicillof en una compra de bonos del fondo Latam Securities, Scioli está dispuesto a aceptar la condición que a la Presidenta se le ocurra. Piensa que es mucho menos costoso obedecerla que enfrentarla. Además, el gobernador confía en que, si llega al poder, podrá desactivar cualquier campo minado. Por ejemplo, cree que con sólo llevar a Kicillof a la kermesse de La Ñata para que juegue a la pelota con Tévez, escuche a Pimpinela y coma las achuras de Samid, lo habrá neutralizado. En seis meses piensa transformar a Kicillof en un Mariotto. Digno discípulo de Menem.
Kicillof, sin darse cuenta, comenzó a obedecer ese libreto. Ya le arrebató el área de puertos a Randazzo. También Aníbal Fernández colabora. ¿O no negoció a desgano la suspensión del paro de mañana, organizado por los gremios del transporte, que dependen del rival de Scioli? Sin embargo, el gran auxilio que espera el gobernador llegaría de otro lado. Aspira a que, indignado porque sus consignas no están bien representadas, el kirchnerismo de paladar negro postule también a Jorge Taiana a la presidencia. Taiana restaría votos a Randazzo, a quien Scioli se ufana de doblar en las encuestas. Sería una jugada psicodélica: ayudar al gobernador en nombre de la izquierda. ¿Lo admitirá la Presidenta?
Además de desplegar frente al próximo presidente un cerco institucional, Cristina Kirchner se ha propuesto retener un territorio. Desde 2005, Santa Cruz se convirtió en la casa matriz del kirchnerismo. Su sede central es Buenos Aires. La Presidenta pretende conservar esa colina. Si el próximo presidente no es de su partido, el rol de un gobernador bonaerense y peronista sería importantísimo. Podría, en principio, disputarle el liderazgo del PJ. Un problema inquietante, porque esa plataforma está quebrada: Sergio Massa conserva un caudal electoral determinante.
LOS TALIBANES
El aspirante más nítido a la sucesión de Scioli es hoy Julián Domínguez. El presidente de la Cámara de Diputados reúne varias condiciones. Acaso la más importante es su amistad con Jorge Bergoglio, quien ya en 1995 pidió a Carlos Ruckauf que lo respaldara como candidato a intendente de Chacabuco. A pesar de aquel antecedente, Domínguez llegó a convertirse en amigo de grandes talibanes como Carlos Kunkel o Diana Conti. Y cuenta con un aval invalorable: a su agrupación San Martín pertenece Camilo Vaca Narvaja, el yerno de Olivos. El vice de Domínguez sería Patricio Mussi, el intendente de Berazategui, uno de los jóvenes idealistas de Julio De Vido.
La fantasía de Domínguez tiene un límite: frustra muchas otras fantasías. Numerosos intendentes, como Fernando Espinoza, de La Matanza, se sienten marginados. Lo mismo sucede con Diego Bossio, cuyo rostro ahora aparece en la cartelería que, hasta hace poco, exhibía publicidades de la Anses. Las organizaciones sociales también buscan su lugar. De hecho, el Movimiento Evita lanzará en pocos días la candidatura a gobernador de Fernando "Chino" Navarro.
El plan de la Presidenta se irá conociendo y también modificando con el paso de las semanas. El 22 de junio no sólo se dará vuelta la baraja de su destino personal. Scioli recién dormirá tranquilo cuando esa noche vea su nombre en los listados. Como Macri, él es una estrella que carece de estructura. Pero, a diferencia de Macri, depende de una "convención de Gualeguaychú" integrada por sólo dos personas: Cristina y Máximo Kirchner. Por eso Juan Carlos Mazzón busca, desde el piso 16 del Banco Provincia, un sello de goma para inscribir a Scioli si, al final, queda excluido. Ese temor revela menos las maquinaciones de la Presidenta que el nivel de perversidad que le atribuyen quienes pasaron años a su lado.
La otra fecha sobresaliente es el 9 de agosto. Ese día el Frente para la Victoria tendrá un candidato a presidente. Scioli, que está seguro de ser él, piensa colgarse al pecho el slogan camporista "Irreversible". Con esa postulación escriturada, apuesta a que el peronismo empiece a peregrinar hacia La Plata. Se propone, de a poco, ir diferenciándose del Gobierno. Scioli se precia de ser quien está en mejores condiciones de acercar al PJ los votos reticentes a la señora de Kirchner. Esa pequeña pero indispensable divergencia será el campo de batalla entre ellos después de las primarias. En una reflexión sobre Berlusconi, el ensayista Beppe Severgnini escribió que los líderes carismáticos terminan detestando a sus herederos porque ven en ellos la encarnación de su propia mortalidad política. Es lo que sucede con Cristina Kirchner: el sueño de Scioli es su pesadilla..
