China ha salvado la situación de Occidente muchas veces. ¿Lo hará esta vez? A inicios de la era cristiana el emperador chino Guangwu estableció como federados a la tribu xiung-nu, una rama de los hunos que siglos después desencadenó la ola de invasiones que puso fin al Imperio Romano.
Involuntariamente, su política conciliadora facultó que nuestra cultura occidental sentara sus bases al final del mundo antiguo. Hacia el 1300, la dinastía Yuan, bajo Genghis Khan y su nieto Kublai, sometió a los turcos osmaníes y alargó un siglo y medio la vida del Imperio Bizantino, permitiendo a Europa prepararse para resistir el embate turco y salvar nuevamente la cultura occidental.
Más adelante, el Ejército Chino contuvo a más de 5 millones de japoneses entre 1937 y 1945, evitando que Tokio desviara tropas hacia frentes más importantes durante la Segunda Guerra Mundial. Por último, en la crisis desencadenada el 2008, gracias a un plan de medidas anticíclicas, China no solo logró la más alta tasa de crecimiento (9,2%) del 2009 en medio de la recesión generalizada, sino que la magnitud de su economía ha favorecido la recuperación mundial con relativa rapidez.
Los romanos llamaban a China Serica, que viene del latín seris, o país de la seda. La verdad a la Serica de los romanos le debemos mucho. Pero hoy el gigante asiático ya no es solo un atractivo por su exquisita seda, su Gran Muralla y sus bellos palacios imperiales. Con 1.369 millones de habitantes es el país con mayor población del mundo. Es la segunda mayor economía con un PBI de más de US$9 billones el 2013, y un PBI per cápita el 2013 de US$6.807, cifra que al abrirse el milenio rondaba alrededor de los US$1.000. Para el mismo año, tiene el mayor ingreso en inversión extranjera directa, casi US$350 mil millones.
De acuerdo con el último informe del FMI, China es el país con mejores perspectivas de crecimiento, esperándose un 6,8% para este año 2015 y 6,3% para el 2016. Un porcentaje aparentemente sobrio, pero más veloz que el que se espera para Norteamérica, Japón y la Unión Europea. Únicamente otra potencia emergente, India, se le acerca con cifras que superan el 6%.
Bajos salarios, dirección estratégica global, desarrollo explícito de su capital humano, reflejado ello en el más de medio millón de ingenieros y científicos que se gradúan anualmente, son factores que ponen a China en un liderazgo compartido mundial con Estados Unidos. Es ya una potencia económica y política, pero aún débil institucionalmente, en términos democráticos.
APUNTANDO AL ORIENTE
¿Cómo debería actuar el Perú en esta transición hegemónica global, que no se sabe cómo terminará? China es nuestro primer socio comercial: las exportaciones con ella se han elevado de US$1.235 millones el 2004 a US$7.348 millones el 2013, mientras que las importaciones, para el mismo período, han crecido de US$767 millones a US$8.399 millones. Sin embargo, destaca que el 95% de las exportaciones son tradicionales y corresponden esencialmente a la minería tradicional con US$6.029 millones.
Asimismo, la inversión china parece avanzar a ritmo supersónico, toda vez que el 2014 casi ha doblado los US$6.000 millones del año anterior. Al igual que el comercio, la mayor parte está orientada a la minería (un 48%), destacando Minmetals para el proyecto Las Bambas, así como Chinalco en Toromocho, Shougang en Morococha y Zijin Mining en Majaz.
El sector pesca abarca el otro 40% de inversiones, aunque con el virtual monopolio de China Fishery Group. La banca y el turismo suman juntos el 12% restante, y su desarrollo, junto con el de otros sectores como la agricultura y servicios, es un objetivo que el Perú debe proponerse.
Al Perú le conviene mantener su ventaja comparativa de país bisagra entre Asia, Norteamérica y Europa con Latinoamérica, convirtiéndola en ventaja competitiva y por tanto en un punto de apoyo para su inserción competitiva global.
Hasta el momento el incremento en el comercio exterior con Chinaha seguido los clásicos patrones del comercio exterior peruano, y se trata de implementar un modelo de diversificación de bienes no tradicionales con alto valor agregado que pueda generar más empleo, aprovechando el enorme y diverso mercado de consumidores que tiene al otro lado del Pacífico, y evitando que las fluctuaciones de las materias primas se conviertan otra vez en la brújula de nuestra economía.
No debemos olvidar además que cada provincia china es un mundo diferente, con un tamaño geográfico y demográfico que equivale a varios países europeos, y que representa una rica diversidad económica y cultural, probablemente más que los también formidables estados de EE.UU.
Así, la economía peruana tiene ante sí no a un país, sino a un imperio pluricultural en donde caben bien los bienes y servicios originados desde nuestra otra diversidad. Es un entendimiento entre diversidades. Al final se trata de una nueva forma de integración que nos ayude a superar un modelo rezagado respecto a la actual era del conocimiento y economía digital.
Quizá valga a China para que apresure su democratización al descubrir más agudamente todos los beneficios que de ella pueden derivar. Serica nos ha salvado muchas veces, puede ser que haya llegado el momento de devolverles el favor y al mismo tiempo ayudarnos a nosotros mismos.