Después de pasar una década transformando General Electric Co. GE -0.77% en un grupo industrial más sencillo, Jeff Immelt se encuentra con un nuevo problema: demasiado petróleo.

Los inversionistas presionan desde hace tiempo al presidente ejecutivo del conglomerado para que escinda la división financiera y ajuste el enfoque de sus negocios industriales. El año pasado, se deshizo de segmentos como los electrodomésticos y las tarjetas de crédito de minoristas. Las desinversiones culminaron una prolongada reestructuración en la que Immelt estima que vendió 65% de la empresa cuyo liderazgo heredó de Jack Welch hace 13 años.

Se suponía que ahora empezaría a recoger los frutos. Pero la caída de los precios del petróleo ha planteado un nuevo obstáculo para el crecimiento del grupo y ha generado renovadas preguntas sobre su legado. Algunos inversionistas y ejecutivos temen que ahora habría que esperar más tiempo antes de que las acciones de GE pongan fin a su racha bajista —han retrocedido 35% desde que Immelt tomó las riendas, en septiembre de 2001, y 7,7% desde el cierre de 2013—, lo que profundizaría sus frustraciones en momentos en que el presidente ejecutivo ingresa a las etapas finales de su gestión.

Los resultados del cuarto trimestre de 2014 superaron las expectativas de Wall Street, con US$5.200 millones en ganancias sobre US$42.000 millones en ingresos. No obstante, en el mismo período de 2007, las utilidades de GE llegaron a US$6.700 millones sobre una facturación de US$48.500 millones.

Ahora, el derrumbre del crudo ha oscurecido el panorama. La acción del conglomerado ha caído 4% desde que comenzó el declive del petróleo en junio, comparado con un alza de 7,6% del índice bursátil S&P 500. Analistas de J.P. Morgan Chase JPM -0.31%indicaron que los resultados de GE empeorarían debido al impacto del crudo.

Esto pone a Immelt, de 59 años, en una situación que ya conoce: tener que demostrar su capacidad. “Creo que lo que han hecho con estas medidas es muy audaz”, dice Robert Spremulli, analista de la gestora de fondos TIAA-CREF, el decimonoveno mayor accionista de GE según FactSet. “Necesita demostrar su éxito”.

Jeff Immelt, presidente ejecutivo de General Electric, en una conferencia en diciembre en París. 

GE no parecería ser la víctima más obvia de una caída del mercado petrolero. La compañía fundada por Thomas Edison es conocida por sus turbinas eléctricas, motores de aviones y equipos para realizar tomografías computarizadas. Su filial GE Capital es esencialmente uno de los mayores bancos de Estados Unidos.

Sin embargo, Immelt también apostó al auge energético, al invertir US$14.000 millones en empresas que ayudan a perforadores de petróleo y gas a extraerlos y transportarlos. Los hidrocarburos generaron directa o indirectamente un cuarto de los US$100.000 millones en ingresos industriales de GE en 2014.

En la asamblea anual de accionistas en diciembre, Immelt advirtió que el negocio de petróleo y gas podría provocar caídas de hasta 5% en los ingresos y las ganancias en 2015.

Estas perspectivas han reforzado la opinión de algunos en Wall Street de que Immelt no actuó lo suficientemente rápido para reorganizar el portafolio de GE incluso antes de la caída del crudo. “La idea más atemorizante es que esta es una compañía que podría demorarse dos décadas en volver a su máximo anterior de US$60” por acción, en 2000, dice Nick Heymann, analista de William Blair & Co. “Es como las décadas perdidas en Japón”.

En declaraciones públicas desde diciembre, Immelt y otros ejecutivos han dicho que siguen comprometidos con el petróleo a largo plazo. El director financiero, Jeffrey Bornstein, dijo en una entrevista en enero que GE usará el declive del mercado como “una oportunidad” para racionalizar las operaciones y superar a rivales en problemas.

Immelt está acostumbrado a las críticas a su gestión, entre ellas que tardó demasiado en reducir la dependencia en GE Capital, que ha sido la mayor preocupación de sus inversionistas. El cambio profundo lleva tiempo, dijo en una entrevista en septiembre, en la que también señaló que ha realizado inversiones en productos como motores de aviones y turbinas de gas que darán frutos durante décadas.

“A mi parecer, a medida que crezcan nuestras ganancias (...) si llevamos a cabo las cosas que hemos delineado a los inversionistas, la acción va a subir”, afirmó.

Immelt sucedió a un presidente ejecutivo cuyo desempeño era difícil de igualar. Welch construyó un imperio que aumentó sus ganancias de forma constante y cuyas acciones se dispararon en los años 90. Cuatro días después de que Immelt asumiera el mando, en 2001, los ataques terroristas del 11 de septiembre golpearon su negocio de aviación. Luego, la crisis financiera convirtió su gigantesca división bancaria en un riesgo, lo que obligó a GE a recortar su dividendo por primera vez desde la Gran Depresión.

Durante gran parte de la última década, la estrategia de Immelt fue enfocarse en el suministro de equipamientos de infraestructura que necesitaban los países desarrollados —motores, turbinas, tecnología médica— y retirarse de otros segmentos, en particular de los mercados de consumo.

Se deshizo de NBCUniversal, diciendo que distraía la misión principal de GE. Welch había adquirido aseguradoras; Immelt salió de ese sector en 2005. Se desprendió de GE Plastics y GE Appliances, unas de las últimas conexiones que tenía con los consumidores, y compró activos industriales como la división de energía eólica de Enron Corp. y la firma de ciencias biológicas Amersham PLC.

Algunas apuestas salieron mal. Después de los atentados del 11 de septiembre compró varias empresas de seguridad que no dieron frutos. También invirtió fuerte en edificios de oficinas y otras propiedades comerciales a través de GE Capital antes del colapso del mercado inmobiliario estadounidense.

En 2010, la energía parecía encajar bien con la visión que tenía Immelt de la cartera de GE: una creciente industria global en la cual podría vender equipamientos de infraestructura. Supervisó una serie de compras a partir de ese año, cuando el crudo Brent se cotizaba entre US$80 y US$100 el barril. En septiembre de 2014, la apuesta petrolera aún parecía sólida con buenas posibilidades en las operaciones de fracturación hidráulica en EE.UU. y en proyectos de exploración en Noruega y Escocia.

A fin de año, Immelt adoptó un tono de despedida. Los cambios en el portafolio finalmente permitirían a GE dar un giro y enfocarse en el crecimiento orgánico de sus divisiones industriales. Sólo necesitaba que los inversionistas compartieran su visión.

Desde 2008, la acción de GE no ha superado el umbral de US$30, frente a su récord de US$60 en 2000. Durante la recesión, se ubicó por debajo de US$7.

Hoy en día, el Brent se cotiza en torno a US$60, lo que ha dado lugar a una contracción en toda la industria. Los ejecutivos de GE dicen que 60% del negocio de petróleo y gas ya está bajo contrato y que la dificultad de algunos clientes para detener sus operaciones ayudará a la división. Immelt dijo en enero que recibe llamadas de clientes que buscan modificar los términos y una fuente indicó que probablemente pedirán descuentos.

“De una forma, yo creé todos estos problemas”, afirmó Immelt en septiembre al hablar sobre medidas para reducir capas de burocracia empresarial que se han formado durante su gestión. “No es como si pudiera decir (...) esto fue culpa de Jack Welch. Es nuestra culpa, y mi culpa”, sentenció.