Por Néstor O. Scibona.
La huelga que este martes promete paralizar el transporte terrestre, aéreo, fluvial y marítimo, reducir la actividad bancaria y alterar la rutina de muchos argentinos en otra semana laboral extra corta, tiene dos características que se repiten en la Argentina, pero serían inusuales en un país relativamente "normal".
Una, que fue dispuesta por gremios cuyos sueldos se ubican mayormente en la cima de la pirámide salarial porque eran firmes aliados políticos del oficialismo, hasta que hace algo más de tres años fueron confinados a la vereda de enfrente. Otra, que la presión sindical no es estrictamente por salarios, sino para que el gobierno de Cristina Kirchner suba el mínimo no imponible (MNI) y las escalas del impuesto a las ganancias antes de que se sienten a negociar las próximas paritarias. El objetivo es obvio: evitar que la AFIP se quede con buena parte de los aumentos, como ya había ocurrido el año pasado.
La negativa oficial a atender ahora este reclamo descolocó a la CGT oficialista que, al menos, esperaba una señal más concreta que la voluntarista expresión de deseos de Aníbal Fernández. De ahí que su titular, Antonio Caló, dejara en libertad de acción a los afiliados de la UOM para adherir al paro (al igual que Luz y Fuerza y el sindicato de la Alimentación), semanas después de apoyar la candidatura presidencial de Daniel Scioli como otra manera de marcar distancias con la Casa Rosada.
El desenlace de esta pulseada mantiene en alerta a dirigentes de muchas cámaras empresarias que, en privado, concuerdan con el planteo del sindicalismo, aunque por otras razones: temen enfrentar en las paritarias de 2015 pedidos de aumentos muy superiores a la pauta oficiosa de 30/32% (como ya ocurre con algunos gremios), para que compensen el impacto de Ganancias sobre los sueldos de bolsillo. Por propia experiencia saben lo que significa pagar cada vez más impuestos sobre utilidades ficticias debido a la prohibición de ajustar balances por inflación.
Con números, un detallado estudio del Instituto de Análisis Fiscal (Iaraf), que dirige Nadin Argañaraz, corrobora aquellas preocupaciones. Para lograr una mejora salarial efectiva de 30% con respecto a 2014, los trabajadores con familia tipo alcanzados por Ganancias deberían obtener este año un aumento nominal de hasta 46% (según el monto que cobraban en 2013), si no se modificaran los parámetros del impuesto.
Axel Kicillof, en cambio, prefirió refugiarse en la teoría cuando, al descartar cambios inminentes, sostuvo que se trata de un impuesto progresivo, como si la Argentina fuera el reino de la estabilidad. También aquí el ministro evidenció la interesada amnesia parcial que, en otro orden, le impide recordar el número de pobres para evitar su "estigmatización", la palabra de moda en el oficialismo cuando elude hablar de los problemas.
En el caso de Ganancias, omitió reconocer que la mayor presión tributaria sobre los trabajadores en blanco obedece a que hasta 2013 los salarios en paritarias le empataron o le ganaron a la inflación; pero lo contrario ocurrió con el mínimo no imponible, que fue groseramente desindexado mientras las escalas siguen sin ajustarse desde el año 2000. De otra manera, no se explicaría que la recaudación sobre personas físicas se haya duplicado (de 1,23% en 2008 a 2,60% en 2014) en términos de PBI, según datos de la Secretaría de Hacienda.
Otro olvido del ministro es que el último ajuste del MNI dispuesto en agosto de 2013 -poco antes de las elecciones legislativas- introdujo una enorme inequidad tributaria, ya que se mantiene hasta hoy la deducción especial aplicada para dejar fuera del alcance de Ganancias a los trabajadores en relación de dependencia que entonces percibían sueldos brutos de hasta $ 15.000 mensuales, aunque luego hayan recibido aumentos de 30%. En cambio, con incrementos similares en el sueldo bruto, quienes en 2013 cobraban entre $ 17.500 y $ 30.000 necesitarían en 2015 mejoras nominales de 46% y 37%, respectivamente, para mantener su poder adquisitivo en términos reales y no verse afectados por el impuesto. Por encima de los $ 50.000, el ajuste salarial necesario se reduce a 32%.
Según el Iaraf, esta situación afecta a casi 2 millones de trabajadores con familia tipo: 1,1 millón de empleados en relación de dependencia y 800.000 independientes no monotributistas, sin contar el 0,7% de los jubilados con haberes altos, que también deben tributar Ganancias.
Por otro lado, los trabajadores que más ganan, cobran menos asignaciones familiares: la asignación por hijo, que asciende a $ 644 mensuales para los grupos familiares que perciben un ingreso de hasta $ 5800, se reduce a $ 132 para los que superan los $ 9800, con lo cual este refuerzo perdió relevancia en muchos gremios.
Aún así, nadie descarta que antes de las elecciones Cristina Kirchner anuncie cambios en Ganancias. No sólo porque es la única que puede disponer una suba del MNI, desde que en 2011 la mayoría oficialista en el Congreso le delegó la facultad de bajar impuestos, que nunca puso en práctica. La razón será poner más plata en los bolsillos de los votantes cuando se aproximen las PASO, para tratar de contrarrestar las promesas electorales más generosas -pero por ahora difusas- de Mauricio Macri y Sergio Massa.
En lo inmediato, resulta impensable que ceda ante la presión de los gremios opositores, aún a costa de descolocar a los alineados con el oficialismo. Las paritarias clave del sector privado deben cerrarse entre abril y mayo y todavía restarán cinco meses para las elecciones. Dentro de ese lapso, el gobierno de CFK buscará el momento de transformar los cambios en Ganancias en un rédito para el oficialismo.
Por ahora, en cambio, optó por la vía indirecta de subsidiar el consumo (ahora de heladeras y lavarropas) en 12 cuotas sin interés, ofrecer descuentos en pequeños comercios con la tarjeta SUBE y advertir, después de 12 años, que resulta más razonable compensar directamente a los usuarios el costo del gas licuado en garrafas (mucho más caro que el gas natural por redes) que subsidiar la oferta, aunque no se haya privado imponer precios máximos.
Esta estrategia significa todo un problema para la UOM, que a mediados del mes próximo buscará acordar un aumento salarial de 32% fraccionado en dos tramos (abril y julio), más dos bonos extras (en octubre y febrero de 2016), aunque muchos de sus afiliados queden alcanzados por el impuesto.
De todas maneras, nada de esto es comparable con otros datos duros de la realidad socioeconómica al cabo de la era K. Según el propio Indec, el empleo en negro no baja del 34% y la mitad de los trabajadores argentinos -formales e informales- cobra un sueldo promedio de $ 5500 mensuales. Esta cifra los coloca en el borde de la línea de pobreza que sigue midiendo FIEL (con un costo de $ 5857 en febrero para la canasta básica total de una familia tipo), pero el Indec dejó de publicar hace 14 meses con la inverosímil excusa de "cambios metodológicos" en el índice de precios. La misma que invocó Kicillof para ocultar que la pobreza alcanza a no menos de 25% de la población..
Por Ricardo Carpena.
El principal impulsor del paro de mañana es el ministro Axel Kicillof. Involuntariamente, o no, sus desafortunadas declaraciones en defensa del Impuesto a las Ganancias enardecieron más a los sindicalistas y lograron que algunos gremios K saltaran la cerca y se pusieran del lado de los huelguistas. Después de todo, decir que el Impuesto a las Ganancias “lo puso Perón” no es sólo un error histórico sino toda una provocación. ¿Quiso decir que es antiperonista el que se opone a que ese tributo jibarice los sueldos de los “millonarios” que ganan más de 15.000 pesos?
Kicillof pareció hablar en nombre de una Cristina Kirchner, cada vez más inflexible ante este reclamo de todos los sectores sindicales, aunque no afecte a la mayoría de los asalariados. Por eso, el paro de 24 horas de mañana es indetenible. Por más que surtan efecto las presiones oficiales sobre los empresarios del transporte automotor, que fueron convocados hoy a la Casa Rosada, y aún sobre los gremialistas, a quienes el ministro Carlos Tomada les recordó públicamente ayer que 18.000 de los 21.000 choferes de larga distancia cobran sus sueldos gracias a subsidios estatales.
A esta altura, todos ya ponen la mirada en el día después. Un sector del Gobierno trabaja secretamente para una reunión cumbre de Cristina Kirchner y la CGT Balcarce, mientras el sindicalismo opositor avanza hacia una nueva medida de fuerza. Como anticipó Clarín, la idea es hacer un paro de 36 horas, con movilización a la Plaza de Mayo. Almanaque en mano, algunos propondrán el 30 de abril porque sueñan con salir a la calle el 1° de mayo, el Día del Trabajo.
El Gobierno tratará de impedirlo como sea. Cristina no podía anunciar nada bajo la presión de un paro, pero después la necesidad electoral puede hacer milagros: en el gabinete analizan el proyecto para cambiar las escalas del impuesto a las Ganancias y algunas excepciones tributarias que se aplicarían a través de la AFIP. ¿Se lo anunciará la Presidenta a la CGT que lidera Antonio Caló? Primero deberán convencerla de que los sindicalistas de su propio sector no son esos desagradecidos que reclaman algo que favorece a los trabajadores ricos y compradores compulsivos de dólares.
El líder de la UOM debió suspender su híperoficialismo ante la presión de las bases: por eso dejó en libertad de acción a las seccionales para decidir si adhieren o no al 31M. Más aún: Caló expresó su “apoyo a los compañeros que decidan sumarse al paro” durante el acto por el 88 aniversario del natalicio de Lorenzo Miguel, el padre de “la patria metalúrgica”, en el cementerio de Flores.
Fue el viernes pasado por la mañana, apenas unas horas antes del debate que se instaló en la reunión del consejo directivo de la CGT liderada por Caló. Allí afloraron las fuertes diferencias internas, no pudieron acordar un documento conjunto y quedó en claro que, por primera vez en la serie de cuatro paros generales de la era kirchnerista, cada uno iba a decidir lo que le pareciera.
Más allá de la UOM, ya se confirmó el apoyo explícito a la huelga de otros gremios de la CGT Balcarce como la Federación de Petroleros que conduce el diputado Alberto Roberti y el de los sindicatos Oeste, Norte y Lanús-Avellaneda de la Federación de Comercio, que lidera Armando Cavalieri. También se sumaron independientes de buena relación con el Gobierno como los bancarios, Alimentación de Capital, que dirige Rodolfo Daer, y la Federación de Luz y Fuerza, que parará el 8 de abril y desde entonces una vez por mes en rechazo de Ganancias, pero algunos de sus sindicatos más combativos, como Córdoba, también lo harán mañana. Cristina Kirchner pareció ofrecerle un guiño a Guillermo Moser, el líder lucifuercista, al nombrarlo en un acto, el jueves pasado. Pero la estrecha dependencia del Estado de los trabajadores energéticos no disimula algo que se repite: el buen diálogo no brinda privilegios. Luz y Fuerza reclama sin éxito una única escala salarial y el final de la tercerización, además de soluciones para Ganancias.
Otro gremio ultraoficialista como SMATA se propuso el objetivo de que los trabajadores fueran a trabajar mañana como sea, pero será una misión imposible. En la automotriz Volkswagen, por ejemplo, no funcionarán los ocho ómnibus que llevan a los trabajadores a la planta de General Pacheco desde distintos lugares del conurbano, pero además no habrá producción porque faltarán los camiones que trasladan los insumos hasta la fábrica. En Ford y Mercedes-Benz, casi por lo mismo, habrá asueto.
Mañana, la imagen de una Argentina paralizada estará casi garantizada por una inédita confluencia de adhesiones, con eje en el transporte y los servicios. Y, una vez más, los que quieran ir a trabajar en sus autos dudarán por el efecto disuasivo que provocan los piquetes que dispondrá la izquierda dura en los principales accesos a la Capital (curiosamente, al calor de los viejos tics divisionistas, el PTS cortará sólo la Panamericana a la altura de LEAR, mientras que el Partido Obrero, Izquierda Socialista, el Nuevo MAS y otras fuerzas se concentrarán en otros puntos).
El gremialismo peronista no está al borde de unirse por el paro general del 31M en rechazo al “inventor” del Impuesto a las Ganancias, sino en contra de la presidenta que mantiene a rajatabla un tributo convertido en símbolo de la injusticia. Es la misma que siempre le exigió subordinación política sin ofrecer nada a cambio y que desde mañana conocerá en carne propia cómo se comporta el poder sindical con los gobiernos que están en retirada. Como siempre: sin piedad.